NA: Llevaba ya algún tiempo queriendo hacer un bubbline, no sé cómo saldrá este porque es fruto de darle muchas vueltas a la cabeza y bueno… Tampoco sé si es muy original. Pero allá vamos….

—Ella no es para mí, no lo es— dijo para sí misma Bonnibel agarrándose el pecho y tratando de controlar un pequeño ataque de ansiedad. Llevaba puesta la camiseta que Marcelie le había regalado, bajo su sweater.

— ¿Os encontráis bien princesa?— dijo Mayordomo Menta que acaba de entrar por la puerta de la habitación con una bandeja con té. Se había alarmado al verla sentada en la silla de su laboratorio, mirando a la nada con cara de consternación.

—Perfectamente, puedes retirarte — dijo tomando el té entre sus manos. El calor de la taza envolvió sus manos y al tomar un sorbo empezó a sentirse un poco mejor. Siguió con la mirada los pasos del mayordomo salir del laboratorio. Tenía suerte de tener a todos aquellos caramelos cerca.

—Marceline… —suspiró cuando se supo sola de nuevo.

No entendía aquella obsesión amorosa que le había dado, científicamente no encontraba ninguna ecuación que explicase por qué se sentía atraída por ella. Su cabello oscuro y sus dientes afilados no eran dulces. Si era cierto que para no ser un dulce era bonita, pero no era nada dentro de lo maravilloso. Sin embargo, ahí estaba pensando en ella en vez de en su experimento para deshacer los embrujos amorosos que se habían cernido sobre algunos habitantes del reino de Ooo y en especial algunos de sus conciudadanos en el Dulce Reino.

¿Era tal vez que ella había caído en aquel condenado encantamiento? Le parecía espantoso no poder librarse de aquella necesidad de la Reina Vampira. Era una situación ridícula, aquellos encantamientos no eran simplemente un enamoramiento fugaz. La mayoría de los que habían caído en aquella enfermedad difusa habían terminado haciendo grandes tonterías en pos del "amor". ¿Estaría el Rey Hielo tras aquello? Una risotada se escapó de los labios de la princesa Chicle, pensar aquello era ridículo. El Rey Hielo no era tan inteligente, y en el caso de que lo fuera había fallado de lleno, aun que le pareciera estúpido para ella solo existía Marceline. Definitivamente sí, aquella maldita enfermedad la había alcanzado.

Sobre su mesa, varias operaciones matemáticas probaban que aquellas emociones podían ser removibles de los afectados, pero necesitaba una serie de ingredientes muy particulares. La mayoría no se encontraban en sus reservas de productos, iba a necesitar a Finn y a Jake para recolectar los productos de su experimento y librarse al fin de aquella estúpida necesidad por la Vampira egocéntrica y macabra.

Apuró el té y se levantó de la silla, tenía que actuar rápido o pronto empezaría a recitar poemas de amor. Lo cierto es que pensar en que todo aquello se le podía escapar de las manos la hacía enloquecer.

Caminó hasta sus aposentos y tomó el auricular del teléfono, marcó el número de la casa del árbol. Le parecería raro que contestara al teléfono alguien que no fuera BMO.

—¿Qué pasa, nena? — contestó Jake. Aquello olía raro.

—¿Puedo hablar con Finn? Necesito que me ayudéis— dijo la princesa chicle.

— Puede que sea problemático— dijo Jake, de fondo se podía escuchar a Finn cantar una canción infantil con tintes románticos.

— ¿Está Finn también afectado por la enfermedad? — preguntó con pasividad Bonnibel.

—Pues…. Si— La princesa se preguntaba con quién habría emparejado a Finn aquel maldito encantamiento.

—Jake, Jake, Jake ¿Es mi princesa? ¿Es la princesa del espacio bultos? —dijo de golpe Finn al teléfono, debía habérselo quitado a Jake.

—No, Finn, Soy la princesa chicle— contestó ella cubriéndose la cara con una mano. Esperaba que Finn y la princesa del espacio bultos no se encontrasen o aquello podía ser un caos. De golpe se escuchó un ruido, el teléfono de la casa del árbol parecía haber caído al suelo.

— Lo siento, esto se está poniendo feo —dijo Jake al auricular de nuevo. Se despidió y colgó.

Bonnibel respiró hondo, tendría que apañárselas sin el caballero héroe de chuchelandia. Dejó el teléfono en su mesilla, se disponía a ponerse unas ropas más cómodas cuando un estruendo la sobresaltó.

La puerta de sus aposentos se abrió de golpe, Marceline apareció enfurecida frente a ella. La princesa chicle tragó saliva, sus ojos estaban fijos en la nariz puntiaguda de la vampira y sus labios finos. Tenía que reaccionar, no podía notarse lo que pasaba por su cabeza.

—Que maleducada, nunca aprenderás— dijo la princesa chicle buscando unos pantalones cómodos para quitarse aquella falda larga y salir en pos de su misión.

—¿Buscas que te adore como todas estas chuches? Porque con un encantamiento no lo vas a conseguir— dijo empujándola la reina vampira.

Bonnibel suspiró.

—No sé quién lo ha lanzado, yo misma estoy afectada por esta enfermedad— su voz sonó demasiado suplicante. La princesa chicle se sonrojó, Marceline también. La vampira se separó un poco de la princesa chicle — Creo que sé cómo revertir los procesos pero me faltan ingredientes, tengo que ir a por ellos.

—Te ayudaré — dijo la reina vampira para cubrirse la boca con las manos seguidamente. No era propio de ella ofrecerse tan directamente, los efectos de la enfermedad le estaban causando efecto. — Este hechizo… Lo conozco, se usa en la noche esfera para torturar a los demonios débiles.

Marceline se mordía los labios, aquello incomodaba y gustaba a la princesa por partes iguales.

— ¿Y tienes idea de cómo revertirlo? Con certeza quiero decir — dijo Bonnibel pensado que tal vez no quería deshacer el encantamiento. Era puramente culpa de la enfermedad, pero le apetecía abrazar a Marceline y quedarse allí sin hacer nada. Respiró hondo de nuevo, no podía permitirse todo aquello, tenían que revertir aquel encantamiento. Tenía que contener esa ansiedad abrumadora que de golpe la asolaba.

—Sí, hay una mazmorra, cerca del reino de fuego— empezó a decir la reina de los vampiros, se notaba a la legua que también contenía sus impulsos lo más que podía— debajo de la roca Roja, el rey Llama robó el libro donde está el contra hechizo y lo escondió allí, bueno eso dicen… En la Nochesfera nunca interesa revertir los efectos.

La princesa chicle sonrió complacida, irán a comprobarlo y de paso buscarían los ingredientes que necesitaban por si acaso no lo encontraban. Sabía que aquel viaje iba a ser muy duro, no por lo que pudieran encontrarse sino porque iban a ir juntas.