Esta historia esta narrada según el anime de la Saga de Hades en el Santuario, desde el punto de vista de los Santos Resucitados.
En cursiva se encuentran escritos los pensamientos de cada personaje y las conversaciones mediante el cosmos.
-X-
El silencio de la noche en el Santuario estremeció a los visitantes. Era extraño, se sentían intrusos en lo que siempre había sido su hogar. Un ambiente enrarecido rodeaba a las Doce Casas, el aire se revolvía húmedo, frío y cargado de electricidad… bañado por la única luz de la mortecina luna llena que iluminaba Grecia.
Sus pasos silenciosos, parecían sesgar el aire a su paso, dejando tras de si un intenso e inquietante silencio. De tal modo, que parecía que cada brizna de hierba, cada grano de arena, y cada fragmento de roca, se estremecía bajo sus pies.
Sin embargo, ese silencio era seguido por un lamento. Tan triste, tan lejano, que era prácticamente inaudible. Excepto para ellos, los destinados a sembrar la discordia y derramar la sangre. Ellos… escuchaban ese quejido que les desgarraba el alma. Los Tres del Lamento.
Su presencia, permanecía oculta, pues ese era su deseo. Aunque a esas alturas, sus tumbas ya hubieran sido encontradas. Y juntos, observaban atentamente entre las sombras, como el Maestro emprendía su misión, con paso lento, pero seguro, a pesar de la congoja de su corazón, puesto que sabía demasiado bien que aquellos que lo seguían sufrirían más de lo necesario. Más de lo que cualquier mente, cualquier cuerpo y cualquier alma, pudiera aguantar. A pesar de que fueran Caballeros.
Ninguno había compartido más que un par de palabras desde su doloroso reencuentro. Todos tenían algo que los quemaba por dentro. Acciones, recuerdos, traiciones, sangre…
Al frente de los cinco, estaba él. Saga. Destinado a grandes cosas desde antes de nacer. Marcado por la fatalidad y la ambición de un Dios. Marcado por el dolor. Como siempre, su rostro frío. Inalterable. Majestuoso. Hermoso y pálido. Unos ojos tan profundos y bellos como la inmensidad del océano. Digno de la mejor escultura griega.
Sin apenas darse cuenta, observaba como Shion se acercaba hasta Aries. Haciendo ligeramente evidente su presencia. Lo suficiente como para que Mu lo notase, pero demasiado discreto como para que lo reconociera.
-Mascara, Afrodita. –Se dirigió a ellos Saga mediante el cosmos para evitar ser escuchado por oídos indiscretos.- Ahora.
Ambos Caballeros, tomaron sus posiciones. El Caballero de los Hielos, Camus de Acuario, dirigió una mirada llena de curiosidad a Saga. La desconfianza, estaba mas que presente. Sin embargo, si Shion y Saga habían confiado en ellos… él no iba a poner nada en duda. No ahora.
-Detente ahí. Si continuas, acabaré con tu vida. –Escucharon decir a Mu con voz firme y tranquila.
"¿Que vida, hijo mío? ¿Qué vida?" Pensó para si mismo el Maestro, dejando escapar el aire con pesadez.
-¿No es eso irrespetuoso en mi presencia? –replico con firmeza, mientras todos, observaban la reacción del Caballero de Aries.
Mu, incrédulo, permanecía boquiabierto ante lo que estaba sintiendo. No podía ser. No era posible. Shion estaba muerto. ¿Sería posible que…?
-¡Arrodíllate!
¡Si! Era él. Los demás, se estremecieron ligeramente ante la expresión de sorpresa y dolor que atravesó el rostro del pelilila. No era justo el sufrimiento que iban a traer a ese sagrado lugar. No era justo, lo que iban a pasar sus guardianes.
-Tráeme la cabeza de Athena en doce horas. –la voz de Shion sonó tan impersonal y fría, que ni siquiera parecía él.
Shura, se acercó un par de pasos hasta Saga. Estaba nervioso, para que negarlo. Era extraño estar rodeado de aquellos que nunca pelearon como compañeros. Era extraño tener a su lado a Saga… quien había sido un gran amigo cuando eran niños. Era extraño mirarle… sabiendo todo lo que había pasado. Pero no dudo en aceptar su misión. Porque confiaba en las posibilidades de sus compañeros. Y para que negarlo, respiraba más tranquilo con Géminis y Acuario a su lado.
Sin embargo, su atención la atrajeron Máscara de la Muerte y Afrodita, quienes ya habían hecho su entrada triunfal. Estupefacto, observó como Mascara, había caído tontamente en la trampa del Muro de Cristal, e instintivamente, sus ojos verdes viajaron hasta Camus y Saga, quien miraba la escena con el ceño fruncido y los brazos cruzados.
Segundos después, Afrodita, en un exceso de confianza, cayó en la misma trampa. Shura se sorprendió al escuchar el bufido que Camus dejo escapar en señal de desesperación.
-¿Cómo pueden ser tan estúpidos? –hablo el de Acuario, dirigiéndose a sus dos acompañantes.
-E inútiles diría yo… -añadió Shura, mientras los dos, observaban la tranquilidad en el rostro de su tercer compañero. Sorprendidos.
-Están cumpliendo con su misión. –dijo tajantemente.
-Sin animo de ofender, ¿como pudiste confiarles tu vida? –preguntó demasiado a la ligera Shura.
Camus, rápidamente lo miró. Prefería no hablar de aquello. Y estaba seguro que el protagonista de esa historia tampoco.
-¡Shura…! -comenzó a decir. Pero la voz del geminiano en su cabeza lo interrumpió.
-No les confié mi vida. –dijo con una sonrisa.- Solamente les confié un secreto.
-Aun así… -siguió el de Capricornio y con gesto de hastío prosiguió.- ¡Míralos!
-¿Cumplieron con su cometido, no es así? Fuera noble o no… Haced que se sientan poderosos y los tendréis a vuestros pies. -contestó Saga, finalizando la conversación con una tranquilidad pasmosa y una enigmática sonrisa.- Lo harán ahora también.
Sin embargo, los siguientes acontecimientos se precipitaron sin ser esperados. Saga abrió los ojos de par en par al reconocer ese cosmos tan vivo y tan persistente. Ese cosmos tan infantil. Quiso sonreír al recordarlo, pero sin embargo, aquel no era el lugar de Seiya. Mascara y Afrodita atacarían sin pensar si quiera en la vida del muchacho.
Su ataque pilló por sorpresa a todos. Sin embargo, estaba rodeado de Caballeros de Oro, que se traían serios asuntos entre manos, y cuyas rencillas habían llegado a un límite casi insostenible. Era peligroso meterse ahí en medio. No tardó en comprobarlo.
Mascara atacó sin piedad. Pero ellos tres, descubrieron rápidamente las intenciones de Mu. Y sin apenas darse cuenta, dejaron escapar un suspiro de alivio, al sentir como el cosmos del chiquillo viajaba hasta el coliseo.
Sin embargo, ahora tendrían que preocuparse por ellos también. Si Seiya había venido… solo era cuestión de tiempo que los demás Santos de Bronce hicieran su aparición. Y entonces… tendrían problemas.
Pasaron unos segundos que a los tres Caballeros se les hicieron eternos. Ante sus ojos, observaban sin inmutarse como el Maestro Shion delataba a Mu ante Mascara y Afrodita. No entendían bien la maniobra, pero no lo cuestionaron. Al fin y al cabo, él era el Maestro.
Poco tiempo más fueron una molestia los Santos de Cáncer y Piscis para el ariano. Era conocido por todos, que su poder y conocimiento del cosmos, era muchísimo más amplio que el de los otros dos, por lo que precipitadamente se vieron inmersos en un viaje con un único destino: el Infierno.
-Pero a vosotros dos… ¡nunca os perdonaré! –gritó Mu a la vez que su cálido cosmos inundaba el lugar.- ¡Yo mismo os enviaré al Infierno!
Un escalofrío recorrió los cuerpos de Saga, Shura y Camus al escuchar esas palabras. No era un secreto que los Doce no habían sido demasiado amigos, o al menos, no durante demasiado tiempo. Hubo grandes amistades entre ellos, pero jamás habían sido un grupo. Sin embargo, el pelilila que tenían frente a sus ojos, era uno de aquellos a los que era difícil odiar. Precisamente por ello, era su desprecio hacia ellos lo que les hacía estremecerse.
-No es justo… -susurró Shura con tristeza y pesadez.
Camus, olvidando por un segundo su gélido carácter suspiró y miró al suelo. Habían nacido para ser Caballeros. Dieron su vida por su causa, dejando atrás a sus amigos. Sin pensarlo dos veces. Y ahora, se enfrentaban a la triste realidad. La voz de Saga interrumpió sus pensamientos.
-¿Recordáis el día en que ganasteis vuestra Armadura? –preguntó sin mirarlos, con sus ojos fijos en algún lugar del firmamento.
Ambos permanecieron unos segundos en silencio. Recordando aquel día, que para ninguno de ellos había sido fácil o agradable. Asintieron, pues sabían que él a pesar de no observarlos, conocía la respuesta.
-Yo recuerdo el día en que conseguí la mía. –continuó volteando a verlos.- Y fue uno de los peores días de mi vida. –dijo dibujando una triste sonrisa.- Y creedme, he pasado días horribles.
Camus, lo miraba fijamente. Como hubiera deseado poder leer la mente de aquel que tenía en frente. Hubo un tiempo en que lo admiraba tanto o más que al Maestro Shion. Pero ahora… no sabía que pensar. No después de todo lo que había pasado.
-Sin embargo, lo que aprendí es que dejarte llevar por las emociones puede costarte la vida. Y es curioso, porque lo aprendí demasiado tarde… -continuó llevando su mirada hacia el Templo de Géminis.- Yo estuve presente en el día en cada uno de los Once Caballeros restantes consiguió esa Armadura. Se que aprendisteis lo mismo que yo.
Ante la cara de confusión de sus compañeros, sonrió levemente.
-Nunca antes se había presentado una situación como esta. Jamás Hades intentó jugar con Athena con sus propios Caballeros. Los cinco que quedan en estos Templos, son quizá algunos de los más cercanos a nosotros. O al menos lo fueron alguna vez. Nos odiarán con todo su ser. No hay nada peor que sentirte traicionado por alguien a quien quieres.
Shura, sabía a que se refería su compañero. Habían sido cercanos alguna vez. Y después de todo lo que ocurrió…
-Cuando sus ojos os miren del modo en que Mu mira a Máscara o Afrodita, deseareis morir, y evitarles pasar por esto. Pero… nuestra misión es aún más importante que la de ellos. Sin nosotros, Athena esta atrapada. Sólo tenemos unas horas para hacerlo. Es poco tiempo para pedir perdón. Poco tiempo para que lo comprendan. Pero el suficiente para que ejerzamos nuestro papel. Quizá seria más agradable si reconocieran el esfuerzo mientras aún estamos vivos. Pero por desgracia, estas doce horas… serán lo más duro a lo que os hayáis enfrentado jamás. Haceros a la idea de que ellos… lucharan con el mismo empeño que nosotros. Se a ciencia cierta que vosotros haríais lo mismo. Solamente recordad que estáis aquí por nuestra Dosa, y que el odio de nuestros amigos… no será eterno. Lo comprenderán. Pero debéis soportarlo.
-¿Y tú? –preguntó de manera inesperada Camus haciendo que Saga lo mirase a los ojos.
-No se sorprenderán de verme aquí.
-No me refiero a eso. –insistió.- ¿No te importa lo que ellos sientan al verte de nuevo aquí?
-No merezco otra cosa que no sea rencor u odio. Yo solo me lo busqué. –Shura quiso negarlo, pero su cabeza le decía, que el geminiano estaba en lo cierto. Mientras que Camus se estremeció ante la crudeza de las palabras de Saga.- No esperéis ser recibidos con los brazos abiertos.
-Va a ser duro… -susurró el capricorniano.
-Entonces… hagamos que cuando esto pase, se sientan orgullosos de quienes fuimos alguna vez. –replicó el de Géminis, posando sus manos en los hombros de sus compañeros y estrechándolos levemente.
Camus y Shura, observaron a su compañero. Poco podían sacar de su expresión, pero sus ojos… transmitían una determinación que jamás habían visto en nadie.
-Si… se sentirán orgullosos. –prosiguió Shura, mientras los tres, entrelazaban sus manos. Saga, solamente dibujo una enigmática sonrisa.
Unos metros más allá, Mu acababa de enviar a las Puertas del Infierno a los Caballeros de Cáncer y Piscis. Los otros tres, esperaban que fuera así, ahora, solo deseaban, que su presencia en el otro mundo… sirviera de algo.
-No me refería a los 108 espectros. –Habló Shion.
En ese momento, los tres tomaron sus puestos. Ocultaron su rostro entre las capas. Observaron nerviosos el inicio de su batalla.
-Máscara y Afrodita no son los únicos que vinieron a matar a Athena.
Fue entonces que Mu, reflejo el pánico y sorpresa en su rostro y su voz. Fue entonces cuando comenzó a percibir los tres cosmos que permanecían en las sombras, tras el Maestro. Y de pronto… se dejaron notar.
El aire tomó una fuerza distinta. Su simple movimiento cortó la roca. Se torno frío, de manera que pudo sentir una leve escarcha cubrir el suelo de su Templo; que rápidamente fue derretida por una corriente de aire cargada de electricidad. Una tras otra, las tres siluetas tomaron forma frente a Mu.
-¡Vosotros también! –alcanzó a decir con un grito ahogado al reconocer sus cosmos.
Saga, frunció el ceño al distinguir las lágrimas que comenzaban a formarse en los ojos del ariano. Hubiera deseado que sus compañeros no las viesen. El cargaría con el peso de la misión si fuera preciso, por evitarles sufrir lo innecesario.
-Shura de Capricornio. Camus de Acuario. Y… Saga de Géminis. –los tres sintieron la voz de Mu titubear al pronunciar el último nombre.- Vosotros también habéis venido a matar a Athena…
-¡Así es! –dijo Shura dando un paso al frente.- Así que… ¡Apártate de nuestro camino Mu!
-Shura… -alcanzó a decir.
"No hagas esto mas difícil Mu… por favor." Pensó el de Capricornio mientras se acercaba a su rival preparando Excalibur.
-Si no lo haces te mataré. –dijo con una falsa convicción. Y entonces atacó, a sabiendas de que no iba a alcanzar su objetivo.- ¡Excalibur!
Mu, se había teletransportado dejando tras de si únicamente unas finas hebras de su cabello. Camus se adelantó.
-No dejes que Mu sangre hasta morir, yo acabaré con él. –fue lo último que escucharon antes de que el ariano recibiera el Polvo de Diamantes.
El rostro magullado del pelilila les encogió el corazón a medida que convencido, se ponía en pie, y prometía que no les dejaría pasar. Sabían bien que no se rendiría.
-Nadie puede doblegar la voluntad de un Caballero de Oro… -se defendió.
Sus cuatro atacantes, sonrieron para si. Esa era una afirmación demasiado cierta, por eso estaban en esa situación, porque ninguno iba a perder esta batalla. Ni siquiera por sus propios amigos. De ese modo, la tranquilidad de Saga, que los habló con los ojos cerrados, los alertó.
-Así es, Mu no se moverá. –Y dejando que sus acompañantes vieran el viejo brillo dorado que levemente inundaba sus ojos verdes... – Lo mejor que puedo hacer es matarlo de un solo golpe.
-Saga… -susurro Mu incrédulo.- De verdad… ¿Vendisteis vuestras almas?
-No es eso, se nos ofreció algo que no podíamos rechazar. –continuó el de Géminis, con la arrogancia típica de él.
-¿Traicionar a Athena tiene sentido para un Caballero de Oro? –preguntó Mu aguantando las lagrimas. Recordando quien había sido aquel Caballero de largos cabellos azules, cuyos ojos algún día reflejaron el bien más absoluto. La brillantez del mejor Caballero en un niño. Pero todo había cambiado. Ninguno respondió.
-Si. –dijo tajante Saga. "No… no lo tiene, amigo mío". Pensó para si, observando como el cosmo de su rival se elevaba para atacarle.
-Saga… -volvió a susurrar dejando escapar una lágrima. No podía ser, que hubiera vuelto a caer en las garras del mal. No él. No de nuevo.
De pronto… como si el de Aries hubiera echado a un lado sus pensamientos, atacó. En ese momento, su cosmos se encontraba tan alterado e inestable… que sabia que no heriría a su contrincante. No obstante, al igual que el resto de los allí presentes, observó estupefacto, como su ataque era detenido por la mano del geminiano sin ningún problema. Sin apenas inmutarse, Saga se vio envuelto en una cálida energía. Sin fuerza si quiera para herir la mano con la que extinguió el ataque, pero la suficiente para iluminar la escalinata.
-¿Eso es todo? –preguntó con una arrogancia aún más pronunciada. "Exactamente como le recuerdo", pensó Camus mientras observaba. – Creo que te he sobrevalorado… -continuó su compañero.
Saga contraatacó. Ese ataque tampoco hubiera matado a su ponente, pero si que era más poderoso que el realizado por Mu, quien lo esquivó con una pirueta. Pese a todo, los reflejos de tres Caballeros frente a los de uno… eran demasiado.
El ataque de Camus y Shura lo había derribado, y tembloroso, Mu intentaba ponerse en pie.
-Tu determinación es inútil Mu.- escuchó decir al gemelo, y volteando a verlo, respondió.
-No lo entiendo… ¿Por qué… Saga? –preguntó con una tristeza en la voz, que hizo conmoverse a los tres Caballeros.
Un sentimiento de culpa y alivio recorrió sus espaldas. Habían bajado la guardia un momento, y ya deseaban gritar que estaban allí por un noble motivo. Sin embargo, Mu miro fijamente a Saga. Saga sabía lo que Mu se proponía, deseaba saber que sentía realmente… y para conseguirlo había que leer más allá de su rostro inalterable. Por ello dejó que el pelilila buscará en su cosmos y encontrará la triste realidad. Lágrimas de Sangre. Saga lloraba, al menos su cosmos lo hacía, por que él hacia tiempo que había olvidado como hacerlo. A su lado, sintió como sus dos compañeros hacían exactamente lo mismo. Suponía, que sorprendidos, al ver que permitía que alguien hurgase en su cosmos.
-Desearía tanto poder decirle la verdad… -dijo Camus.
-Ni siquiera nos odia. Le estamos destrozando. –replicó Shura.
Saga no contestó. Dio un par de pasos y decidido se dirigió a su amigo, que al fin, parecía comenzar a entender que ocurría. El Caballero de Géminis atacó. Pero sorprendidos, todos observaron como Shion interfería en el ataque.
-Saga, detente.
Molesto, Saga lo miró de reojo. Ni siquiera se volvió a verlo cuando les animó a seguir. Le parecía una manera tan ruin de atravesar Aries, que incluso a él le dolía. Pese a ello, sabía que era lo mejor.
-Apresúrense y traigan la cabeza de Athena.
Los tres asintieron, mientras notaban como un poderoso cosmos acababa de llegar al Santuario. El Antiguo Maestro.
-Confío en vosotros hijos míos. Es en vuestras manos, donde recala la seguridad de Athena. No en las de ellos. – se dirigió a ellos tres Shion.
Sin decir una sola palabra más, los tres corrieron rápido hacia el interior del Templo. Ahora comenzaba la verdadera batalla.
"Lo siento Mu". Quiso decir Saga cuando lo escucho pedirles que se detuvieran. "No puedes hacer nada más".
-Continuará…-
Espero que os haya gustado. Dejad Reviews por favor! Se agradecen! Y dentro de poco tendreis el segundo capitulo!
La Dama de las Estrellas
