Hola queridos fans de iCarly, soy de Caracas, Venezuela y quien es de aquí quizás lo comprenda, el clima está horrible, frío y gris, y hoy me siento así. Les dejo este Two-Shot. Uno desde el punto de vista de Sam y el otro desde el punto de vista de Freddie es MUY triste. Pero es de algún modo Seddie. Si me odian lo entiendo. En fin...

iCarly y sus personajes NO me pertenecen, son originales de Dan Schneider.


"Te amaré mucho más en el cielo, porque allá solo existe amor".

Stairway to heaven


Cruzas la avenida y te detienes bruscamente, esperas que la luz del semáforo cambie a verde, tu mente está nublada, no puedes formar ideas claras, te sientes agotada, abatida, desolada. Tomas una gran bocanada de aire y sueltas un largo suspiro.

Los viste, y viste alzar sus brazos en señal de victoria, su victoria traducida en tu derrota. Vuelves en sí al notar tus mejillas humedecidas, ¿Cuánto tiempo llevas llorando? Musitas para ti misma. Estúpida Sam Puckett, las cosas buenas no fueron hechas para ti, piensas mientras con tu natural fiereza limpias cualquier rastro de fragilidad en tu rostro.

Rememoras los pocos momentos en los que has sido genuinamente feliz, la primera vez que besaste a alguien y la última, das un golpe furioso a la corneta de tu motocicleta, tratando de drenar la rabia que comienza a rugir en tu interior.

¿Quien diría que alguien como tú se sentiría al fin profundamente lastimada? Sientes odio, más no a personas, sino a la incapacidad de odiarlas. La imagen de una sonriente castaña invade tu cabeza, la cual sacudes haciendo el intento encolerizado por sacarla de allí. Ella sería muy feliz a partir de ahora, siempre obtiene lo que desea, no te molesta, pero dejó la peor parte para ti, un sentimiento de frustración e incredulidad que todavía no asimilas del todo. Se desvanece la sonrisa de Carly, para dar lugar a las palabras que ahora das por falsas. Un "Te amo" hace eco en tus oídos. Nunca fuiste la real dueña de ese sentimiento, dices entre dientes. Lloras aún con más fuerza ¿Por qué no pudiste simplemente ser alguien "normal"?¿Alguien con pulidos modales?¿Alguien por quien él estaría dispuesto a decir, "Al diablo con tus palabras Sam, no quiero que terminemos"?

Tratas de traer a tu mente una imagen feliz, visualizas una familia sentada alrededor de un árbol navideño, una madre normal, amorosa y comprensiva; un padre de cuerpo presente, con dos pequeñas niñas sentadas en su regazo, Pam sonríe tiernamente ante la escena, el calor del fuego de la chimenea, no puede compararse con la calidez del amor que se tienen.

La luz cambia y despiertas del ensueño, afrontas con tu característico aplomo la cruda realidad, sacando cuentas, no tienes nada más que a ti misma. Eso no te hace sentir diferente. Nunca fuiste la protagonista, ni siquiera de tu propia historia. Inmersa en tus pensamientos no ves venir el automóvil al que te diriges de frente, ya es demasiado tarde para reaccionar, en segundos sientes crujir tu cuerpo contra el duro pavimento, el dolor es insoportable, más no puedes siquiera articular palabra alguna, tienes apenas fuerzas para mantener los ojos abiertos.

Tres, quizá cuatro personas, se acumulan a tu alrededor, escuchas el grito despavorido de tu peculiar amigo quien desesperado grita tu nombre. Se arrodilla frente a ti buscando tu frágil mirada. Promete que todo va a estar bien con quebrada voz, para desaparecer momentos después de tu vista. Nada va a estar bien, lo comprendes, el vago presentimiento de que tu vida está por terminar lo ves venir con resignación. Un triste final, para una triste vida, afirmas dentro de ti. Aún así sacas de algún lugar recóndito, el ánimo suficiente para reír débilmente con sarcasmo, te ríes de ti. No eres invencible, la fortaleza de Sam Puckett se desmorona segundo a segundo.
Los minutos pasan, la respiración se te torna entrecortada, parpadeas con fuerza tratando de ahogar el dolor que a oleadas se desata dentro de ti. Con los ojos aún cerrados sientes una calidez ya reconocida por tu piel, un par de manos levantan suavemente tu cabeza. Abres los ojos y te encuentras con una mirada café ensombrecida por las lágrimas, lágrimas gruesas que comienzan a caer sobre tu rostro. —¡No te vayas!— Escuchas suplicar. —¡Quédate conmigo!— Palabras llenas de amargo sabor apuñalan como estacas tu corazón. Diriges la que quizá sea tu última mirada hacía él, te pierdes en ella como si no hubiera un mañana, y sabes perfectamente que no lo habrá. Adiós Fredward musitas. Un estremecedor escalofrío te recorre de pies a cabeza. Al parecer él comprende tus palabras, llora frente a ti desoladoramente, cierras los ojos, mientras tus respiraciones se reducen, respirar duele. —Te amo— es la última frase que inunda tus oídos. No hay mejor despedida que esa y lo sabes.