Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer pero la historia es mía
Capitulo uno
El inicio de una huracán
El corazón no se detenía seguía latiendo con la fuerza de mil caballos., aun había sangre en mis venas y mis pulmones se llenaban de oxigenó inflándose como dos bolsas de papel. Pero ninguna de estas cosas eran suficientes para sentirme realmente viva
Al haber tan solo una delgada línea entre la vida o muerta. Y una diferencia menor a dos gotas de agua. Es difícil saber si se está vivo o muerto pero cuando ambas opciones habitan tú vida es más difícil distinguir cuál de ambas es mejor
Tenemos lo que queremos pero no lo que necesitamos. Al dejarnos envolver por un mundo de frivolidades que nos carcome día con día dejándonos vacíos. Convirtiéndonos en prostitutas, atraídas por el brillo de la perfección lo cual lo convierto en todo lo inverso que nosotros imaginamos
- Sabes que él llega esta tarde-el ceño fruncido casi ocasiona que ambas cejas formaran una sola. Se mostraba más que molesta ante mi decisión de permanecer en la oficina. Dando media vuelta emprendiendo rumbo hacia la puerta. El remordimiento me comenzó a invadir de la cabeza a los pies quedándome sin otra salida, sucumbiendo ante las peticiones de la rubia-está bien acepto- al escuchar salir aquellas palaras de mi boca soltó el pomo de la puerta. Me miro de nuevo notando el cambio radical en su expresión formándose una curvatura sobre el lado superior de su labio. Esta vez fui yo quien lanza puñales a su rostro. Pero me ignoro saliendo esta vez del lugar
Las puertas de cristal parecían ser barreras de tiempo que al pasar por ellas comienza una carrera contra reloj. Ante la cual te crees vencedor. Puedes ganar una vez pero en ese momento ocurre lo inevitable. Cronos se posa ante ti pavoneándose mostrándote el minutero y segundero dedicándote una sonrisa socarrona
Estaba impaciente mis dedos daban la ilusión de estar tocando el piano resonando un tamborileo en el filo de la ventana mientras que mi pie no dejaba de golpear el piso del auto. El hombre moreno me mira por el rabillo del ojo esperando a que detuviera el tan abrumador y molesto sonido que nos acompaña hace más de una hora. Mi mirada viaja hacia la nada a través de la barrera de cristal esperando que en algún momento los autos comenzaran a avanzar. Varios agentes policiacos trataban de agilizar el tránsito vehicular pero era inútil. El autobús que se encontraba volcado a uno cuantos metros de distancia impedía por completo la movilización de los autos
Me encontraba atrapada en un cuello de botella. Pero eso no me sorprende al tener que vivir en la ciudad de Nueva york o mejor dicho "la ciudad del caos y el estrés". Este apodo no le asentaba en vano al estar gobernados por grandes rascacielos. Que te persiguen como gigantes sin tener ninguna oportunidad de escapar al cubrirte bajo un manto de sombra demostrando su poder. Impidiéndote ver más allá de sus estructuras de acero
Que son como maquinas demoledoras que no se detienen ante nada ni nadie volviéndose un mundo de hienas que se comen entre si cundo la carroña se les termina. Apuñalándose por la espalda sin sentir remordimiento alguno
El segundero y el minutero no aceptaban tregua alguna. Posándose sobre nosotros un sol de medio día
Habían pasado
10
15
20 minutos más. Ya no podía esperar tome mis cosas pagando más de lo que él taxímetro indicaba dejando una propina de más de veinte dólares. Baje lo más rápido posible del auto. El moreno que se mantenía al volante miraba con expectación la escena al no recibir explicación alguna de mi parte. El sol me golpeo el rostro estropeando mi visión. Comencé a correr lo más rápido que los tacones me lo permitieron en dirección a Penn Station, rezando con todas mis fuerzas para que mis pies no me hicieran una mala jugada mandándome directo al suelo
Todos parecían estorbarle en su caminar. Abriéndose paso entre la multitud. Con las mangas de la camisa arremangadas a la mitad, un saco y un visible ceño fruncido eran su equipaje. No miraba a nadie prefería ser la imagen al ser el simple espectador. Maldecía entre dientes con un caminar apresurado trataba de salir lo más rápido posible del mar de gente en que se encontraba. No pensaba en detenerse y mucho menos espera sentado en una estúpida banca.
°
La gente entraba y salía por las puertas de cristal. En ese momento me sentí como el conejo blanco de Alicia en el país de las maravillas que no dejaba de mirar su reloj de bolsillo repitiéndose una y otra vez "llegare tarde." Entrando de una manera estrepitosa provocando gran alteración en el orden del lugar una que otra persona me miro disgustado. Opte por la opción de caminar era lo mejor si quería mantenerme con vida. Pero ni siquiera mis intentos de supervivencia podrían evitar lo inevitable. Saliendo mi torpeza a flote tropezando con un de las ruedas de una maleta mandándome directo al piso
Esto de seguro dejara un moretón- pensé disgustada conmigo misma mientras me ponía de nuevo en pie. Tal parecía que nadie se había percatado de lo sucedido lo cual agradecí. Seguí caminando pero un par de paso fueron suficientes para que un segundo golpe se estampara sin aviso en mi hombro izquierdo que parecía llevar la fuerza de una pelota de béisbol haciendo que mis pies trastabillaran. Logrando incorporarme de una manera estable en pie. Mire a mi alrededor en busca del emisor de aquella fuerza pasando por mi mente cientos de teorías de las cuales una podía ser el chocar con un porta equipajes que al estar con sobre cupo no miro mi uno sesenta de estatura. Más sin embargo con lo que me encontré no era comparado con ninguna de mis ideas respectivas a lo sucedido. Teniendo un par de ojos verde que me miraban terriblemente enojados
Podía espera cualquier cosa pero ninguna similar a está. ¿Cómo no pensaren esto antes? Al estar muy presente en mi vida cotidiana el encontrarme con personas a base de golpes o caídas. Iba a decir que lo siento pero él fue más rápido tomando la palabra antes que yo
-fíjate ¿qué no ves que llevo prisa?- entrecerré lo ojos de manera descriptiva. Su tono de voz grotesco hacia conjunto con una mirada llena de enojo como un vestido negro con un par de tacones rojos. Ambos encajaban a la perfección a pesar de ser prendas de distintos colores no dejaban de complementarse la una a la otra
-más bien el que debería fijarse aquí eres tú- mi voz sonaba más valiente de lo que creí que era. Tratando de guardar la compostura al ser un punto fijo ante lo que parecía ser una mirada intacta como el hielo tan fría que podías sentir como la sangre dejaba de correr por tú torrente sanguíneo
-definitivamente no sabes quién soy yo –esto no parecía ser una pregunta si no una afirmación. Mostrando por su tono de voz algo muy simple de saber aún para la persona más distraída y ermitaña que pudiera existir. Lo cual comenzó a irritarme llenándome de completo enojo estúpido arrogante. No pude evitar pensar mientras que un dolor punzante cimbraba mi hombro me mordí el labio para no quejarme
-¡y no me interesa saberlo!- me había puesto una armadura que sin darme aumento la tonalidad de mi voz. Su mirada me recorrió de la cabeza a los pies hasta volver a toparme con su rostro mirándome como un pobre animal insignificante
-no sé ¿Por qué pierdo ¡ MI TIEMPO!?-poniendo énfasis en sus palabras- más del que ya eh perdido en este maldito lugar
De manera interna alguien me incitaba a insultar al hombre que te ni en pie justo enfrente mandando a la porra la compostura -¡sabes que eres un idiota!- dándose la media vuelta ignorando por completo lo antes dicho.
En dos zancadas aquel hombre misterioso se había perdido entre el tumulto de gente que entraba y salía de la estación. Lo cual agradecí profundamente antes de que esto se convirtiera en un ring de box
Por un momento había quedado fuera de mi mente la razona por la que me encontraba en este lugar. No era necesario mirar el reloj para saber que iba retrasada mi conejo me miraba preocupado guardando su reloj de bolsillo
Había olvidado el final del cuento de Alicia. El conejo blanco lograba llegar ante la reina roja acompañado por dos lanzas que apuntaba a su cabeza sostenidas por dos naipes. Haciendo estruendo en las paredes del palacio cinco palabra que dictaminaban su sentencia ¡QUE LE CORTEN LA CABEZA!. El cobayo miro a la causante de todos sus problemas salir huyendo por las dos grandes puertas de madera. Siendo en ese momento consiente que no le puedes entregar tu vida a nadie
Y ahí estaba el recargado en una de las paredes de la gran estación vistiendo unos simples vaqueros llevando en su hombro una mochila color negra- me alegra verte de nuevo-dedicándome una gran sonrisa. Sin poder evitar abrazarlo pero aun el dolor del golpe no cesaba. Prevaleciendo en mí el mal estado de animo de hace un instante. Separándome de la encarceladora muestra de afecto mi gran amigo moreno no dejaba de sonreír
-veo que alguien no se encuentra de muy buen humor… ¿tan pésimo fue tu día? - ladee la cabeza enarcando una ceja
-no quiero hablar de eso… a menos que quieras ser el conejillo de indias con él pueda descargar todo mi enojo- negó con la cabeza mientras comenzábamos a caminar en dirección a la salida
Jacob no dejaba de hablar de la hambruna que sufría. Sin tener más opción fuimos aún restaurante de comida rápida en el cual habíamos pedido una orden de papas fritas junto con una hamburguesa acompañada por una Coca-Cola
-¿fuiste a ver a Charlie y Renée en el invierno?- pregunto mientras se llevaba una papa frita a la boca
-si… de hecho pase navidad con ellos- recordando en ese instante el tan agradable y frio clima de Forks de igual forma el aviso que había dado mi madre sobre la mudanza a california que iban a realizar en un par de meses sin olvidar los cuestionamientos sobre mi vida sentimental – Bella me preocupa que estés sola en una ciudad tan grande como lo es Nueva York... eres joven y hermosa un persona en tu vida no está de más
-sabes que yo no soy la típica persona llena de sentimentalismo que busca el amor… siempre eh preferido ser independiente- y como en todas las pláticas Renée me miro de manera derrotada.
Después de una larga platica entre risas y juegos salimos del restaurante.
Los tacones me mataban. Will había traído el auto de Jacob de la empresa. Ofreciéndose a llevarme a mi casa al no haber un solo taxi disponible y el Ferri a mitad de la noche no era muy seguro. Las luces de la ciudad se reflejaban sobre los vidrio dejando una imagen impresa las marquesinas sobre el cristal mientras que en la radio hacía eco un canción de piano
Llegando a mi mente como un frezaba aquella profunda mirada de ojos verdes que me dejaban sin palabras. Siendo consciente de que el auto se había detenido justo enfrente de mi edificios di un ligero sacude a mi cabeza como si de esta forma sacar todo pensamiento de ella. Me despedí de ambas personas que se encontraban en el auto, Will tras el volante y mi gran amigo moreno quien estaba sentado a mi lado
Atravesé el lobee metiéndome directo al elevador sentí como mis pies desfallecían. Al sonar la campanilla sus puertas se abrieron y sin poder aguantar más me quite los tacones de diez centímetros caminando con los pies desnudos hasta llegar a mi departamento
Al entrar puede sentir el aire correr de las ventanas y a una Rosalie sentada en una de los sillones de la sala con una par de revistas de moda sosteniendo una taza de café
-Rose ¿qué haces aquí?- dije de manera cansada acercándome hasta donde estaba ella dejándome caer en uno de los grandes sillones cafés
-vine a traer tu carro ya me entregaron el mío esta mañana -sacudió las llaves dejándolas en la mesita de centro
- lo había olvidado gracias – dije permaneciendo acostada boca abajo llevándome una tierna mirada de la rubia quien se levantó perdiéndose en el corredor que lleva directo a mi habitación trayendo consigo una manta de color azul colocándola sobre mi cuerpo
-Se ve que estas exhausta será mejor dejarte descansar- asentí con pocas ganas mientras besaba mi cabeza tomando su bolso y abrigo se dirigió hacia la puerta pero para esto ya está medio dormida tan solo alcance a escuchar el crujir de la puerta al cerrar
Espero que le haya gustado el primer capítulo dejen su comentario y gracias por leerlo
Abrazos de oso polar ∞
Denisse Mayer
