I: The Call
Teresa Lisbon entra a la oficina a trote, con una notable sonrisa, dos cajas de pizza familiar en las manos y una botella de tequila sobre la caja; está haciendo malabares.
— ¿Alguien me da una manito? —suplica la agente del CBI.
Wayne Rigsby salta de su asiento para ayudar con rapidez a su jefa con la botella y una de las cajas. Las coloca sobre el escritorio de Kimball Cho, las abre y le brillan los ojos por el olor que expulsan.
—Eso huele muy bien —comenta Cho que se pone al asecho cuando Rigsby se sienta frente a las cajas.
—El caso está cerrado. Gracias a todos ustedes y a… ¿Dónde están Jane y Van Pelt?
Teresa observa toda la oficina, no hay rastro de Grace Van Pelt y mucho menos del escurridizo Patrick Jane. Lisbon frunce el ceño y Cho intercambia mirada con Rigsby, que ya está probando su primer pedazo de pizza.
—No me huele bien esto. Estaban hace unos minutos aquí. ¿Acaso se están escondiendo de mí?
—Jefa, la pizza huele magnífica, concéntrense en ese olor. Ellos están perfectamente bien —contesta Wayne con un pedazo de queso en su labio inferior.
Lisbon alza una ceja y se coloca las manos en la cadera.
— ¿Qué están tramando? —pregunta entrecerrando los ojos. Wayne baja la mirada y Cho se ríe entre dientes —. ¡Vamos díganme!
— ¡Sorpresa!
Lisbon da un brinco de susto y Patrick junto con Van Pelt aparecen detrás de ella con un enorme pastel de cumpleaños.
—Ya me parecía extraño que estuvieran tan tranquilos —masculla Lisbon cruzándose los brazos a la altura del pecho.
— ¡Vamos Lisbon! Es tu cumpleaños, ¡sonríe! —exclama Patrick colocando sus dedos en la comisura de los labios de Lisbon e intentando formar una sonrisa. Lisbon le quita la mano de su rostro y pone los ojos en blanco.
—Saben que no me gusta los cumpleaños. Así que regresa ese pastel o regálaselo a alguien que tal vez lo quiera —Wayne se intimida por la mirada de casi todos en la oficina.
— ¡Lisbon no seas aguafiestas! —Patrick la mira con los ojos entrecerrados, pero luego le sonríe.
—Oh, jefa. No se cumplen años todos los días —sonríe Grace, intentando calmar un poco a Lisbon.
— ¡Gracias a Dios por eso! —contesta sacudiendo la cabeza.
Patrick coloca el pastel sobre la mesa y se planta frente a Lisbon.
—Teresa Lisbon, comerás al menos un trozo del pastel que Grace con tanto cariño te hizo.
Patrick da en el blanco. Lisbon deja caer los brazos y mira sorprendida a Grace.
— ¿Tú lo hiciste? —apenas susurra de lo conmovida que está.
—Pues… sí —admite empezándose a sonrojar.
Lisbon le sonríe y la abraza cariñosamente. Patrick le guiña el ojo a Wayne y Cho.
—Solo porque tuviste el detalle de hacerme el pastel, comeré… dos trozos. Estoy segura de que está delicioso.
— ¡Que sean tres! —propone Patrick.
—No te excedas, Jane —gruñe Lisbon aún sin dejar de abrazar a Grace.
Las risas de Cho, Rigsby y Van Pelt se hacen notar. Patrick toma un cuchillo de la cocina y al regresar, Van Pelt pica los dos trozos de pastel a la cumpleañera. Luego reparte a los demás. Se olvidan de la pizza un instante, así que deciden comer al menos dos trozos, excepto Wayne que comió cinco, para después disfrutar del postre. Beben al menos tres copas de tequila cada uno.
—Los complací, así que ahora, por favor, déjenme ir a casa a descansar —suplica Lisbon.
— ¡No! ¿Por qué? Ya he reservado una gran mesa en un restaurant, Lisbon.
— ¿Más comida? —Lisbon hace una mueca y le da un escalofrío.
Rigsby sonríe y Cho le da un codazo juguetón, mientras que Grace se ríe entre dientes tímidamente.
—Por favor, Lisbon. Acepta —musita Patrick, poniendo las manos sobre los hombros de la agente.
—De verdad, Jane. Estoy cansada. Y todo gracias a tus estupideces que en un momento complicaron el caso…
— ¿Complicaron? Yo creo que creé mi catapulta, puse al asesino allí, corté la soga y ustedes lo atraparon al caer. ¿No es mucho más fácil así?
—No seas fanfarrón, Jane —gruñe Lisbon.
Patrick le sonríe de esa manera que tanto adora Lisbon, aunque no lo admita, pero su rubor la traiciona a menudo. Ella niega con la cabeza y Patrick gruñe bajo.
—Voy a casa. Nos vemos mañana equipo.
—Adiós, jefa —se despiden Wayne, Kimball y Grace.
—Hasta mañana, Lisbon.
—Hasta mañana, Jane —sonríe y sale de la oficina con un trozo del pastel de Grace envuelto en papel.
—Creo que no pudiste convencerla mucho —comenta Cho.
—Está muy agotada. Dentro de lo que cabe es un alivio el que se haya negado porque no logré reservar nada —suspira Patrick.
El equipo se ríe entre dientes y el teléfono de Patrick repica.
— ¿Diga?
—Pensé que habías cambiado de número. Me alegra de que no sea así.
Patrick se petrifica y observa de reojo a los chicos.
—Me voy. Hasta mañana, chicos —Patrick sonríe y se aleja de ellos casi trotando.
Carraspea la garganta, se asegura de que ninguno lo sigue y suspira antes de hablar.
— ¿No deberías de estar fuera del país, Erika?
—Lo estuve hace varias semanas atrás. Pero la tentación de regresar y verte es más grande que mi deseo de libertad.
—Erika, si Lisbon se entera de que…
—Pero ella no se enterará —lo interrumpe —. ¿Cierto, Patrick?
Él duda un segundo y resopla.
— ¿Dónde estás?
—Ve al mismo restaurant de la última vez que nos vimos. Podemos beber unas copas y platicar un poco. ¿Te parece?
La mente del consultor está hecha un caos de confusión. ¿Cómo estar con la mujer que su amiga, en el fondo amada, quiere atrapar y encarcelar de nuevo? ¿Traicionar a Lisbon solo por una mujer? Aunque no es cualquier mujer, es Erika Flynn. Aquella que tanto le coqueteó la última vez que se vieron. No obstante, todo fue con el propósito de escapar. Pero… ¿El beso fue parte de esa farsa? Este es el momento de averiguarlo. Tal vez no habrá otra oportunidad. Y Patrick necesita respuestas.
—Estaré allá en unos minutos —acepta.
—Muy bien. Te esperaré con ansias, Patrick Jane.
Cuelga y Patrick corre hacia su auto, camino al restaurant.
El teléfono está sobre el asiento del copiloto. Lo observa de reojo varias veces. Le sudan las manos mientras conduce por las calles. Además de nervios, es vergüenza lo que siente.
¿Debería llamar a Lisbon? ¡Pero si lo hago me meteré en un gran lío! Y si no lo hago también… ¡Demonios!
Agarra el teléfono y está a punto de marcar el número de Lisbon. Sacude la cabeza y tira el teléfono sobre el asiento de nuevo.
Está decidido. Primero quiere respuestas de Erika, luego se la entregará a Lisbon, si es posible en bandeja de plata u oro. Pero tendrá que darle una buena explicación a Lisbon después.
Se detiene frente al restaurant y le lanza las llaves al parquero. Se arregla el chaleco y se pasa la mano por el rubio cabello. ¿Qué se trama Erika? ¿Interés nuevamente o una buena plática?
