Hola.

15 de Diciembre del 2014.

Las Winx y sus personajes no me pertenecen.

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¿Amarme? No, ese hombre no me amaba, era como cualquier otro; mentiroso y traicionero, igual que un villano de algún libro.

Debo admitir que en estos momentos parecía lo que él había dicho de mí; una loca moribunda. Y es que caminar a las tres de la mañana por las oscuras calles de Lulia no era lo más sensato en esta época de violencia, pero en estos momentos no me importaba.

Estaba dolida.

Había gastado dos años de mi vida en él, me había entregado por completo a él, le creí cada cosa que me dijo y ese fue un gran error. Apenas hacía unas horas lo había encontrado en una situación bastante comprometedora con mi hermana; Mielle. Ahora entiendo porqué le gustaba tanto llegar temprano a casa los días de visita.

Así ellos podían estar juntos.

Así él podía estar con ella.

Pensé que Helia era diferente, pensé que realmente me amaba y que ahora estábamos mejor que nunca, que nada podía separarnos, que nadie podía separarnos. El quiso explicarlo todo y yo la verdad moría por oírlo, pero en sus ojos, al verme había de todo menos amor.

Y eso era lo que yo más quería de él.

Pero en cambio me veía con lástima y justo ahí la venda cayó de mis ojos, pude ver todas las escusas y mentiras frente a mí, todas esas incoherencias en sus historias que tanto me empeñe en justificarle, quería engañarme. No me quedó de otra más que salir corriendo lo más rápido que pude.

Mis padres estaban de viaje, Mamá había ido a China a dar una conferencia sobre su nuevo libro, pues era escritora y su más reciente libro había sido un éxito entre las personas mayores y los jóvenes, y mi padre se encontraba en las afueras de Japón, en una reunión de inversionistas de modo que nadie en casa se preocupaba por mí. A excepción de Mielle.

No quería regresar y no quería verla.

-¿Porqué tan sola?-

-¿Quieres acompañarnos?-

Escuché a unos motociclistas tras de mí.

-Bien, ya es hora de volver a casa.-Susurré para mí.

Caminé más a prisa que cuando salí pues ahora me venían a la mente todas aquellas horribles noticias de jóvenes secuestradas o asesinadas y me aterraba el hecho de estar sola en una ciudad tan peligrosa, no había nadie cerca para auxiliarme en caso de que pasara algo.

Llegué a la colonia en dónde vivía a poco menos de una hora, pues casi iba corriendo, al acercarme más y más pude ver a Helia recargado en su automóvil, estaba dormido, su largo y sedoso cabello caía sobre su hombre izquierdo, como cuando lo conocí. No sabía que hacía ahí, pero no quería que me viera así. Crucé la acera y caminé lo más silencioso posible.

-Tu perfume te delata.-Oí a mis espaldas y solté un pequeño grito del susto, pues no lo escuché acercarse y odiaba su sigilo.

-Creí que te gustaba-Dije sin verlo, pues no podía mirarlo sin sentir tremendas ganas de llorar.

-Nunca dije que no me gustara- Dijo acercándose más a mí.

-Aléjate-Dije en un susurro.

-Tarde o temprano tendremos que hablar de esto Flora.-comentó él, pero yo ya no podía seguir escuchándolo, y corrí hacia mi casa con las lágrimas a punto de salir. Al entrar lo primero que vi fue a Mielle, dormida en el sillón que había frente a la puerta. No quise que me viera así, por lo que tuve que entrar como ladrón a mi propia casa.

Subí a mi habitación que quedaba frente a la de mi hermana, y me acosté en la cama para dormir mientras las lágrimas salían una a una de mis ojos.

Mañana sería otro día.