Summary
Edward Cullen es un hijo de millonario, hermano de Alice y Emmett. Sus padres Carlisle y Esme eran la pareja perfecta hasta que él, toma la drástica decisión de separarse. Los hijos no lo pueden creer, jamás vieron indicio alguno de desunión, más bien todo lo contrario.
Pero, el hasta entonces perfecto marido y padre, esconde un joven secreto, una amante, Isabella Swan. Edward intentará contactarla para frenar aquella relación que acabó con su familia, sin embargo se llevará tremenda sorpresa cuando la encuentre...
Pd: Por supuesto los personajes no son de mi autoría, sino que pertenecen a Stephenie y yo sólo juego con ellos. E&B/OoC/Romance-Drama/Lemmon
Capítulo I
Ricos, famosos y ¿Felices?
La separación de mis padres fue extremadamente complicada porque siempre fuimos muy unidos. Éramos de esas familias felices que aparecen en las portadas de revistas de papel couché en tamaño extra oficio, a todo color y posando tan sólo por ser guapos, ricos y exitosos. Mis padres eran maravillosos y continuaban enamorados aún después de veinticinco años de casados. Despilfarraban corazones y provocaban envidias en quien se les cruzara por delante.
Eran dueños de una famosa cadena de comida rápida. Carlisle, un economista de renombre, dividía su tiempo entre hobbies, clases en la universidad, los negocios de la familia y sus deportes preferidos. Mi madre, la carismática Esme, así la llamaban sus amigas sarcásticamente, estaba avocada a las fundaciones de caridad. Su pasión eran los niños, los ancianos y enfermos. Participaba en cuanta campaña solidaria se le pasaba por en frente. Conseguía socios con facilidad, organizaba eventos a beneficencia, reuniendo suculentos montos, ella sabía perfecto cómo hacerlo… es cierto es tan cierto el dicho de que el dinero llama al dinero ¡Uf!
Mi hermano Emmett, se dedicaba a viajar… esa era su gran y única pasión. A regañadientes terminó la secundaria en una escuela pública, porque las privadas ya no lo recibían, a pesar de las donaciones que mi familia hacía a esas escuelas. Sin embargo, poseía un talento especial con las mujeres y los flashes. Los paparazzis lo seguían hasta los más recónditos lugares del mundo, por muy exóticos que éstos fueran.
El último escándalo familiar fue gracias a él. Gustaba de organizar fiestas lujosas y privadas, donde participaba la creme de la creme, las mujeres más bellas de Los Ángeles, y los jóvenes y no tanto, más ricos de la ciudad. En esa ocasión se filtró un paparazzi que estaba obsesionado con Emmett, durante la fiesta de la Casa Grande. Como era habitual, hubo un desfile de chicas bellas y deseosas, esperando que algún hombre las cogiera… para platicar, bailar, compartir un trago… o simplemente, entibiar la noche con un desconocido.
La casa estaba atestada de invitados ricos y famosos, tipo OC. En el patio central se ubicaba la piscina, iluminada completamente. De un lado a otro, como si fuera una pasarela, paseaban las chicas con vestidos negros, dorados y platinados, diminutos y escotados, ofreciéndose en bandejas de plata.
Emmett tuvo la brillante idea de llevar a una de sus nuevas amistades a "recorrer" el lugar. Su tur acabó justo en el dormitorio principal. Se bajó los pantalones hasta las rodillas y le quitó las pantaletas a la morenaza, de piernas delgadas y largas, para que le bordeara las caderas. La llevó contra uno de los muros y ¡Plaf! Apareció el paparazzi junto al umbral de la puerta, sacando miles de fotos del "momento", quedando grabado por siempre en las portadas de cuanta revista farandulera existía en los kioscos… Clic, clic, clic ¡La foto! Y lo peor… hasta ahí le llegaron sus conquistas de Don Juan con la reconocida abogada y modelo, Rosalie Hale… ¡Adiós noviazgo!
Participé, en algunas ocasiones, de sus fiestas. Las mujeres eran sensuales y demasiado acogedoras. Sus caderas prominentes, con derrière firmes y pechos tensos, hacían perder el juicio a cualquiera, incluyéndome, pero a veces, había que hacer de tripas corazón y devolverles la cordialidad con nada más que una sonrisa. Encamarse por encamarse por ahí… mmm… aunque se oyera tentador, podía ser un tanto contraproducente. Sin embargo, en más de una ocasión sucumbí ante la desgraciada tentación ¡cueck!
Tras el bullido episodio de mi hermano en portada como el mejor gigoló, mis padres decidieron mandarlo a viajar por el mundo, para ver si se tranquilizaba un poco, pero fueron contraproducentes y sólo acrecentaron el "amor" que él sentía por las mujeres, extendiéndolo a distintas razas y escenarios.
Mi dulce Alice era la niña perfecta que seguía los pasos de nuestra madre. Estaba de novia hace un par de años con Jasper Hale, el hermano de la despechada Rosalie. Tenían planes de matrimonio. El duende, como le decíamos desde pequeña, estaba encargado del departamento de Relaciones Públicas del negocio familiar. Entre mi padre y Alice intentaron mover sus redes sociales para bajarle el perfil al escándalo de las fotos de Emmett, reforzando la imagen de la familia con las cruzadas sociales de mi madre.
Nada, ni en la vida de los ricos y famosos, es perfecto. Hace un mes atrás mis padres anunciaron, a nosotros y a la prensa, su separación. Para los tres, fue un verdadero balde de agua fría, jamás vimos ningún rastro de ruptura en su relación, más bien, por el contrario, eran el matrimonio ideal. Fue realmente triste…
Al pasar de los días me di cuenta que, el de la decisión final había sido Carlisle y no Esme. La noche del miércoles pasado fui a la cocina por un vaso de leche antes de ir a dormir, estaba a punto de entrar cuando oí sollozos, era mi madre sentada en la mesa de diario. Lloraba sola y no me había oído. Me quedé mirando entre medio de la juntura de la puerta, no me atreví a entrar, no era quién para romper su intimidad, pero al mismo tiempo, me sentí un asqueroso cobarde incapaz de consolar a su propia madre.
Tuve rabia, mi mandíbula se tensó y tragué saliva con dificultad. Subí a mi dormitorio con el estómago cerrado y ganas de mandar a la cresta al imbécil de mi padre. No pegué un ojo durante la noche. Me quedé viendo, a través de las cortinas satinadas, la luna grande, fuerte y impenetrable que nos cobijaba, incluso a esta familia dispar.
Por supuesto, la actitud tan repentina de Carlisle me pareció de lo más dudosa. Quizás ¿Él con otra? ¡Vaya! ¡No! ¡Qué rabia! No le podía hacer eso a la eterna enamorada de Esme ¡Maldita sea! ¡Qué difícil era la separación! No dije nada, me guardé poco a poco el rencor, bien hondo en mi tolerancia. Todos los días nos juntábamos a almorzar con mi padre y cenábamos con mi madre, excepto los fines de semana. Un día de esos, casi dos meses después de su rompimiento en público, Carlisle nos dio la horrenda noticia.
Era una tarde fresca y nos aprontábamos a almorzar a la orilla del Club de Yates, donde Carlisle era su principal accionista. Disfrutamos de unos ricos aperitivos. Él parecía un poco nervioso, lucía el cabello rubio, impecablemente peinado hacia atrás y los ojos tostados chispeantes como si hubiese rejuvenecido, lentamente nos fue preparando para el gran notición, mientras su voz continuaba pausada y conciliadora. Alice se ubicó a su derecha en la mesa, Emmett a la izquierda y yo, de frente a él.
—Hijos —anunció con voz ceremoniosa— debo contarles algo que probablemente no sea de su gusto, pero es una realidad y no quiero que se enteren por terceras personas –Alice abrió los ojos de par en par y lo miró con cara de espanto, se inclinó hacia delante para oírlo mejor. Emmett, empuñó ambas manos y dejó de sonreír. Yo lo esperaba inquieto, recordé a mi querida madre, llorando en la cocina y esperé.
—¡Adelante! —lo desafié. Se llevó la mano al cabello y finalmente habló. Ahora, tenía el rostro serio y los ojos apagados.
—¡Tengo novia! —escupió rápidamente, pero con voz firme.
—¿Qué? —exclamó Emmett, exaltado, pegando un puñetazo en la mesa— ¿Debe ser una broma de mal gusto? —continuó irritado.
—¡Tú no puedes! No papá —lloriqueó Alice, confundida.
—¡Infeliz! —espeté con ira, me puse de pie y me di media vuelta para no seguir oyendo estupideces ¿Qué diría ahora? Que estaba profundamente enamorado de esa puta. ¡Maraca, puta! ¡Arggggggggg! Tenía tanta rabia que veía todo rojo intenso. Cogí las llaves de mi auto y me marché de aquel lugar.
¡Rmmm!¡Rmmm! Hice rugir el motor de mi Lamborghini descapotable, arrastrándolo a más de doscientos veinte kilómetros por la costanera, hasta quedar a tan sólo unos centímetros de una familia que cruzaba tranquilamente la calle hacia la playa. Me sentí podrido, les pedí disculpas, pero el padre casi me da con todo un puñetazo que, de seguro, me hubiese dejado con una fractura, pero, mis reflejos eran rápidos y lo alcancé a esquivar. Cogí mi auto de lujo y me marché.
Fui a dar a un bar de chicas bellas que entregaban tragos, vistiendo sólo un hilo dental en el trasero y un mini triángulo que, escasamente les tapaba los pezones, aunque podía imaginarlos de todos modos: rosados, cafés, medios fucsias, grandes, pequeños… en fin, era una agradable distracción para pasar este desagradable anuncio de mi padre. Me tomé cuatro tequilas y fumé más de dos cajetillas. Llegué a casa ebrio como un estropajo. Entré a hurtadillas a mi habitación, porque lo último que le podía pasar a mi madre era que ahora, su otro hijo, fuera un ebrio desvergonzado. Me hundí en mis colchas blancas almidonadas.
Al día siguiente, desperté con un hacha en medio de la cabeza. Le pedí un café a Lucinda y me di una ducha fría para despertar. Cuando llegué a la oficina, obvié pasar por la de Carlisle ¡No quería verlo ni en pintura! Sin embargo, sentía gran intriga por aquella mujer que había separado a mis padres ¡Qué no me contaran cuentos! Esa mujerzuela había terminado con su matrimonio y no era ninguna inocente paloma que conoció una vez divorciado.
Me esmeré por cielo, mar y tierra, para encontrarla. Lo intenté con algunos viejos amigos de mi padre, pero no dijeron una sola palabra, su lealtad era con él, fuera como fuera ¡Viejos estúpidos! Claro, lo más probable era que cada uno de ellos tuviese su amante ¡Obvio! ¡Qué imbécil pensar que me dirían algo!
Di vueltas y vueltas al tema, hasta que mmmm… ¡Ángela! De seguro "La secre" de mi padre sabría el número, ella era su mano derecha. Cuando todos se fueron ingresé a su Outlook, busqué algún nombre desconocido y ahí estaba: Isabella Swan ¡Bingo! ¡Vieja descarada! Ahora se las vería conmigo, le cantaría algunas muy claras y se le acabarían las ganas de revolcarse con mi padre. Mañana, a primera hora le haría una "cordial" visita.
Queridas lectoras,
Espero que les haya gustado este primer capítulo...
Besos,
Karen
