Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer, yo solo pongo el trama. ^.^

Entre la espada y la piedra.

Primer día

El rose del lápiz contra el papel era el único sonido que inundaba la pequeña habitación donde ahora dos jóvenes completamente idénticas por fuera –pero internamente diferentes- se encontraban llenando los datos que le había solicitado la secretaria.

La secretaría era una mujer cancina y de tez color crema, sus ojos eran de un color miel nada llamativo. Tenía el cabello corto y oscuro; sus ropas eran elegantes, aunque con colores opacos y no muy agradables; tenía una sonrisa amigable en la cara, de esas que en el momento en que las ves te dan calidez, pero cuando te alejas, no la recordarías del todo bien.

-Aquí esta –susurro una de las dos gemelas (la menor).

Eran de cabello caoba, sus ojos eran de un hipnotizante color chocolate. Todos decían que a una de las dos le brillaban más los ojos, pero lo ignoraban.

La mayor, era muy sociable, podía relacionarse con las personas con mucha facilidad. No era muy estudiosa; pero si muy superficial, le afectaba un poco lo que dijeran de ella. Aunque no por eso cambiaría completamente su forma de vestir, ser o pensar. No, a ella le gustaba como era, intentaba mejorarlo concuerde a las demás personas les agrádese. Siempre, intentaba vestirse lo mejor que pudiese, nadie jamás se la iba a encontrar en la calle desarreglada, siquiera en su casa. Siempre iba con faldas cortas, shorts igual, pantalones entubados, blusas pegadas, etc. e igual, se maquillaba, con una capa ligera de maquillaje que hacía resaltar más sus bonitos rastros.

La más pequeña, por treinta segundos, era más esbelta, y tenía un mejor cuerpo, sólo que nadie lo notaba por la ropa que suele usar –camisas holgadas, pantalones, etc.-, igual era la más agradable cuando la llegabas a conocer bien. Una de sus principales características era que le encantaba leer y escribir. Escribiendo era muy buena, aunque ella no lo aceptase, pero lo era. Aunque, su rasgo más marcado: la pena.

Era exageradamente penosa. No podía socializar tan fácil con las personas, se ponía roja cuando hablaba con personas no conocidas, tartamudeaba en algunas ocasiones –naturalmente cuando era con hombres con los que hablaba, y más si éstos eran apuestos-.

-Gracias querida –susurro la secretaria, la señora Jam, miro la tabla en donde la chica había registrado sus datos-. Bueno, Isabella, aquí esta tu horario.

Rebusco entre unos papeles hasta encontrar unas hojas de papel y acto seguido extendió la mano hacía la chica para entregársela, esta las cogió con delicadeza.

-Suerte –sonrió.

-Gracias –susurro tímidamente.

Se dio la vuelta y agarro su mochila. El sonido de la mochila al ser levantada inundo la habitación. Ella camino con un paso que indicaba perfectamente cual nerviosa estaba por inicial una nueva escuela, en un nuevo pueblo, lejos de su hogar.

-Ey, Bella –llamó su hermana, cuando Bella iba camino a su primera clase: Literatura.

-Mande, Marie –contesto ella, dándose la vuelta para mirar al reflejo en el espejo que se le acercaba.

-Sólo quería desearte buena suerte en el primer día –le dio una sonrisa calida, ampliando aún más sus labios no gruesos, pero tampoco finos.

-Gracias –contesto Bella con un rasgo de alegría.

-Nos vemos en el almuerzo –dijo Marie, antes de irse caminando con ese andar coqueto que sierre usando, en la dirección opuesta a su otra mitad.

Bella se sintió sola luego de que su hermana se perdió de su vista. Con un típico miedo que recorría por su cuerpo, cuando se enfrentaba a este tipo de situaciones.

Diviso una de las hojas que le había dado la señora Jam y se dirigió al camino que señalaba el mapa que dirigía a la sala de Literatura. A ella le encantaba esa materia, era su favorita, pero no sabía porque ahorita, no se sentiría tan confiada en ella, como en Phoenix.

Cuando estuvo frente a la puerta, tuvo la necesidad de salir corriendo de ese lugar, correr a su casa, tomar sus cosas y abordar un avión que la condujese de inmediato a Phoenix, pero era lógico que no pudiera.

«Tengo que ser fuerte… no puede ser tan malo. Lo peor que me pudiese pasar sería que el maestro me hiciera presentarme frente a todo el grupo –pensó-. No creo tampoco que me muerdan ni nada»

Sus palabras de aliento fueron suficientes para que girara la perilla, pero no tanto como para que la empujara. Suspiro y a regañadientes lo hizo.

Cuando entro, sintió cómo si hubiese interrumpido la conversación más apasionante e inmediatamente sintió como la sangre corrió hacía sus mejillas, dándoles un divertido y tierno tono rosa.

-¿Usted es la señorita Swan? –pregunto el maestro, acercándose a Bella, ella levanto la mirada con vergüenza y asintió lentamente-. ¿Isabella? ¿Cierto?

Ella miró los ojos grises del hombre. Daban un aspecto cansado y un poco infeliz, pero su sonrisa quitaba ese aspecto.

-Bella, Isabella suena como si me estuviesen regalando –contesto, sus labios casi no se movían, por lo cual sus palabras no eran muy claras.

-Bien… Bella Swan. Perfecto –dijo el señor Márquez, asintiendo con la cabeza-. Puedes sentarte aquí.

El señor Márquez señalo una de las mesas, donde, en una de las sillas estaba un chico moreno, de cabello oscuro y no muy largo, sus ojos eran burlones y su sonrisa irradiaba felicidad. Era musculoso y delgado. Su aspecto era ligeramente desgarbado, pero seguro de si mismo. A simple vista, se veía que era un chico muy agradable, con el cual cualquiera quisiera estar un rato, tan siquiera.

Ella vacilo un momento, pero seguido se dirigió hacía el lugar indicado.

-Hola –saludo el chico con una sonrisa amigable, igual que la que tenía en el rostro todo el tiempo.

Aunque, esta, aunque muy similar, igual era muy diferente, se podía notar algo especial en ella: un brillo. Algo que nadie más había podido sacar, al parecer, hasta ahora.

-Hola –respondió ella con una voz penosa, se mordió el labio y presto atención a lo que el maestro estaba explicando.

En toda la hora de clases, ella no hablo, el chico se dedicaba a mirarla cómo si fuese la persona que más luz tenía en toda la habitación. Él estaba embobado con su aspecto físico, si, muy bonita.

«Es una chica muy bonita, la más bonita que he visto en mi vida… aunque, parece algo tímida, quizá sea mejor que se lo quite, así sería mejor». Ese pensamiento recorría su mente. «Tengo que quitarle la pena» Se repetía.

Cuando la campana sonó, anunciando el final de la clase, ella se levanto, agarrando su mochila, lista para salir y entrar a otra hora de pena. Aunque no se esperaba sentir una caliente mano en su hombro; se giro para ver a su compañero de mesa junto a ella, con su mano extendida y situada sobre su hombro, de repente, se sintió algo incomoda, pero no lo suficiente como para retirar su mano.

-No me he podido presentar bien –aclaró él-. Soy Jacob Black –su nombre sonaba sedoso y rudo al mismo tiempo.

-Soy Bella –dijo ella, bajando la mirada, y sintiendo un poco de sangre subir a sus mejillas, aunque no fue mucho el rubor, si era un poco notorio.

-Sí, lo se –dijo él.

Ella levanto la vista, confundida, no creía tener algo que dijese su nombre y no recordaba habérselo dicho. Su mirada era de completa confusión y sus expresivos ojos demostraban la pregunta que no podía gesticular con sus labios: «¿Cómo sabes eso? ». Él lo noto tras unos minutos de haber indagado en sus ojos.

-Tú lo dijiste –aseguro-. Se lo dijiste al maestro.

-Pensé que lo había dicho en voz baja –comentó, su rubor aumento unos pocos grados más de potencia-. No creí que me pudieses escuchar –le sonrió, no muy tranquila. No se sentía del todo segura, pero era cómodo estar con él, sentía cómo si él la pudiese entender o algo parecido.

Jacob Black se ofreció a acompañarla hacía su siguiente clase; no les tocaba juntos, pero él le aseguro que no lo retrasaría en lo más mínimo al acompañarla. Bella no se sentía tan mal que él la acompañara, hasta eso, estaba agradecida. Sentía que al menos tenía con alguien con quien confiar aparte de con su hermana. Noto que casi todos saludaban a Jacob, como si de una estrella se tratase.

-¿Todos te conocen? –pregunto Bella, extrañada, cuando ya iban por la veinteava persona que lo saludaba, en un trayecto de tres metros.

-Prácticamente –dijo él, encogiéndose de hombros.

-¿Por qué? –ella no podía detener su lengua cuando tenía curiosidad de algo, simplemente tenía que preguntar y ya.

-Pues… soy el capitán del equipo de football, así que todos me conocen –sonrió otra vez.

-Oh, que bien –contesto ella simplemente.

Los deportes no eran algo que le interesara mucho a Bella. más bien, los intentaba evitar, no le gustaban pues era muy torpe, podía encontrar fácilmente una justificación para caerse.

-¿A ti no te gusta el football? -pregunto él, arqueando una ceja.

Ella sólo negó con la cabeza y se limito a seguir caminando.

En poco tiempo, llegaron al salón que le correspondía a Isabella. Se despidió de él con un gesto en la mano y entro, otra vez con el mismo miedo que el que tenía en su primera clase.

El profesor no la obligo a presentarse frente al grupo y se sentó junto a una chica que era menos o igual de penos que ella. Su nombre era Ángela, intercambiaron unas cuantas palabras, pero se apenaban.

Pasaron otras clases antes de que llegara la hora del almuerzo.

Ángela, que de hecho era una muchacha muy amable, la acompaño hasta la cafetería. Iban intercambiando unas cuantas frases acerca de ellas mismas.

Cuando entraron a la cafetería, Bella sintió que las observaban como bichos raros. O más bien, a ella. Otra vez, tuvo esas ganas de salir corriendo, pero esta vez igual gritando y llorando de la vergüenza, ella no era un bebé y tenía que demostrarlo. Pero, era difícil.

-Ven, vamos Bella –dijo Ángela, enganchando su brazo en el suyo, haciendo que sus codos quedasen juntos.

Bella asintió con la cabeza y la siguió. Tomó un poco de comida, y antes de que se diera cuenta, la cafetería estaba repleta de gente. Sentía que eran demasiadas personas en un lugar tan reducido. Se empezó a sentir mareada y con nauseas.

-¿Estas bien? –pregunto el chico que estaba a su lado.

Su voz, le pareció a Bella tan aterciopelada, parecía que intentaba acariciar el aire. Lo volteó a ver, realmente, su voz describía un poco su apariencia: atractiva.

Tenía unos ojos de un color esmeralda muy vivo. Parecía que resplandecían aún con la opaca luz del establecimiento. Su cabello era cobrizo y se veía sedoso, tentador; estaba desarreglado, cada mechón parecía tener mente propia. Su nariz era recta y sus labios de un grosor perfecto y un color rojo suave tentador. Su piel, parecía nieve pura, pero, daba la apariencia de ser muy suave.

-S-sí –contesto ella, lo mejor que pudo.

Sin haberse dado cuenta alguna, la sangre ya había recorrido su camino habitual y cubierto sus mejillas de un rojo escarlata que a los ojos esmeraldas, le pareció un acto muy tierno… y divertido.

-Parecías un poco mareada –aclaro él.

-O-oh, es que… hay mucha gente –aclaró ella, sobando la frente distraídamente.

Sin haberse dado cuenta, ella estaba hablando muy fluidamente con ese encantado chico. Sonrojada, pero hablando con fluidez. Mucho mejor que con cualquier otro. Incluso mejor que con Jacob Black.

-¿No te gustan los sitios donde hay mucha gente? –pregunto él con voz calmada y comprensible. Ella se limitó a negar con la cabeza, sin poder apartar la vista de esos ojos que estaban llenos de misterios que ella estaba dispuesta a descubrir-. A mí tampoco –ambos sonrieron, ella sonrojada y él encantado de ése acto.

Bella se dio cuenta que gracias a su conversación, había perdido de vista a Ángela y que habían retrasado la fila de alumnos que estaban ansiosos por comprar su comida para pasar a gusto su almuerzo.

Se apresuro a seguir caminando, con el joven a su lado, una vez que pagaron, los dos, él se acerco a ella. No quería dejarla.

-¿Quieres ir a un sitio donde no allá tanta gente? –pregunto con voz suplicante.

A él no le gustaban en lo más mínimo los lugares repletos de gente. Le desesperaban, él no era una persona muy social que podamos decir. Lo había intentado alguna vez en su vida. Pero no lo había logrado y la verdad ser popular o no era lo que menos le importaba.

-Por favor –contesto ella a como pudo.

Él la dirigió hacía la biblioteca, no le interesaba mucho a donde irían, pero quería un sitió tranquilo. Ya se había acostumbrado a estar solo todos los días en ese lugar, sólo acompañado de los libros y la sabiduría que ellos ofrecían. Obviamente, no lo gustaba mucho estar así de solo, por lo tanto, cuando vio que Bella tampoco se sentía muy a gusto con tanta gente, él no iba a desaprovechar dicha oportunidad.

-Por cierto –comento el chico cuando entraron a tal lugar, él sólo llevaba una manzana en una mano y una botella de agua en la otra-. Me llamo Edward Cullen.

Ella sonrió, su nombre sonaba muy elegante y atractivo, así cómo él.

-Soy Bella Swan –dijo ella con felicidad.

Estuvieron ahí, hablando hasta que la campana sonó. Bella no se quería ir, se sentía muy a gusto en ese lugar, callado y pacifico. Era perfecto para lo que ella ya estaba acostumbrada.

Él, por su parte, quería saber más de ella, le daba mucha curiosidad todo lo que le pudiera decir.

-¿Qué clase te toca? –pregunto él, cuando se levantaron dispuestos a irse de ese reconfortante ambiente.

-Biología –dijo ella con aburrimiento, más, en la cara del chico salió una deslumbrante sonrisa.

-A mí igual –dijo él.

Se fueron juntos hacía su clase. Pero, Bella se había olvidado de un detalle muy importante: su hermana. Cuando estaban cerca del salón de biología, Marie camino hacía ella con una mirada enfurruñada.

-¡¿Dónde estabas?!

Su voz no era muy paciente. Bella se quedó tranquila, ella siempre le gritaba cuando no cumplía uno de sus mandatos. Edward, por su parte, se quedó en shock. Entendía que eran gemelas. Era lo lógico. Lo que no entendía, era ni porque le gritaba a Bella, no porque Bella no le había dicho nada en todo ese tiempo que estuvieron hablando juntos.

-Es que conocí a Edward y… ya sabes cuando me desesperan los lugares infestados de gente –contesto Bella, con una sonrisa que intentaba convencer a su hermana gemela, aunque no lo lograba realmente.

Pero, sin embargo esta sonrió y se giro hacía el chico.

Se quedó en shock, le encanto, simplemente pensó que era la persona más guapa que había conocido en su vida, y por su puesto, no lo iba a dejar escapar, él tenía que ser suyo…

-Soy Marie –dijo con voz adorable, ó algo que intento serlo.

La voz de Marie era más grave que la de Bella así que resultaba un poco más complicado hacer una voz adorable.

-Edward –contesto él con una sonrisa tranquila y calmada, ahora.

-Un gusto… gracias por estar con mi hermanita –dijo, mirando a Bella como si ella sobrara, aunque, ésta no se iba a ir, eso era seguro.

-Es un placer, disfrute bastante de su compañía –dijo con toda la sinceridad del mundo. Bella se sonrojo un poco-. Tenemos que ir a clases, Bella –le recordó-. Adiós, espero verte pronto.

Marie se quedo viendo como él le sonreía amablemente y se alejaba a una distancia considerable de su hermana.

Por coincidencias de la vida, a Bella le tocaba sentarse junto a Edward. Se la pasaron muy a gusto durante la clase. Las últimas dos horas que le tocaban a Bella, coincidían con una de Edward así que volvieron a repetir la dinámica, a excepción que esta vez no se toparon con Marie. Él la acompaño hasta su última clase que era Deportes y luego se fue a la suya.

-¡Bella! –llamó Marie cuando el día acabo.

Ellas se encontraban en el auto que habían podido comprar con sus ahorros: una pick up. Marie no estaba nada entusiasmada con eso, para ser sinceros.

-Vaya… tu amiguito es muy lindo –afirmó Marie, con una sonrisa engreída-. Seguro y logro que salga conmigo –se mordió el labio de la emoción-. ¡Sí, Bella! ¿No sería grandioso? –su sonrisa era enorme.

Bella no quería ser mala hermana ni nada por el estilo, pero la verdad Marie no estaba siendo tampoco la mejor. Así que se limito a encogerse de hombros. No se imaginaba a Marie no Edward… más bien, no quería imaginárselos juntos.


Hola! Yo con otra historia nueva n.n si, como fastidio xD jaja bueno, espero que les guste! Sí, sí. Bueno... comenten por favor n.n jeje Adiós. Cuídense.

.: * ฆℓƷҳ * :.