Capítulo 1: ¡Me interesas!

Sango: ¡Hola Kagome! ¿Cómo te fue en tu seminario? –agitó la mano y corrió por el pasillo principal de la entrada a la Facultad.

Kagome: Muy mal, me destrozaron el proyecto, mi tutor dice que tengo que explicar bien el método y tengo que corregir un millón de cosas. Pero está bien, no puedo presentarme a mi examen profesional mal preparada. Es el último paso para titularme de bióloga y entiendo que sean exigentes conmigo. La ciencia no es sencilla –suspiró y caminó al lado de su amiga.

Sango: En eso tienes razón, nosotros siempre estamos sometidos a mucha presión y con muy poco tiempo libre y con poca paga. ¡Ah! ¿Pero qué crees? ¡Tengo que contarte que conocí a un joven guapísimo y me invitó a una fiesta! –dijo muy animada.

Kagome: ¿En serio? ¿En dónde lo conociste? ¿Y vas a salir con él así nada más, con un perfecto desconocido? Ten mucho cuidado ¿eh? No vaya a ser un psicópata loco que quiera violarte y matarte.

Sango: Es que… precisamente por eso te lo cuento –con una gotita en su frente al estilo anime- ¿Me acompañas? –suplicando con ambas manos y con carita de perro a medio morir.

Kagome: ¿QUÉ? ¡ESTÁS LOCA! ¡NO PUEDO POR NADA DEL MUNDO! ¿QUÉ NO VES QUE TENGO UN MILLÓN DE COSAS QUÉ HACER? TENGO QUE PREPARAR MI PRÓXIMO SEMINARIO, TENGO QUE CORREGIR MIL COSAS DE MI PRESENTACIÓN, TENGO QUE INVESTIGAR BIEN LO DEL MÉTODO… -no pudo continuar por que su amiga la interrumpió.

SANGO: ¿Pero y qué tal si es un loco psicópata y quiere violarme y matarme? –imitando el mismo tono de Kagome al decírselo.

KAGOME: ¡Te pasas! –bajó los brazos y curvó la espalda, en señal de rendición- ¡Ya qué! ¿Y cuándo es?

SANGO: El sábado, empieza a las 9 de la noche y tenemos que irnos muy lindas, con vestido de noche y zapatillas y muy peinaditas –muy entusiasmada.

KAGOME: ¿Pasado mañana? Mi seminario es el lunes otra vez y todavía no lo preparo bien. ¿Y cómo que hay que llevar vestido de noche y madre y media? Tú sabes bien que yo no uso esas babosadas, ni tengo.

SANGO: ¡Ay, Kagome no seas malita! Mira, vamos mañana a comprarnos los vestidos, yo los pago, me acaban de dar mi beca; zapatos sí tengo, te presto unos y ya el sábado en la tarde vamos al salón a que nos maquillen y nos peinen.

KAGOME: ¿Cómo que vamos a comprar el vestido mañana? ¡Nos vamos a tardar una eternidad escogiéndolos! No me amueles. ¿A qué hora voy a preparar mi seminario? ¿Y ahora hasta maquillaje? Tú no me dices todo completo. ¡Eso es trampa! Yo te acompaño pero con ropa normal y cómoda y nos regresamos temprano. Tengo que preparar bien mi seminario, no estoy para fiestas.

SANGO: ¡No seas así! ¡Amiga te necesito! Se ve que es un muchacho bien elegante, cuando lo conocí iba con traje de Armani que deslumbraba nomás con verlo. La dirección que me dio es en una casona en las Lomas de Chapultepec, seguro que irá gente de mucha categoría y no podemos ir con nuestra ropa de siempre –señaló lo que llevaban puesto en ese momento, que eran unos jeans desgastados, unas playeras y unos tenis que se veían que ya habían dado batalla y de remate, las mochilotas viejas.

KAGOME: ¡Con menos ganas de ir todavía! ¿Yo que tengo que andarme cuidando de las apariencias con esa gente creída?

SANGO: ¡POR FAVOR AMIGA! –juntando las manos y suplicando.

KAGOME: Conste que lo hago solo por que eres mi amiga, pero tú sabes que no me gustan nada esos ambientes.

SANGO: ¡GRACIAS KAGOME! –bailando de puro gusto.

KAGOME: ¡La desvelada que me espera! –suspiró.

SANGO: ¡No te desveles amiga! ¡Se te notarán las ojeras!

KAGOME: ¡Eso es el colmo! ¿Y cómo se supone que quieres que prepare mi seminario si no es en la madrugada, si todo el día de mañana y todo el sábado voy a estar contigo? –se notaba a leguas que estaba muy preocupada por el tiempo y ya se veía fatigada.

SANGO: ¡Yo te voy a ayudar! Hoy me paso todo el día contigo en la biblioteca sacando lo que necesites y te ayudo a pasarlo en la computadora el domingo, ¿te parece bien?

KAGOME: ¡Gracias! –esbozó una sonrisa de oreja a oreja, denotando el alivio que le producía la ayuda de su amiga, por que de otra manera le hubiera sido imposible estar lista para su seminario.

El jueves completo lo pasaron sacando información de la biblioteca, sacaron muchos libros y fotocopias. Al final del día, cuando las corrieron de la biblioteca por que ya iban a cerrar, llevaban las mochilas a reventar de toda la información que sacaron. Se fueron a la casa de Kagome y se pasaron la noche en vela tratando de adelantar lo más posible el trabajo. Kagome sólo vivía con su madre y ella conocía muy bien a Sango, les estuvo llevando aperitivos y bebidas y además, les sirvió la cena.

El viernes en la mañana todavía trabajaron hasta el medio día y luego ya se fueron de compras. Kagome le avisó a su madre que no regresaría hasta el domingo.

Finalmente el sábado en la tarde se fueron a maquillar y a las 9 de la noche ya estaban más que listas. A las 10 de la noche hicieron su aparición en la fiesta. A pesar de ser ambas de cuna humilde, destacaban por su gran belleza. Cuando entraron toda la gente las volteó a ver. Sango iba con un vestido negro largo, ceñido al cuerpo, que le resaltaba perfectamente la esbelta y bien cuidada figura, su peinado era una coleta alta que dejaba al descubierto su exquisito cuello, del cual colgaba un sencillo pero elegante collar. Kagome llevaba un vestido rojo, de tirantes y corto, con lo cual sus bien delineadas piernas lucían en todo su esplendor, las cuales se adornaban a su vez con la pulsera de las zapatillas que Sango le prestó. Ambas hacían gala de una gran sencillez en su arreglo, lo cual resaltaba su elegancia y belleza.

KAGOME: ¿Quién es este que viene derechito a ti?

SANGO: Él es el joven del que te conté, ¿verdad que está como quiere? –Kagome no alcanzó a contestar por que el susodicho ya estaba junto a ellas.

MIROKU: ¡TANTA BELLEZA DESLUMRA! Luces mucho más hermosa que en la tienda donde te vi. Un placer tenerte aquí en mi casa –en ese momento se giró y haciendo una reverencia se presenta con Kagome- Mi nombre es Miroku y tú debes ser Kagome, la amiga de quien ya Sango me había contado.

KAGOME: Mucho gusto –contestó seca y cortante, como todas las veces que alguien no le caía bien.

MIROKU: Se ve que eres muy seria. Pero vengan, por favor, acompáñenme, quisiera presentarles al resto de los invitados, para que vayan haciendo amistades y se la pasen muy a gusto –dijo conduciéndolas por entre la gente y así empezó a presentarlas.

Entre tanta gente y con tanto ajetreo, Kagome ya no pudo comentarle a Sango sus impresiones sobre Miroku. Sango rápidamente fue apartada de Kagome por Miroku, quien se la llevó a dar un paseo por su propiedad y aunque Kagome no la iba dejar ir, al ver los ojos de Sango, supo que ella quería ir y por eso no objetó nada. Por esa situación, Kagome se quedó sola en el amplio salón. No faltaron varios galanes que fueran a sacarle la plática, pero ella les contestaba a todos de manera seria e indiferente, por que todos preferían ir a probar suerte con otras mujeres que se veían más ligeras.

En los ojos de Kagome se reflejaba claramente la mueca de alguien que sabe que está perdiendo el tiempo y que tiene algo más importante qué hacer que estar en medio de una fiesta insulsa. Suspiró hondamente y se sentó apartada de toda la gente.

Poco después regresó Sango y al verla tan aburrida y preocupada se dirigió hacia ella, pero Miroku la pescó del brazo y le preguntó a dónde iba.

MIROKU: ¿A dónde vas linda? ¡Quédate con nosotros! Nos la estamos pasando muy bien –con una sonrisa seductora en los labios.

SANGO: No puedo, mi amiga no es nada afecta a las reuniones y se está aburriendo sin mí –contestó la bella mujer, con un tono que evidenciaba su conflicto, pues se notaba que quería quedarse con Miroku.

MIROKU: Bueno, si ese es todo el problema, podemos ir todos con tu amiga. Señores –dijo dirigiéndose a toda su comitiva- vayamos con nuestra nueva amiga.

En un dos por tres estaban con Kagome, quien apenas levantó la vista, estaba rodeada de varios hombres, en cuyos rostros se reflejaba una mirada que no le agradaba en lo más mínimo.

SANGO: ¡Amiga! ¿Por qué estás tan sola?

Kagome: Estoy disfrutando de la música –con un gesto de hastío.

Miroku: A mí no me engañas, estás aburrida. Es normal, no conoces a nadie y no es tu ambiente. Sango me dijo que además estás muy presionada por que en breve presentas tu examen profesional. Sin embargo, a pesar de ello te diste un tiempo para acompañar a tu amiga.

KAGOME: ¿Por qué le contaste tanto de mí? –entre sorprendida y enojada.

MIROKU: No se lo tomes a mal, es una chica muy abierta –abrazándola por la cintura y acercándola hacia él.

KAGOME: ¡No me digas! Ahora resulta que tú, un perfecto desconocido, conoce mejor a mi amiga que yo. ¡Por favor! ¡Y quítale las manos de encima a mi amiga! ¡No te tomes esas confiancitas con ella! ¡Sango y yo no somos como toda esta bola de viejas golfas que se van con el primero que se les pone enfrente! –gritó ya muy molesta.

Miroku la soltó nomás de puro sorprendido que estaba, jamás nadie en la vida le había hablado así. Él era el hijo único de uno de los empresarios más importantes del país y todo el mundo le hablaba con respeto y consideración, aunque estuviera mal. Sango se sintió avergonzada y a la vez feliz de tener una amiga tan fiel que se preocupara por ella.

De pronto, rompiendo el silencio terrible que la declaración de Kagome había provocado, un caballero de aproximadamente unos 49 años, alto, fornido, de larga cabellera argenta y mirada profunda y penetrante, color áurea, que había estado observando a Kagome toda la noche, desde que entró, habló.

Disculpe Señorita, pero nadie está poniendo en duda su reputación ni la de su amiga. De hecho, a mí me alegra que haya jóvenes como usted, que no se intimiden ante un hato de gente presuntuosa –declaró el hombre de una personalidad imponente, de voz grave y al mismo tiempo, le tendió la mano a Kagome.

KAGOME: ¿Puedo saber quién es usted? –desconcertada y un tanto más calmada con la intervención de alguien que sí parecía tener cerebro, pero le inspiró confianza y se dejó conducir por él, quien hábilmente la apartó de aquél grupo.