- LOS PERSONAJES DE "TEEN TITANS" NO ME PERTENECEN.

- LA HISTORIA QUE LEERÁN A CONTINUACIÓN ES DE MI AUTORÍA

8:00 a.m.

Como cada mañana, las dos aves se encontraron en la azotea. Ella, meditando. Él, simplemente observando el amanecer… Y de vez en cuando, a su compañera.

Quería decírselo en ese mismo instante, ya no soportaba la ansiedad. Pero interrumpir la meditación de Raven no era algo que él se permitiera. Esperaría a que concluyera con la actividad. Tal vez, en ese tiempo extra, podría repasar en su mente cómo decir lo que quería decir. Lo que necesitaba decir.

Estaba nervioso. Muy nervioso.

Cuando finalmente decidieron bajar a desayunar, él aún no había hablado con su amiga. La idea de que ella no aceptara lo que debía decirle lo reprimía. Su relación había mejorado, no quería arruinar todo por una mala decisión. A su vez, sabía que ocultarlo sólo empeoraría las cosas. Ella lo sabría de todos modos, y era mejor que lo escuchara de sus labios.

Los ojos enmascarados de Robin seguían clavándose de forma incesante sobre la ocultista. Claro que con su antifaz, ella nunca lo notaría…

- ¿Cuánto tiempo más piensas mirarme así?

O tal vez sí.

- ¿De qué hablas?

- Me acosaste mientras meditaba, y me acosas mientras desayuno. Una foto te durará más tiempo.

Acosar era una palabra muy ruda.

- Sólo te observaba.

- Tus pensamientos me están dando migrañas. Si quieres decirme algo, escúpelo.

Siempre directo al grano. A Raven le gustaban las personas directas, como a él. Esa era una de las cosas que más le agradaban sobre la hechicera, excepto cuando él era víctima de ello. Debía decirlo, eran simples palabras. Y aunque él no fuese muy bueno con ellas, sabía que ocultarlo por más tiempo sería imposible. Ella lo descubriría, tarde o temprano.

Bajó su taza de café mientras se rascaba la nuca, pensando el mejor modo de decir lo que debía decir. Raven alzó su ceja con ese claro gesto de escepticismo y molestia que tan bien la caracterizaba, y eso sólo lo puso más nervioso.

¿Y qué tal si se enfadaba con él? Lo mandaría a otra dimensión en tal caso.

- No tengo todo el día.

- Lo sé, es que… No sé cómo decirte esto. No sé cómo te lo tomarás…

Los ojos de Raven se ensancharon levemente. Podía sentir el nerviosismo de Robin, su corazón palpitaba de forma acelerada. ¿Qué quería decirle, que le provocara tanto miedo?

Tal vez él… No, era una locura. Era una total y completa locura. Pero… ¿Y si no lo era? ¿Y si sus sospechas eran ciertas?

No, era imposible. Simplemente imposible.

Pero, ¿por qué ella de pronto se hallaba tan intrigada con lo que él tenía para decirle? ¿Por qué su corazón parecía querer salírsele del pecho?

- Robin, me estás asustando –dijo en tono cauteloso, mientras se ponía de pie lentamente. Quería ocultar su ansiedad, de modo que se alejó un par de pasos, colocándose la capucha en el proceso.

- Lo siento, lo siento. Es sólo que… -se sostuvo la quijada con una mano, estresándose cada vez más-. ¡Agh!

Vio cómo Raven seguía retrocediendo, y capturó su pequeña mano antes de que lograse escapar.

- ¡Espera!

Ella abrió sus ojos aún más si era posible, mirando el agarre en su muñeca, y luego el rostro serio del petirrojo. El carmesí llegó a sus mejillas antes que pudiera controlarlo.

- Rae… Yo quería, no, necesitaba decirte que-

- ¡ALGUIEN QUÍTEME A ESTAS SANGUIJUELAS DE ENCIMA!

El grito de Cyborg se escuchó cercano, y no tardó en aparecer por la puerta de la sala, con tres cosas extrañas colgando de su cuerpo. Detrás de él, Starfire entraba con un claro gesto de preocupación, mientras Chico Bestia se cubría la boca para contener una enorme carcajada.

- ¡Oh, buenos días! –Dijo entonces el cambiante a sus amigos-. Oye, Rob, ¿ya le dijiste a Raven que deberá cuidar a los niños?

Raven giró su cabeza lentamente hacia su líder, y Robin casi pudo jurar que aquel cuello sonó como una vieja y oxidada bisagra, chirriando terriblemente. Las alacenas de la cocina se abrieron, y toda la vajilla cayó al suelo, pero ella no pareció inmutarse.

- ¿De qué… demonios… habla? –preguntó la amatista, expulsando respiraciones pesadas entre cada palabra.

- Eh, yo... ¿Recuerdas a Melva, Timmy y Tommy? Pues necesitaban quien los cuide hoy y yo dije que…

- No. Fuiste. Capaz. –desafió ella, sintiendo cómo su segundo par de ojos amenazaba con salir a la luz.

- ¡Raven! –gritaron los tres bultos en el cuerpo de Cyborg, mientras alzaban sus cabezas en dirección a la hechicera.

No supo en qué momento terminó con los tres niños colgados de su cuello, abrazándola de forma exagerada.

- ¡Bobby y yo te extrañamos mucho! –exclamó Melva.

- ¡Ravi, Ravi, Ravi! –gritó Tommy entre balbuceos. ¿Cuándo había aprendido a decir su nombre? O ese estúpido apodo, en todo caso.

- ¡Tengo hambre, Raven! ¡Quiero comer! –exigió Timmy, jalándola de la capa.

La ocultista envolvió a los tres con su energía y los sentó en la mesa.

- Es un buen momento para implementar la regla de "no abrazar" –dijo con voz monótona, aunque sin enojo hacia ellos.

Giró su rostro para ver cómo los Titanes intentaban escapar por la puerta. Los atrajo hacia ella con energía oscura y les sonrió de una forma macabra – digna de un demonio.

- ¿A dónde… creen… que van? Pequeñas ratas miserables… -preguntó mientras los soltaba.

- Bueno… los chicos de la Torre Este necesitaban ayuda este fin de semana, y-

- No volverás a dejarme como niñera, Robin.

- Pero, Raven, yo—

- ¡Mierda, Robin! NO. LO. HARÁS.

- ¡Raven dijo "mierda"! –acusó Timmy, señalándola.

- Pero, amiga Raven, requerimos del amigo Robin para—

- ÉL. SE. QUEDA. –dijo con voz profunda, mirando al resto del grupo. Todos tragaron seco, mientras veían cómo la lengua de la gótica siseaba cual serpiente y sus ojos parecían lanzar dagas.

- ¡Que la fuerza te acompañe, viejo! –gritó BB antes de transformarse en correcaminos y huir.

- ¡Buena suerte, pajarito!

- ¡Adiós, amigo Robin! ¡Adiós, amiga Raven! ¡Adiós, nueva amiga Melva! ¡Ad- -su saludo se vio interrumpido cuando Cyborg la tomó por un brazo y la sacó del lugar.

Todo se quedó en silencio. Los niños miraban la sala común con curiosidad, mientras Raven se frotaba las sienes y Robin buscaba el modo correcto de disculparse.

- ¿Por qué vinieron? –murmuró entonces, mirando a los hermanos de reojo.

- Los monjes tenían que arreglar el templo. Dijeron algo sobre que nosotros éramos "un dolor en sus traseros" –explicó Melva sin más, mientras ajustaba sus coletas.

- Puedo imaginarlo –ella en sólo dos días había llegado a la misma conclusión.

- ¡Melva dijo "trasero"! –el dedo acusador de Timmy señaló a su hermana mayor.

- Además, tú nos dijiste que podríamos buscarte siempre que quisiéramos.

- Ugh… Sí… Recuerdo haber dicho algo como eso… –respondió ella con resignación, mientras suspiraba-. Bien, les traeré el desayuno y encenderé la televisión. No se muevan.

Raven caminó hasta la cocina, ignorando olímpicamente a su líder. Encendió las estufas y calentó algo de leche para el pequeño Tommy, mientras vertía cereal en dos tazones para los niños mayores.

Robin la miraba con bastante sorpresa. Para ser alguien que sabía absolutamente NADA de cocina, se desenvolvía con rapidez al hacer los desayunos. La caja de cereal se mantenía en el aire gracias a su telekinesis, mientras su mano izquierda giraba una y otra vez, haciendo que unas naranjas se exprimieran en la jarra de vidrio sobre la mesada, y con su mano derecha sacaba el pan del tostador. Todo, mientras vigilaba que la leche no se hirviera.

- Necesitas ayu—

- No –cortó secamente, sin mirarlo.

Estaba enfadada con él, era obvio. No necesitaba ser empático para notarlo. Además, Raven se había encargado de enviar toneladas de energía negativa por aquel lazo mental que los unía, provocándole al pelinegro un horrible escalofrío en la columna.

Decidió entonces darle un poco de espacio. Alzó a Tommy en brazos e indicó a los otros dos que le siguieran hasta el sofá, para luego ponerles las caricaturas. Raven llegó minutos después, depositando un abundante desayuno sobre la mesa.

Los niños comenzaron a comer con prisa, en lo que la ocultista le entregaba a Tommy un pequeño vaso con su leche. "¡Ravi, Ravi!" chilló el bebé, aplaudiendo alegremente.

- ¿Olvidaste el desayuno de Bobby, Raven?

- Cómo olvidarlo –dijo ella virando los ojos-. ¿Está dentro de la Torre?

- ¡Sip! Las puertas son muy anchas aquí.

- Genial… –contestó sarcástica, mientras depositaba un plato en el extremo del sofá-. Come, Bobby.

Robin observó la escena algo extrañado. No comprendía muchas cosas: cómo fue que Raven no arruino el desayuno; por qué les tenía tanta paciencia a los niños; por qué dejaba un plato con desayuno sobre el sofá; quién diablos era Bobby.

¡Y desde cuándo permitía que alguien le llamara "Ravi"!

Se acercó a paso lento a su compañera, queriendo sacarse sus dudas de encima.

- Raven, ¿puedo preguntar—

- Luego –de nuevo le interrumpió, girando sobre sus talones para buscar la gran mochila que Cyborg había dejado en la entrada del cuarto, probablemente con las pertenencias de los niños para la breve estadía.

El petirrojo simplemente suspiró: sería un largo día.

11:45 a.m.

- Tommy, dale a Timmy su manta –exigió la hechicera, oyendo (por séptima vez en lo que iba de la mañana) el llanto desconsolado de Timmy.

- ¡No! –respondió, abrazándose a aquel trozo de tela.

- No saben compartir –comentó Melva a Robin, que miraba la escena sin saber cómo ayudar.

- Tommy, no lo voy a repetir –amenazó la ocultista, tamborileando su pie derecho contra el suelo mientras se frotaba la sien con molestia.

- Timmy –habló de pronto el petirrojo, llamando la atención de todos; se hincó junto al niño que lloraba a moco tendido-, ¿qué te parece si Tommy se queda con la manta, y yo te doy esto? –preguntó, quitándose la capa de su cuello para extendérsela.

- ¡No la quiero!

- ¿Estás seguro? Oí que te da super poderes – murmuró mientras ponía una mano junto a su boca, como si le estuviera contando un enorme secreto.

- ¡Ya tengo poderes! ¡Quiero mi manta!

Él se puso de pie con resignación, mirando a la ocultista. Ella no lo veía. En casi cuatro horas, no le había dirigido la palabra ni una sola vez. ¿Era tan grave? Al fin y al cabo, él se quedó a colaborar –si bien no lograba hacer mucho-, y los niños no eran más que un dolor de cabeza. Además, aunque lo negara, ella los quería (muy en el fondo).

No entendía por qué de pronto no quería siquiera a mirarlo a los ojos, pero le molestaba bastante.

Raven le quitó la manta a Tommy de un tirón, y automáticamente le puso un chupón, evitando así que el bebé llorara. Le entregó la estúpida tela a Timmy y se arrojó en el sofá masajeándose la cabeza con fuerza. La migraña le estaba matando.

Cerró sus ojos por sólo dos segundos, cuando un penetrante olor llegó a su nariz.

- ¡Tommy se hizo del dos! –gritó Melva, cubriéndose la nariz con una mano.

- ¡Quiero ir al baño! –exclamó entretanto Timmy, con las piernas fruncidas y dando saltitos en el lugar.

- ¡Oh, por Azar! –gruñó Raven, levantándose-. Llevaré a Timmy al baño, luego le cambiaré el pañal a Tommy. Vigílalo –le encargó a Melva, pasando junto a su líder sin mirarlo.

Cuando la gótica desapareció por la puerta junto con el niño, Robin se cruzó de brazos, mirando al bebé apestoso.

- Bien… ¿Cómo se hace esto?

- ¿Cómo se hace qué? –preguntó Melva, mirándolo con curiosidad.

- Cambiar un pañal –tomó uno de los elementos en cuestión, analizándolo.

- Es fácil. Puedo enseñarte, si quieres. Yo le enseñé a Raven.

Él asintió, esperando instrucciones. Quería ayudar a su amiga de alguna forma, mostrarle que estaba arrepentido por –de nuevo- dejarla a cargo de un grupo de niños sin siquiera consultarle. Ella tenía razón: Starfire, Cyborg o incluso BB tenían mejor carisma para tratar con los pequeños. Pero Robin confiaba en la amatista como en nadie. Ella era más responsable y seria que cualquiera.

Si los niños iban a estar a salvo con alguien, esa sería Raven.

- Bueno, abre el pañal por aquí y por aquí –indicó Melva las caderas de su hermanito.

Robin tomó ambas cintas adhesivas y las extendió, dejando el pañal abierto. Los dos corrieron sus rostros por el fuerte olor que había quedado encapsulado entre las ropas de Tommy. Sería un arma muy efectiva, pensó el Chico Maravilla mientras se concentraba en respirar por la boca.

- Bien, ahora toma esas toallas húmedas y límpialo.

- ¿Limpiarlo? –preguntó con algo de asco.

- Él no sabe limpiarse sólo, ¡es un bebé! –explicó lo obvio-. Lo sé, Bobby, yo también temo por nuestras vidas con él a cargo de nuestro cuidado -murmuró a la nada.

Robin frunció el ceño y comenzó a limpiar al bebé, que se removía inquietamente sobre la mesa. Echó algo de talco –o más bien, mucho de él-, y colocó el pañal nuevo como pudo, mientras Tommy lanzaba patadas al aire e intentaba voltearse sobre su vientre.

Melva asomó su cabeza e inspeccionó el trabajo del líder Titán.

- Hmm, no está mal, aunque Raven lo hace mejor.

- ¿En serio?

- Sí. El talco no debería llegar hasta su cara. Y con el pañal tan flojo, el pipí se saldrá.

- Oh… -dijo con vergüenza. Una niña le estaba reprendiendo por no saber hacer algo. Si Chico Bestia, Cyborg, o los Titanes Este hubiesen estado allí, habría sido el hazmerreír por mucho tiempo.

Las puertas se abrieron y Raven apareció con un Timmy bastante más relajado. Ella, por otra parte, tenía un par de venas en su frente a punto de estallar.

- ¿Todo en orden? –preguntó el petirrojo.

- Tardamos casi veinte minutos en el baño. ¿Tú qué crees? –respondió con molestia.

- ¡Robin le cambió el pañal a Tommy!

- Hmp –tomó al niño en brazos y lo miró con cuidado-. Acomodaremos ese pañal, Tommy –ella hablaba con monotonía, pero Robin podía sentir cierta dulzura en su voz.

Aparentemente el bebé también lo notaba, porque no dudaba en carcajearse cada vez que la hechicera le dirigía la palabra.

En unos segundos Raven había limpiado todo el talco del cuerpo del pequeño, quitado el pañal, acomodado los elásticos en su cintura y muslos, y vuelto a cerrarlo en su lugar correctamente. Finalmente, lo vistió con su mameluco.

El petirrojo la miraba con asombro, pero había otra cosa en su pecho. Ternura. Sentía una indescriptible ternura al verla haciéndose cargo de los niños, al ver esa paciencia y cuidado nada característicos de la gótica. Parecía toda una mamá, y se veía hermosa con el pequeño en brazos.

Un momento, ¿hermosa? ¿Acaso había pensado eso? Sacudió su cabeza mientras observaba cómo la ocultista volvía a cargar a Tommy en brazos, golpeteando suavemente su espalda.

Se acercó al pelinegro y le entregó al bebé, para luego caminar hasta la cocina.

- Haré algo de comer. Vigílalos.

Robin tragó seco. ¿Ella haría algo de comer? Aún recordaba la indigestión que tuvo luego de probar un simple bocado de sus panqueques, el día que Trigon surgió.

Una cosa era verter cereales en un tazón y verificar que el pan no se quemara. ¿Cocinar? Ése era otro asunto.

- ¿No prefieres que pidamos una—

- ¿En serio crees que dejaré a esos niños comer mi comida? –Preguntó ella, girando sobre sus talones y con un teléfono en la mano-. Tommy está jugando con tu comunicador –le advirtió sin ningún interés, señalando a quien masticaba aquel aparato como si fuera un dulce.

- ¡Oye, oye, oye! ¡Suelta eso!

Los proyectiles no tardaron en aparecer, y Robin entró en pánico por un instante, hasta que vio cómo Raven lo envolvía en energía para alejarlo del resto.

- Te dije que lo vigilaras –reprochó con molestia, saliendo por el corredor con un Tommy-ametralladora abajo del brazo y el teléfono en su oído.

¿¡Pero cómo demonios iba a saber que ese bebé podía disparar por la boca!?

2:00 p.m.

- Melva, bájate de ahí.

- Timmy, no muerdas eso.

- Tommy, ¿dónde está tu chupón?

¡TRASH!

- ¡Melva!

- ¡Yo no fui, Raven! ¡Fue Bobby!

- ¿Quién es Bobby?

- ¡O Bobby se detiene, o lo envío a otra dimensión!

- ¡Timmy, deja eso!

- Tommy se está comiendo tu capa.

- ¡Demonios!

- ¡Raven dijo "demonios"!

- ¡Bobby tiene hambre!

- ¿¡Quién rayos es Bobby!?

- ¡Mi manta!

- ¡No! ¡Mía!

- ¡SUFICIENTE!

Todos se quedaron en silencio, mirando a la amatista con algo de miedo. Ella tomó una gran bocanada de aire, soltándola con lentitud antes de hablar.

- Niños… y Bobby. Todos debemos calmarnos.

- Bobby quiere darte un abrazo.

La ceja de Raven se alzó, pero un poderoso suspiro salió por su boca mientras extendía desganadamente sus brazos.

- Ya qué.

Robin vio cómo la hechicera se elevaba en el aire y las telas de su capa parecían estrujarse, para volver al suelo luego de unos segundos. ¿Acaso Melva era telekinética?

- Bobby dice que te extrañó.

- Y yo a ti, Bobby –posó una mano sobre la cabeza de Melva mientras se hincaba para ver a los hermanos-. A todos ustedes. Pero en serio, en serio, necesito silencio.

- Es hora de nuestra siesta, así que podrás quedarte a solas con tu novio.

Una ventana estalló mientras la ocultista miraba desencajada a la niña, que sonreía inocentemente. El bochornoso sonrojo no demoró en aparecer.

- Él… Él no-

- ¿Entonces tu novia es la señorita de pelo rojo? –asomó su rostro para ver a Robin, que había palidecido ante la declaración anterior. Raven lo observó de reojo; a ella también le interesaba conocer su respuesta.

- N-no. Somos todos amigos.

Ella miró con decepción y hasta aburrimiento a los dos Titanes.

- Bobby dice que tú miras mucho a Raven.

- ¿Que yo qué? –no sabía quién diablos era Bobby, pero aquella aseveración le había incomodado.

Claro que había estado viendo a Raven. Estuvo observando cómo cuidaba a los niños; quería aprender para poder ayudarle. No es que hubiese segundas intenciones, o algo así. Sólo era un amigo mirando a su amiga. Nada más.

"He imaginándola como madre y pensando lo hermosa que se veía; Raven tiene razón, eres todo un Boy Blunder", se reprochó mentalmente.

La ocultista se puso de pie y sacudió levemente la cabeza, como si eso ayudara a calmar sus pensamientos. ¿Por qué se había puesto feliz cuando Robin negó su relación con Star? No lo sabía. ¿Por qué le molestó su cara de espanto cuando Melva –o Bobby- supuso que las dos aves estaban saliendo? Tampoco lo entendía.

- ¡Arriba! ¡Arriba!

Tommy pidió por los brazos de Raven, que no dudó en alzarlo.

- ¿Tú también? –preguntó a Timmy, que comenzaba a hacer un mohín. Él sólo asintió, extendiendo ambos brazos hacia ella.

Melva levantó una mano y se sujetó de la capa azul, mientras Raven pensaba dónde podría hacer que los pequeños durmieran.

- Llévalos a mi cuarto –ofreció el petirrojo, en lo que todos caminaban hacia el corredor.

Ella iba a oponerse, pero lo pensó por un momento: dejar a tres niños en una habitación oscura y escalofriante no era lo ideal, a menos que quisiera traumatizarlos de por vida.

- Bobby no entra en el elevador.

- Bobby puede usar las escaleras.

- Pero Bobby no sabe dónde queda el cuarto; se perderá.

La amatista bufó y guio a aquel extraño equipo escaleras abajo, hasta el piso de las habitaciones. Allí, caminaron por los interminables pasillos hasta dar con la puerta que tenía un gran "ROBIN" grabado en ella.

Todos entraron al cuarto y Raven abrió la cama, acomodando a los hermanos allí.

- Supongo que ahora querrán un cuento.

- ¡Quiero cuento! ¡Quiero cuento! ¡Quiero cuento!

- ¡Está bien! Hmm… Hace mucho tiempo encontré un libro mágico donde conocí a un poderoso hechicero del que me enamoré… –los niños miraban con asombro mientras ella contaba; Robin también-. Pero resultó ser un horrible dragón que me manipuló y se aprovechó de mi depresión para liberarlo de su prisión y así apoderarse del mundo, desatando en mí una profunda ira asesina que… –la cara de espanto en los pequeños fue una advertencia-. Pero mis amigos y yo lo vencimos; guardé el libro y jugamos bola apestosa. Fin.

Otra vez lo mismo. Lección para el resto de su vida: no debía usar sus vivencias como cuentos infantiles; eran casi tan traumatizantes como su habitación – o tal vez más.

Arropó a los niños y se quedó observándolos un momento. Luego se puso de pie e hizo señas a su líder para volver a la sala.

- Pero, ¿qué ocurre si se despiertan?

- Para eso están las cámaras, ¿verdad? –Suspiró y se colocó la capucha, impidiendo que el pelinegro viera su rostro-. Además, Bobby está con ellos.

Entraron a la sala y Raven se lanzó sin cuidado en el sofá; estaba agotada. Robin caminó hasta la cocina y calentó algo de agua para preparar té y café. Se acercó a la joven cuervo y le extendió una taza. Terminó sentándose a su lado.

- ¿Melva es telekinética?

- ¿Por qué preguntas?

- Porque te levantó por los aires hace un momento. Pero sigue hablando de ese tal Bobby, y me confunde. ¿Es un amigo imaginario?

- Sí y no –él alzó una ceja, no entendiendo la respuesta-. Sí, es un amigo imaginario, pero también es real. Y no, no es telekinética. Ella puede materializar lo que imagina. Yo también tardé en comprenderlo.

- ¿Tú puedes verlo? –ella asintió-. ¿Por qué yo no puedo?

- Bobby es algo… tímido. Si quieres saberlo, es un enorme y tétrico oso de felpa.

Ambos dieron un sorbo a sus bebidas al mismo tiempo, mirando al frente.

- ¿Y Timmy? No vi que tuviera ningún poder.

- Créeme, no querrás oír su poder –de nuevo, la ceja del pelinegro se alzó-. Grito súper sónico.

- Oh…

El silencio en el lugar era por demás incómodo. Raven seguía irradiando malas energías, pero ya no parecía que estuviera enojada. Robin sentía diferentes emociones fluyendo por su lazo: confusión, agotamiento, algo de tristeza.

- Deja de pensar tanto.

- No puedo evitarlo. ¿Sigues enfadada conmigo?

- ¿Y tú qué crees? –Raven cerró sus ojos y suspiró, buscando calmarse; no quería seguir molesta con su mejor amigo, no le agradaba-. Debiste haberme preguntado si podía o quería cuidarlos. Es la segunda vez que haces lo mismo, Richard.

Y tenía que utilizar su nombre. Raven conocía su identidad, y él había aprendido a entender en qué situaciones usaba su nombre real: si le llamaba "Dick", la situación era agradable. Generalmente, ese apodo iba acompañado de una pequeña y dulce sonrisa, o de un ligero sonrojo. Era el sobrenombre que utilizaba para brindarle apoyo.

Si le llamaba "Grayson", podía estar molesta o bien simplemente riñendo de un modo casi bromista –claro que a su propio modo-. El "cállate, Grayson" era su latiguillo más usado cuando estaban a solas.

Si le decía "Richard", las cosas eran serias. No había demasiado enojo, sino más bien tristeza o decepción. Le llamaba Richard cuando quería que él entendiera que estaba hablando en serio, que se sentía deprimida o defraudada, aunque no necesariamente con él. Solían ser los momentos más íntimos entre ambos, donde ella se atrevía a exteriorizar su vulnerabilidad.

- Lo sé, y en serio lo siento. No fue mi idea: los monjes fueron muy específicos al decirme que los niños querían que los cuides. Te extrañaron mucho.

- Entiendo –ella también los había extrañado, demasiado-. Supongo que fui algo… extrema al ignorarte toda la mañana. Lo lamento.

- Está bien, tenías derecho a enfadarte. Entonces… ¿Estamos bien?

- Eso supongo –respondió ella con una minúscula sonrisa, que el petirrojo no dudó en corresponder.

La gran pantalla de televisión se encendió, avisando que alguien quería comunicarse con ellos. Robin aceptó la llamada, viendo a los monjes en el monitor.

- Buenas tardes, Jóvenes Titanes.

- Buenas tardes –respondió él, mientras su compañera asentía a modo de saludo.

- ¿Cómo se encuentran los niños? ¿Cómo se han comportado?

- Ellos… Bien, de hecho.

- Nada que no pueda manejar –completó Raven-. Ahora están durmiendo.

- ¿A qué hora vendrán por ellos?

- De hecho, sobre eso… -uno de los hombres rascó su calva cabeza-. Sabemos que estamos abusando de su confianza, pero necesitamos que los niños se queden allí esta noche.

- Es que... –continuó otro monje-, aún estamos reparando los daños que sus poderes le han provocado al templo.

- ¿"Daños"? –Raven alzó una ceja con incertidumbre.

- Columnas, muros, ventanales… El daño estructural no es tan severo, pero queremos reforzar el lugar para prevenir futuros accidentes.

- Lo entiendo, pero… -el pelinegro giró a ver a su amiga-. ¿Raven? Depende de ti. ¿Estás de acuerdo?

Ella lo observó con sorpresa; no esperaba que él pidiera su permiso. Se había tomado en serio sus palabras, y eso le alegró de sobremanera.

- Supongo que podemos cuidarlos hasta mañana –murmuró, viendo cómo su líder sonreía.

- De acuerdo; lo haremos –afirmó entonces a la pantalla, recibiendo incontables agradecimientos de parte de los monjes.

Cuando la comunicación terminó, el petirrojo se desperezó con todas sus fuerzas. Aunque no había hecho demasiado, cuidar a los niños era ciertamente agotador.

Rascó sus ojos echando un bostezo, cuando sintió algo pesado sobre su falda. Al bajar la mirada, se encontró con una melena violácea reposando en sus piernas.

- ¿Rae?

- ¿Cuándo te di permiso para que me llames así? –preguntó con fatiga, a lo que él sonrió.

- Pues Tommy te llama "Ravi".

- Tommy también muerde mi capa y lame mi hombro.

- Entonces, tal vez empiece a hacerlo yo también –sugirió en tono burlón.

- Inténtalo y te enviaré a otra dimensión, Grayson.

Él lanzó una pequeña carcajada, feliz de que su amiga lo hubiese perdonado. No podía ver su rostro, pero estaba seguro de que ella sonreía en ese momento.

- Raven… -un vago "hmp" salió de sus labios-. ¿Por qué te recostaste sobre mí?

No le molestaba en lo absoluto, no era eso. Sólo estaba sorprendido. Ella no era una gran fanática del contacto físico y, hasta donde recordaba, jamás en sus cuatro años como Titanes había tenido tal acercamiento con él – o con nadie.

- Sólo estoy cansada, lo siento –se removió con vergüenza.

El sonrojo la invadió. ¿Por qué demonios pensó que sería buena idea usar a su amigo como almohada? Era obvio que se veía extraño, y que le había incomodado.

Amagó a levantarse, cuando una mano se posó sobre el lado izquierdo de su cabeza, obligándose a volver a su lugar.

- Quédate –murmuró en tono amable, mientras sus dedos se enredaban entre el cabello púrpura-. Descansa un poco, te lo mereces.

Ella se reacomodó, cerrando sus ojos. Él mantuvo su mano allí, rascando suavemente su cuero cabelludo de manera inconsciente. Esas imperceptibles caricias llevaron a Raven a dormir una relajante –y necesaria- siesta.

Robin la observó dormirse, hasta que sus ojos no toleraron la fatiga. Echó su cabeza hacia atrás y se dejó llevar por Morfeo.

Hola a todoxs! Hasta aquí la primera parte de mi nueva historia.

Va a tener sólo dos capítulos, pronto voy a subir el siguiente.

Espero sus comentarios!

Raven.