ATRACCIÓN FATAL

Disclaimer: Los personajes de esta historia no me pertenecen, forman parte de la obra de Rumiko Takahashi.

En el instante en que puso un pie en el local sus ojos se encontraron, parecido a una descarga eléctrica bajando por la espalda, como si el suelo temblara o un millón de mariposas revolotearan en la boca de su estómago. Como si el foco sólo lo iluminara a él, pudo apreciar su alta estatura, el cabello largo desteñido y los rasgos duros de su cara. Apoyado en la barra del bar parecía más de lo que una mujer podía, o debería, desear en su vida.

Capítulo 1

En el instante en que puso un pie en el local sus ojos se encontraron, parecido a una descarga eléctrica bajando por la espalda, como si el suelo temblara o un millón de mariposas revolotearan en la boca de su estómago. Como si el foco sólo lo iluminara a él, pudo apreciar su alta estatura, el cabello largo desteñido y los rasgos duros de su cara. Apoyado en la barra del bar parecía más de lo que una mujer podía, o debería, desear en su vida.

Tras unos segundos dubitativos, se dirigió hacia él con paso decidido optando por desviarse un poco a la izquierda para quedar cerca de él. Se giró hacia Rin, que estaba justo detrás de ella y peguntó qué quería para beber.

- Sex in the beach, por favor -fue la rápida respuesta de su acompañante.

Kagome se giró de nuevo hacia la barra y pidió las bebidas. Mientras el camarero atendía su pedido observó con mas detenimiento el local.

Las paredes forradas de madera y la luz tenue daban un toque misterioso a un bar ya de por si lleno de humo. La música que sonaba, suficientemente baja para poder charlar tranquilamente y al mismo tiempo cubrir la necesidad de bailoteo de las almas inquietas, era uno de los grandes éxitos de... la década pasada posiblemente. Bien, no todo podía ser perfecto.

- Bonito local -decidió Rin, mirándola-. No me importaría venir aquí cada fin de semana.

- Sí, a mi tampoco. Buen ambiente, tranquilidad, -sorbió un poco de su vaso, que el camarero acababa de traerle- buen vodka y...

- ¡Buenos chicos! -acabó alegremente la otra.

Las carcajadas fueron instantáneas. Mientras pedían las bebidas ambas habían aprovechado la oportunidad de observar el sexychico de la barra, y bien, no habían sido defraudadas, no señor. ¡Menudo bombón! Con su pose de "estoy buenorro y lo sé" solo conseguía acrecentar los duros rasgos de su barbilla y sus pómulos. Sumando a esto un cuerpo de rechupete (la camiseta negra que llevaba le quedaba divina) y dos amigos a su lado que no estaban nada mal... se formaba un combo capaz de hacer que la mitad de las chicas del local sacaran espuma por la boca, ya que la otra mitad yacían deshidratadas en el suelo. Así era, señoras y señores.

- Veo que también te has fijado -comentó Rin.

- Claro, ¿cómo no fijarse? ¿Te parece bien si vamos hacia allí? -dijo Kagome señalando con el vaso la parte donde habían los billares.

- Perfecto. Tengo ganas de darte una paliza... aún me acuerdo de la ultima vez que jugamos.

Sin más, ambas se dirigieron a pasar una balada tranquila, con un poco de despilfarro y muchas risas y diversión.

Kagome no solía a salir sola con Rin, siempre que salía lo acostumbraba a hacer en grupo, y por locales mucho más animados que este tranquilo bar. Pero se lo estaba pasando muy bien, así que no tenia queja alguna. Rin, dos años más pequeña, se había unido a su pandilla a raíz de su relación con Ginta, y una vez habían cortado había decidido seguir saliendo con ellos, pues no tenia muchos amigos de su edad. La verdad era que nadie sabia del cierto si Rin y Ginta estaban aún saliendo, pues no eran pocas las veces que habían cortado y retomado la relación a lo largo de los años.

Esa noche, la pandilla se había ido a la ciudad de fiesta, dejándolas a ellas dos, las tardonas, tiradas. Así que, cuando se habían encontrado, habían decidido ir a algún bar tranquilo: ninguna de las dos tenía ganas de mucha marcha ni de ir muy lejos... cuán más lejos vas, más largo es el camino de vuelta.

Inuyasha se había ido de fiesta sin ella. Ciertamente no era nada nuevo... demasiadas veces había sido abandonada a medio camino por culpa de su falta de puntualidad crónica. Pero es que últimamente todo lo relaciona con su novio la tenía intranquila, y tenía miedo de reflexionar profundamente sobre ello porqué no sabía cuán descabelladas serían las conclusiones.

- ¿Te hace una partida, entonces?

Estuvieron jugando al billar lo que les pareció un momento, pero en realidad el reloj ya marcaba la medianoche cuando levantaron la cabeza de la mesa. Kagome tenía sed, así que le hizo una seña a Rin, en ese momento muy ocupada en medio de una especie de danza tribal, y se dirigió a la barra. Hizo la mirada protocolaria a su móvil y se encontró con un mensaje de Kikyô.

Nada bueno podía traer. Nada bueno.

Kikyo le mandaba una foto de Inuyasha bailando pegadito a otra chica. Al principio ella no distinguió nada, las discotecas no presumen de tener buena iluminación, pero luego de mirar fijamente la foto pudo identificar el que representaba que era su novio. Y, evidentemente, la chica de su lado no era ella.

No sé si alguna vez habréis roto un plato. Si alguna vez lo habéis hecho, sabréis que los platos acostumbran a romperse en trozos grandes cuando el golpe es seco y duro, y que por ello mismo, con un poco de suerte, es asomobrosamente fácil recomponerlos y volver a dejarlos en el estante "casi" intactos.

Bien, aunque el plato parece el mismo a primera vista, una vez roto es mucho más frágil, pues un segundo golpe, aunque mucho más flojo, hace que la grieta vuelva a abrirse. Es decir, una vez roto el plato se vuelve más vulnerable a partirse por ese mismo sitio. Así es como se entra en una espiral de golpe-pega, hasta que el plato dice basta y por decencia lo cambiamos por otro de nuevo.

Eso mismo es lo que estaba experimentando Kagome en ese momento. No era la primera vez que Inuyasha se acercaba a otra chica mientras estaba con ella, por eso no le sorprendía, pero eso no lo hacía más fácil de aceptar o menos doloroso.

Se bebió medio vaso de golpe, medio por sed medio buscando coraje.

De acuerdo, la foto demostraba que Inuyasha estaba prestando atención a otra chica, nada más. No debía sacar conclusiones. No podía sacar conclusiones. No era el momento, ni el lugar, no podía pensar en eso ahora.

El caso era que estaba allí, en un bar poco conocido, con Rin, medio cubata en la mano y algo de resentimiento escociendo en su corazón. Una canción sorprendentemente actual empezó a sonar, y el ambiente se animó visiblemente. Vació el vaso de golpe y se lanzó a la pista, buscando la Kagome sensual que corría por sus venas.

Rin no tardó demasiado a unirse, su cuerpo más pequeño y grácil se movía con facilidad en medio de una pista no muy llena. Kagome cerró los ojos y durante un momento se evadió. Ooh... podía sentir como sus sentidos se entumecían un poco y el alcohol, que todavía degustaba en su lengua, calentaba su cuerpo. Se dejó llevar por la música, aún con los ojos cerrados.

- Vaya, caras nuevas por aquí.

La voz sexy le hizo abrir los ojos lentamente, estudiando el espécimen que tenía delante. Una media sonrisa se cernía en su cara, y la auto-confianza supuraba de cada uno de sus poros. Kagome tuvo la certeza de estar delante de un cazador en busca de su ligue.

- Está bien cambiar de aires, de vez en cuando -dijo acercándose-. Una se aburre de hacer siempre lo mismo.

- No te falta razón -estuvo de acuerdo él, mientra asentía casi imperceptiblemente con la cabeza-. Mi nombre es Sesshomaru.

- Kagome, encantada -dijo ella con una sonrisa-, y esa de allí es Rin -en ese momento Rin saludo con la mano, una sonrisa de palma y media ocupaba toda su cara.

- Veo que eres una chica de acción... ¿qué te parece si vamos a otro sitio más adecuado?

Las alarmas dentro de la cabeza de Kagome sonaron. Alguien como Sesshomaru no te invita a otro sitio porqué sí, no habla con una chica porqué sí, no sonríe porqué sí, ni siquiera mira porqué sí. Kagome sabía muy bien lo que buscaba él, y por lo tanto sabía condenadamente bien que se estaba metiendo de lleno a la cueva del lobo, o que lo haría si aceptaba ir con él.

Se tomó unos momentos de reflexión, algo que haría sentir orgullosa a cualquier padre o madre del mundo, pues cuando alguien como Sesshomaru te hace una pregunta cómo esa, pocas son las cosas en las que puedes pensar. Pensó en sus 17 años, en juventud, en Inuyasha, en su relación, en cómo le quería, en cómo la quería... en la foto. En todas las otras veces.

Levantó la cabeza con decisión hacia él, y con la mirada fija en sus ojos contestó a su pregunta.

- No sé muy bien a lo que te refieres con lo de adecuado... pero no veo motivo para decirte que no.

FIN Capítulo 1