LA LUZ DE LA LUNA

CAPÍTULO I. EL EXTRAÑO

Recuerdo muy bien ese momento, esa fecha, ese lugar. Era de noche, alrededor de las 9 p.m. Había fracasado tratando de vender alguna obra mía a los ciudadanos y pueblerinos de aquellos lugares lejanos que había visitado en este viaje. Pero era obvio, ¿quién iba a querer una pintura de un artista sin inspiración como yo? Joven, sin éxito, sin talento. Al parecer nunca me quitaría ese estigma de mi cabeza. Demasiados lugares visitados, demasiados lugares en los que el término "artista frustrado" seguía en mi mente como una enorme pesa.

Caminando sin rumbo, me detuve ante la entrada de ese pueblo, si bien podía llamarle así. "Bienvenidos a Gloomsville", decía el letrero que colgaba alegremente al compás del viento y danzaba sin ritmo alguno. Inútilmente traté de encontrar posada mientras pasaba entre el centro de Gloomsville, la gente que pasaba alrededor de mi me veía con odio, como si yo, el desconocido del pueblo, fuera a traer una especie de mal augurio sobre sus vidas.

Ya estaba harto de vagar cada noche y cada día, pueblo tras pueblo, hospedándome en lugares de mala muerte. Más de una vez me robaron, más de una vez me golpearon, pero ¿qué podía hacer? El poco dinero que tenía me alcanzaba para una posada mediocre.

"Ya no más... Tengo que encontrar un lugar donde quedarme. Al menos una semana, dos, lo que sea. Debe haber una persona de buen corazón en este sitio terrible..." Dije para mis adentros. Realmente haría lo que fuera solamente por tener un lugar techado, para resguardarme del frío y del viento, y un poco de alimento. Quizá era hora de dejar la pintura y el arte y empezar a trabajar en algo de verdad, como herrería, carpintería, o alguna de esas cosas que eran vistas como verdaderos trabajos. Sin darme cuenta, ya estaba a las afueras del pueblo, no había casas a la vista, más que una, sobre un acantilado.

Me detuve en esa hermosa mansión victoriana, lo suficientemente grande para admirar a lo lejos. Era preciosa, con lindos cristales multicolores, una arquitectura barroca cuyo estilo haría retorcer de envidia a cualquier monasterio, e incluso unas pequeñas gárgolas. Las luces seguían prendidas, así que sus dueños seguían allí. Me acerqué con cautela, tratando de evitar que mi mochila con mi caballete, óleos y pinturas fueran derribados por el viento.

Toqué la puerta tres veces. Y de pronto, ella abrió la puerta.

- ¿Hola? Buenas noches, ¿qué se le ofrece? – me dijo una chica pelirroja, claramente despeinada, con ojos grandes y oscuros como la misma noche, un tono de piel blanco y pálido, que vestía una blusa negra con encajes, y unos mallones rallados color rojo con amarillo. En su voz sentí cierta alegría y amabilidad. Algo que realmente no había tenido durante estos años.

- Hola, buenas noches. Lamento mucho la interrupción. – Sonreí nerviosamente.

- No te preocupes, está bien – la chica rió al verme nervioso.

- Soy un viajero, vengo de algunos lugares lejanos, y me preguntaba si es posible encontrar algo de hospedaje en su hogar. Es algo noche, y es un poco tétrico y peligroso afuera...

- Bueno, estas de suerte. – ella me miró fijamente a los ojos – Realmente tenemos espacio en la casa. ¿Vas a algún lugar en específico?

- De hecho... No. No tengo un lugar al cual ir. Solamente estoy de paso en muchos lugares, trato de vender algunas cuantas de mis obras.

- ¿Eres... pintor? – Ella miró mi caballete y mi mochila.

- Jajaja, si. Y uno muy malo. – Ella sonrió al escuchar mi broma. Abrí mi mochila para mostrar una de mis más recientes obras. – Se llama "Atardecer de una noche de verano".

Realmente era una obra patética. Los trazos eran burdos y sin gracia. El color no destacaba y se veía opaco y sucio. Incluso tenía una mancha de suciedad causada por mis inútiles dedos.

- Realmente necesitas practicar un poco más. – Ella me sonrió y admiró un poco más mi pintura. Había algo en su sonrisa y en su mirada, algo que me provocaba una sensación de calidez y de aceptación.

- En eso tienes razón, jaja.

- Adelante, pasa. Puedes dejar tus cosas. Es una noche fría y muy oscura, te hará bien estar aquí un poco.

- Realmente eres muy amable... Emmm...

- Ruby, Ruby Gloom.

- Mucho gusto Ruby, mi nombre es Charles, Charles Rowan. – Hice una pequeña reverencia.

La puerta se cerró detrás de mí. La luna tenía una luz tenue y fría.


FIN DEL CAPÍTULO UNO

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