La mano que mece la pluma
Este fic participa en el "Minireto de diciembre" para el "Torneo entre Distritos en la Arena", del foro "Hasta el final de la Pradera". Los Juegos son de Collins pero ahora Collins es mía (y de Lukas y Morgan).
Lukas empezaba a cansarse del acompañamiento femenino. De hecho, deseaba con todas sus fuerzas reencontrarse con Sugus y dejar que las dos féminas se sacaran los ojos tranquilamente mientras él comentaba con su amigo las últimas novedades. Se sentía dentro de un nido de víboras y sabía que el final saldría escaldado, porque eso es lo que suele pasar con los conflictos entre mujeres, que si hay un tío presente, acaba por ser el culpable de los males del mundo, aunque se trate de un muchacho que no ha roto un plato en su vida, claramente su caso.
La situación era la siguiente: la señora Collins —ella se empeñaba en que la llamasen Suzzie a secas, pero para Lukas era señora y punto—, tenía los humos subidos y Morgan, sutil como una apisonadora, estaba decidida a bajárselos a porrazos. El problema era que Collins afirmaba ser la autora material de todas las desgracias por las que habían tenido que pasar los últimos años, de hecho, afirmaba ser la ideóloga de la arena; y verdad o mentira o por improbable que pudiera parecer, eso ponía a Morgan tan furiosa que se te chamuscaban las orejas con solo escucharla.
Aunque francamente, si Collins tenía razón y era la responsable de todo ese desaguisado —¡Juegos Incluidos! ¿Sería ella el verdadero verdugo a la sombra de Snow? ¿La mano que mece la pluma?— a Lukas también le entraban ganas de hacérselo pagar. Sin embargo, él siempre había hecho gala de tener un humor bastante fino y elegante, no a base de mamporros a lo Morgan, y por otro lado, les observaba todo el país y prefería dejar el pabellón Adras bien alto.
No tardó en dar con la solución para hacer retorcerse un poco a Collins sin necesidad de que la mujer la espichara. Además, la cosa estaba tranquila. Llevaban dos días andando tan campantes, la arena estaba adormecida, lo cual estaba bien, pero era necesario animar un poco la cosa si no querían dejar a los espectadores bostezando en sus butacas.
Lo único que tuvo que hacer fue mangar a Collins la tapita del bolígrafo que usaba para garabatear en su libreta. Morgan había querido quitárselo para no hacerle ninguna concesión a su rehén, pero a Collins casi le entra un ataque de histeria, y una rehén histérica es mucho peor que una rehén sabelotodo y con ínfulas de grandeza —La mano derecha de Snow, sí claro—, así que se lo habían dejado y ella se dedicaba a mordisquear la tapita sin parar. Solo se detenía para soltar lindezas del tipo: "¡Todo esto es culpa mía!" entre sentidos sollozos, o para escribir.
Total que Lukas le birló la tapa a Suzzie mientras ésta dormitaba maniatada a un árbol y la untó a base de bien con una planta que había tenido el gusto de conocer en el distrito. No resultaba mortífera, pero provocaba una urticaria galopante, nivel diez, de esas de pobre del que se le ocurra limpiarse el trasero con ella. Pues Lukas roció bien la tapa del boli con la hoja de una de esas plantas, con cuidado de no tomar contacto directo con ella, haciendo uso de unos guantes de látex que a saber por qué habían aparecido en su mochila. Luego colocó el boli en las manos de Suzzie y esperó tranquilamente. Eso iba a mantenerla calladita durante unos días. No más "Soltadme, yo soy la única que puedo solucionarlo". No más "Podría hacer de vosotros los héroes de esta historia". No más: "Morgan, te prometo que no terminarás tan desquiciada como Katniss". No más nada.
