Disclaimer: Mahou Shoujo Lyrical Nanoha y sus personajes son propiedad de sus repectivos autores.
Amor y éxtasis.
Capitulo 1.
La monja tenía un buen rato de pie el pasillo frente a la puerta. Después de tocar y no tener respuesta decidió aguardar un poco antes de volver a intentar para no parecer insistente. Mientras, hizo un recuento de los eventos del día, nada extraordinario había pasado; pero después de la cena recibieron la visita de un mensajero, más bien un soldado, ella misma le había abierto la puerta y lo vio desmontar de su caballo y dejarlo atado en el túnel de la entrada junto con su espada, él sabía que nadie ajeno a la orden podía entrar armado al convento, después lo llevo ante la hermana guía. Y ahora tenía la tarea de comunicar un mensaje importante a la ocupante de la celda frente a la cual estaba.
—Hermana Fate, lamento molestarla.
Dijo intentando que su voz fuera reconocida, pero se sintió torpe, después de todo quién era ella para que en cuanto se le identificara recibiera un trato especial… solo era una más con la misión de servir a las causas de la verdadera fe. De improviso recordó el mensaje con carácter de urgente que tenía que comunicar y abandonó sus cavilaciones. Supuso que ya había pasado un tiempo razonable para no resultar molesta y volvió a golpear la puerta:
—Hermana, lamento molestarla; pero tengo un mensaje urgente —dijo tratando de sonar tranquila pese a la urgencia de su misión.
No hubo respuesta nuevamente, solo esperaba que esa puerta se abriera antes de la "hora quieta" cuando todos los habitantes del convento debían recogerse en sus celdas, no había pasado mucho tiempo cuando la puerta se abrió ligeramente, apenas lo suficiente para se asomara una mujer rubia con un rostro muy bello y ojos rojizos, la monja estaba convencida de que la vista de ese rostro regocijaba hasta al mismo dios creador.
—Hermana Shari , ¿cuál es ese mensaje urgente?
Shari noto el aspecto y el tono de voz un poco agitado pero hizo lo posible por no mostrarse curiosa.
—Hermana Fate, lamento interrumpir, ha venido un mensajero para solicitar su presencia mañana en "La gracia".
—Y el mensajero… ¿dijo quién solicitaba mi presencia?
—La Suprema Santidad es quien le solicita, por eso la hermana guía me envió enseguida a avisarle hermana… el mensajero aclaró que no se trataba de una audiencia.
—Entiendo… —dijo la rubia reflexionando un poco— gracias hermana Shari, me ocupare de ello. Que el creador permanezca con usted.
Sin esperar respuesta cerró la puerta, Shari se retiró, y en su camino se encontró a las hermanas encargadas de apagar los hacheros de los pasillos y apresuro el paso para llegar a su celda.
Una hora después de que la "hora quieta" fuera anunciada el silencio reinaba en casi todo el convento, pero en la celda de la hermana Fate había indicios de actividad, el sonido del látigo impactando en la piel desnuda rompía el silencio sepulcral que reinaba en la construcción permitiendo que el clamor de los golpes hicieran eco en las gruesas paredes de la pequeña habitación, de vez en vez un ligero sollozo acompañaba la sinfonía de golpes, pero una queja por el dolor era una debilidad imperdonable, más aun, era una ofensa a la penitencia que debía cumplir. Entonces asegurando el látigo en su mano derecha arremetió con más ímpetu pasándolo sobre su hombro izquierdo y asestando en la espalda un golpe más fuerte que los anteriores, y solo hubo el sonido del golpe esta vez, su cuerpo entero se estremeció de dolor pero ninguna queja abandonó sus labios, inhalo profundamente y recompuso la postura: las rodillas desnudas sobre el suelo de piedra, el torso erecto y la cabeza inclinada con la vista en el suelo para mostrar humildad. Después inhalo profundamente volvió a asegurar el látigo y asesto un golpe más, ahora pasando el brazo sobre su hombro derecho y nuevamente solo el hubo el sonido del golpe. Sentía la piel arder y cada respiración se le complicaba, apretó los dientes y así los mantuvo para que ningún sonido abandonara su boca.
Desde pequeña su madre le había enseñado que en ocasiones es la carne la que domina a la razón. Cuando eso sucede, es el cuerpo el que debe ser castigado de manera que la siguiente vez que estuviera expuesto a alguna tentación sería la propia carne la que se negaría a pecar… "debemos someter la voluntad de la carne" en su mente repetía las palabras de su madre una y otra vez.
Cumplió cabalmente con esa parte de su penitencia, y mientras se recuperaba reflexionó un poco en el sentimiento de satisfacción que la invadió, fue solo un instante, una reacción inconsciente, aun así por un momento se sintió orgullosa por culminar con el castigo de forma tan pulcra "¿Acaso he caído en soberbia?" Pensó, se sintió contrariada con la idea y decidió que debía hablar de esa debilidad con su confesora y guía antes del oficio de la mañana.
Las heridas en su espalda debían estar sangrando, pero si dios le perdonaba su falta sin duda le dejaría la piel cicatrizar rápido. De eso no tenía la menor duda… ese era el medio por el cual dios le enviaba alivio y le permitía sobrellevar las dudas, y la prueba era que ese dolor punzante, insoportable a veces, siempre lograba llevarse cualquier otra emoción e impedía que su cuerpo dominara a su razón por un largo periodo, y le dejaba la seguridad de que algún día lograría quedarse en ese estado de forma permanente.
Le resultaba difícil tener pensamientos claros. Permanecía de rodillas, su respiración estaba agitada y tenía pequeños temblores en todo el cuerpo que debía controlar. Inhalo profundamente reteniendo el aire en sus pulmones y lo dejo escapar lentamente, repitió lo mismo hasta conseguir que su respiración se normalizara, y cuando asimiló un poco el ardor de sus heridas dejo el látigo a un costado sobre el suelo, se acomodo la camisa de rígido algodón para cubrirse la espalda, acomodó el cabello hacía atrás y ató los cordones de la camisa, entonces encogió los brazos y junto las manos con los dedos entrelazados dejándolas sobre el pecho y comenzó a orar en voz baja.
Apenas despuntaba el alba cuando Fate despertó y se desperezo un poco antes de levantarse. Las heridas en la espalda le escocían pero ignoró la sensación. Sin tardanza se puso de pie, se acomodó la larga camisa que mostraba pequeñas marcas de sangre seca en la espalda, se echo encima su hábito de sarga negra y lo ajusto atando a la cintura una cuerda de algodón color crudo que usaba como cinturón. No fue necesario que encendiera una vela para poder moverse de forma segura en la oscuridad que aun había en su habitación porque conocía perfectamente la distribución del escaso mobiliario de su celda: una mesa, una silla, en un rincón una pequeña mesa alta sobre la que estaba una palangana con agua limpia para lavarse, el baúl pegado a la pared al lado de la puerta y en el fondo al ras del suelo el jergón donde dormía. Todas las celdas del convento eran iguales a la suya, pero no todas sus compañeras de orden usaban un jergón para dormir y una almohada de madera como ella, algunas preferían la comodidad de una cama con colchón de paja; sin embargo Fate siempre rechazaba la comodidad argumentando que solo podría considerarse digna de servir al dios creador si emulaba el ejemplo del Santo Rey, el maestro que fundó su fe.
Después de lavarse y peinar el largo y rubio cabello en una trenza se cubrió la cabeza con la capucha del hábito y se dispuso a salir, no paso mucho tiempo antes de que escuchara las campanadas que anunciaban el primer oficio de la mañana. Fate guardo las manos en las bolsas del hábito y se apresuro a andar por los oscuros pasillos en busca de su confesora y guía.
-o-
La mañana era fría y la bruma tardaba en dispersarse, no obstante que ese era el clima característico de la región de meridional, al parecer este año el invierno sería el más crudo de los últimos años. Ese era el motivo por el que una caravana de comerciantes apresuraba el paso para llegar al sur del continente lo más rápido posible antes de que el otoño llegara a su fin. Era un gran grupo y sus integrantes eran conocidos como "Uminaris" por el nombre de su lugar de origen. Uminari una pequeña región situada al centro del continente que fue absorbida por las naciones vecinas varios siglos atrás, y de la que los habitantes originales fueron desplazados definitivamente medio siglo atrás por su deseo de seguir practicando el culto antiguo. Con el tiempo se convirtieron en hábiles comerciantes que visitaban las principales ciudades de cada reino, llevando mercancías de una región a otra siguiendo siempre la misma ruta que les hacía recorrer gran parte del continente en un periodo de cuatro o seis años dependiendo de qué tan benévolo podía ser el clima, o que encontraran lugares que gozaran de bonanza justo en su visita.
El contingente compuesto por unos sesenta carromatos, cada uno tirado por uno o dos caballos, se encontraba acampando en una pradera cerca de la carretera principal que conducía a Ciudad Origen, en ese punto estaban a menos de un día de camino.
—¡Nanoha, hora de levantarse!
Se escucho la voz de un hombre dentro de un carromato, llamando a la ocupante de una litera angosta fijada en la pared de uno de los costados.
—Todavía es muy temprano —respondió una mujer de cabello cobrizo mientras se envolvía en las mantas.
—Te daré un rato más, pero recuerda que nos pondremos en marcha después del desayuno —dijo el hombre antes de salir.
Después se escucho el sonido de una puerta cerrarse, Nanoha se descubrió la cabeza, y recorrió con la mirada el interior del carromato cerciorándose que estaba sola. Volvió a acomodarse entre las mantas y meditó un rato. En realidad no era que quisiera dormir por más tiempo, lo que quería era estar a solas en el carromato que compartía con sus padres para dormir, les ofrecía cierta comodidad pero a sus veintiún años pensaba que debía contar con su propio carromato.
Suspiro porque sabía que era más que imposible, sin importar que contara con los medios suficientes para obtener uno. Ella permanecía soltera y en la caravana era una norma que solo las familias podían tener carromatos como posesiones.
Para los integrantes de la caravana era costumbre que los jóvenes se casaran a partir de los quince años, sus hermanos así lo habían hecho y desde entonces gozaban de una posición que les otorgaba cierto respeto entre el grupo; pero su caso era muy distinto: era mujer y además soltera. Eso le colocaba por debajo de la media del escalafón social del grupo, apenas arriba de los niños; pero no podía negar que los integrantes de la caravana en su mayoría eran amables y la apreciaban.
Cuando meditaba acerca de su situación siempre llegaba a la misma conclusión: sentía un vacio en su vida, la falta de algo… o de alguien, pero siempre terminaba rechazando la opción del matrimonio. Definitivamente algo estaba mal con ella.
Recordaba, cuando era adolescente, la emoción con la que sus amigas hablaban de casarse con un hombre fuerte, apuesto y amable con el yacerían en el lecho, y le darían hijos sanos a quien cuidar. Cuando las escuchaba no podía evitar preguntarse qué de atractivo podía tener eso… siempre le decían "Nanoha, con el tiempo lo entenderás, llegara el día que tu naturaleza despierte y añores tener a un hombre a tu lado". Sonrió un poco pensando en lo que sabía de las relaciones entre hombre y mujer "la mujer yace debajo del hombre en el lecho y no al lado" declaró, todas sus amigas ahora casadas le decían que era maravilloso, incluso su hermana se lo dijo cuando había querido instruirla un poco, como era el deber de toda mujer mayor de la familia; sin embargo no importaba que le dijeran simplemente no le atraía la idea del matrimonio.
A medida que había pasado el tiempo su naturaleza despertó, pero jamás el deseo de yacer con un hombre. No obstante ella no se rindió, lo intentó pensando que quizá después de probar el deseo por un compañero llegaría, pero no fue así, sentía una extraña necesidad pero al momento en que algún pretendiente intento acariciarla el deseo se desvanecía, incluso algunas veces su cuerpo era invadido de un rotundo rechazo.
Siempre tuvo oportunidades, le decían que era atractiva, y realmente lo era, siempre fue delgada y ágil, y después de la pubertad tenía lindas y marcadas curvas que dejaban ver su femineidad, su rostro era agraciado y gentil con unos bellos ojos azules, y su sonrisa era honesta y contagiosa. Desde que tenía quince años fue asediada por pretendientes, los mejores partidos del grupo le propusieron matrimonio, incluso algunos hombres que no pertenecían a la caravana, establecidos y con ricas posesiones se mostraban dispuestos a abandonarlo todo con tal de convertirla en su esposa… y a todos los había rechazado.
Ante esas propuestas de matrimonio alguna vez pensó que quizá lo que anhelaba era establecerse en una granja, en un pueblo o ciudad, y llevar una vida tranquila lejos del ajetreo de la caravana; pero siempre rechazaba la idea al imaginarse como esposa de un granjero y rodeada de hijos. Lo raro era que cuando le preguntaban qué planes tenía para el futuro simplemente no tenía respuestas. A veces envidiaba a sus amigas y compañeras que eran felices teniendo a su lado a un compañero a quien amar, unas se desvivían por sus hijos y otras esperaban con alegría convertirse en madres en un futuro próximo. Con algo de anhelo comenzó a acariciar su pecho izquierdo tanteando poco a poco, era una sensación agradable sin duda, experimentó imaginando que no era su mano la que estaba proporcionándole la caricia sino la de Yumei, uno de sus pretendientes, un tipo moreno muy atractivo, alto y fornido que le prometió esperarla la vida entera si era preciso; de súbito ese tacto se convirtió en incomodo tal vez hasta repulsivo y retiró su mano de inmediato.
Nanoha volvió a suspirar y se levanto lentamente con algo de pereza, recogió las mantas de lana con las que se había arropado y también las usadas por sus padres que se encontraban en el suelo de madera del carromato, también hizo lo propio con el jergón que había dejado al último. Se vistió con un sencillo vestido de lana color azul, busco el valiosísimo pedazo de espejo que guardaba en el baúl que contenía sus pertenencias personales, lo recargo en la mesa de manera que pudiera ver su reflejo mientras peinaba su largo cabello cobrizo en una coleta de medio lado. Sonrió levemente recordando lo que continuamente le decían sus hermanos y sus padres: "Nanoha, ojala tuvieras a alguien para quien estar bonita".
Cuando salió del carromato inhalo profundamente llenando sus pulmones con el aire fresco de la mañana y echo a andar en busca de su familia.
N/A: Hola, este es mi primer fic, y también es la primera vez que escribo algo así (creanme que escribir cada frase tiene un alto grado de dificultad para mí, soy algo negada) pero creo que será una linda historia de amor y vale la pena el esfuerzo. Por lo anterior cualquier comentario será bienvenido y tomado en cuenta... ya que la unica finalidad de hacer este fic es que pasar un rato ameno leyendo.
De antemano gracias a todos los que se tomen la molestía de leer.
