Ehm... ¿hola? ¿Algun/a fan de New Girl en español? Me ha sorprendido bastante encontrarme con este hueco por aqui, la verdad.

Aunque también es cierto: no creo que yo misma hubiera escrito nada sobre New Girl... si no hubiera visto el capítulo 2x15. Y los dos posteriores. Porque, seamos francos: Nick y Jess siempre fueron bastante monos, pero hasta que no vimos todos ese beso en mayúsculas del episodio 15... En fin, el caso es que, o escribía ésto, o reventaba. Y cuando digo reventaba, es reventaba en serio: llevo mordiéndome las uñas mentalmente más de lo habitual, je. Sobretodo teniendo otro fic aún a medio terminar, de otro fandom completamente distinto a éste.

Cuando quiero soy horrible, lo sé. Pido disculpas por ello :(

Al menos, esta historia no será tan "interminable" como la otra, palabra.

Y si alguien ha llegado hasta aqui, y siente curiosidad... ya sabéis: coment, please! No me dejéis pensando que soy la única loca fan en español de estos dos! ;)

Lessa

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Por fin.

Un mes después del suceso innombrable, Nick Miller consigue respirar de una sentada.

Seamos francos: ha sido horrible. Pero realmente horrible. No, espera, ni siquiera esa palabra consigue definir ese maldito mes en el apartamento, esos encuentros en el pasillo tensos, esas sonrisas aplastadas contra sus caras y esos momentos de "oh, vaya, nos hemos quedado solos en el mismo cuarto, qué fantástico". Esa tensión que Nick piensa que coge seguro forma de ectoplasma verdoso y pegajoso y que los asfixia muy muy lentamente, en medio de una batalla campal por ver quién de los dos puede partirse antes la cara exhibiendo muecas pretendida y escasamente naturales.

Ha sido ectoplasmáticamente espantoso, sí.

Pero en un día como el que vive en esos instantes, por fin ha conseguido soltar más de una bocanada de aire, y expulsarla sin sentirse como un perro apaleado por la culpa, por haber provocado esos horribles cambios en la dinámica del piso. Y todo porque, en el bar, una mujer bastante atractiva se le acercó, intercambió unas palabras con ella y consiguió reírse... despertando el interés de Jess en el otro extremo de la barra. Apenas se dio cuenta de cómo había mantenido la respiración a la espera de alguna reacción negativa por su parte, hasta recibir de su compañera de cuarto una suave sonrisa como las de antaño. "A la carga, Miller", parecía decirle. "Toda tuya, enséñale quién es el auténtico Nick".

Y tras ello, el mundo parece haber vuelto a la normalidad: empezó a salir con la chica (Beth, se llama. Nombre corto y bonito, sí señor), vuelve a cepillarse los dientes al lado de Jess pensando sólo en sus propios dientes y no en los de ella, y Schmidt y Winston respiran aliviados. Sobretodo Schmidt, que tras el fatídico beso suyo con Jess parecía especialmente traumatizado ante la posible idea de que su compañero pudiera estar perdiendo la razón por la morena.

Vamos, como si Jessica Day pudiera besar mal y eso le pudiera traumatizar también a él.

Jessica Day besar mal.

Por favor...

Pero, sea como sea, Nick Miller está ahora con Beth. Y aunque aún sigue en ocasiones pillándose a sí mismo mirando a Jess de refilón, por fin se encuentra como todo hombre debería sentirse: libre de culpa. Lo suyo con su compañera de cuarto no habría tenido ninguna posibilidad, les habría terminado destruyendo. Y ella es demasiado importante para él, maldita sea, demasiado importante como para fastidiarlo todo.

Así que Nick Miller es feliz de nuevo.

O más o menos.

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Qué nariz más rara.

Eso fue lo primero que Jessica Day pensó sobre su compañero de piso, cuando pudo finalmente centrarse en su nueva situación y dejar de pensar en su anterior novio. Porque sí, Nick Miller no parecía un hombre feo (tampoco es que fuera precisamente un adonis, pero eh, los había visto peores, ¿no?): tenía un cuerpo nada desechable, orejas bonitas (a veces su adoración extraña por las orejas resultaba un tanto espeluznante, lo sabía), ojos oscuros y pelo aceptable.

Pero su nariz no pegaba en ese rostro. Ni hablar. De hecho, Jess estaba convencida por aquél entonces que su nariz debía haber sido lo último que se había formado durante su crecimiento (pensando sin chistes soeces, ejem). Y que seguro había sido algo rápido, un "terminemos de una vez, que ya llevamos un tiempo con este tipo": era demasiado grande para su cara, mostraba una ligera inclinación innecesaria hacia un lado... ¿y había dicho que era rara?

Con todo ello resultaba extraño que, lo primero que pensó cuando la nueva novia de Nick le presentó a su amigo y vecino de apartamento, fue un "no tiene la nariz de Nick". Y no fue un pensamiento agradecido, sino extrañamente apagado.

Fuera como fuera, Pete resultó ser un hombre encantador. Tampoco tenía una presencia física imponente, pero para Jess su sonrisa (y sus orejas, claro) era maravillosa. Y le hacía reír de una manera que pocos habían conseguido. Muy pocos. Casi nadie, de hecho.

Así que todo iba a las mil maravillas.

Bueno... quizás no todo. Porque desde el dichoso incidente (al que se niega siquiera a llamar de otro modo en su cabeza), se ha visto un par de veces cotilleando a su compañero de piso por el rabillo del ojo. Nada serio, entiéndase, pero... lo ha hecho. Después de un mes tenso y cargado de una extraña electricidad entre los dos, aún sigue sorprendiéndose a sí misma mirándolo.

Y es que ese incidente había sido demasiado... intenso. Hormonal. Apasionado. Como si no fueran ellos, pero a la vez había sido tan de los dos... Y sí, era cierto que (a pesar de su nariz) Nick siempre había sido su favorito del piso. Porque, evidentemente, adoraba a Schmidt y a Winston, pero Nick... Nick siempre había estado allí en sus ataques de pánico o soledad, Nick siempre respondía al teléfono, y Nick siempre sabía consolarla mejor que nadie. Era su mejor amigo, y que le cayera un rayo por mentirosa encima si no se podía reconocer a sí misma que en alguna perdida ocasión se había preguntado cómo sería ese mismo Nick en la cama. A pesar de su pesimismo casi mortal, de sus inseguridades, y de su dichosa manía por cargarse absolutamente todo lo que cayera en sus manos.

Unas bonitas manos también, todo había que decirlo.

Un mes después, su compañero había encontrado a Beth. Y algo muy dentro de Jess se había retorcido ante la chica cuando había caído en el feeling que surgía al momento entre los dos. Pero claro, su compañero de piso le había mirado en un instante, y sus ojos buscaban una aprobación tan histérica que se había visto a sí misma sonreírle metálicamente. "Adelante las tropas", le había intentado decir con su mueca. La misma mueca que solía usar cuando aparecía alguna posible chica para él.

Una mueca que, esa noche, le resultó más pesada de mostrar de lo que solía pesarle.

Pero después llegó Pete. Y el universo pareció expandirse de nuevo, la hizo olvidar sus titubeos y volver a sentirse una mujer completa, sin fisuras. Pete era tan atento, tan servicial, estaba tan pendiente de ella que en ocasiones hasta le resultaba familiar. Parecía que se conocían de toda la vida.

El único problema era que, claro está, Pete y Beth eran íntimos, de la misma manera que lo habían sido Nick y ella misma antes del incidente innombrable. Y por ese motivo, parecían siempre más que dispuestos a quedar los cuatro juntos: para ir a cenar, para el cine, para dar una vuelta, para tomar una cerveza o para ir al parque de atracciones (una feliz idea de Beth que acabó arrastrando a los otros tres). Era bonito, sí, pero, en aquel extraño estado intermedio en el que se sentía con NIck, tanta unión resultaba... fastidiosa. A veces incluso extraña.

Pero eh, ella no sería quien se quejara, no con Pete a su lado, y con una Beth que, sorprendentemente, le caía muy bien. Quizás incluso demasiado. Cielo Santo, ¡hasta le encantaba su forma de vestir! Y parecía hacer reír de verdad a Nick.

Ya solo por eso, no podía ser mala mujer, ¿no?

No es hasta la noche presente en la que han quedado para cenar en el apartamento junto con los demás, cuando Cece (que por una serie de incompatibilidades en una repentina agenda apretada no había podido conocer antes a Pete y Beth) suelta al aire aquella cuestión no pronunciada que roía cada noche a Jess:

- Dios mío.

- Dios tuyo, ¿qué?-ambas se han echado discretamente a un lado de la habitación, mientras el resto conversa cómodamente aposentados entre la cocina y el salón.

- ¿En serio no te has dado cuenta?

- ¿De qué?

- Jess, ¡pero si sois vosotros! ¿Esto es algún tipo de cámara oculta, o qué?

La saliva que ha tragado en aquel instante le ha sabido totalmente a arena, a pesar de no recordar haber comido tierra de ningún lado:

- ¿A qué te refieres?-se ve inquiriendo tontamente.

- ¡A que vuestros novios son la versión "vecinitos íntimos" de Nick y de tí!

- Oh, por favor, ¿cómo puedes decir semejan...

Y justo en ese preciso momento, Nick y Pete han salido del cuarto de éste primero, llevando su novio puesta la puñetera sudadera roja de su compañero de piso.

- Te queda genial, ¡como si la llevara yo mismo!-le ven asegurar el muy idiota de Miller.

- Gracias, tío, realmente tengo un frío que no es ni medio normal. ¡Capaz soy de estar cogiendo un resfriado!

Y no contentos con ello, Pete se sienta en el sofá (en el sitio donde se sienta siempre Nick), al lado de Beth (sentada en el mismo sitio donde se sienta ella misma normalmente), y su amiga y vecina se dispone a arreglarle la capucha mientras tatarea alguna melodía que sólo parece conocer ella. Mientras Nick marcha a la nevera de la cocina para coger "unas cervezas para él mismo y al bueno de Pete".

Y el hecho de recordar cómo segundos antes la propia Jess le había comentado a Beth lo mucho que le gustaba el vestido de ésta (y la novia de Nick, muy maja ella, le había respondido que se lo prestaba siempre que lo quisiera, que seguro que tenían el mismo tipo) no ayuda en absoluto.

Cece se la queda mirando en total silencio, y muy acusadoramente. Tan y tan y tan y tan acusadoramente, que lo único que Jess puede musitar es un triste:

- Bueno, pero Pete no tiene su nariz.

- Jess, ¡os parecéis hasta en los nombres, por todos los Santos! Nick y Pete, Beth y Jess. ¿En qué estabais pensando?

Quizás hubiera sido ése el problema: que no estaban pensando en absoluto. O mejor dicho: No querían pensar. Jess se lleva la mano a la boca y comienza a morderse nerviosamente la uña del dedo índice. Décimas de segundo después, le toca el turno al dedo anular. Y después al meñique. Y después al de al lado, ése que Jess nunca recuerda cuál es su nombre (nunca fue un dedo que le gustara especialmente, le recuerda un poco a un percebe). Y no ha terminado apenas cuando pasa a la otra mano, y empieza a mordisquear, y...

- Para-su mejor amiga la detiene en seco agarrándola de las manos, y se siente a punto de pegar un grito que, teme, quizás no tenga ningún final.

¿Se puede morir por grito continuo? Bueno, quizás por gritar no, pero por la falta de oxígeno implícita en ese grito sí, ¿verdad?

Y es que las consecuencias, el motivo que hasta ese momento se le escapaba (quizás intencionadamente, a saber...) de haber empezado a salir con Pete es demasiado... demasiado...

- Jess, respira. Te estás poniendo roja. Respira-y Cece canturrea esa última palabra mientras lanza una lánguida sonrisa a Schmidt, que parece haber escogido ese preciso instante para mirarlas. Sólo cuando él deja de contemplarla, se decide y le pega un pisotón a su congestionada amiga.

- ¡Ouch, Cece!-el enfado parece hacerla reaccionar al fin, y la modelo bufa más tranquila.

- Al menos mira a Nick: él no parece haberse dado cuenta de nada, así que...

- No, claro que no. Nick Miller no se daría cuenta allá le ahorcaran-se ve respondiéndole sin querer. Y justo después de decirlo, comprende las implicaciones-. Bueno, si Nick no se ha fijado...

- No pasa nada-corrobora rápidamente Cece-. Todo está bajo control.

Las dos amigas se miran unos instantes, y por fin Jess sonríe.

- Exacto. Todo bajo control.

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La leche que le dieron.

Sí, esa fue exactamente la frase lapidaria que se incrustó en Nick MIller aquella fatídica noche en la que invitaron a Beth y Pete a cenar al apartamento. Cuando, tras coger las cervezas de la nevera, giró la cabeza hacia el sofá...

Y por un instante tuvo una horrible sensación de deja vú viendo a Pete y Beth allí sentados. En su esquina favorita. Con Pete llevando su sudadera, y Beth... Bueno... Hubiera jurado que Jess tenía un traje muy parecido al de ella...

Fue entonces cuando, como si de un rayo se tratase, todo el peso de la frase le aplastó el cerebro, y a punto estuvo de dejar caer las cervezas de la impresión.

La leche que le dieron, ¡estaba saliendo con la versión 2.0 de Jessica Day!

Aunque juraría que él era más guapo que Pete. Al menos su nariz tenía estilo, cosa que la del tío que llevaba su sudadera favorita en esos momentos no podía decir lo mismo. Ainsh, si las narices pudieran hablar...

En fin: Lo sorprendente de todo ello es que sobrevivió a esa noche, por la sencilla razón de que se autoconvenció de que Jess no se había dado cuenta. Naaa, seguro que no. Ella no se fijaba en esas cosas, claro que no.

Eh, y además... si él estaba saliendo con la doble de su compañera de piso, ella también parecía estar haciendo otro tanto con el tipo ese, ¿no?

La pregunta fatídica de en qué situación les dejaba a ellos dos todo aquel tema la borró de un plumazo en su mente, y, silbando de una manera un tanto estridente, había vuelto al salón y había intentando seguir siendo él mismo.

O más o menos.

Pero claro, aunque aquella noche consiguió salir relativamente indemne (fue horrible el instante en el que Cece, con una extraña sonrisa maliciosa, comenzó a preguntarles a la parejita invitada que cuánto tiempo hacía que se conocían, y si habían salido alguna vez juntos como pareja y tal-impagables las caras de sorpresa de ambos ante semejante pregunta-, ...), no sucedió lo mismo cuando tanto Jess como él pillaron a sus "dobles" besándose entre ellos. No cada uno con su respectivo, ah, no, ni hablar. Entre ellos. Y con una maldita pasión que le hizo recordar instantáneamente el beso de Jessica y él.

Fue eso lo que le hizo pensar que, maldita sea, debía ser su primer beso.

Ante ello, Jess, tras mirarlos con los ojos como platos, se había largado como alma que llevara el diablo (fue realmente extraño ver a su doble llamarla a gritos, aún con la cara de perfecto zoquete... y sin terminar de despegarse de su vecina de la cintura), y él había permanecido estático, contemplando a una evidentemente sorprendida y culpable Beth frente a él. Sólo cuando por fin había comprendido lo visto, en un arranque aún más extraño, se había acercado a la pareja, y le había dicho a Pete en voz baja:

- Hazme caso: no la sueltes. Pase lo que pase ahora, ya no la sueltes.

Después, había salido como un poseso detrás de Jess. Sin volver la vista atrás.

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(Continuará)