¡Hola! Por fin me animo a seguir una historia que he ido creando durante esta semana. Para que cuadre en la historia original, me he tomado la licencia de cambiar el orden a dos relaciones amorosas de Richard Castle, por lo que primero conoció a Meredith (y con ella tuvo a Alexis pero no se casó) y después conoció a Kira.

Esta no es la primera vez que subo una historieta a la web pero si la primera que intento seguir, pues no es un one-shot. Sin más que añadir, espero que os guste y animaos a criticar, tanto para bien como para mal, intentaré mejorar lo que no os guste. ¡Muchas gracias!

La historia original de Castle no me pertenece y blablabla (:


"La primera obra de Flores para tu tumba continúa en el top 10 de súper ventas tras cumplir medio año en las librerías"

-¡Querido, no sigas torturándote! Ya verás como tarde o temprano la situación se arregla.

Martha Rodgers agiliza su paso tras bajar por las escaleras para evitar que su hijo se siga torturando a sí mismo. Sentado en un taburete de la cocina, codos en la mesa y la cabeza entre sus manos, mira fijamente la página de cultura del periódico de hoy. Mejor dicho, no deja de leer una y otra vez el titular que reza en la misma, al lado del gráfico de los libros mejor vendidos.

-Lleva seis meses en ese gráfico, madre-confiesa en un susurro.-A la gente le gusta, eso está claro. Pero no creo que vuelva a escribir una novela tan buena.

-Richard-comienza la madre.-Sé que esta es tu primera novela, pero los dos sabemos que has escrito decenas de textos muy buenos dignos de una novela.

El joven levanta su mirada por primera vez para enfrentarse a su madre.

-¿Y ella? ¿Qué pasa con ella, madre?-pregunta angustiado Rick.

-Ella se ha ido, tienes que empezar a poner de tu parte para superarlo, cielo.-la mirada que le dirige a su hijo es dura, pero necesaria.-No es la primera vez que rompes con una chica. ¡Dios mío! Pero si hasta he perdido la cuenta de las mujeres que me has presentado-termina dramatizando.

La mujer coge finalmente el periódico para alejarlo de su hijo y lo deja en la encimera de la cocina. Mientras se prepara un té, sigue atenta los lamentos del hombre.

-No es lo mismo, madre. Ella es especial. Era especial.-se corrige volviendo su mirada hacia abajo de nuevo.-Y yo no quería esto, no he sido yo el que ha decidido romper.

Su madre le mira ahora con una mirada llena de compasión. Sabe lo que se siente al sufrir por amor, pero es su madre, y tiene que hacer todo lo posible para recuperar al hijo que era antes de esa ruptura.

-De la noche a la mañana, ella se ha ido. Como si la vieja ciudad de Londres fuera más importante que yo. Cómo si su marcha no trajera consecuencias. Y ahora la que fue mi musa pasea por tierras inglesas.

-Tu inspiración volverá en menos tiempo de lo que te imaginas-intenta consolarlo su madre.

-No puedo esperar más, la editorial me está presionando. Y el adelanto que me han dado para que me inspire no funciona.

-Sal a pasear, busca algún sitio confortable que te ayude a organizar nuevas ideas.

-Yo no quiero una nueva inspiración, la quiero a ella.

-Muchacho, esas cosas pasan. Eres un buen hombre y un gran padre. Seguro que hay una chica mucho mejor que Kira destinada a estar contigo. Y ahora mismo lo que debes hacer es pasar página. La única chica que debe interesarte es Alexis-confiesa su madre.

-Ella es la única que puede hacerme reír en este momento.

-Mira querido, hagamos una cosa.-intenta resolver Martha.-¿Por qué no aprovechas que tengo unos días de descanso en la función, me quedo cuidando de Alexis durante sus vacaciones y tú vas a buscar inspiración por las calles de la ciudad?

Por primera vez en esa tarde el joven sonríe. Mira el reloj del salón, se levanta del taburete y le planta un beso a su madre en la mejilla.

-Gracias madre. No sé lo que haría sin ti-añade Rick.-Voy a buscar a Alexis al colegio. Volvemos enseguida.

Martha se queda mirándole con una sonrisa en su cara tomando el té que ya ha reposado lo suficiente. Es una madre llena de orgullo, ha criado un buen hijo y está segura de que él sabrá criar muy bien a su pequeña.


-¡Al teléfono, Katherine!-avisa la encargada de la cafetería.-Es Hanna-susurra la mujer tapando el auricular antes de pasárselo a la joven.

La morena de media melena, asiente mientras atiende el teléfono. A medida que continúa la conversación su gesto facial se convierte en decepción. Su compañera, Hanna, suele relevarla cuando termina su turno, pero hoy le es imposible aparecer por la cafetería por motivos personales. Finalmente, le hace el favor de cubrirla esa tarde, pues muchas veces han tenido que cambiar sus turnos por diferentes motivos. Sin embargo, Kate se siente decaída pues quería pasar tiempo con su padre esa tarde y no volverá a casa hasta cerrar el establecimiento.

Katherine Beckett lleva tres meses trabajando ahí, rodeada de sus compañeras y de la encargada, que le ha enseñado muchas cosas relacionadas con el sector de la hostelería. Simpatía no le falta a la joven para tratar bien a los clientes, pero no es la misma que sonreía el año pasado. Al comienzo de ese año, al terminar las vacaciones de Navidad, su familia había organizado una cena para volver a despedir a la joven, que volvía a la costa oeste del país para seguir estudiando Derecho en la universidad de Stanford. Sus padres eran abogados, y durante toda su vida había sido testigo de cómo ambos intentaban hacer justicia en un mundo tan cruel. Veía como sus padres se desvivían en el trabajo y en casa para conseguir esa justicia, pero su madre era su gran ejemplo a seguir. A diario trabajaba en el bufete de abogados, pero dos fines de semana al mes, los dejaba libres, de guardia, para dedicarse a ser abogada de oficio. De esta manera, la justicia y el derecho a tener un abogado era accesible para todo el mundo, especialmente para la gente con menos recursos.

Pero aquella noche su vida cambió. Su madre avisó de que saldría un poco más tarde de la oficina, pero que llegaría a tiempo al restaurante. Padre e hija acudieron juntos al lugar de quedada y tomaron algo mientras esperaban a la mujer. El tiempo pasaba, se acaban las bebidas de su mesa al igual que su paciencia. Cada vez estaban más preocupados y el móvil de la abogada no daba señal, tampoco estaba en casa pues saltaba el contestador. Así que unos minutos después se dieron por vencidos y volvieron a su hogar. Cual fue su sorpresa cuando al llegar se encontraron con una patrulla de la NYPD que preguntaba por ellos. El mundo de ambos se derrumbó cuando el inspector a cargo de la brigada les confesó que habían encontrado a la mujer en un callejón, apuñalada y sin vida. Tras semanas de investigación y por falta de pruebas, el caso quedó cerrado, archivado y sin resolver.

Su rumbo cambió. Ella no volvió a la universidad, dejando su carrera de Derecho estancada en el limbo, pero jurando que lucharía para que en el mundo existiera la justicia. Pero no fue la única vida que sufrió cambios. Su padre tampoco volvió a ser el mismo, había encontrado la solución a sus problemas en la bebida. Bebía más de lo normal, pero a pesar de vivir en la misma casa, nunca lo había encontrado en una situación complicada.

Su espíritu de luchar por encontrar justicia, le había hecho plantearse a la muchacha a presentarse al cuerpo de policía. Por eso llevaba meses entrenándose física y mentalmente. Estudiaba cuando podía y entrenaba por las mañanas antes de entrar a trabajar en la cafetería. Ese día estaba siendo agotador, llevaba jornadas sin coger ni un solo día libre y rezaba para que el día de hoy se terminara lo antes posible.

Finalmente la hora de echar el cierre había llegado y los clientes iban abandonando el local. Sarah, la encargada del local, le dio carta blanca para ir a su casa a descansar, pues ya había pasado muchas horas ahí metida durante ese día.

Cerró la puerta principal de casa y el silencio inundó sus oídos. Al contrario de lo que ella pensaba, su padre no estaba ahí. Una noche más, la estancia no olía a cena recién hecha, por lo que tras dejar una pizza en el horno se dispone a dejar atrás el cansancio relajándose en la ducha. Diez minutos después sale del cuarto de baño con la sensación de bienestar y el olor de queso azul que desprende el horno le abre el apetito. Una vez sentada al estilo indio en el sofá, con la televisión encendida, comienza a saciar su hambre con la pizza que tiene sobre sus piernas.

Al morder la cuarta porción de pizza, el teléfono de casa suena alarmándola. Nunca le ha gustado que los teléfonos suenen en medio de la noche, nunca ha sido presagio de nada bueno. Aparta la pizza en la mesa del centro y contesta con voz temblorosa.

-Katherine, siento llamarte a estas horas, pero tienes que venir-susurra una voz al teléfono.

La muchacha reconoce esa voz, y al instante se da cuenta de lo que ocurre. Está hablando con el mejor amigo de su padre que le confiesa que están en un bar en Midtown y que se siente incapaz de hacer entrar a su padre en razón. Esta vez se ha vuelto a pasar de la raya con el alcohol y Kate no tiene más remedio que volver a vestirse y salir en su busca.

Una vez de vuelta en casa, sujetando a su padre por la cintura e intentando que no tropiece con las alfombras que adornan el salón, siguen sonando en su cabeza las disculpas del mejor amigo de su padre. Aunque sabe que no es su culpa, pues por mucho que le aconseje que no tome más él se hace el loco y continúa consumiendo. Y ella no puede más, no puede seguir luchando si él no colabora. El último esfuerzo consiste en subir con él las escaleras y meterlo en su cama. Se queda dormido al instante y su hija le deja en la mesilla dos pastillas de ibuprofeno y una botella de agua para el día siguiente.

Agotada, recostada de nuevo en el sofá, decide tomar la decisión drástica que lleva semanas rondando por su cabeza. Una vez más, toma el teléfono inalámbrico y marca el numero que espera que le ayude a mejorar sus vidas.