*Los personajes de esta historia son propiedad de la ingeniosa Jotaká, solo los tomo prestados para materializar mi imaginación.

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"Miradas en ti, mi hechicero"

[Capítulo Único]

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I.

Primero piensa que no está en sus verdaderos cabales. Luego cree que es una persona más influenciable de lo planeado. La noche se le presenta aglomerada y musicalizada, a merced de los placeres que puede ofrecer a los que buscan algo externo a la zona de confort.

Ni siquiera está bajo un hechizo.

Las nuevas amistades logran ser exitosamente persuasivas y cuando un ser humano es noble por naturaleza, le cuesta mucho decir que no.

«¿Qué hago yo aquí?» se pregunta al principio y más tarde llega a sus oídos una voz familiar que ofrece amabilidad.

—Ten una cerveza, es hora de celebrar.

Y ahí está su respuesta. Acaba de graduarse con honores. Es ese tipo de logro que merece celebraciones, de esas que incluyen alcohol en bares nocturnos, rodeado de personas cargadas de adrenalina.

Cosa que le vendría bien a nuestro muchacho, pero que indiscutiblemente no es lo suyo.

Desde el minuto en que penetró en el bar, supo que estaba fuera de lugar. No puedes ser un digno competidor si vistes tan sencillo. Pantalón holgado de mezclilla, camisa a rayas verticales, chaqueta formal en tono beige. No usarías eso en un club. Pero él lo hace.

No es normal que un hombre de letras frecuente un sitio como aquel. Un hombre que lee a Austen, Bronte, Lovecraft, Wilde, no acostumbra a sentirse atraído por bares modernos. Ni siquiera sus amigos creían lograr tal hazaña.

Pero ahí está Remus Lupin, escuchando música dance sin poder evitarlo, junto a quienes estuvieron a su lado durante todo el trayecto universitario.

Y ahora, con una cerveza en la mano, no sabe cómo escapar.

II.

Si tuviera que elegir entre una caricia excitante y el color más extraordinario del mundo, escogería al único serafín que ahora mismo decora mi velada y atrae demasiadas miradas.

Reúne las dos características. Lo sé porque he experimentado esas caricias, he visto en sus ojos ese color extraordinario.

Una caricia es excitante cuando la deseas pero no te la ofrecen con objetivo de tentarte. Es excitante porque provoca sensualidad cuando en realidad es inocente.

Un color se vuelve extraordinario cuando lo descubres pareciendo fuego en una mirada. Es extraordinario porque provoca deseo cuando en realidad ofrece nobleza.

Estoy bajo un hechizo.

De hecho, creo que toda mi vida lo estuve. Cuando se es joven tendemos a dejarlo escapar todo, pensando que tenemos tiempo suficiente para recuperar aquello que se pierde. A veces estamos en lo correcto, a veces no.

Puedo corroborar eso. Hubo una vez en que dejé ir a un hijo de la luna y esta noche, luego de años extensos, he vuelto a obtenerlo, casi sin querer.

A pocos metros de mi, emerge incorruptible.

III.

—¿Te sientes bien, Lupin? —pregunta una voz juvenil a su derecha—. ¿Quieres otra cerveza?

Por muy insólito que parezca, es la cuarta cerveza que le ofrecen. Las otras tres bailan sin hacer mucho efecto en su organismo por puro milagro nocturno. La proeza ha demorado unas cuatro horas. A pesar de ser un principiante, el muchacho sabe beber con coherencia. No está particularmente borracho, pero quizás su cuerpo experimenta un sosiego más acentuado.

No ha bailado, a pesar de que su amiga le ha convidado repetidas veces a hacerlo. Remus Lupin prefiere permanecer cerca a la barra, de espaldas al bartender, observando a los demás divertirse.

Esporádicamente prueba un poco de su ya cuarta cerveza y puede asegurar que así se siente confortable.

Al menos hasta que lo ve.

Su alargado cuerpo sufre un sobresalto, como quien ve un fantasma. Queda absorto, anonadado. Totalmente incrédulo.

E impresionado.

Es él. Sirius Black.

Buenmozo y animado, tal y como lo recuerda. Camisa holgada y desmangada, dejando ver los tatuajes de su pecho y sus hombros. Esos brazos resistentes, ese cabello azabache que continúa largo y liberal. Esos ojos rompecorazones incluso desde lejos y esa sonrisa traviesa que invita a indagar más.

Remus Lupin parece haber perdido la habilidad de respirar, la noción del tiempo.

—Eh, Lupin —le llaman—. ¡Lupin!

Iluso, no puede responderte. Está hipnotizado por Sirius Black. Ese que se coloca el cabello por detrás de la oreja y le observa profundamente.

El mismo Sirius de siempre.

IV.

Quisiera reírme de su expresión impresionada. Me recuerda exactamente al mismo Remus del colegio y eso me alegra a niveles demasiado extremos.

Me ha visto al fin. Y me ha reconocido.

«¿Cómo crees que me siento con eso, Remus?» Pregunto con el pensamiento.

Me siento como si subiera al cielo y lograra perderme en el infinito. Podría morir viendo esos orbes color fuego mirándome toda la noche. Lo sé muy bien, Remus Lupin puede ser capaz de corromper mi abstinencia a lo prohibido. Con serafines como él se pierde la cordura, aunque haya que aprender a controlarse.

Con los años aprendí. Aunque, por supuesto, es fácil hacerlo cuando estás lejos de lo que te vuelve adicto. Cuando vuelves a estar cerca, sufres un desequilibrio que peligra convertirse en caos emocional.

Sus manos, esas que sujetan aquella suertuda botella con cerveza, continúan viéndose capaces de legar el mejor de los tactos. Mi piel extraña esos toques tan provistos de suavidad y afecto.

¿Qué hago con Remus Lupin tan cerca de mí? ¿Me doy una oportunidad para probar que soy hombre en control o simplemente rompo con las formalidades? A decir verdad… este sitio es propicio para muchas cosas.

Un minuto exacto. Un minuto y no dejamos de vernos a los ojos. Me enorgullezco un poco. Recuerdo a Remus como el muchacho que no podía mirarme fijamente por más de diez segundos. Se ponía adorablemente rojo y el tontuelo Peter siempre pensaba que tenía fiebre.

Esta vez puedo ver que está sonrojado… pero continúa viéndome. Por Merlín, Remus parece haber cambiado mucho.

¿Será ahora más permisivo con los toques? ¿Estará cómodo con esas cicatrices que siempre aborrecía pero que para mí siempre han parecido tan hermosas como todo lo que él representa? ¿Estaría mal acercarme, luego de cinco años, e invitarle a pasar la noche a mi lado?

¿Estará mal seguir irremediablemente enamorado de ese mago con ojos de fuego y mirada carente de crueldad?

V.

Se le llama magia.

Sirius Black parece estar haciendo magia con Remus Lupin. Lo tiene con el corazón latiendo a mil por hora.

Lo tiene temblando, aferrándose con fuerza a la botella y pensando: "Cielos, Sirius Black…"

Porque ese muchacho de largos cabellos continúa viéndose tan salvaje y hermoso como siempre.

Eso es peligroso.

—¿Ves a ese chico de allá, Rem? —le susurra una amiga—. Creo que me está mirando.

Remus, sin querer, sonríe. No se está burlando de la chica, pero le ha parecido curioso que ella considere semejante cosa. Y le alegra su inocencia. Dichosa ella, que no es víctima de un hechizo tan poderoso e innombrable como el que ha lanzado Sirius Black.

—¿Debería acercarme o no? —le vuelve a preguntar ella.

—Quizá…

Ese "quizá" es una palabra que Remus se dice a sí mismo. Debería lanzarse y saludar a Sirius Black y ver si lo tratará igual que antes. Sobre todo eso.

Porque aún cuando Black era un rebelde y agresivo sin causa objetiva, tenía un espacio en su personalidad para ser dulce con Lupin. Y cuando la dulzura es muy palpable, ocurren cosas insólitas.

Como enamorarse en cuestión de días.

Remus observa a su amiga dirigirse con pasos sensuales a Black y al verla con ese vestido de cuero, esas largas piernas bronceadas y carentes de cicatrices, no puede evitar entristecerse.

Todo hombre quiere a una mujer así y no a un hijo lunar que tiene marcas malditas por todo su cuerpo.

La ve a lo lejos. Cuando está allí, Black parece interrumpir su hechizo, pues observa a la fémina con curiosidad y sospecha al mismo tiempo. En ese momento de pausa, en que Black no le está mirando, Remus siente que puede respirar.

Lo sabe. Se trata de un hechizo. La mirada de Sirius es peligrosa. Causa efectos en la gente.

El chico intercambia palabras con la chica, pero no parece lo más agradable del mundo. De repente se ha vuelto solemne y Remus casi se derrite cuando le ve hablarle al oído a la muchacha.

¿Qué le estará diciendo?

Aunque, bueno, ya no es importante la respuesta cuando Sirius Black se aleja de ella y se asegura de caminar firmemente hasta acercarse a Remus Lupin.

La mirada de nuevo. El hechizo se reinicia, esta vez con efectos extras. Sirius se acerca y Remus, por instinto, se aleja. Lástima que la barra esté tan cerca y le interrumpa el retroceso.

Ver a Sirius de cerca parece casi una ilusión óptica. La más hermosa de todas las que pueden existir.

—Hola.

Ahí está, ahí está. Esa voz. La voz profunda, la voz ronca de Sirius Black. La voz que las chicas de Hogwarts consideraban sensual.

Y lo siguiente que se escucha es el quiebre violento de la botella que sujetaba Remus. La ha dejado caer porque ha perdido total control de sus articulaciones. Sirius, muchacho de menor estatura que él, puede ser capaz de lograr esas reacciones.

—Joder, Remus, tío —se queja uno de sus colegas al ver la botella rota.

Pero Remus no escucha, Remus está hipnotizado.

VI.

Si él supiera cómo me estoy derritiendo por dentro. Remus, con todas sus viejas y nuevas cicatrices, es una maldita obra de arte.

Pero como soy un descarado, un imprudente y un cabrón, tengo que lanzarle la frase, aunque me esté muriendo de los nervios.

¿Quién te da derecho a hechizarme con la ternura eterna de tus ojos, Remus Lupin?

Oh, vamos, ¿qué carajos? Hasta a mi me ha parecido demasiado poético. Ha sonado malditamente cursi. Ha sonado horrible, ha sonado fatal, ha sonado… perfecto cuando veo el sonrojo de Remus.

¿No lo ves, Sirius Black? Todo vale la pena cuando logras algo como eso.

Él también está nervioso. Sus manos tiemblan y ahora me rehúye la mirada. No puedo con Remus Lupin, de verdad no puedo. Han pasado años y sigue siendo encantador.

Soy tan malo. Creo que lo he dejado mudo. Eso me gusta, me divierte incluso, aunque también me pone ansioso.

¿No me vas a decir nada? —le digo y me atrevo a acariciarle una de sus cejas, ahora lastimada por una nueva cicatriz—. ¿Vas a ignorarme toda la noche?

No… —pronuncia apenas—. Por supuesto que no…

Su voz se escucha como una caricia, sutil y agradable. He extrañado mucho a este chico. Extrañé su timidez, su largo y delgado cuerpo, su forma inocente de verlo todo y… también su inteligencia.

Oh, cielos, la inteligencia lo vuelve sexy; ni siquiera se da cuenta.

¿Sabes que me he leído todos los libros de Coelho? —le digo y él se impresiona; no lo vio venir, de seguro—. Ya ves, te dije que lo haría. Aunque confieso que me tomó un año.

Mi escritor muggle favorito…

Tu escritor muggle favorito, sí.

Me sonríe. Yo sonrío. Parece aliviado, contento de que el gran Sirius Black se haya leído más de doce libros en un año. Es que ni yo todavía me lo creo.

Por Merlín —me dice, escapándosele una risa—. Sirius… son como veinte libros de Paulo Coelho —se ríe más—. Tu eres… increíble.

Por supuesto que soy increíble —le digo, solo para burlarme un poco—. Aunque… leí quince de ellos nada más. Perdóname por eso.

Y su risa genuina inunda mi oído como música. La sensación es extraordinaria. En serio extrañé a este Lunático de mi alma.

Por favor, Remus —le digo mientras le agarro una mano—. Vámonos de aquí. Tengo tanto que hablarte. Necesito saber cómo te ha ido. Necesito escucharte, así como en los viejos tiem…

Me interrumpo al darme cuenta de cómo nos ven sus amigos. Se me ha olvidado que Remus ha venido con ellos. Su amiga bonita del vestido de cuero parece muy molesta por la decepción que le he dado y también hay una posibilidad que, aunque me duela, puede estarse dando:

Remus, ¿tú tienes pareja? —le pregunto con cuidado; sus cejas se alzan—. ¿No… no has conocido a nadie en la universidad?

Por favor, no me hagas esto —me dice, luego de un suspiro—. Sabes que te amo.

Por las jodidas barbas del jodido Merlín… me hacía falta escucharlo de nuevo, así como cuando lo escuché durante el séptimo año, allá por el campo de Quidditch, justo cuando observábamos el cielo acostados en las gradas mientras Potter paseaba a Evans en su escoba. Remus se había dejado llevar y aunque me sorprendí, preferí besarlo antes que darle una respuesta.

Luego del beso tampoco le respondí y nuestra amistad se hizo incómoda hasta el final de nuestra estadía en el colegio. Ni siquiera le abracé para despedirme.

Pero, demonios, ¿un beso no lo responde todo?

Yo también te amo.

La cara de mi Lunático es un poema.

Sí, te amo —le repito, por si acaso—. Y por eso te besé, Remus, aquella vez… Cielos, eres tan lento para estas cosas…

Remus trata de rehuirme con una frase trivial que casi me da risa.

S-Sirius, n-nos están mirando.

Es cierto, nos están mirando. Lo que sucede es que tenemos una cercanía peligrosa.

Pero, ¿quién se puede resistir a mirarte, mi hechicero? —le digo y con atrevimiento atrapo su boca con la mía, probando un poco de su dulzura—. Te robas la noche con solo entrar a un lugar.

Mentira…

Te lo juro por los futuros huesos de Walburga.

Mi viejo chiste le arranca una risa tímida, luego me golpea el pecho.

Ya basta con esa broma —me regaña.

Pero lo único que hacemos es mirarnos, cerciorarnos de que nuestro encuentro es real. Remus huele tan deleitoso como los libros que lee. Eso me gusta.

Y ya que tú me amas y yo te amo —le digo sugerentemente—. ¿Te atreves a dar un paseo en mi motocicleta?

Ni hablar…

No, espera, me expresé mal —le vuelvo a besar, tomándome mi tiempo, saboreando todo; ya después le hablo bajito al oído—. Tú vas a dar un paseo conmigo en la motocicleta. No es una pregunta, Remus.

Me sonríe y por primera vez en mucho tiempo se atreve a acariciarme una mejilla.

Pero ve despacio… por favor.

¿Qué más se puede pedir de un chico como él? Remus Lupin es perfecto.

No pretendo desubicarlo. No quiero que se pierda en un mundo tan salvaje como el que tengo, pero al menos necesito que su mundo se fusione con el mío y alcanzar el equilibrio perfecto.

Quiero presumir a Remus Lupin, ese que se lamenta por su físico cuando no se percata de que es irresistible para muchas personas. Esa mezcla de sensatez, ingenuidad y bondad que muchos han deseado, ahora me pertenece. Y demonios, tengo que alardear por ello.

Quiero que te vean, Rem. Que quieran tenerte, pero no puedan. Esa es una sensación tan egoísta como excitante.

Que engreído, Sirius Black.

Siempre, mi hechicero. Tú eres la razón de eso.

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Uy, ya, mátenme! Nah, mentira. Me gustó escribir esto. Y espero que les haya gustado leerlo, porque esto es para ustedes. ¿Serían tan amables de dejarme un review? Se los agradecería mucho.

¡Salud para ustedes y larga vida al Fandom!

Lota Blues

PD: GRACIAS A TODOS AQUELLOS QUE DEJARON REVIEWS EN EL CHICO QUE FUE FLECHADO POR UNA INTOCABLE. FUE LINDO QUE COMENTARAN Y QUE BUENO QUE LES GUSTÓ. LES AGRADEZCO AQUÍ PORQUE ME DA LIO RESPONDERLES EN EL SITIO WEB. NO OBSTANTE, SEGUIRÉ INTENTANDO.

CUIDENSE!

PD2: Supongamos que Remus se fue a estudiar a una universidad muggle luego de Hogwarts ;)