El rey y yo

Hola a todas, esta vez he decidió traerles un relato un poquitín diferente, ahora no solo tendremos a la clásica pareja de Inuyasha con Kagome sino que también estarán los padres del mismo: Inu no Taisho e Izayoi y para los fans de Sango y Miroku perdónenme pero por este fic no saldrán. Les recuerdo que sin comentarios no público a tiempo, así que por favor comenten y disfruten…

Disclaimer: Los personajes de este fic no me pertenecen, si no a la gran Rumiko Takahashi, con una adaptación de la historia escrita por Anna Leonowens.

Era obscura la noche, negras nubes cubrían todo el cielo y no dejaban traspasar el brillo de las estrellas, el viento rugía con toda su furia, y alzaba olas tan grandes que bien podrían cubrir un palacio. En medio del fondo negro que ahora formaban mar y cielo, un barco de bandera inglesa, luchaba por abrirse el paso.

La tormenta era feroz y tironeaba del barco como si fuera una cascara de nuez, pronto también hicieron acto de presencia los grandes relámpagos acompañados por fuertes y estruendosos truenos. Que rugía más alto que una manada de leones, cualquier hombre o mujer se podría encontrar temblando ante tal poder de la madre naturaleza.

Mas no era así para una pequeña niña de largos cabellos negros ojos color avellana y piel como la nieve, bajaba por uno de los bordes de la cubierta sin mayor agarre de seguridad que una cuerda atada a su cintura.

Cualquiera se preguntaría ¿Por qué una criatura tan frágil haría una cosa así? La respuesta era un pequeño monito de pelaje rojo y ojos verdes, que asustado por la tormenta se aferraba al alcázar del barco.

-Shippo, por favor ven, te vas a meter en problemas de nuevo…- le llamaba mientras ella misma se aferraba a los grabados de madera.

-aquí Shippo, aquí- intento acercarse más pero el monito no era capaz de moverse, estaba paralizado de miedo.

-Shippo por favor…- una ola la empujo pero logro aferrarse a la cuerda, y también dio gracias a las botas de campo que su mama le había hecho ponerse.

-espera iré por ti…- le indico al monito luchando por acercarse más.

En el interior del barco Izayoi una mujer de cabello negro como la noche y ojos de mar, intentaba mantener en su lugar sus libros, cosa difícil considerando que el constante vaivén de la embarcación le tiraba todo. Fijo su vista en la ventana mientras recogía por undécima vez el libro de las memorias de Alejandro Magno cuando…

-¿Qué?- debía estar alucinando por un momento pensó que había visto saltar a su hija frente a la ventana.

-¡RIN!- grito aterrada al acercarse y comprobar como la niña colgaba de una cuerda y trataba de alcanzar a ese mono mascota del capitán.

La pequeña salto al agua y pesco al monito antes de que una ola lo alejara del barco, casi un segundo después de agarrarlo la cuerda de su cintura la elevo fuera del agua.

-¡rápido con fuerza!- suplicaba Izayoi a los hombres que tiraban para sacar a su hija de 9 años del mar.

-no te sueltes Rin- le rogaba a la niña.

-mami, Shippo se asustó con la tormenta-explico la niña mientras se agarraba de la mano de su madre.

-debí saber que fue tu culpa ¡macaco!- regaño el capitán a su mono.

-rin, hijita, ¿estás bien?- abrazo Izayoi a la niña cobijándola con un chal.

En otra parte…

-así que ya viene la nueva maestra del rey- meditaba un personaje de cabello negro como el abismo, ojos rojos como brazas. Observando un enorme espejo de oro que colgaba de un marco hecho con largos colmillos de elefante blanco.

-¿Qué traerá? A ver adivina Hakudoshi- dijo a su asistente, un joven de baja estatura, ojos color jacarando y pelo rubio blanco que no paraba de cepillarse los dientes.

-fácil: tareas, preguntas, y muchas de esas notas que te dan cuando das tarde. Uy yo odio eso- el hombre de cabello negro rodo los ojos.

-¡progreso torpe!- lo empujo contra una de las paredes. Hakudoshi de inmediato tomo su espejo de mano y se revisó.

-menos mal no me ha tocado los dientes- gruño, su blanca dentadura era su mayor orgullo.

-no más miedos, ni superstición, no más…-

-de ti- le señalo Hakudoshi con una sonrisa de burla.

-¡yo siempre sobreviviré! ¡Yo seré el rey de Shikon!- gruño inflando su pecho de orgullo y caminando amenazadoramente lo cual hizo a Hakudoshi retroceder.

-¿lo has entendido? Ninguna maestrita de quinta va impedirlo- sonrió macabramente antes de soltar una horrible carcajada.

-usare esta maestra inglesa para derrocar al rey-

-¿y porque la maestra querría derrocarlo?- pregunto Hakudoshi.

-serás bruto, ella no tiene motivos aun- le regaño.

-entonces no lo entiendo-

-uf, ya no se consiguen secuaces como antes- murmuro frotándose las cienes.

-yo voy a convencerla de que el rey es cruel… primitivo… ¡monstruoso…! ¡UN BARBARO!- soltó una malévola carcajada.

-que maligno…- murmuro sarcástico el secuas.

-así ella le escribirá a los británicos, suplicando que el rey sea depuesto, y que alguien más civilizado sea puesto en su lugar para gobernar, y tal vez…- volteo a mirar a Hakudoshi pero este no le prestaba loas más mínima atención.

-se me ha quedado un pedazo de verdura…- murmuro examinando una parte de sus muelas.

-Y tal vez…-

-¡ouch!- le quito el espejo y se lo estrello en la cabeza.

-te… ay… te pongan a ti señor Naraku- dijo el joven frotándose la cabeza.

-¡no tengo tiempo que perder! El terror es toxico- exclamo volviendo a posicionarse frente al espejo.

-mmm… esta tormenta ha creado dudas… un perfecto escenario para mis poderes de ilusionismo…- sonrió dejando ver una perfecta dentadura.

-jajaja, les mostrare algo realmente monstruoso ¡suena el gong!- ordeno Naraku firmemente. Hakudoshi suspiro con fastidio mientras tomaba un mazo y lo golpeo contra el dorado metal circular.

En el mar las nubes comenzaron a arremolinarse en un torbellino negro verde y rojo. Los relámpagos tronaron con fuerza, permitiendo formar la imagen de una enorme y macabra serpiente marina.

Izayoi sujetaba a Rin de la mano y al mismo tiempo luchaba para mantener el equilibrio mientras caminaba, el movimiento oscilante del navío le hacía difícil moverse y tenía que llevar a su hija al camerino para cambiarla y darle un té caliente pues sería peligroso que cogiese un resfrió.

-¡mami!- grito la niña asustada al ver al enorme monstruo. Izayoi ahogo una exclamación y abrazo a su hija.

-¿Qué es eso mama?- sollozo la pequeña.

-no… no lo sé Rin-

Los marineros tampoco tardaron mucho en ver a la serpiente negra, muchos de ellos gritando de terror, y otros corriendo buscando un lugar para esconderse. Pronto la niña comenzó a llorar llena de miedo, Izayoi frunció el ceño, ¡nadie hacia llorar a su hija! Frunció elegantemente sus labios…

-¿mami? ¿Qué haces mami?- pregunto Rin sin entender porque su mama silbaba.

-estoy silbando Rin- le explicó.

-¿silbando?-

-es lo que hago cuando tengo miedo- Rin se rasco la cabeza sin entender las palabras de su mama, pero la duda le quedo atrás cuando la serpiente lanzo un espiral de fuego violeta sobre ellos.

Cuando sientas temor

No lo debes demostrar

Solo tienes que silbar

Y nadie notara tu temor

Comenzó a cantar la maestra, las llamas las rodearon sin quemarlas, pero transformando las cuerdas bajo sus pies en serpientes negras con colmillos y lengua de fuego, Izayoi jalo a Rin lejos pero no dejo de cantar.

Temblar por dentro si

Por fuera firme estar

Solo tienes que silbar

Y nadie notara tu temor

La serpiente gruño furiosa, se ajito golpeo el barco con su cola y arrojo relámpagos de sus colmillos todo con el fin de asustar a los tripulantes. Y salvo por la maestra y su hija lo conseguía muy bien.

Un extraño resultado

Tú vas a conseguir

Si engañas a quien debes más

Te engañas tú también

Solo tienes que silbar

Y siempre ya veras

Lo alegre de tu canción

Convence y vencerá tu temor

Poco a poco Rin comenzó a sonreír e incluso Shippo, que no se había soltado del hombro de la pequeña salto contento. Claro que esto no le gustó pero nada a la serpiente que rugió con profunda furia.

Finge tu valor

Y muy pronto lo tendrás

Vence tu temor

Y a todos convencerás

Madre e hija silbaron al unísono la melodía, ahora la pequeña no tenía ningún temor. "¡mi mami es la mejor!" pensó sonriendo mientras corría a las sogas serpientes y les daba un pisotón en la cabeza, volviéndolas a su estado original.

Solo tienes que silbar

Y siempre ya veras

Lo alegre de tu canción

Convence y vencerá tu temor

Continúo cantando Rin con una sonrisa de oreja a oreja, el capitán y los de la tripulación la miraron asombrados por su valor, "¡qué vergüenza!" pensaron varios, una pequeña tenía más valor que ellos.

Finge tu valor

Y muy pronto lo tendrás

Vence tu temor

Y a todos convencerás

Canto ahora toda la tripulación, la serpiente que si recordamos bien era una ilusión formada por el miedo desapareció entre las olas con un gruñido furioso.

Poco a poco el mar fue calmando también su furia, las olas se volvieron suaves, el viento ahora era una suave briza, a la orden del capitán los marineros retomaron sus tareas, muchos de ellos riéndose por todo ese embrollo.

-eso de silbar es muy buena idea mami- sonrió la pequeña Rin.

-¿verdad que si mi pequeña?- le devolvió la sonrisa la maestra.

-¡ya nunca más voy a tener miedo!- dijo orgullosa, Shippo la secundo imitando su postura.

En el escondite…

-"ya nunca más voy a tener miedo"- la arremedo el hombre pelinegro. Mientras Hakudoshi hacia un tremendo esfuerzo para no reírse.

-¿ah sí pequeña mocosa? ¡Ya aprenderás lo que es tener miedo!- gruño furioso.

A la mañana siguiente…

El barco navegaba ya a baja velocidad, cerca de las costas de Shikon, el clima era cálido y una suave niebla dorada cubría el paisaje.

-puedes usarlo princesa- le sonrió el capitán a Rin mientras le ofrecía su catalejo.

-Shikon está por haya- le indico, Rin se asomó por la abertura, pero en vez de ver tierra vio dos ojitos verdes, se rio, era Shippo que se asomaba del otro lado.

-¡tú no Shippo!- regaño el hombre al monito dándole un sombrerazo en el lomo. Rin sonrió y volvió a mirar por el catalejo, solo que ahora de la neblina salió un dragón dorado. La niña chillo asustada.

-calma Rin, solo es un mascaron de galera- le susurro Izayoi mientras subía al puente.

-¿ese es el rey?-pregunto ella al capitán, observando fijamente al hombre que venía en la galera, sentado en un trono.

-no madame, ese es Naraku el primer ministro- le explico viendo el símbolo de la bandera.

-creía que nos recibiría el rey- murmuro un poco decepcionada.

- la familia real jamás sale de palacio señora, Naraku es el siguiente en la línea de poder después de los príncipes, y puede utilizar toda su influencia a favor o en contra de el- explico sin apartar la mirada del hombre.

-en su lugar yo hablaría un poco menos…- expreso el capitán, pero Izayoi le fulmino con su mirada.

-solo es un consejo madame…- los marinos amarraron las vías de enlace cuando estuvieron lo suficientemente cerca.

-bienvenida a Shikon, señora Leonowens- sonrió el hombre de cabello negro mientras hacia una reverencia.

-confió que su viaje haya sido tranquilo-

-lo fue, gracias-respondió Izayoi copiando el gesto. Naraku frunció el ceño, tendría que mejorar sus poderes para conseguir su plan.

-¿posee amistades en Shikon?- le pregunto mientras le ayudaba a pasar de un barco al otro.

-temo que no conozco a nadie-

-ah, entonces, si necesitara algo por favor, confié en mi- le pido el haciendo una cortes reverencia al estilo inglés, pero en el camino accidentalmente golpeo el rostro de Hakudoshi botándole un diente.

-ay no…- se quejó el.

-adiós Shippo… sniff… me harás falta…-lloraba la pequeña Rin, durante el viaje se había encariñado mucho con el pequeño monito rojo, y ahora no tendría a nadie con quien jugar en el palacio.

-ya pequeña princesa, ¿sabes? quizá deberías llevarte a esta inútil creatura- le ofrecio al mono.

-además yo siempre he querido un gato que se coma las ratas- sonrió el capitán, aunque Shippo al escuchar la última frase puso una mueca de asco.

-¿puedo?- sonrió ella emocionada.

-todo tuyo- asintió el capitán.

-¡gracias!- el capitán dejo a Shippo en el suelo, este brinco a los brazos de Rin más fallo en su cálculo y cayo directamente en la cara de Hakudoshi.

-lo siento…- se disculpó la pequeña tomando a Shippo en sus brazos y corriendo junto a su madre.

-¡me ha tirado otro diente!- gruño furioso.

-ya me desquitare de ese mugroso animal, yo sé de tortura…- prometió en voz baja

La galera de remos se alejó lentamente del barco y emprendió su camino al palacio. Desde lejos el capitán observo a su fiel mascota alejarse, pero a pesar de su tristeza sabía que era lo mejor.

-pobre niña…pero necesitara un amigo en ese palacio- medito antes de volver al timón.

Continuara…