Los personajes pertenecen a la maravillosa Stephenie Meyer, yo solo deje fluir mi imaginación creando una historia un tanto diferente.


-Prólogo -


"No tendrías que haber venido".

Su cabeza se lo repetía dos y tres veces, mientras, y con las cuencas de los ojos hundidos, observaba la cabellera rubia que más amaba en la vida, bajo la penumbra de un gran cedro. Con los hombros bajos, y el altivo mentón desaparecido.

Ella estaba triste.

Y él le había dado más razones de las comunes para ello. Sin embargo, el que vistiera un perfecto conjunto negro, que por cierto acentuaba su pálido tono de piel, no era por causa suya.

Era su padre. Y él, de cierta forma, lo entendía.

Cuando un ser cercano muere, como hace poco, él también había experimentado, el alma se quiebra, dejando ir gotas de dolor para amenizar el peso de la partida. Emmett había perdido a su madre hace dos semanas, y por aquella causa, el tener que abandonar a su niña-mujer, le había resultado inevitable.

Llevaba ya horas, escondido tras una línea de tres árboles con ramas espesas, deseando que, de algún modo, ella le mirara, tan solo para notar aquel destello tan propio de sus ojos. De manera inconsciente, su cabeza le repetía una y mil veces que no debió haber ido al entierro de Andrew Hale. Pero quería, necesitaba verla, como si el aire de sus pulmones dependiese de ello. Traspasaba ya el ámbito físico. Tenerla cerca, era recobrar la presión necesaria para que la sangre corriera por sus venas. Y por ello, a riesgo de recibir una daga en el pecho, cuando ella le reprochase en la cara el cinismo, había llegado hasta Chicago, con las joyas de su madre en la valija, su poca ropa de salir, sus uniformes, y dinero suficiente para comprar dos, tres o cuatro casas.

Sus ojos se achicaron, buscándola al terminar la ceremonia.

La vio caminar, con el conjunto negro hasta la rodilla, y los zapatos de tacón alto, extendiendo sus piernas más de lo normal.

Respiró varias veces, pensó en lo imbécil que había sido la última vez que la había visto, y con ello, logró retener las ansias de atraparla entre sus brazos, arroparla, y calmar aquel llanto tan sufrido, que él retenía aún.

El entierro terminó pronto, y la familia Hale se marchó del cementerio con la moral hundida hasta el fondo de los zapatos. Las tres rubias mujeres desfilaron una atrás de otra, dándose apoyo por si solas, y buscando sostenerse como en una cadena rítmica de notas, para que la una no fallase, era necesaria la fuerza de la primera.

Una pareja joven se quedó observando la tumba, habían llegado casi al final de la ceremonia y brindarle sus respetos al difunto era importante en aquella época.

Emmett los observó sin aire en los pulmones, les conocía más de lo normal, se podría decir que casi eran sus hermanos. Jasper Withlock, con aquella cabellera rubia y ondulada, y Alice Brandon, comprometidos hace poco tiempo, y enamorados hasta el cuello de la camisa, como él lo estaba por Rosalie.

Sus pies se movieron por voluntad propia, sin poder detener siquiera, el impulso que le había convertido como hombre, en un cuerpo sutil que se movería según las ganas de su alma, y la poca fuerza que le quedaba a su débil corazón, ardido, a la vez que dolido.

Cuando los pudo observar de frente, la cara se le rompió al chocar contra el suelo, en miles de pedazos. Esquirlas de vergüenza y, sobre todo, envidia. Envidia por no tener lo que ellos, por no pasar su brazo sobre los hombros de Rosalie como Jasper, con su prometida. Envidia por no besar aquellos labios que lo habían llevado al paraíso durante casi seis meses. Envidia, porque el amor que ellos irradiaban, parecía mucho más fuerte que el suyo.

—No tenías que haber venido, Emmett—habló Alice a manera de saludo, mientras su cabeza se inclinaba ligeramente— Rosalie querrá matarte, en cuanto sus ojos se claven en los tuyos, te arrancará la cabeza.

El cabello hasta los hombros, de la pequeña mujer, se erizó un poco, al menos a la vista de Emmett. Un escalofrío recorrió su cuerpo, en cuanto notó que los puñitos de la mujer se acomodaban a los lados de su cuerpo, como si la furia se estuviese acumulando allí desde hace tiempo.

Jasper besó, con delicadeza, la cabellera azabache de su próxima esposa. Claramente, buscando tranquilizarla.

—No sé que buscas McCarthy—murmuró con voz apacible, el capitán—pero en esta ciudad, muy pocos tenemos la entereza de soportar verte la cara, sin partírtela de un solo golpe.

—Solo quería saber de ella—y su voz sonó como súplica, aún cuando trataba de mantenerse en pie, mostrando una careta fría, de hiel y mármol—sabía…supe de la muerte de su padre, y decidí buscarla. Yo…

—¡Tu nada! —exclamó la pequeña damita, con la falda del vestido oscuro entre los puños. El tocado sobre su cabeza se sacudió de forma violenta—¿Sabes cuánto ha sufrido? ¡Un día! —Levantó su dedo índice, señalando con claras intenciones de clavarlo en el pecho de su primo—¡Te bastó un día de tenerla en tu cama! ¡La utilizaste! ¡Todo el pueblo la vio salir de tu casa, con el cabello desarreglado y la falda con arrugas!

Jasper enrolló sus brazos alrededor del cuerpo de su novia. Alice reposó su cabeza, sonrojada por la ira, sobre el suave terno de su futuro marido, con la respiración agitada.

—Emmett, todos observamos la desesperación de Rosalie, después de tu partida. Somos conscientes de la tortura que ha llevado desde que te marchaste. Su padre ha muerto, apenas ayer. Y los ataques cardíacos del mismo eran frecuentes, día tras día. Las deudas comenzaron a azotar a su familia, y sin más medios que las joyas de su madre, vendieron lo que tenían a mano para compensar las deudas de su padre. Créelo McCarthy, en cuanto te marchaste de esta ciudad, aparte de catalogarla como cualquiera, su vida empeoró. —Jasper terminó su monólogo, con ojos brillantes de rabia. Sin decir palabra alguna, la pareja se retiró con rapidez, a pasos cortos por causa de los tacones de Alice, pero a buena velocidad.

Emmett los observó alejarse, mientras una parte de su cuerpo amenazaba con desaparecer. El vacío dentro de su pecho había aumentado de tamaño, y la piedra incrustada en el centro de su garganta, cada día atenazaba más su profunda y dolorida carne. Como si las piernas y los brazos no le respondieran, se dejo caer a la tumba de los pies de su suegro.

Observó la inscripción con interés, buscando un medio intangible para huir del dolor de su pecho.

"Andrew Thomas Hale"

"1895-1952"

"Hombre admirable, valeroso y recordado por su familia"

Suspiró.

La cabeza comenzó a pesarle como hace días, y la corriente de aire logró remover las hojas secas del reciente otoño, produciendo sonidos siniestros en un lugar como el Cementerio Nacional de Chicago. Un temblor atenazó sus huesos, y no supo después de cuanto tiempo, decidió regresar al hotel donde se estaba quedando. Tal vez para no observar la prueba de su fehaciente error, tal vez solo para poder respirar un aire sin la fragancia de Rosalie en cada partícula de hidrógeno a su alrededor.

Sacó las llaves de su abrigo, las enroscó en su dedo índice, y en cuanto llegó al auto, lo encendió. Sin pensar en los límites de velocidad, condujo hasta estacionar en el subsuelo de la posada donde se estaba quedando. No se detuvo a mirar a su alrededor, subió las escaleras apresurado, abrió la puerta de un porrazo, y en cuanto la hubo cerrado, y sus zapatos se encontraron lejos de sus calcetas gruesas, Emmett hundió la cabeza entre las almohadas, desesperado y ansioso, a la vez.

Deseando borrar el perfume de lilas de su cabeza, y, contradictoriamente, tratando de mantenerlo allí para siempre.


Hola!

Este mini-fic apenas está comenzando. Pero, está en competición con "Cry" un Bellward. Si quieren que lo continué, voten por el en el poll de mi profile. No se olviden de sus lindos comentarios, que son transformadores de mi vida, me sacan sonrisas de las huevas. XD. Si me han leído, esto tiene el mismo estilo que "La primavera siempre vuelve", y a lo mucho logra 10 capítulos.

Besos

Valhe