Educando a una Weasley

Prólogo

Mis más queridos lectores, mi nombre es Narcissa Malfoy. Y les voy a relatar una historia algo diferente de las que han escuchado últimamente.

Supongo que todos me recuerdan como la recta y elegante madre de Draco Malfoy. Un rubio aristócrata y arrogante que todos conocieron perfectamente en las novelas de J.K. Rowling. Bien… debo añadir que ella se equivocó un poco en la personalidad de mi amado hijo.

Él no es un cobarde. Es un Malfoy, y todos los Malfoy son valientes.

Siendo aclarado este punto continúo con mi narración.

Como bien saben, nuestra educación fue la mejor, nuestros padres fueron personas estrictas que solo buscaban el bien para sus hijos. Los míos eran así, cada enseñanza impartida era simplemente para hacernos mejores magos, y cada una de ellas las llevo escritas en mi corazón. Puede que quizás el amor no haya sido un gran ejemplo, pero en cuanto a disciplina sí que lo hacían bien.

Fui enseñada en todas las artes. Desde la más insignificante como coser, hasta la más importante, como ser bien recibida en un círculo social y ser amable con una persona de la alta sociedad incluso cuando te parezca pesada.

¿Por qué creen sino que la ilustrísima familia Malfoy me eligió como esposa para su primogénito Lucius?

Sencillo, yo estaba equipada para todo.

Una vez que la guerra terminó puedo confesar que me siento libre, que incluso somos una familia diferente. Y sí, la guerra nos dejó una gran enseñanza. El amor es lo único que importa. Y si antes nuestro trato era algo seco, ahora es totalmente diferente.

Draco pasa más tiempo con nosotros en vez de evadirnos, incluso su carácter es distinto al de antes.

Puede que quizás ya no seamos tan fanáticos de la sangre, pero es un asunto que sigue importando. No como antes probablemente, pero sigue estando presente.

Ahora, vamos a lo que de verdad nos concierne.

Ginebra Weasley.

Sí, sí… se preguntarán como alguien como yo puedo llegar a educar a una Weasley. La respuesta es sencilla.

Mi hijo se iba a casar. Supongo que éste debe ser un motivo de extrema alegría para una madre. Al principio, debo confesar que me emocioné, ése fue mi caso, pero pronto empecé a notar ciertas fallas…

Millicent Bulstrodde era a mis ojos la chica modelo, y cuando Draco me comunicó su deseo de casarse con ella les confieso que me alegré. Sí. Pero en aquel momento yo estaba ciega a la realidad. El hecho de que ella perteneciera a una buena familia, fuera sangre pura y rica eran motivos suficientes para llenar los requisitos. Pero un buen día, escuché una conversación que me dejó muchas cosas que pensar.

Primero, Milly, como la llamábamos afectuosamente tenía ciertos problemas psicológicos. Bien, eso no eras algo muy grave, era serio, pero no grave. Draco estaba capacitado para lidiar con ello fácilmente.

Pero entonces me puse a pensar acerca de ello, problemas psicológicos. No sabía de qué clase. Eso, debo admitir me consternaba un poco y empecé a estudiar su comportamiento.

Realicé muchas cenas, muchos bailes y reuniones. Y me sorprendía aquella chica, siempre muy educada, vestida con los mejores diseñadores, combinada de pies a cabeza. Camina como si flotara, su dicción era exquisita y su forma de comer daba envidia. Son de esa clase de chicas que uno quisiera tener su lenguaje corporal.

No veía nada malo en ella. Y pensé que quizás eran rumores, ya saben cómo es la gente con las personas que creen superiores a ellos, aunque en este caso no fuera así.

Decidí hablar con mi hijo acerca de su novia. Así que una noche, ingresé a su habitación; Draco se encontraba leyendo un libro, me senté en su cama y él me miró con aire casual.

-Madre…- saludó con una sonrisa, yo le correspondí.

-¿Qué lees?

-Un manual para los novios novatos…- rió, yo reí con él.

-Draco por favor, que nadie sepa que posees ese libro.

-Tranquila, lo esconderé muy bien. Dime… ¿Qué tienes?- él siempre sabía qué me pasaba.

-Estoy un poco… preocupada por tu boda.- él frunció el ceño.

-Tranquila Madre, Millicent dijo que haría todo contigo, sabe que…

-No, no me refiero a eso. Me refiero…- miré mis manos y luego a sus ojos.- me refiero a ella.- Draco se extrañó.

-No entiendo.

-Tú… ¿La amas?...- hubo un minuto de silencio en el cual Draco se quedó pensativo.

-No me malinterpretes. Pero no creo en el amor. – un Malfoy tenía que ser… me dije. No me sorprendió su respuesta, pero me preocupó mucho más.

-¿Y ella?- él se encogió de hombros restándole importancia al asunto.

-No me interesa…

-¿¡Cómo que no te interesa!?- exclamé algo indignada, él hizo una mueca de fastidio, y siendo honestos no me importaba si no quería abordar el tema, lo haría por que sí.

-Madre… eso para mí no es relevante. Millicent tiene todas las características para ser mi esposa. Punto. Eso es lo que interesa. – obviamente me quedé consternada por su respuesta tan impertérrita. No podía creer que estaba hablando así de la persona con la cual compartiría toda su vida. Sabía que cuando él decía su adorado "punto" en una oración era porque para él la conversación estaba zanjada, pero yo no me adrementaba así como así.

-¡Es la persona con la cual compartirás el resto de tu vida! ¡No puedes referirte a ella como si fuera un… un caballo!- traté de hacerlo entender, razonar que el matrimonio no era un simple pacto eterno entre dos personas, tenía entre sus líneas la convivencia, el tener que soportar al otro, y sobre todo, y muy importante en la situación de mi adorado hijo, tener que guardar el orgullo en ciertos momentos.

-No me refiero a ella como si fuera un caballo- protestó pasándose una mano por el cabello. Suspiré.

-Bueno, no me refería a eso de todos modos. Después hablaremos de la situación. ¡Y no me remires los ojos jovencito! ¿Cómo es su personalidad?- él puso una cara algo… extraña.

-¿Qué te pasa? ¿Por qué preguntas estas tonterías?- ¿Tonterías? Para mí no lo eran.

-Respóndeme…- era una orden que no admitía réplicas.

-Pues… elegante, sofisticada, habla cuando tiene que hacerlo, no me fastidia que es muy importante. Y ya…- ¡Genial! No la conocía en lo absoluto, solo me decía las características que a él le gustaba y que le convenía.

Salí de la habitación de mi hijo furiosa por su poco juicio. Pensé que era más objetivo, pero al parecer me equivoqué. Me sentía dentro de un terreno desconocido, a ciegas si soy más exacta. Draco no había aclarado ninguna duda, solo me había dejado bien en claro que ella sería la esposa "perfecta" a su manera de ver obviamente. Para mí era un simple robot, y sentía en mi interior que mi hijo merecía más que eso. Él merecía saber lo que era amor. ¡Merlín! Me sentía impotente. ¿Qué fue lo que le enseñamos?

Al día siguiente, supe que tenía que averiguar bien las cosas. Suspiré cuando llegué a la gran puerta de la casa de la familia Buldie… El apellido se me antoja muy largo y fastidioso. La puerta se abrió y Eleonora me recibió con una sonrisa. Le sonreí, aunque mi ánimo no era para sonrisas.

-¡Narcissa! Que gusto tenerte aquí.

-Eleonora…- saludé con dos besos en la mejilla, como saluda la alta sociedad. Ella me invitó a pasar a la sala de té. - ¿Y la encantadora Milly?- falso halago. Su madre me sonrió.

-Viene en camino para acá.

Pasaron pocos minutos de los cuales fueron interminables para mí. Eleonora hablaba de los detalles de la boda y yo sencillamente rogaba que no se diera lugar. Finalmente y cuando mi cerebro estaba a punto de hacer erupción, entró la chica. ¡Merlín parecía un robot! Me saludó con una sonrisa neutra y tomó asiento al lado de su madre.

-Un gusto tenerte aquí Narcissa…- todo en ella era tan… controlado que asustaba. ¡Mi hijo no se podía casar con un robot! ¡Yo me negaba a ello!

Vine a hablar contigo…- indiqué mirándola seriamente, ella me sonrió cortes, su rostro era una máscara inexpresiva y no pude evitar la sensación de querer propinarle una cachetada para ver si despertaba. Claro, no seguí a mis instintos.

Bueno supongo que yo sobro.- indicó Eleonora, se levantó y salió de la sala. Yo miré a la chica con interés. Ella me miraba con una sonrisa que antes no había notado lo sosa que era.

-Dime Millicent…- comencé.- ¿Cómo te sientes?

-Bueno, esta mañana me dio un poco de mareo… Pero me pasó al instante, digamos que bien.- ehm… no diré nada acerca de ese comentario.

-Qué bien que se te haya pasado, de todos modos no me refería a eso.

-¿No?..- ladeó su cabeza, luego sirvió un poco de té. Por lo menos sus modales eran los adecuados.

-Me refería a la boda.

-Draco dice que desea algo sencillo, pero insistió en que lo hiciera a mi manera luego de convencerlo.- no me quise imaginar cómo lo convenció, aunque ella tampoco me insinuó nada.

-Umm… ¿Estás segura?- ella me miró luego de tomar un sorbo de té.

-Puedo preguntarle, ¿De qué?

-De casarte…- al parecer ella se sorprendió por mi respuesta.

-Estoy emocionada. – respondió juntando sus manos y poniendo una expresión soñadora, sonreí, falsamente claro. – sé que Draco será un esposo perfecto.

-¿Y tú?...- no tuve que haber preguntado eso, y luego de ver el rostro de la chica lo supe. Pero no pude contenerme, se me salió.

-¿Yo? Espero ser la mejor claro. Es un honor para mí pasar a ser parte de la familia Malfoy.

Fue entonces que me di cuenta de que alguien como ella no era lo que mi hijo estaba buscando, aunque él parecía más que satisfecho, yo no lo estaba.

Y llegué a la conclusión de que yo tenía que hacer algo. Era de vida o muerte.

Y un día, cuando salí a pensar observé a Ginebra Weasley comer en un restaurant. Al principio lo único que hacía era criticarla. Todo en ella me parecía erróneo, desde su forma desgarbada de sentarse hasta su forma de comer. Pero la prefería mil veces a ella de nuera que a esa remedo de un robot. Entonces decidí entrenar a Ginebra Weasley para que sea la perfecta esposa para mi hijo. Aunque claro, eso último no se lo iba a decir directamente, solo le iba a informar que quería ayudarla, aunque sonara extraño…

De esta manera fue como comenzó toda esta historia que estoy completamente segura que les encantará.

Mis más cordiales saludos,

Narcissa Malfoy.