TO A WOMAN I CALL HOME.

Sinopsis: "Después de todo, las personas no escriben sonetos sobre ser compatibles o novelas sobre sueños compartidos y conversaciones que fluyen naturalmente cuyo final es feliz y que dejan en el lector esa sensación de plenitud porque todo salió bien. Los grandes amores eran aquellos locos." MINI HISTORIA.

Rating: T.

Advertencia: Tanto Bella como Klaus están ligeramente fuera de carácter en varias ocasiones.

Disclaimer: Lo único que me pertenece de la historia es la trama y los personajes inventados. El resto, en cuanto a Twilight le pertenece a Stephanie Meyer y TVD/TO a la CW y sus escritores.

Author's note: Okay gente, Storybrooke is back! Al menos con las historias involucradas en este tipo de crossovers. La cosa es la siguiente, desde Bound to you, pasando por la ya no existente Sharing your lips, hasta Back to you y más recientemente Two Pieces (que por cierto NO HE ABANDONADO) me han pedido una historia Klaus/Bella, a lo que yo siempre he respondido: quizás en un futuro lo haré, pero por ahora no quiero inmiscuirme en esto. Bueno, decidí que era hora de jugar un poco con Klaus y después de más de tres meses de trabajo ha salido esto. Esta es la razón por la que no he actualizado en Two Pieces.

Originalmente es un muy largo one-shoot conformado por varias drabbles que tienen orden cronológico y secuencia. Pero no necesariamente cuentan una historia totalmente completa, pero al tiempo sí. Decidí publicarlo en tres partes para así hacerles más fácil la lectura. En todo caso, ya está terminado y estaré publicando los otros dos capítulos pronto. Ha sido muy muy muy divertido y agridulce escribir esto. Parte se escribió casi que solo, y parte sufrí para hacerlo pero estoy contenta con el resultado.

Si han llegado hasta aquí, enserio, gracias, muchas gracias por estar dispuestos a darle un chance a esta "mini historia."


To a woman I call home: Part I.

"¡Ella dijo que se iría!" exclamó el hombre al micrófono. Isabella levantó la mirada de entre sus apuntes, "¡ella dijo que se iría y se llevaría todo lo que fuese de ella!" la voz del hombre iba volviéndose más profunda y desgarradora, "y en efecto… se fue, y se llevó todas sus cosas," arrastraba cada sílaba con dolor, "todo lo que era suyo. Se llevó todo…. Se lo llevó todo… y…" Bella podía jurar que en cualquier momento él rompería en llanto y no terminaría. Había tanto dolor y tanta amargura en sus palabras que la hizo estremecer y que su piel se erizara. Sin embargo, contra todo pronóstico el hombre tomó una bocanada de aire como si el simple hecho de respirar fuese un tormento y terminó, "y no me llevó a mí. Yo… yo era suyo."

Ella lo miró mientras jugueteaba con un bolígrafo entre sus dedos. Sus ojos estaban fijos en él pero realmente lo que la tenía hipnotizada eran sus palabras y versos. Todo su ser estaba absorto en lo profundos y melancólicos que eran. En la acentuación perfecta tras cada sílaba y la caída de la voz al final de la oración. En como sentía cada vocal y trataba de hacer que todos allí dentro la sintiesen también.

Desvió la mirada después de un rato y obligó a sus oídos a dejar de escuchar y su cerebro a concentrarse en los papeles frente a ella. Pero por más duro que lo intentara no podía, aquellos versos se habían enterrado en su piel y habían hecho que el vacío en su pecho se hiciese más incómodo. No era tan doloroso como antes, había pasado a ser más que nada una molestia que no quería irse a pesar de que ya habían pasado dos años.

Dos años desde que Edward Cullen había decidido que ella no era la mujer con la que estaba destinado a pasar su eternidad. Desde hacía uno no le daba muchas vueltas al asunto para no revivir recuerdos no gratos. Pero justo hoy, dos años exactamente cumplidos desde el accidente que había determinado su partida la inquietud en su corazón era insoportable, sobre todo porque escondidos detrás de las palaras del tipo rubio con mirada pícara y voz dotada para la poesía, habían llegado a su corazón nuevamente los sentimientos de aquella noche.

Hoy era su cumpleaños.

"¿Qué tal lo he hecho, Bella?"

"Bastante desgarrador, Tommy, creo que acabas de dejar a un par de personas rotas de por vida," Bella sonrió. Sí, aquel guapo rubio de voz profunda era amigo suyo.

"Bueno, esa era la idea."

Hoy era tarde de micrófono abierto para declamaciones poéticas en Bourbon Street, una cafetería diurna que cumplía la función de restaurante bar por las noches, y que estaba ambientada en las calles del barrio francés de Nueva Orleans. Un rincón diferente entre la ajetreada vida de los neoyorquinos. Mañana podría ser pintura en vivo, o noche de talento, jazz, exposiciones… las opciones eran muchas y en ocasiones el lugar estaba tan atestado de gente que de no ser porque de tanto pasar tiempo allí ya conocía al gerente y este la dejaba pasar o reservaba mesas para ella y sus amigos incluso si la noche parecía no dar abasto para nadie más. Para Bella nunca era un día aburrido si lo pasaba refugiada bajo el olor a café y pudines por las tardes, o carne y pastas con una que otra copa de vino por las noches.

Usualmente se sentaría a estudiar en la misma mesa, a veces lo hacía sola pero de un tiempo para acá estudiaba rodeaba de gente. Fuese que estuviese sola o no, ella solo desviaba su atención al escenario si algo llamaba su atención, y Tommy, por ejemplo, siempre solía llamar su atención principalmente porque ella adoraba su declamatoria. Además de que estudiaban juntos en la universidad, y ella había conocido aquel refugio gracias a él. Tommy había sido su salvación de una vida solitaria en Nueva York.

Una chica proveniente de un diminuto pueblo que no aparece en el mapa, viaja a la gran manzana a estudiar doble carrera. Historia y Derecho y se hace amiga de un apuesto y brillante estudiante de Negocios y Derecho. Era casi de película. Y ella estaba más que consciente de lo afortunada que había sido.

"¿Qué haces aquí?" preguntó dejando el bolígrafo a un lado, "pensé que te tocaba quedarte archivando en la biblioteca," el chico frente a ella se encogió de hombros.

"Dejé el trabajo," hubo un corto silencio en el que ella simplemente lo miró sin expresión, "¿qué?"

"Eso de ser podridamente rico con un fidecomiso más grande que lo que cuestan todas las casas en mi ciudad es una maravilla," sonrió.

"Bueno, no puedo quejarme," se reclinó en la silla y puso sus manos detrás de su cabeza.

"¿Enserio lo has dejado?" asintió, "¿qué pasó con todo eso de no depender de tus padres y su dinero?"

"Oh, buscaré otro trabajo, no te preocupes pero… aquí la pregunta importante es, ¿qué haces tú aquí? ¡Es tu cumpleaños, Bella!" Tommy se movió con rapidez y puso las manos en sus apuntes y los tomó consigo, cerrándolos.

"¡Oye! No todos tenemos la fortuna del mundo para pagar una carrera… o dos, algunos de nosotros tenemos una beca que mantener."

"Es tu cumpleaños."

"¿Y?"

"¡Por Dios! Algo muy traumatizante debió haber pasado para que detestes celebrar tu cumpleaños," ladeó la cabeza y no dijo nada cuando Isabella apartó la mirada.

"Por favor."

"Bien, hagamos algo," se acercó, "he organizado una fiesta en mi departamento…"

"Tommy…"

"Solo escucha… irán todos los de la facultad Bella, todos te adoran, pero les haré prometer que no te felicitaran más, ¿está bien?" lo miró, "será como una fiesta cualquiera, nada de cumpleaños, no torta o helado, ni gorros…"

"¿Estabas planeando la fiesta de una niña de cinco años?"

"No puedes culparme por querer torta y helado," rió, "¿podemos por lo menos comprar helado?" Bella no podía decirle que no a los ojos grises que la miraban suplicantes.

"Supongo que el helado está bien… gracias Tommy," se levantó de la silla frente a ella y le dio un beso en la frente. Bella no pudo evitar notar como el suave beso que quizás se demoró más de lo que debía la hizo sentir un cosquilleo divertido en su pecho.

"No hay problema, Bells," desordenó sus cabellos, "pero eso no evitará que te de mi regalo de cumpleaños…"

"Te he dicho que no quería…"

"Tú solo calla, Swan todos aman los regalos así que serás un chica buena. Solo has silencio, sonríe y finge que amas lo que te daré."

Isabella decidió no discutir con él, era imposible. Una vez que alguna idea se le metía en la cabeza no había absolutamente nada que ella pudiese hacer para hacerlo desistir. Se limitó a suspirar.

"¿A qué hora en tu departamento?"

"Siete en punto."

-…-

Sus dedos viajaban ocasionalmente a la pulsera que desde hacía más de dos meses adornaba su muñeca. Para ella era un poco extraña tenerla consigo, en especial porque no solía usar joyas. A duras pena usaba sus aretes y de vez en cuando algún collar. Pero había sido el regalo de cumpleaños de Tommy, y era realmente hermosa y se sentía mal no usarla. En especial porque se veía costosa, y por supuesto iba a ser costosa, cuando Tommy se esmeraba en regalos por lo general gastaba lo que él consideraba justo, y aquello era una gruesa cantidad de dinero.

La pulsera era de plata, de ello estaba segura, y el dije era una delicada lágrima roja con brillantes plateados a su alrededor. Lo que más le gustaba era que no era muy ostentosa pero si lo suficientemente elegante.

"¡Bella!" la susodicha se giró en dirección de la voz.

"¿Qué hay, Helena?"

"Hoy habrá arte en vivo en Bourbon, ¿vienes?"

Rememoró todo lo que tenía pendiente por hacer. Sorpresivamente su día estaba libre, y gracias a que era la última semana de clases y ella había adelantado la mayoría de sus trabajos no le quedaba más que relajarse y esperar las notas para poder visitar a su padre en Forks y darle una vuelta a René y su marido en Florida.

"Seguro, entregaré esto en la oficina de McKellen."

Para beneficio de todos, Bourbon estaba a solo un par de cuadras de la universidad por lo que generalmente caminaban hasta allá. El camino se hacía inclusive aún más corto cuando tenía con ella compañía con la que hablar de trivialidades.

"No recuerdo la última vez que se llenase así por arte en vivo," susurró Bella a su lado. Helena tomó su brazo y la hizo entrar en el mar de gente.

"¿Dónde está…? Oh, mira, allí están todos…"

"¿Estamos celebrando algo?" preguntó al ver el familiar grupo de amigos en la mesa que ellos solían usar cuando estudiaban todos juntos o solo salían a comer. Porque Isabella ahora salía a comer y beber un par de tragos con una muchedumbre de gente. Así de cool era ahora. Quizás era necesario mudarse de Estado y pasar por una fea ruptura para despertar.

"Estamos celebrando que ya estamos prontos a salir… es la última vez que podremos estar todos juntos antes de que la mayoría viajemos… y solo nos volveremos a ver el próximo semestre."

"Lo haces ver como la tragedia más grande, Helena. Volveremos a vernos para la primavera."

"¡Oye! ¿No vas a extrañarme?" rieron. Una vez llegaron a la mesa el ruido ahogó las palabras que ambas habían estado compartiendo. En ocasiones, Isabella no podía evitar sentirse totalmente fuera de lugar entre ese grupo de gente ruidosa y sociable. Si sus antiguas amistades en Forks y Phoenix… incluso los Cullen la viesen en ese preciso momento, probablemente tendrían que comprobar tres y cuatro veces que lo que estaban viendo era cierto porque allí estaba ella, Isabella Swan riendo, jugando y de vez en cuando coqueteando en son de broma con un grupo de diez personas en un café bar.

"¡Atención Bourboneros!" la gruesa voz de Steve, el dueño del local, tronó por el micrófono haciendo callar a todos, "en un par de minutos comenzamos arte en vivo, aquellas personas que participaran por favor dejen el dinero en la barra y son libres de buscar lugar… ¡que el espíritu de Nueva Orleans los invada a todos!" el lugar estalló en vítores y silbidos.

"¿Vas a pintar hoy, Helena?" preguntó Steve. Una vez el hombre bajó del escenario y los vio, se acercó. Los saludó a todos con su brillante sonrisa antes de centrar su total atención en Helena. Isabella había notado que desde hacía un tiempo Steve le venía haciendo ojitos a su amiga, y ella encantada le seguía el juego. Se llevaban unos diez años, y a pesar de que Steve rayaba casi los treinta, ella debía admitir se conservaba guapísimo con su piel canela y sus ojos y cabello oscuro que hacían honra su descendencia latina.

"No, hoy le daré la oportunidad a otros que sean el centro de atención," movió su rubio cabello a un lado y le sonrió. Bella los ignoró y se dedicó a pasear la mirada por el lugar para ver qué artista podía observar.

"Bella..."

"¿Uhm?"

"¿Dónde está Tommy?" miró a Brittany.

"No lo sé… ¿por qué debería saber, Brit?" la pelirroja sonrió misteriosamente y se encogió de hombros. Bella suspiró, "tiene una comida donde sus padres y gente importante, no vendrá."

Desvió la mirada de ella y rogó que no comenzase con la idea de que Tommy y ella debían estar juntos. En ocasiones a Bella le aterraba lo extrema que podía ser Brittany planeando su supuesto futuro matrimonio con él. Optó por la opción que evitaba cualquier conversación… se puso en pie y caminó por el lugar. O al menos dio trompicones por todas partes. Con su suerte terminaría con la cara contra alguno de los lienzos y su nariz pintada con óleo.

Solo le tomó un minuto a sus ojos capturar la imagen. A diferencia de las demás pinturas, esta era oscura, y no solo por la contundente paleta de colores oscuros porque estos no definían la felicidad o tristeza detrás de un dibujo, era más bien lo que trataba de interpretar.

Hasta ese momento no era más que el bosquejo de un bosque que parecía siendo azotado por una tormenta de nieve. Escondido entre las sombras a medio pintar estaba lo que lucía como la figura de un caballo.

Se acercó poco a poco. La pintura la atraía por su profundidad y sus trazos que aunque agresivos terminaban en delicadas figuras que se adueñaban del cuadro.

"Lo siento," masculló cuando tropezó con un hombre que había dado dos pasos hacia atrás al tiempo que ella dio dos hacia adelante. Levantó la mirada sintiendo sus mejillas enrojecer. Había viejos hábitos de su cuerpo que no había aprendido a controlar aún y que ella había comenzado a odiar. Ese era uno de ellos. ¿Por qué debía de sonrojarse por todo?

"No lo sientas, amor," su fuerte acento británico la arrastró a una época londinense de finales del siglo diecisiete. Notó que no era un acento regular con solo pocas palabras. Lo primero que le llamó la atención fueron sus ojos verdes. Eran oscuros y profundos, enmarcados por pestañas espesas pero no muy largas. Su cabello corto y casi bronce contrastaba con su piel blanca. A Bella le incomodó un poco la sonrisa juguetona que bailaba en sus labios; "y eso cuenta como el examen más largo que alguna vez me hayan hecho, no es que no me sienta halagado, todo lo contrario."

"¿Qué?"

"Llevas un rato mirándome, asumí que estudiabas mi atractivo," Bella parpadeó sintiendo sus mejillas calentarse nuevamente. Genial, un egocéntrico. Tomó una honda respiración y cuadró sus hombros. Algunos hombres acababan con su atractivo cuando abrían la boca.

"Dejaría de observarte si te quitaras de mi camino, estás entre una pintura genial y yo," se cruzó de brazos y esperó su respuesta. Si de algo estaba comenzando a sentirse orgullosa era de haber aprendido que no había necesidad de encerrarse con sus propios pensamientos y armarse una prisión por voluntad. Ya lo había hecho una vez y en definitiva no iba a ser lo suficientemente imbécil como para repetirlo nuevamente. Eso no significaba que su vida privada iba a dejar de serlo. Todos no podían saberlo todo y habían algunas cosas que ella prefería no compartir.

"El artista aprecia la observación."

Fue en ese momento que Bella se fijó en las manos del hombre frente a ella. Estaban sucias de pintura, una de ellas sostenía un pincel y la otra un trapo lleno de colores oscuros.

"Oh," el hombre le sonrió y se dio la vuelta.

"Eres libre de quedarte a ver, amor, no me molesta."

Se calló. En parte porque la gente comenzaba a acumularse, y en parte porque si decía algo más probablemente iba ser alguna tontería. Se dedicó a observarlo pintar. A ver cómo le ponía el alma a cada trazo. Bella se encontró con su mirada en más de una ocasión cuando él retrocedía para tener una mejor visión de cómo iba quedando su pintura y le echaba un vistazo a ella, casi que riéndose. Como si él entendiese algún chiste que ella no captaba. Quería enojarse con él pero simplemente no podía.

La gente iba y venía. Algunos se quedaron por más tiempo, y otros, se había dado cuenta Bella, estaban allí desde que él había comenzado el dibujo.

Lo que más le gustaba a Bella del arte en vivo era que los artistas no se inscribían para ganar dinero o premios. O pintaban por reconocimiento, a pesar de que este venía solo como consecuencia de la exposición y el talento. Pintaban porque les apasionaba, porque querían dejar una parte de ellos en un lienzo, porque querían mostrar una parte de su vida, de su alma, de lo que eran o querían ser. Pintaban por simple placer. Y no había nada más hermoso que una pintura hecha por el simple beneplácito de hacerla.

"¿Y bien?"

Dejó su pincel a un lado, y se apartó. La gente se acercó más al cuadro y lo observó con detenimiento. A ella le gustaba mirarlo a la distancia porque sentía que podía apreciarlo mejor, después se acercaría y se bebería cada detalle.

"Es bastante oscuro," pasó sus manos por sus brazos para calentarse. A pesar de la cantidad de gente en el lugar, el frío se filtraba por debajo de las puertas y ventanas, "el caballo blanco no pretende ser fantasmal, ¿cierto?" ella no esperaba respuesta.

"No."

"No es un bosque encantado o algo así," se apresuró a comentar Bella al haber escuchado a un par de personas llegar a esa conclusión, "algunos árboles tienen rostros pero me atrevo a decir que pareciese que gritaran auxilio," Bella reconoció el mensaje tras la pintura porque era el mismo mensaje que ella imprimía en las letras que escribía. Era algo con lo que ella podía identificarse, "el corcel en medio de tanta oscuridad es esperanza, la tormenta de nieve quizás la detonación de un tiempo triste y la luna que brilla tan fuerte… me parece que es cliché," Bella sonrió absorta en lo que veía. Sus ojos estaban tan fijos en el cuadro que no notó la mirada curiosa que le daban. O la forma como él había ladeado la cabeza y la analizaba a ella como ella lo hacía con su cuadro, "un rayo de luz entre la soledad. Es un cuadro agridulce."

Hubo un largo silencio entre los dos.

"Entonces, ¿tengo tu aprobación?" finalmente susurró el hombre.

"Me gusta," admitió, "me gusta mucho."

"Bien, entonces es tuyo," Bella movió su cabeza a la derecha encontrándose de inmediato con un par de ojos verdes serenos.

"¿Qué?" frunció el ceño.

"Un gracias, eres muy amable sería mejor que un qué."

"Espera, ¿has dicho que me darás el cuadro?"

"Creo que eso dije."

"¿Gratis?" era un cuadro demasiado bien hecho. Incluso para los ojos inexpertos en pintura y arte como los de ella, aquella pieza hecha en dos horas era muy buena. Debería estar exhibida en alguna galería.

"¿Quieres que te cobre?"

"¿Vas por la vida regalándole cuadros a cualquiera?"

"No, no a cualquiera," extendió su mano, "Nicklaus Mikaelson," se presentó, "llámame Nick o Klaus," Bella miró la mano más tiempo del debido pero finalmente la estrechó, "de hecho solo Nick estaría bien."

"Bella Swan."

"Muy bien, Bella, ahora no eres una persona cualquiera," le dio una sonrisa completa tan bonita que la obligó a ella a devolvérsela. Bella notó que sus manos seguían estrechadas pero, Nick o Klaus, no la soltó. Por el contrario, la acercó a sus labios y depositó un beso tan suave que apens y sus labios le rozaron la mano. Pero el contacto fue suficiente para su cuerpo porque al instante un cosquilleo recorrió desde su columna hasta sus piernas, "fue un placer, Bella, cuida de mi pintura."

"Espera, espera," lo detuvo, él se iba a ir sin más, y Bella no pensó que aquello sobre regalarle la pintura iba enserio, "¿realmente me la darás?" Nick observó con una sonrisa ladina la mano con la que Bella lo había hecho detenerse. La retiró de inmediato sintiéndose enrojecer. Por un momento creyó ver un atisbo de sorpresa y curiosidad en la mirada de Nick pero fue un momento demasiado corto, o quizás se lo había imaginado porque ahora solo la veía sin emociones a pesar de que en sus labios bailaba la misma sonrisa.

"Ya veo… problemas de confianza, ¿eh?" se acercó medio paso a ella, "te he dicho que sí iba a dártela."

"¿Pero por qué?"

"Porque quiero, porque puedo, porque te gusta," se miraron por un momento en el que Bella intentó con todas sus fuerzas descifrar el misterio tras aquellos orbes esmeraldas.

"Gracias," dijo finalmente, ¿qué más podía decir? Nick asintió y le guiño un ojo. Bella apartó la mirada topándose con el cuadro que ahora le pertenecía y cuando giró nuevamente a ver a Nick este se había ido. Se había perdido entre el mar de gente y la había dejado con una sonrisa en el rostro y una nueva pintura para su departamento.

-…-

Había algo curioso en la forma como el cuadro parecía que perteneciera a la pared en la que Bella lo había colgado. Pensó dejarlo allí solo por un tiempo, mientras ella encontraba otro espacio que no fuese en la mitad de la sala pero incluso ahora, después de regresar de sus vacaciones de invierno, no había otro lugar en donde ella prefiriese tener el cuadro más que allí.

Recogió su cabello en un moño alto, tomó su ligero abrigo de lana y su bolso, y salió. Era un lindo sábado por la tarde y no había un mejor lugar al que ir que Central Park a leer un rato bajo la sombra de algún árbol viejo y con la brisa fría que parecía no quería irse aún.

Usualmente tomaba el metro, o cuando se lo podía permitir tomaba un taxi. En ocasiones Tommy adivinaba sus pensamientos y la llevaba en su auto hasta allá. Pero hoy, ella prefería caminar. Y lo hizo, iba a terminar cansada cuando llegara pero iba a valer la pena.

Una vez hubo divisado el verdor del lugar y sus piernas no daban para otro paso, decidió que era hora de comprar algo de tomar y quizás algún bocadillo para matar el hambre mientras leía. Entró a una cafetería cerca y compró un nevado de limón bastante frío y una cajeta de cigarrillos, no porque ella fumase si no porque si lo compraba le regalaban un paquete de galletas. Le salía mucho más económico de aquella manera, y la economía era algo primordial cuando eras una estudiante trabajando medio tiempo en la biblioteca para poder pagar todas las cuentas. Después buscaría una caneca donde botarlos.

Salió y de inmediato su cuerpo fue calentado por el sol que se había dignado a bajar por un rato, pero no pasó mucho tiempo para que sintiera la fuerza de la brisa enfriar su nariz. Era una cosa rara el clima en Nueva York, cualquiera pensaría que después de que ella llevase casi dos años allí se había acostumbrado, pero no.

"Eso no es una buena idea, amor," dio un respingo casi derramando su refresco en el proceso. Su corazón latió con fuerza. De no ser porque tenía su cuadro en su casa, Bella hubiese pensado que aquella noche en Bourbon había sido pura imaginación suya, pero claramente la idea de que un hombre apuesto con un talento impresionante para la pintura le hubiese regalado un hermoso cuadro, no era una fantasía. Ni si quiera su cerebro podía haberse imaginado algo así y ella tenía una imaginación bastante vivaz.

"¡Dios del cielo! ¿Vas por la vida matando a la gente del susto?" Bella acomodó su bolso en su hombro y pasó una mano por su oreja echando para atrás un mechón que había quedado suelto y le estaba haciendo cosquillas.

"Te sorprendería saber cuál es la respuesta a esa pregunta," la sonrisa de Nick era juguetona y ella no podía evitar sentirse cohibida cuando sus ojos la recorrían.

"¿Qué haces aquí? ¿A caso estás siguiéndome?"

"¿Siguiéndote? Ahora, dame una buena razón de por qué estaría siguiéndote," Bella se encogió de hombros.

"No lo sé… tú dime, tú eres el que aparentemente me está siguiendo. Lo cual permíteme apuntar es bastante espeluznante," Nick rodó los ojos divertido, "¿qué no es una buena idea?"

"Fumar, daña tus pulmones," señaló con su cabeza la cajeta que Bella tenía en una mano.

"No fumo," se limitó a responder. Ella no tenía que dar más explicaciones. Retomó su camino, esta vez con Nick a su lado que aparentemente había decidido unírsele. Isabella no estaba segura si debía sentirse asustada, precavida o emocionada. Probablemente en ese momento las tres emociones recorrían su cuerpo de arriba abajo. Sabía a la perfección qué era sentirse espiada o seguida, no es como si Nicklaus le estuviese dando motivos para pensar eso… o quizás sí… no lo sabía. En caso tal no le gustaba.

"¿Te importa si me uno?"

"Ya lo estás haciendo."

"No me has dejado terminar," el semáforo de la calle justo antes del parque se iluminó en rojo y Bella aprovechó la oportunidad para detenerse y poder mirarle a los ojos. Error grande. Él era por lo menos un cabeza más alto que ella y por su postura arrogante y segura, se hacía ver más alto. Y aquellos ojos verdes profundos eran peligrosos. Hermosos, sin duda pero peligrosos.

"Muy bien, habla."

"¿Qué ibas a hacer justo ahora?"

"Iba a leer en el parque," ladeó la cabeza y sus ojos se agudizaron.

"Quiero pintarte," Bella parpadeó desorientada por unos segundos.

"¿Cómo?"

"Vas a estar leyendo, y yo voy a estar pintándote."

"Espera, ¿quieres pintarme mientras estoy leyendo?"

"Pensé que antes lo hacías a propósito pero ya me he dado cuenta que es algo tuyo, sin embargo debo preguntar, ¿cuántas veces deberé repetirte lo que he dicho en todas las conversaciones que tenemos?" su cuerpo la traicionó haciéndola sonrojar.

"Tampoco es como si hallásemos tenido muchas," murmuró.

"Estoy dispuesto a cambiar esa sentencia."

"¿Qué ganas tú?" preguntó ignorando sus últimas palabras.

"El placer de pintarte," metió las manos a los bolsillos delanteros de su jean. Bella calló por un largo rato y se quedó mirándole.

"¡Hija, dile rápido que sí, y deja a los ancianos cruzar la calle!" la anciana detrás de ella tenía los ojos entre divertidos y soñadores, tenía aquella mirada de los que habían vivido mucho y sabían aún más. Bella siguió sin decir nada y cruzó la calle llegando finalmente al parque y sintiendo su cuerpo relajarse.

"Está bien," no tenía que girarse para saber que él estaba a unos pasos detrás de ella, "¿cómo se supone que me pintarás? No tienes nada," se cruzó de brazos y lo miró expectante.

"Tú siéntate donde usualmente lo haces y yo llegaré allí en un rato. No me mires así, llegaré en cinco minutos."

Bella asintió y caminó por el sendero sin girar atrás. Había encontrado un lugar perfecto en el interior del parque hacía año y medio. Una banca decolorada entre árboles frondosos y frescura inigualable. Era un rincón que ella había tomado como suyo, pues los demás lectores que se agrupaban por allí en las tardes, como ella, habían escogido sus lugares también.

Se sentó y se acomodó. Abrió su más reciente adquisición, un nuevo y brillante ejemplar de El amor en los tiempos del cólera, de un autor colombiano que ella quería leer desde hace un tiempo. Gabriel, se llamaba.

"Lindo. Yo prefiero Cien años de soledad, pero ha sido una buena elección," se sobresaltó, de nuevo. Notó por qué sus nervios se crispaban tanto cuando era sorprendía así. Le recordaba a loa Cullen y su velocidad inhumana y habilidad de parecer ninjas.

Bella lo miró de reojo sacudiendo sus pensamientos y él ni siquiera se molestó en levantar la mirada de un cuaderno de bocetos que tenía en sus manos. Estaba sentado en una banca a poca distancia de ella y trazaba líneas. O al menos eso lo supuso.

Por un buen momento no dijeron nada. Cada uno se limitó a su oficio, y por momentos cuando Bella tomaba de su jugo, o agarraba un par de galletas esta le echaba una mirada para detallarlo, hasta que finalmente no soportó el silencio y bajó el libro. Y fue allí donde ambas miradas por fin se encontraron y se suspendieron por un rato. Él bajó el lápiz y se arregostó en la banca pasando su brazo por el espaldar.

"¿Qué?" a pesar de que había sido casi un susurro, él pudo escucharla. Tampoco era que estuviesen a una distancia considerable.

"He estado meditando en el gran placer que pueden proporcionar unos ojos hermosos en el rostro de una mujer bella," a Isabella le tomó un tiempo reconocer la frase. Quizás se hubiese demorado menos si no la hubiesen deslumbrado las palabras y la dulzura con la que la había dicho. Y sus estúpidos ojos.

"Fitzwilliam Darcy," Nicklaus rio. No era una carcajada, o tampoco una risilla, era algo intermedio. Bella frunció el ceño.

"Oh, no me rio de ti, amor," se explicó de inmediato, "eres bastante predecible… me rio de que confirmaste una teoría," aquello la hizo dejar el libro en su regazo y cruzarse de brazos.

"¿Y esa es?"

"Eres de las que sienten y se graban en la memoria fragmentos no solo por placer si no porque los lees muchísimas veces, ¿me equivoco?" se puso en pie y se acercó a donde ella estaba y se sentó. No exactamente a su lado, estaban en extremos opuestos de la banca, "luces como alguien que fue sacada de otra época y fuese sido despertada en esta. Como si tu alma y tus ojos fuesen más viejos que tú."

"¿Quién eres?" le preguntó. Había algo en ese hombre que le fascinaba y la intrigaba a la vez.

"Puedo ser quien quieras que yo sea."

"Nicklaus Mikaelson," dijo Isabella sin titubear, "ese es quien quiero que seas."

-…-

"¡Y es entonces! ¡Y es entonces cuando nos damos cuenta!" un exclamación profunda que fue decayendo, "nos damos cuenta que se puede tener en lo más profundo del alma un corazón cálido, y sin embargo puede que nadie jamás acuda a él."

Una ronda de aplausos, y Mikke, bajó del escenario en medio de sonrisas y reverencias exageradas que eran hechas a propósito. Cuando pasó al lado de Bella la saludó con una sonrisa, y ella le devolvió el gesto con un asentimiento. De tanto tiempo que pasaba allí, ella había conocido a la mayoría de los poetas empíricos que declamaban su alma en el micrófono.

Tomó un sorbo de su café y garabateó unas cosas en la parte inferior de su cuaderno de notas. En ocasiones robaba frases para recordarlas más tarde y usarlas cuando le eran necesarias. Eso sí, siempre dando el crédito si su uso era oficial en algún trabajo o publicación.

Bella levantó la mirada para encontrarse con Nick frente a ella y por muy raro que fuese no le sorprendió su inesperada aparición. Lucía cansado, quizás hasta desesperado. No lo había visto desde hacía poco menos de un mes. Desde que se quedaron hablando en Central Park hasta que la luna alcanzó su cenit y ella tuvo que irse de regreso a su departamento, con la promesa de que él volvería pronto. Al parecer lo que él consideraba pronto era un mes. Aunque honestamente, ella había pensado que quizá se tardaría más. Así que no se quejaba demasiado.

"Oye, ¿estás bien?" preguntó. No respondió, deslizó por la mesa una hoja enrollada en forma de pergamino. Bella lo miró a él y luego a la hoja en repetidas ocasiones. Finalmente la tomó entre sus dedos y la desenroscó, encontrándose con un retrato de ella leyendo bajo un roble. Era el dibujo que él había estado haciendo de ella en Central Park. Solo que ya no era un bosquejo a blanco y negro. Tenía colores y ella debía admitir que se veía bien, "gracias."

Una sonrisa ladina que no le llegó a los ojos.

"¿Qué haces?"

"Estudio," Bella lo analizó por un minuto antes de volver su mirada a sus papeles sin realmente estudiar lo que debía. Por más de una hora se quedó callado. Le hizo compañía en silencio, con la mirada perdida y los hombros tensos. Bella dejó su bolígrafo a un lado y chasqueó los dedos frente a él. Parpadeó, "Muy bien, ¿qué sucede? ¿Pasa algo?"

"No."

"Por qué será que no te creo."

"Por qué será que me importa muy poco lo que creas o no," le respondió entrecerrando los ojos. Los labios de Bella estaban ligeramente entreabiertos de la sorpresa. Nick se levantó y desapareció literalmente de su vista. Como si jamás hubiese estado allí, simplemente ¡puff!

Decir que estaba sorprendida era poco, y no por la forma cortante con la que le había hablado. Isabella no supo cuánto tiempo tardó en asimilar el hecho de que él se había esfumado a una velocidad tan impresionante que solo la hizo recordar a una cosa. Algo que esperaba no volver a presenciar, y había esperado haberse alejado de toda clase de cosa similar al dejar el pequeño pueblo nublado por una ciudad ruidosa, soleada y tumultuosa.

Vampiro.

Pero… él en definitiva no lucía como uno. De hecho había caminado con ella por Central Park mientras el sol estaba escarnecedor y no había brillado en el proceso. Porque la explicación que podía encontrar para justificar la velocidad con la que se movió era eso… vampiro. Su mano voló a la cicatriz en su muñeca y la acarició por pura costumbre.

Tantas preguntas cruzaban por su cabeza al tiempo que no podía poner orden entre una u otra. Sin embargo la que más relucía en ese momento era una sola… ¿estaba a salvo?

-…-

Después del crepúsculo, la hora favorita del día de Isabella era justo ese momento entre diez y once de la noche en la que parecía haber calma en su apartamento. Inclusive en medio de todo el caos que era en ese momento su pequeño hogar por motivos de una remodelación pagada por su madre, Isabella no podía dejar de sentir la tranquilidad de la hora. Quizás una calma asesina. Como esa que viene antes de una tormenta. Se estremeció.

Se aventó en el sillón dejando a un lado aquel pensamiento perturbador y se acomodó para ver alguna película hasta tarde. Después de todo era la semana de pascua y ella estaba libre. Por fin.

Dos toques firmes en la puerta hicieron que su corazón se acelerase. No esperaba a nadie, y todos sus amigos y compañeros de la universidad siempre avisaban antes de llegar. Los únicos eran Tommy y Helena, pero ambos habían viajado.

No le gustaban las visitas sorpresas. O las visitas en general.

Se levantó con lentitud y tomó su celular que siempre tenía en marcación inmediata a la policía. Más por exigencia de Charlie que por ella, pero nunca se sabía cuándo era necesario. Nueva York era conocida por ser el punto de concentración de todos los locos en Estados Unidos.

"¿Quién es?" preguntó una vez tuvo la mano en la perilla.

"Soy yo," el celular cayó de la mano de Bella haciendo un sonido sordo contra el nuevo y brillante piso de madera. Se congeló el tiempo por un momento y ella pudo sentir como su pulso se aceleraba. Incluso si llamaba a la policía, ¿qué haría la pobre defensa de los civiles contra un posible vampiro?

"¿Qué quieres?" hubo un suspiro.

"Quiero hablar contigo," Bella comenzó a mordisquear el interior de sus mejillas y tuvo que darle repetidas órdenes a su corazón de que se tranquilizara.

"¿Cómo sé que no vas a herirme?"

"¿Herirte?" sonaba confundido, casi extrañado. Bella tomó una profunda respiración.

"Sé lo que eres… o al menos eso creo," se supone que debía sonar amenazadora pero no engaaba a nadie. Estaba aterrada.

"Eres una chica lista," dijo después de unos segundos, "después de mi imprudencia supuse que lo averiguarías… además claramente has lidiado con esto antes… y sobrevivido," hizo una pequeña pausa, "me di cuenta de tu muñeca, amor," los ojos de Bella viajaron a la herida en forma de media luna que le recordaba constantemente su pasado, "abre la puerta."

"No confío en ti," le susurró. Hasta ese momento todos los vampiros que había conocido le mentían. Y la herían. Y Bella apreciaba su vida, muchas gracias.

"Y es comprensible, pero no voy a herirte, si quisiera hacerlo tuve y tengo miles de oportunidades, ¿no crees? Además, no puedo hacerte daño si no puedo entrar a tu casa."

Aquello atrajo su atención.

"¿Qué quieres decir?"

"Cariño, a diferencia de los vampiros fríos con los que te cruzaste, yo no puedo entrar a una casa a menos que sea invitado," la perilla giró sin vacilación. Él había admitido indirectamente de que era un vampiro, y no solo eso, se había clasificado fuera de los Cullen. Ahora sí Bella estaba aún más curiosa y probablemente loca porque él podía estar mintiéndole y ella podía estar avecinándose a su muerte, segura y cruel. Lentamente abrió la puerta y ante sus ojos apareció Nick arregostado al lado del marco de la puerta. Intentó mover su pie dentro de la casa haciendo que Bella diera un respingo hacia atrás, pero efectivamente no pudo ni siquiera meter el pie dentro del apartamento, "tranquila, amor," extendió la mano y era como si hubiese una pared invisible evitando su entrada, "ves, no te he mentido."

"¿Por qué?" susurró. Nick la recorrió con la mirada, y fue entonces que Bella se dio cuenta de que llevaba su sostén deportivo, pero por fortuna no llevaba el diminuto short de unas horas antes si no una sudadera ancha y larga… aun así sintió vergüenza y sus mejillas calentarse. Debía de haber un curso en algún lado o una operación la cual hiciese desaparecer sus sonrojos.

"Brujas," respondió encogiéndose de hombros, "Hola Bella," la miró. Realmente la miró. Y el sentimiento no identificado en aquellos ojos verdes le hizo recordar la primera vez que lo vio. Ojos que escondían dolor y camuflaban sentimientos fuertes.

"¿Qué es lo que quieres?"

"Ofrecerte una disculpa, fui grosero, lo siento."

"¿Un mes y medio tarde para una disculpa, no crees?" se cruzó de hombros, "y también un viaje muy largo."

Bella sabía que vivía en un pueblito en Virginia. Él se lo había dicho aquella tarde-noche en el parque. De hecho se habían dicho muchas cosas, contado muchas historias, pero no fue hasta ese preciso momento que se cuestionó, ¿qué tanto de lo que él le había dicho era cierto? Lo más probable era que todo fuese una mentira, que él ni siquiera viviera en Virginia o se llamara Nick.

"Normalmente no me disculpo, Bella, de hecho," se cruzó de brazos y continuó recostado, "asesino a gente a modo de disculpa y cuando estoy de mal humor, y eso es generalmente siempre," Bella comenzó a sentirse nerviosa, y él pareció notarlo, "el punto es… sí he hecho un largo viaje y he venido hasta la puerta de tu casa a pedirte una disculpa y eso es lo más noble que he hecho en… mucho tiempo. En cuanto al mes y medio… soy un hombre ocupado, y mis negocios no los dejo desatendidos y a la deriva, pero aquí estoy haciendo una excepción por ti."

"¿Cómo supiste dónde vivo?" él rio.

"He dado un discurso algo amenazador y sincero… ¿y eso es lo que preguntas?" Bella se encogió de hombros.

"Disculpa si mis prioridades están organizadas de manera que mi seguridad sea lo más importante."

"Pregunté por aquí y por allá, puedo ser muy convincente… ¿puedo entrar?"

"¿Por qué?" Bella estaba siendo curiosa y quería una respuesta sincera.

"Porque necesito hablar con alguien," suspiró.

Bella no supo descifrar todas las emociones en el tono de voz de Nick, pero algo en su corazón le decía que él estaba siendo sincero, y necesitaba un par de oídos prestos. Sin embargo ella no estaba totalmente segura si quería saberlo todo porque algo le decía que la historia de Nick no era una muy feliz.

"Siéntate allí afuera y yo me sentaré acá, así hablamos," enarcó una ceja y le sonrió ladinamente.

"Está bien, me lo merezco" respondió sentándose en forma de meditación. Bella le imitó entreabriendo la puerta aún más.

Y entonces, una vez más sus miradas se sostuvieron y no hubo máscaras en ninguno, Nicklaus Mikaelson le contó todo. Le contó la verdad. Cada palabra que salía de su boca la intrigaba y la ponía nerviosa a la vez. Su corazón le latía con fuerza contra su pecho al escuchar las historias, los pensamientos y deseos que quizás él nunca había compartido con nadie más y que lo estaba haciendo ahora con ella de forma tan sincera y pura.

No supo que había estado aguantando la respiración en el último relato hasta que él lo terminó y ella pudo soltar el aire almacenado en sus pulmones.

Probablemente iba a tomar la decisión más estúpida que había tomado en mucho tiempo. Y ella era experta en decisiones estúpidas.

"Eres libre de entrar cuando quieras, Nick, solo procura no matarme mientras duermo. He aprendido a apreciar mi vida."

Con ello Bella lo despidió, levantándose del piso y cerrando la puerta, deseando que no se hubiese equivocado en confiar en esos orbes verdes. Quizás estaba loca, después de todo, ¿quién le abre las puertas de su casa y de su vida a un vampiro con una lista roja tan grande que no se puede contar y con un historial tan violento y aterrador? Solo ella. Estúpidas decisiones.

-…-

Un par de golpes en la puerta hicieron que Bella dejara de ultimar los detalles de su departamento y se dispusiera a abrir.

"¿Isabella Swan?" frunció el ceño.

"Sí, soy yo," el muchacho frente a ella le tendió una planilla con unos papeles de entrega y un bolígrafo.

"Firme allí abajo," Bella leyó por encima el formato.

"¿Qué estoy recibiendo?" el hombre se encogió de hombros y tomó la planilla de ella.

"Solo entrego," respondió retirándose por el pasillo en busca del ascensor, no sin antes entregarle una caja pequeña. Cerró la puerta.

Bella revisó la caja que no tenía sello ni procedencia. La abrió con cuidado y se sorprendió de encontrar un libro en ella. No que un libro en una caja le sorprendiese o que ella recibiera un libro de esa manera. Era la clase de libro. Una primera edición de Cumbres Borrascosas a la que los años se le notaban al igual que el cuidado. A Bella casi le dio miedo sacarlo de la caja, de hecho le daba miedo mirarlo por mucho tiempo y que se desgastara solo con la mirada.

Se sentó en el sofá y como si tuviese en sus manos una bomba atómica a punto de explotar, lo abrió. En la primera hoja había una nota a tinta negra y en letra elegante y cursiva.

¿Sabes qué es interesante sobre las personas que leen? Usualmente su parte favorita de leer es el momento preciso en que su mente se fusiona tanto con la historia que pierden sentido de realidad y ubicación espacial, y simplemente se sumergen a una historia que es mucho más interesante de lo que la de ellos jamás será.

El problema, es que dudo que esas historias sean tan interesantes como las nuestras… o tan peligrosas.

Nick.

Bella sonrió. Sonrió y sonrió hasta que sus mejillas le dolieron. De hecho podía dejar de sonreír, si bueno, realmente pudiese.

Acarició el libro una y otra vez. Aquella noche antes de dormir, leyó varias páginas y no pudo concentrarse en las palabras porque los ojos verdes de Nicklaus bailaban por su cabeza. Cumbres Borrascosas se adueñó de un espacio de la mesa de noche de Isabella durante un largo tiempo. Y Klaus, parecía estarse adueñando de otra cosa.

-…-

"¡Mira la hora Bella! Técnicamente las mujeres del planeta Tierra se hacen esperar para una cita y acabo de referirme a mí misma como si no fuese de este. Pero ya sabes si dicen que a las seis estarán listas realmente están listas media hora después, entonces llegan y hacen una entrada asombrosa. Pero no me gusta hacer esperar y siento que lo estoy fallando al género femenino al llegar temprano a una cita, pero honestamente..." a medida que Helena hablaba recogía sus cosas y Bella realmente se maravilló de que pudiera hacer ambas cosas al tiempo a la misma rapidez.

"Necesitas respirar," le sonrió, "estoy segura de que Steve estará igual o más nervioso que tú." Hubieran podido terminar el ensayo la noche de mañana pero su amiga era terca en cuanto a trabajos se refería. Debieron terminar hasta la última oración para que ella pudiese querer irse tranquila. Bella recogió sus cosas pero sin prisa, y se tomó su tiempo para caminar de vuelta a casa. Sin embargo tuvo que estar todo el camino mirando hacia atrás. Tenía la sensación de que alguien respiraba sobre su cuello. Y no en una forma sexy.

Por un momento se detuvo y miró a ambos lados, esperando que fuese idea suya. O que al menos fuera Nick. Pero no hubo nada. Rio por lo bajo ante la ironía del asunto. Sentirse segura si quien la siguiera fuese un vampiro original.

El clima estaba indomable y el cielo estaba tan encapotado que las calles se veían grises. Apresuró el paso. Estaban en temporada de lluvias, y era la cuarta vez en la semana en la que sentía que la vigilaban.

Llegó finalmente al edificio y subió rápidamente las escaleras. Una tormenta eléctrica había dañado el ascensor y a ella le tocaba subir hasta el sexto piso. Lo tomó como ejercicio, el único que hacía y que haría en toda su vida.

"¿Qué…?" no estuvo aún si quiera frente a su puerta cuando se dio cuenta que habían forzado la entrada. Sin embargo al entrar, no había nada fuera de lugar. Todo estaba como lo había dejado al salir.

Solo había una nota sobre la mesa.

Ojo por ojo, diente por diente, Isabella. Mi venganza está cerca.

V.

Sintió su presión descender de golpe y dejó de respirar. Solo había una sola persona en el mundo que la odiaba lo suficiente como para amenazarla de muerte y estar realmente dispuesta a cumplir su amenaza, y esa era Victoria. Buscó su celular rápidamente sintiendo su respiración irregular y su corazón latir furioso contra su pecho.

"¿Hola?" Bella no podía hablar. Sus palabras habían muerto en algún punto entre su cerebro y su boca, "¿hola?" tragó en seco. Escuchaba un sonido muerto en sus oídos, como un pitido constante. Hubo una pausa en la otra línea, "¿Bella?"

"Nick," tartamudeó.

"Bella, amor, ¿qué sucede?" él le había dado su número. Le había dicho que cualquier cosa que necesitara lo llamase. Le había dicho que si alguna vez lo necesitaba con urgencia solo debía llamarlo y él estaría allí sin importar qué.

"Te necesito Nick, no sabía a quién más llamar, ellos no vendrán y de todos modos no sé cómo contactarme con ellos y aunque lo quisiera no sé si podría y… ella… ella quiere asesinarme," le susurró como pudo. Hubo un silencio corto del otro lado de la línea.

"¿Quién quiere asesinarte, amor?"

Ellos se habían contado sus historias. Sabían todo el uno del otro. Él conocía su historia de pies a cabeza, en especial la que involucraba vampiros. Y ella sabía de su pasado y presente, de su historia llena de sangre, dolor y sufrimiento y solo unos pequeños vislumbres de felicidad. Sabía cuán cruel podía ser y cuan poco le importaba la gente, y por todo esto es que ella no entendía por qué él era tan bueno con ella.

Pero no era un momento para volverse filosófico.

"Victoria," tomó una gran bocanada de aire intentando tranquilizar sus nervios, "Nick… por favor, tengo miedo," admitió.

"Estoy en camino," no hubo vacilación y ella de inmediato se sintió segura.

-…-

Bella apresuró el paso. La mañana estaba fría y ella se suponía no debía estar afuera, al menos debía esperar por Nick. Pero le tocaba entregar un trabajo y no podía darse el lujo de quedarse en casa. Por suerte ya estaba llegando a su departamento. Cruzó la esquina y se escabulló por la parte de atrás del edificio. Saludó al conserje y subió las escaleras de a dos escalones. Con su torpeza probablemente se estamparía la cara contra el piso.

Chequeó su teléfono. Desde que había llamado a Nick anoche, no se habían vuelto a poner en contacto. Bella sabía que por lo menos era un día de camino a Nueva York desde Virginia.

Su boca efectivamente probó el piso de su departamento una vez puso un pie adentro. Y no precisamente por la torpeza que la caracterizaba.

"Hola Bella, ¿me extrañaste?" era un siseo viperino que erizó cada cabello de su cuerpo. Intentó ponerse en pie pero el tacón de Victoria estaba en su espalda presionando con fuerza. Podía romper su piel y atravesar su cuerpo si ella lo quisiera solo con su zapato.

El golpe había sido fuerte, Bella lo supo no porque algo le doliese, sino porque su boca estaba probando su sangre y su visión se había nublado. El dolor, supuso ella, vendría después de que la adrenalina y el miedo la dejaran. O cuando muriese. Probablemente la segunda opción.

"¿Qué sucede, Bella? ¿Te comieron la lengua los ratones?" Victoria la tomó por el pelo y la arrastró por la pequeña sala hasta una de las sillas de la barra de la cocina. Bella jadeó de dolor cuando su victimaria la levantó de un tirón por el cabello y la sentó. Le sorprendió el autocontrol de Victoria, su boca estaba ensangrentada y los ojos borgoña de la vampiro miraban la sangre con un deseo controlado bastante admirable. Acercó su dedo a su boca y Bella retiró la cabeza, provocando que las uñas de Victoria se clavaran en sus mejillas y la obligaran a mirarla. El dedo índice de la otra mano recogió el hilo de sangre que descendía por una de las comisuras de los labios de Isabella, y se la llevó a la boca, saboreándose, "delicioso," susurró.

"¿Por qué estás haciendo esto?" masculló Bella como pudo, las lágrimas de impotencia estaban acumulándose en sus ojos pero no las dejaría bajar, "yo no maté a James, fue Edward y yo ya no estoy con él," sus uñas se enterraban con más fuerza sobre sus mejillas arañándolas.

"¿Estás sugiriendo que ataque a Edward, Bella?" Victoria chasqueó la lengua, "mi amado James era impulsivo," le espetó en la cara, "pero yo no. No soy lo suficientemente estúpida como para atacar a Edward yo sola," Victoria dejó ir su rostro y caminó por la cocina rebuscando en los gabinetes. Tomó uno de los cuchillos y comenzó a juguetear con él, "la forma más fácil y placentera de vengarme de él es matándote a ti," se acercó a ella. La punta del cuchillo la puso en la mejilla de Bella y fue recorriendo toda su cara y cuello con el cuchillo sin hacerle daño físico.

"Pierdes tu tiempo, a él no va importarle," tartamudeó Bella.

"Puede que ya no le importes, pero cuando se entere de esto la culpa lo comerá vivo, conozco a los de su clase, son masoquistas," oprimió el cuchillo desde un poco más debajo de su oreja y siguió un camino irregular. Bella sintió el sudor frío descender por su espalda, y el picor de una cortada poco profunda procedida de sangre que iba llenándole el cuello. Cerró los ojos sintiéndose mareada.

"¿Por qué cierras los ojos, Bella? El show apenas empieza."

Bella esperó un cuchillo en su rostro o cuello que nunca llegó. Por el contrario escuchó un ruido sordo que la hizo abrir los ojos para encontrarse con Victoria contra la pared y Nicklaus con una mano alrededor de su cuello sujetándola. Victoria abrió los ojos tanto que por un momento Bella pensó que se le iban a salir.

"Tú… tú, tú…" tragó en seco.

"Yo… yo… yo," Klaus ladeó la cabeza y Bella observó cómo apretaba más su agarre.

"Eres Klaus," susurró Victoria con miedo absoluto. Bella más tarde se enteró que la mayoría de los vampiros sabían quién era él, y decir que les aterraba su simple presencia era poco. En especial los fríos. Antes era solo una vaga leyenda sin rostro pero ya no más. Ahora le reconocían porque no había estado siendo muy discreto con respecto a su identidad recientemente como en épocas anteriores.

"El mismo," siseó, "verás, todas las historias que has escuchado de mí no son como las pintan… son mucho peores," siguió apretando, "pero no me apetece y tampoco tengo el tiempo de ser especifico contigo, así que te daré una muerte totalmente misericordiosa que no te mereces."

Klaus le arrancó la cabeza. Literalmente.

Bella no supo si el mareo repentino y las náuseas que le dieron fueron producto de la decapitación o de la sangre que lentamente había estado perdiendo. Quizás de ambas. Parpadeó varias veces tratando de mantenerse despierta, pero cayó, solo que no sintió el frío piso sino unos brazos alcanzarla. Sintió que algo estaba en su boca y un líquido espeso empapaba sus labios. Supo que era sangre y supo que no era la suya.

"No."

"Amor, bebe, si no lo haces tendrás una contusión muy seria y unos cortes muy feos," lo hizo. Y eso fue lo último que recordó.

A la mañana siguiente había despertado en su cama, acurrucada entre las sabanas y con la fuerte lluvia repiqueteando contra su ventana. Su mano voló hasta su garganta, luego a sus mejillas y no encontró cicatriz. Se levantó y tampoco sintió su cuerpo débil. Por el contrario se sentía llena de energía, revitalizada.

Caminó guiada por el olor a café y encontró su sala limpia, como si allí nunca hubiese ocurrido un asesinato, y a Nick sentado en una de las sillas de la barra.

"¿Buenos días?" Nick levantó la mirada del libro entre sus manos.

"Espero que no te importara que me haya hecho sentir como en casa," sus ojos se suavizaron, "¿cómo te sientes?" le tomó a Bella un minuto asimilar la imagen que se plantaba frente a ella.

"Extrañamente bien… ¿por qué me siento demasiado bien?" entonces Nick le explicó los efectos de beber la sangre de un vampiro. Y le contó cómo había organizado y limpiado la casa. Como la había llevado a la cama y arropado. Trató de no sentir vergüenza cuando le dijo que la había descambiado y limpiado, y puesto el pijama que llevaba con ella, "no me aproveché de ti, Bella," le dijo con tono divertido pero pudo ver la seriedad y sinceridad tras sus ojos.

"Lo sé," se sonrojó, "¿por qué sigues aquí?"

"Bueno, está lloviendo, no puedo irme en medio de este diluvio," asintió. Bella se acercó con sigilo a su cocina sintiéndola ajena. Se sirvió una taza de café, y observó el reloj. Era casi medio día, y parecía que iba a seguir lloviendo.

"Lindo," comentó Nick apuntando con su barbilla al cuadro que reposaba a unos pasos de él. Bella le sonrió, "ha estado lloviendo desde anoche, y el pronóstico dice que probablemente lloverá hasta entrada la madrugada de hoy."

"¿Y?"

"Tú y yo pasaremos un buen tiempo encerrados aquí. Sabes que no muerdo… a menos que quieras," Bella rodó los ojos y esperó que el estremecimiento que sintió no fuese notado por él.

"Nick… ¿por qué?" le susurró. Sujetaba su taza de café contra su boca dejando que el aroma la inundara y que el calor se esparciera de sus manos a todo su cuerpo.

"¿Por qué, qué, amor?"

"Pudo matarme en cualquier ocasión, y sin tanto escenario… ¿por qué demorarse tanto?" esa no era la pregunta que ella quería hacerle en ese momento, pero también era válida. Y no se atrevía a preguntar la otra y mucho menos a escuchar la respuesta.

"Ella era una cazadora. Era calculadora y fría, no le interesaba matar de inmediato. Los de su clase no disfrutan el asesinato tanto como el juego previo, lo que a ellos les gusta es que sientas la angustia, que siempre estés mirando por encima de tu hombro. Aman el miedo y les apasiona estar al acecho, mantener a su presa acorralada. Matar es solo un muy placentero bono extra. Eso era lo que ella estaba haciendo."

"¿Es eso lo que tú haces, lo que sabes hacer?" Nick se quedó en silencio y se tomó un tiempo para analizarla, poniéndola nerviosa.

"No," dijo finalmente, "prefiero el asesinato inmediato, debo odiar mucho a alguien para hacerle una cacería, Isabella. Además no es muy necesario hacerlos sentir acorralados, solo ve a cualquier vampiro y dile que Klaus Mikaelson lo está buscando y verás cómo no me es necesario acechar a nadie," le sonrió ladinamente. Bella se estremeció y por primera vez la realidad le golpeó. Una cosa era haberlo escuchado contarle su historia, y Bella llegó a pensar que se inventaba muchas partes porque nadie podía ser tan malo. Pero ella había visto el miedo en los ojos de Victoria, eso no se inventaba. Ella estaba probablemente ante el vampiro más peligroso del mundo, tomando una taza de café en su departamento encerrados por la lluvia. Nick notó el cambio repentino de Bella porque sus facciones cambiaron y se levantó, acercándose a ella. Bella retrocedió un paso encontrándose con el mesón de la cocina. Aquello al parecer provocó que Klaus suspirase pesadamente. Pasó una mano por su cuello y la miró, "lo siento."

"¿De qué?"

"Por haberte asustado, Bella," hizo un intento de estirar su mano hacia ella pero lo pensó mejor y no lo hizo, "soy así. Soy un ser cruel, incapaz de ser amado por alguien. En todos mis años de existencia he asesinado a más personas de las que tú probablemente conocerás durante toda tu vida. Uso a la gente y no me importa pasar por encima de alguien para conseguir lo que quiero. ¿Soy peligroso? No tienes ni idea de cuánto. ¿Voy a hacerte daño? No," y esta vez sí estiró su mano y tomó la de ella, "eres diferente, Bella, hay algo en ti que…" le sonrió, "por alguna razón ves más allá de mí. En tus ojos no hay prejuicios y encuentro redención, quiero saber… necesito saber si tú entiendes que jamás podría ser capaz de hacerte daño."

Isabella lo miró, y lo sintió. Porque su mano aún sostenía la suya.

"Sí," le susurró, "lo entiendo," le sonrió y le acarició su rostro. Y antes de que alguno de los dos hiciera otra cosa se separaron. Bella se recompuso, "¿qué tal películas?"

"¿Películas?" Bella asintió bebiéndose el último sorbo de café.

"No podemos salir de aquí y el clima está como para ver películas," Klaus rio y la miro mordiéndose ligeramente el labio inferior, "¿qué pasa? ¿Nunca has tenido un día de películas?"

"No, honestamente no."

"Entonces resolveremos eso," dejó su taza en el fregadero, "el día de hoy será diferente."

Y así fue. El pronóstico del clima fue acertado. Y el único momento en el que Bella se separaba de Klaus era cuando necesitaba usar el baño, porque del resto pasaron todo el día tirados entre la alfombra y el sofá, no muy cerca el uno del otro, pero tampoco lejos.

Ya pasada la madrugada, cuando Bella cayó dormida en el sofá, y la lluvia había pasado a ser una llovizna, Klaus se fue de la casa.

-…-

Aquella noche Bourbon estaba lleno. Más de lo usual para ser mediados de Septiembre. Y la razón de tan inusual hacinamiento era el cumpleaños de Bella. Había decidido finalmente celebrarlo, y les dijo a todos para reunirse allí. Obviamente como era una fiesta pequeña todos en la facultad se enteraron y llegaron.

"Bella, Tierra llamando a Bella," la susodicha parpadeó y miró la mano de Tommy moverse frente a sus ojos, y luego a él.

"¿Qué sucede?"

"Estás distraída, ¿estás esperando a alguien que no nos has dicho?" le preguntó, "¿viene algún amigo de Forks o algo así?"

"Estaba viendo lo atestado que está el lugar, no estoy acostumbrada a tanta gente. Solo es eso, no espero a nadie," mintió. La realidad era que esperaba que cierto vampiro se acordara de su cumpleaños. De hecho, ella tenía demasiada fe en ello cuando no había hablado con él en un par de meses. El último contacto entre los dos, fue un sobre que le llegó lleno de retratos de ella. Sin nada más. Y ella no se había atrevido a llamarle desde que le había contestado una chica británica.

La noche estaba llegando a su fin. Bella hizo lo máximo que pudo para disfrutar el tiempo. Había reído, bromeado y tomado un par de copas con sus amigos. Antes de decidir irse, se disculpó y se levantó para ir al baño. Saliendo de allí, una silueta arregostada sobre la puerta trasera llamó su atención. Enfocó su visión que estaba un poco borrosa por el alcohol que estaba comenzando a hacer efecto en ella, y su corazón saltó cuando reconoció los ojos verdes entre la oscuridad.

Klaus abrió la puerta y salió, indicándole seguirlo. Por supuesto ella lo hizo.

Se encontró con él en el callejón aledaño a Bourbon. Se miraron por varios segundos sin decir nada. Bella sentía un calor extenderse por ella que bien podía ser el whisky haciendo mella en ella, o la anticipación.

Bella caminó a él, y quizás eran las copas demás, o el día, o que ya estaba cansada de la distancia que guardaba cuando él estaba cerca. Quizás era la combinación de muchas cosas, pero a ella no le importó. Quería sentirlo cerca y sentirse segura, por lo que se aventó a él rodeándolo en un abrazo. A él le tomó un tiempo salir del asombro pero finalmente la envolvió en sus brazos. Y ella sintió aquel abrazo tan… correcto.

"Feliz cumpleaños, amor," su acento se filtró como un ronroneo por su oído y le provocó un estremecimiento. Se separó de él solo un poco.

"Gracias," le sonrió, "pensé que no te habías acordado."

"Tuve mis impases para llegar," se encogió de hombros y metió su mano en el bolsillo, sacando una pequeña bolsa de terciopelo azul, "pero no lo olvidé. Esto es para ti," le abrió la mano y dejó caer la bolsita.

"No debiste, Nick."

"Tonterías, ábrelo," Bella así lo hizo, descubriendo una preciosa cadena de plata. Era de un tejido bastante fino y delgado, y el dije era como un medallón de plata pequeño, con unas piedrecillas brillantes en el centro. Por detrás había un grabado, y ella identifico la terminología del latín, "amor omnia vincit," recitó, "domum."

"¿Qué significa?" Klaus se acercó a ella y tomó la cadena de sus manos.

"Recoge tu cabello," le pidió, y ella obedeció, dejándose poner la cadenilla. Sintió como encajaba y adornaba con delicadeza su cuello y le encantó. Era la segunda vez que aceptaba algo tan costoso como regalo y que a ella le gustaba.

"Nick, ¿qué significa?" repitió acariciando el grabado y levantando la mirada. Podía ver claramente como Nick vacilaba para decirle.

"El amor vence todo, y más abajo el domum significa hogar," metió las manos en sus bolsillos y la miró, "¿te gusta?"

"Es preciosa," admitió. Klaus estaba muy cerca de ella y había tomado entre sus dedos un mechón de cabello y jugaba con él suavemente.

"Estoy de acuerdo," por la mirada que él le estaba dando, Bella supo que él no se refería a la cadena. Bajó la cabeza avergonzada. Su pulso se había acelerado. Bella no supo si aquello había sido alguna clase de confesión. De serlo Klaus no profundizó en el tema y lo dejó como algo a la deriva.

"Debo irme," dejó su cabello y acunó su rostro con tal delicadeza como si temiera tocarla. Bella subió sus manos hasta los antebrazos de Nick y las dejó ahí por un momento mientras el besaba su frente. Suspiró ante el contacto de sus labios contra su piel, "nos vemos, Bella," dio un paso atrás y comenzó a caminar lejos.

Ella debió dejarlo irse sin nada más, pero simplemente no podía.

"Espera… ¿vienes, me entregas una cadena, me dices feliz cumpleaños y te vas?" se detuvo y a pesar de que Bella no tenía un súper oído, pudo escuchar el pesado suspiro de Nick, "no es justo," masculló.

"¿No lo entiendes, cierto?"

"¿Qué debo entender?" se movió con la rapidez propia de un vampiro y quedó frente a ella. Incluso más cerca que antes y a ella se le fue la respiración de golpe, "dime por favor qué necesito entender."

"Isabella," le susurró, "no creo que entiendas el efecto que tienes en mí. Si me quedo… si me permito quedarme por un minuto más no seré capaz de controlarme."

"¿Controlarte?" Klaus acarició su mejilla.

"Tan inocente," le susurró, "voy a querer estar contigo Bella, besarte, enseñarte tantas cosas… y no puedo darme ese lujo y no puedo hacerte eso. No a ti, soy la persona menos indicada con la que tener un amorío."

Ambos se miraron como cuando se encontraron hace un par de minutos. Con esperanza, alegría, serenidad pero con dolor y desilusión. Ella lo entendió. Lo que menos necesitaba en ese momento es otro lío con un vampiro como él. Lo que él menos necesitaba era una humana a la que cuidar.

"Adiós Nicklaus," se separaron renuentes.

"Cuando nos volvamos a encontrar…"

"Quizás me puedas enseñar muchas cosas."

Se sonrieron con tristeza y esa noche cada quien partió por su camino. Bella no había dado dos pasos dentro del lugar cuando la voz de Tommy se filtró por el micrófono. Se notaba que estaba rayando en una línea entre borracho y casi llegando a borracho pero ella lo conocía lo suficiente como para saber que estaba más lúcido que cuando estaba totalmente sobrio.

"Si usted, señorita, fuera un poco más valiente y yo un poco menos torpe, esta noche usted y yo sentiríamos de todo… absolutamente de todo, menos frío."

Y la miró a ella. Justo a los ojos y ella supo que se refería a ella. Por primera vez se dio cuenta de la mirada de Tommy porque era la misma que le había dado Klaus no hace más de un par de minutos atrás. Le sostuvo la mirada a Tommy. Dulce Tommy, tan bueno.

Bella tuvo que suspirar de frustración y apartar sus ojos de él porque su corazón volvía a ser una maraña de ilusiones y descontentos.

Y tuvo que suspirar porque Tommy no sabía cuán cierto era lo que acababa de decir.

Y tuvo que suspirar porque estaba cayendo poco a poco enamorada de un vampiro… de nuevo.


Sofía.