N/a: vuelvo con otro multichapter. Este fic va a contar de tres partes, de entre 700 y 1200 palabras cada una. Va a ser retorcido, alegórico y tal vez algo complicado, porque, señors: ESTO ES MI ANGST. El de verdad. Esto es lo que escribía cuando lo hacía bien. No el hurt/comfort con el que llevo cargándome el estilo durante meses.
El fic viene inspirado por la canción Rain of brass petals de Akira Yamaoka e Interlace; cada capítulo estará relacionado con una estrofa y ésta, a su vez, hará alusión a un personaje y/o aspectos del personaje. Como es parte importante de la comprensión, he traducido la letra y la he subido a Mediafire para los que no se defiendan mucho con el inglés. Si alguien ve algún error, que por favor me lo diga para corregirla =3 El link [sin espacios] es: http : / / www . mediafire . com / ?8alc1cv8gy1k01f
Paso a este capítulo en concreto. El tema que trato, aunque de forma un tanto metafórica, vino a raíz de dos doujinshi D18. El primero es Songbird, de Kurosusutou; quienes hayan visto Tuberose de LAS reconocerán la idea final. En esos dous se puede ver un Dino posesivo, manipulador; el Mafioso!Dino del que tanto me gusta escribir.
A mi juicio, quien esté acostumbrado a leerme entenderá perfectamente lo que quiero contar. Aún así este fic está concebido para suscitar preguntas, no para dar respuestas. Como siempre, no tengo problema en aclarar lo que sea ;)
¡Ah!, no hay ningún tiempo establecido. Quiero decir que las edades de Dino e Hibari pueden ser las que a uno les cuadre mejor, respetando en universo KHR y los seis años que se llevan. En mi cabeza, ronda por el 5YL.
Katekyo Hitman Reborn! ©Akira Amano
I. Shadow (The first)
Kyouya lo supo al ver su mirada deslizarse hacia la izquierda, recorriendo el rayo de sol agonizante que se derramaba sobre los guijarros del tsuboniwa. Dino había mentido al responderle.
No recordaba ningún momento en especial de aquella tarde, excepto ése. El martes anterior iniciara con una llamada entrante en su teléfono móvil. No contestó, como era su costumbre, hasta calcular que ya había pasado el cuarto toque.
Dino le invitó, el fin de semana siguiente, a la inauguración de la casa que había adquirido recientemente a las afueras de Namimori. Barruntando multitudes, Hibari se negó.
—No habrá nadie más, Kyouya —la voz de Dino sonaba franca desde el otro lado del continente.
—Ni tus hombres.
—Ni mis hombres —corroboró Cavallone, cuya entonación dejó de ser sólo sincera para tornarse vagamente sugerente—. Sólo tú y yo.
En parte por curiosidad, en parte para tenerlo controlado, aceptó.
La residencia no estaba mal, había que admitirlo. Hibari, quien gustaba de lugares recogidos y apartados de la civilización, aprobó para sus adentros el machiya pese a su escasa dimensión y el aire de desnudez, de vulnerabilidad casi, que presentaba al erigirse solitaria al inicio del valle.
Dino, queriendo dárselas de listo, afirmó que lo único que habían tenido que hacer con ella era repararla. Kyouya resopló, torciendo una sonrisa desdeñosa.
—No creas que no conozco mi territorio, Haneuma —se mofó. En los ojos avellana titiló un destello de alarma y Dino pareció encogerse—. Esto no estaba aquí hace dos meses.
El otro soltó una risilla floja antes de admitir que "Vale, me has pillado. Pero, oye, ¿qué me dices? ¿Te gusta?".
Kyouya parpadeó. Miró a Dino, vio sus ademanes torpes y la cualidad plástica de su sonrisa. Su actitud se le antojó prefabricada. Insulsa.
Quiso provocarlo, tratar de desatarlo. Le golpeó con un hombro al dirigirse a la entrada principal, espetando un "La próxima vez que modifiques mis terrenos sin consultármelo, te morderé hasta la muerte".
Dino alzó una ceja y su expresión, por un fugaz segundo, se transformó.
Los bonsái de sakura en el jardín hicieron olvidar rápidamente a Kyouya su agrado inicial. Su mirada iracunda chocó contra la malicia de Dino, oculta tras un velo de inocencia.
—Lo has hecho a propósito —acusó, con menos aspereza de la que hubiera deseado.
—¿El qué, Kyouya?
Hibari señaló los arbolitos por toda respuesta. Dino rió suavemente y se acercó para besarlo. Al girar el rostro, el gesto se estrelló cerca de la comisura de su boca. Apartó al italiano de sí propinándole un empellón en el pecho.
—Vamos, Kyouya, no te enfades. Le diré a mi decoradora que los cambie. ¿Te apetece tomar algo? He traído un Amarone del 97. Pero aquí, ¿vale?, lo tomamos aquí. Nunca he pasado un atardecer tranquilo contigo, Kyouya, en años. ¿No quieres...?
Palabras, palabras. Hibari cerró los ojos e inspiró. Las sensaciones acordaron agolparse en sus oídos para ensordecerlo. Primero, la voz incesante de Cavallone. Después, la calidez del sol en los brazos, la huella del sakura-kura embotando su organismo, la furia que debía tener dentro y no lograba encontrar. El tacto de los guijarros bajo sus piernas, enfundadas en su sempiterno pantalón negro de pernera recta. Cavallone quitándole la chaqueta, la corbata, y deteniéndose. Un destello ígneo en el borde de su copa. El vino. El beso de Dino, húmedo por el licor.
—Dime, Kyouya, ¿crees en los fantasmas?
Hibari entornó los ojos.
—¿Crees tú?
Aunque trató de disimular, retirándose el foulard de seda color vainilla que lucía en torno al cuello, Kyouya las vio. Sus pupilas huidizas.
—No.
Si Dino le hubiera explicado que los fantasmas no eran sino proyecciones de los miedos, del pasado, de todo aquello que uno no era capaz de dejar atrás, Kyouya no lo habría entendido. De decir que aquella noche había soñado con Mukuro Rokudo y con él, despertándose acusando la comezón de no haber sido el primero en marcarle y un sabor amargo a bilis en la boca, sólo habría recibido burlas. Y si, finalmente, hubiese confesado que mandare a construir la casa con el propósito de hacer de ella una jaula compartida, le habría perdido para siempre.
Por eso lo que Kyouya respondiera, en realidad, no tenía importancia.
Hibari vio el rostro de Dino, apenas una sombra perfilada en el vino tinto, antes de que éste besara su cuello y le tapase los ojos con el foulard. Al caer sobre la grava, el cristal se resquebrajó.
I am the first
A shadow at the end of the hallway
I spin the carousel
The laughter recedes away
My finger on your lips
I stole something precious
N/a: aclaraciones, como decía antes. Aquí no hay ningún hint 6918. Pero creo que Mukuro fue el primero en marcar a Hibari, al derrotarle de forma tan humillante como lo hizo en el Arco Kokuyo. Vuelvo a remitirme a Tuberose.
La segunda parte ya está lista; la subiré en cuanto tenga la tercera. No me voy a poner plazos, porque... no. Hacía mucho que no escribía en este estilo y no quiero forzarlo.
E.
