Disclaimer: No soy Rowling, así que mis adivinanzas para entrar en Ravenclaw van a ser una mierda. Este fic ha sido creado para el "Amigo Invisible 2013-14" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".
Victoire, querías una historia de guerra con personajes que no conociera ni el tato. Más o menos aquí está. Me gustaría decir que esta no es una historia de capítulos. Es una historia de... momentos. 30, para ser exactos. Espero que te guste :P
Escogí a este personaje porque era Ravenclaw. Y porque ya la conocía. Había pensado tanto sobre ella que ha sido como reencontrarme con un viejo amigo.
Por cierto, empecé a publicar Una vida normal para hacer de preámbulo a esta historia. Pero no he tenido el tiempo que creía para finalizarla... así que, en fin. Fue casualidad que la leyeras, así que quería que lo supieras. Al final no ha tenido tanto peso en la historia como había pensado en un momento pero... ¡bah!
Pdt. Era Sue Li.
UN MOMENTO PARA SER VALIENTES
1. Un año escolar de mierda
Sue Li recuerda pocas cosas de la época en la que vivió en Corea. Recuerda los uniformes verdes y las gabardinas que llegaban por debajo de las rodillas. Recuerdas las habitaciones blancas, sépticas, y a los médicos con mascarillas y guantes.
Recuerda a las niñeras. A su férreo control. Recuerda sus horas para comer, jugar y ver la tele. Y la hora de acostarse, cuando todas las luces se apagaban y lo único que podía oír eran las respiraciones de sus compañeras de cuarto.
Y Hogwarts… Hogwarts se ha convertido en el fiel reflejo de sus recuerdos.
Pero esta vez su padre no reventará la puerta ni vendrá a salvarla. O, por lo menos, eso espera. Los hermanos Carrow y el profesor Snape le parecen unos contendientes mucho más mortíferos que unas niñeras regordetas.
Sue ya ha vivido una situación parecida. Y es por eso que sabe cómo comportarse. Mantener el perfil bajo es la mejor manera de pasar desapercibida y, por lo tanto, de que nadie se meta contigo.
―Deberías hacerme caso ―le reprocha a Padma. Tiene la nariz rota y la sangre le recorre las mejillas y la mandíbula, hasta acabar en su barbilla.
Morag MacDougal, que ya lleva el pijama puesto, la obliga a levantar el rostro y le limpia la cara con una toalla húmeda.
―Déjame ―protesta apartando la cabeza. Tiene una expresión cansada y los párpados se le caen solos. La herida no es más que una consecuencia de su castigo; no el castigo en sí mismo.
Sue y Morag intercambian una mirada preocupada. Están en el baño y Padma está sentada al borde de la bañera. Tiene la trenza medio desecha y un par de gotitas de sangre han manchado el cuello de su uniforme.
―Deberías taparte la nariz hasta que se detenga la hemorragia ―recomienda Morag ofreciéndole la toalla.
Padma se la arrebata y hace lo que le dice.
―Los odio ―explica―. Y no puedo entender cómo os podéis quedar ahí, impasibles.
Morag se ruboriza un poco y aparta la mirada. Sue ni siquiera cambia su expresión. Durante toda su infancia ha oído despotricar sobre hacer algo, sobre la revolución. Sobre enfrentarse al poder.
Y ahora que ha surgido la oportunidad siente que es demasiado pequeña. Que todo lo queda demasiado grande.
―No vamos a significar ninguna diferencia, Padma ―intenta razonar Morag.
Padma deja la toalla sobre su regazo, sin importarle que se pueda manchar de sangre, y desabrocha con movimientos bruscos la placa que adorna su pecho.
―Esto significa algo ―dice con seguridad. Tiene los ojos entrecerrados y el ceño fruncido―, es un compromiso. Una responsabilidad. Y no pienso dejarla de lado porque tenga miedo.
―¿A cambio de qué? ―insiste Morag―. ¿De cruciatus? ¿Es que quieres sufrir para nada?
―Espero ―dice entre dientes―, espero que no todo el mundo sea como tú. Porque entonces estaremos perdidos del todo.
Sus ojos se clavan en Sue y ella no puede evitar dar un paso atrás, intimidada.
―¿Y tú qué? ¿No vas a decir nada? ―le espeta.
Duda, ente morderse la lengua o decirle todo lo que piensa. Pero Padma es su amiga y ya han perdido a Lisa (y lo peor es que no sabe si la volverán a ver). No quiere perder a nadie más.
―No vamos en tu contra. No lo pagues con nosotras.
Su expresión se relaja. Aunque Sue la conoce lo suficiente como para saber que no está convencida. Que todo lo que la carcome seguirá ahí, bajo su piel, clamando por salir más adelante.
La puerta se abre y Mandy entra con paso rápido.
―¿Te encuentras mejor? ―pregunta agachándose para ponerse a la altura de los ojos de Padma.
―¿Tú también me vas a decir que no me meta?
Mandy niega la cabeza. Tiene ojeras bajo sus ojos y su aspecto está dejado. Es como si ya no se mirase al espejo antes de salir de su cuarto por las mañanas.
―A mi madre la han metido en Azkaban. Ojalá yo tuviera el valor de hacer lo que tú… ¿Cómo estás?
Sue siente envidia cuando ve como la expresión de Padma se relaja y como sus labios se estiran en una media sonrisa. Quiere ser capaz de decir algo así, algo que la haga sentir fuerte e importante.
―Como si me hubiese atropellado el Autobús Noctámbulo.
Mandy sonríe y muestra el contenido de su bolsillo.
―El profesor Flitwick me ha dado esto para ti ―saca un par de bizcochos que, en cuanto se ven libres, empiezan a balancearse como si estuvieran bailando.
A Padma se le escapa una risa floja.
―Y ―añade Mandy―, me ha dado otras cosas: una poción para dormir y que te ayudará a reponerte; hechizo para arreglarte lo de la nariz; y un permiso que te permite no asistir mañana a primera clase.
Padma asiente mientras descabeza a uno de los bizcochos.
Continuará.
