Hola! Antes de que digais nada (?) ya sé que tengo otro fic pendiente y no merezco compasión por dejaros colgadas peeero problemas con las musas asi que de momento no puedo hacer mucho. Sin embargo os traigo este pequeño fic que escribí hace bastante tiempo para compensar un poco la tardanza con el otro (aunque que parece que ya estoy consiguiendo terminar el siguiente cap.) En fin, que espero que disfruteis de la lectura ;)
P.D.: Disclaimers: Los personaje obviamente no son míos así que... meh.
Llevaba todo el día sentada en esa estúpida silla. ¿Cómo había terminado así?. Ella nunca había sido el tipo de persona con un trabajo fijo o que requiriera una mínima parte de responsabilidad, toda su vida había consistido en ir de un sitio para otro intentando encontrar un lugar en el que sentirse cómoda desde que dejara el orfanato. Aún así, jamás había durado mas de un año en un sitio concreto. Pero allí estaba ella, con un trabajo estable, una casa compartida con sus recién descubiertos padres y un hijo al que hacía once años que había dado en adopción.
Suspiró profundamente y se levantó de su incomoda silla agarrando la taza de chocolate caliente, al que le quedaba poco de caliente... y de chocolate. Caminó lentamente hacia el gran ventanal de la comisaría y con la mirada perdida comenzó a observar como aún había gente en la calle intentando encontrar a sus seres queridos perdidos. Habían pasado sólo dos meses de que se rompiese la maldición que había confinado a los seres de los cuentos de hadas en un pueblucho, privándolos de sus recuerdos anteriores y dándoles nuevas identidades por lo que era normal que aún no se hubiesen encontrados unos a otros.
Aquello era increíble, Emma al principio no podía creérselo, de hecho, aún habiendo vivido en persona y visto con sus propios ojos los efectos de la magia, en su interior seguía bastante reacia a creer en ella. Y la verdad es que razones tenía de sobra, para empezar estaba el hecho de que casualmente, Henry, el hijo que ella había dado en adopción a los 18 años, había sido adoptado por la alcaldesa de ese pueblo. Por supuesto de casual no tenía nada. La alcaldesa era de hecho la mismísima Reina Malvada, la madrastras de Blancanieves y autora de la maldición lanzada a todos los habitantes del Bosque Encantado, como método de venganza final contra todos ellos y en especial contra Blancanieves, robando su memoria y así sus finales felices. Pero sin duda lo más increíble había sido enterarse de que sus padres, esos que Emma creía que la habían abandonado a su suerte simplemente porque no la querían en su vida, eran nada mas y nada menos que Blancanieves y su Príncipe Azul. Al parecer ellos tan sólo habían intentado salvarla de la maldición mandándola a otro mundo a través de un portal porque era la única con el poder para romperla. Ella era La Salvadora, o eso es lo que todo el mundo le recordaba una y otra vez.
Al final, contra todo pronóstico, lo había logrado, había salvado a todo el pueblo rompiendo la maldición con un beso de amor verdadero a su hijo cuando creía que este iba a morir.
Realmente era extraño como había cambiado todo en tan poco tiempo, Emma tenía ahora una familia que la quería y a la que querer y amigos que se preocupaban por ella. Los habitantes de Storybrooke, el pueblo donde se encontraba, intentaban volver a la normalidad tras la ruptura de la maldición, a pesar de que la gran mayoría deseaba volver al Bosque Encantado ya que no se sabía si esto sería posible.
Continuaba con la mirada perdida a través de la ventana cuando algo la hizo sobresaltarse. Un Mercedes negro cruzaba a gran velocidad la calle principal y se perdía a lo lejos. "Regina". El fugaz pensamiento atravesó la mente de Emma. Regina Mills, alcaldesa de Storybrooke y Reina Malvada, odiada por todos y cada uno de los habitantes del pueblo. Bueno no, todos no. Henry la quería, ella había sido su madre durante once años, y a pesar de que el fue a buscarla a ella por ser su madre biológica, Emma sabía que Henry nunca dejaría de querer a Regina, al fin y al cabo para él era su madre, la única que había conocido durante diez años, la única que lo había cuidado, querido y mimado durante ese tiempo y le había dado todo lo que ella no había podido.
Pese a todas las historias terribles sobre la Reina Malvada, Emma tan solo había conocido a Regina, una madre celosa y excesivamente protectora con su hijo al que quería más que nada en el mundo. Se le hacía difícil pensar en ella como en una bruja cuya magia había hecho sufrir a miles de personas y cuya obsesión era acabar con su madre.
Desde que se rompiera la maldición un par de meses atrás sólo había visto a Regina una vez, la vez que decidieron llevarse a Henry de su lado. Al principio Regina se resistió y amenazó con usar su magia ya de vuelta, pero Henry intervino, habló con ella y le hizo ver que nadie confiaba en ella y que si quería seguir teniendo contacto con él tendría que ser por las buenas y con las condiciones de su otra madre. Condiciones tras las cuales estaban Mary Margaret y David, mejor conocidos en el mundo de los cuentos como Blancanieves y James Charming, que no se fiaban en absoluto de Regina.
Finalmente Regina aceptó que se llevaran a Henry pero los Charmings ni si quiera accedieron a permitirle ver a Henry. Emma podía recordar la leve vacilación en la perfecta pose estoica de la alcaldesa que se limitó a lanzar una de sus miradas mortales y encerrarse en la oficina de su casa mientras el chico recogía todas sus cosas. Quizá fue esa pequeña inseguridad y el reflejo del dolor que vio en los ojos de Regina lo que le hizo comprar al chico un teléfono móvil para que pudiese hablar con su otra madre siempre que quisieran y buscara una manera de organizar las visitas para mas adelante cuando Regina demostrase que no haría daño a nadie.
Emma sabía por Henry que Regina le había prometido no utilizar la magia para dañar a nadie y por el momento había cumplido. En estos dos meses se había encontrado pensando en ella más a menudo de lo que quizá debiera, no podía evitar imaginar como debía de sentirse Regina después de tanto tiempo sin ver a Henry. Para ser sincera debía admitir que quizá echara de menos a la alcaldesa. No, lo que echaba de menos era pelearse con ella, las disputas subidas de tono, las guerras verbales y las ingeniosas contestaciones de una y otra. Después de todo era lo único emocionante que tenía aquel aburrido pueblo.
"Regina..." Dijo Emma, está vez en voz alta, aunque apenas fue un susurro inaudible. Y sin pensarlo dos veces cogió su chaqueta roja del respaldo de la silla y se dirigió a casa de la alcaldesa, con la escusa de hablar de Henry por supuesto. O eso se repetía en su cabeza.
Emma se encontraba parada enfrente de la gran mansión blanca propiedad de la alcaldesa. Estaba aún sentada en el coche patrulla sin atreverse a acercarse a llamar a la puerta. No es que Regina le diese miedo, Emma estaba prácticamente segura de que no le haría daño, no por ella misma si no por Henry, este nunca le perdonaría si la dañaba. Aún así hacia casi dos meses que no la veía y algo se agitaba en su interior haciéndola sentir intranquila, aunque no sabia decir que era exactamente. Absolutamente perdida en sus pensamientos como se encontraba no alcanzo a ver la figura que se acercaba desde la entrada de la casa y se acercaba sigilosamente al coche estacionado en frente de su casa.
Emma tenía la ventanilla del conductor abierta pero se encontraba con la mirada perdida fija en el volante. De pronto le llegó un olor familiar, agradable, que le hacía sentir como en casa. Era un olor peculiar, agitaba sus recuerdos, pero no lograba recordar nada en claro, respiró hondo y pudo identificar un suave toque a manzana en el aroma. Justo cuando empezaba a asociar el olor a manzana con alguien en particular una voz la sobresaltó notablemente.
- ¿Viene a detenerme, Sheriff, o simplemente ha decidido echar una cabezadita en la puerta de mi casa? - Regina se encontraba prácticamente apoyada en la ventanilla del coche y le sonreía con esa falsa sonrisa de suficiencia tan característica en ella. Se dio cuenta inmediatamente de que había asustado a la Sheriff. - Vaya, Señorita Swan, quizá ser Sheriff no sea lo suyo después de todo, si se sobresalta tan fácilmente.
- Regina – Le respondió Emma recomponiéndose tan rápido como pudo.
- ¿Me va a decir a que ha venido o se piensa quedar ahí todo el día?- Regina puso en esas palabras todo el desdén que pudo aún manteniendo esa sonrisa venenosa.
Emma abrió la puerta del coche sin previo avisó por lo que Regina tuvo que apartarse bruscamente frunciendo el ceño. La sheriff se quedó de pie mirando de abajo a arriba a la alcaldesa, esta lucia un impecable pantalón negro que dejaba intuir los altísimos tacones que la hacían quedar por encima de Emma en altura, a pesar de ser unos centímetros mas baja realmente, y una camisa burdeos bajo una chaqueta azul cuidadosamente abrochada. Al llegar a lo ojos marrones de Regina, al fin habló.
-Puede que si haya venido a detenerte, Regina – Los ojos de esta se abrieron ligeramente por la sorpresa – después de todo has infringido notablemente los limites de velocidad del pueblo esta mañana.
Regina no se esperaba eso, realmente se quedó algo descolocada, pero rápidamente reaccionó.
- Quizá nadie me quiera en este pueblo, Señorita Swan, pero le recuerdo que sigo siendo la alcaldesa y que soy yo quien le paga el sueldo.- Dijo entornando los ojos.
- Por poco tiempo. - Le contestó Emma sin ninguna pretensión en sus palabras, pero aún así pudo ver en los ojos de Regina que eso le había dolido, aunque quizá fuese solo su imaginación porque al segundo Regina volvía a llevar su máscara de bruja sin emociones.
- Mire tengo cosas importantes que hacer y no tengo tiempo para sus impertinencias así que si tiene algo que decir, sheriff, dígalo, si no lárguese de una vez. - Respondió Regina enérgicamente.
Regina comenzaba a impacientarse, la estúpida sheriff le atacaba los nervios, venía hasta su casa como si tal cosa después de haberle robado a su hijo y encima la muy impertinente intentaba provocarla, ¿con qué finalidad? La de usar la magia en contra de ella seguramente y así poder decirle a Henry que ella era malvada y que jamás podría cambiar, y eso Regina no pensaba permitirlo no harían que su hijo dejase de quererla.
Emma iba a replicarle algo a la alcaldesa cuando se dio cuenta de que esta había empezado a respirar agitadamente y tenía los puños apretados. La miró a los ojos y vio furia, sus ojos volvieron a los puños de los que comenzaron a salir pequeñas volutas de humo. La sheriff supo inmediatamente que Regina estaba apunto de perder el control y que podía salir mal parada, pero hizo algo de lo que hasta ella misma se sorprendió. Agarró la muñeca de la bruja con fuerza y la miró a los ojos pronunciando lo único que sabia que podría calmarla.
- Henry. - Pronunció claramente Emma. Automáticamente los ojos de Regina se abrieron asombrada al oír el nombre de su hijo, pensar en Henry era lo único que conseguía tranquilizarla, vio pasar por su cabeza algunos de los momentos felices con Henry y su cuerpo empezó a relajarse.
- ¿Cómo dice?- preguntó a la rubia, recuperando poco a poco el control sobre si misma.
- Que vengo a hablar sobre Henry, he pensado quizás querrías verlo. - Respondió la Sheriff despacio, pronunciando claramente las palabras una a una.
Los ojos de la alcaldesa brillaron brevemente tras la declaración de la rubia, pero rápidamente volvieron a su estado de desdén habitual.
- Por supuesto, Señorita Swan, quizás deberíamos tratar esto en un lugar mas privado. - respondió ya totalmente calmada y haciendo un gesto de su mano izquierda hacia la mansión.
Emma dudó unos instantes pero inmediatamente aceptó la proposición.
- Claro, vamos. - La sheriff se dispuso a seguir a Regina hasta su casa pero esta se había quedado repentinamente quieta mirando hacia abajo, hacia sus manos.
"Oh, cielos" Pensó Emma mientras dirigía su mirada en la misma dirección, podía recordar que había agarrado con fuerza la muñeca derecha de Regina para que mantuviese el control, pero lo que no podía recordar era cuando habían entrelazado los dedos con los de ella.
De pronto la alcaldesa volvió en sí y rápidamente carraspeó soltando su agarre y girándose hacia el modesto porche de la mansión.
Emma estaba claramente confusa, pero después de que la alcaldesa casi perdiese los nervios y la hiciese chamusquina, se sentía tan aliviada al haber conseguido tranquilizar a Regina y salvar su propia vida que lo achacó a las circunstancias del momento sin darle mayor importancia.
- Adelante, sheriff, pase por aquí y póngase cómoda, como si estuviese en su casa – Dijo Regina irónicamente con una sonrisa ladeada.
Emma atravesó la doble puerta que daba al despacho de Regina en la mansión. Quedó deslumbrada por la decoración de la sala, era enorme y extremadamente luminosa. Esto último era debido a el gran ventanal que daba al patio trasero y ocupaba la mayor parte de la pared. El despacho era desmesuradamente grande, a ojos de la sheriff era como dos o incluso tres veces el dormitorio que usaba en el apartamento de Mary Margaret. Justo en frente de la puerta a unos cinco o seis metros se encontraba un gran escritorio de estilo bastante señorial hecho de lo que parecía ébano con un sillón blanco de piel, bastante cómodo a la vista. A la izquierda dónde estaba ahora Regina se hallaban dos sillones colocados en L mirando hacia el ventanal con una mesita de té en el centro y todo eso sobre una impecable alfombra blanca. Emma se sorprendió a si misma mientras miraba a la alcaldesa de reojo deseando andar sobre esa alfombra desnuda, no, con los pies desnudos, es decir descalza, pero ¿que narices le pasaba? Ella sólo quería sentir el tacto de esa alfombra en su piel. Sólo eso. Nada mas.
- ¿Señorita Swan?...¿Señorita Swan?¿Sheriff?... ¡Emma! - La llamó Regina por último y algo mas alto de la cuenta. Emma se asustó al oír su nombre, era la primera vez o eso recordaba, que la alcaldesa la llamaba por su nombre.
- Eh?... - Preguntó medio asustada por el sobresalto.
- Sheriff, hoy no es su día, eh? - Sonrió falsamente – Por cuarta vez, Señorita Swan, ¿Quiere una copa de sidra?
Emma estaba un poco descolocada, ¿le había preguntado algo tres veces y no estaba escuchando?¿Cuánto tiempo ha estado ahí de pie enfrascada en sus pensamientos?
- Oh, disculpe. Si, tomaré una copa – Dijo Emma rápidamente mientras se dirigía hacia uno de los sillones de dos plaza.
Regina había estado observando todo el tiempo a la sheriff, no iba a admitirlo pero era la primera persona, adulta, Henry no contaba, con la que hablaba en casi dos meses. Cada dos días salía en su coche y paseaba a toda velocidad por StoryBrooke para aparentar estar ocupada en algún asunto importante, pero la verdad era que estaba sola, más sola que nunca. Por esa razón había salido de su casa en cuanto vio el coche patrulla aparcado frente a su puerta, ella nunca lo admitiría, ni siquiera a sí misma pero no sólo echaba en falta la conversación con un adulto, extrañaba inconscientemente los enfrentamientos con Emma. Esos enfrentamientos en los que ambas terminaban exaltadas, su pulso se aceleraba y sus ojos brillaban mostrando algún sentimiento, cualquiera que fuera, ya que por lo general Regina no sentía nada. La que fuera la Reina Malvada había intentado empezar una de sus famosas guerras verbales pero al parecer hoy Emma estaba un poco lenta.
Regina puso sobre la mesa una de sus mejores botellas de sidra, se quitó la chaqueta y se dirigió hacia mueble bajo de la estantería. Se inclino (no se iba a agachar, ella ante todo era una reina) para abrir la pequeña puerta y sacar las dos copas de cristal.
Emma desde su posición siguió con la mirada a Regina mientras iba a por las copas. Vio como se inclinó hacia delante. Emma contuvo una risa, "Será remilgada" pensó la rubia "¿por qué no se agacha y..." perdió el hilo de sus pensamientos mientras observaba a Regina y la postura en la que estaba en ese momento, podía ver como el pantalón negro se amoldaba perfectamente a las piernas de la alcaldesa y como rodeaban su trasero, su perfecto trasero... "¡Emma por Dios!" Se reprendió mentalmente a si misma mientras se sonrojaba "En que diablos estas pensando!"
Mientras tanto Regina ya estaba de vuelta y había empezado a llenar una copa. Emma estaba notablemente colorada pero la otra mujer aún no se había dado cuenta. Fue entonces cuando Regina se volvió de cara a Emma para entregarle la copa y levantó las cejas sorprendida.
- Oh, ¿está bien, sheriff? Se la ve un poco sonrojada. - Dijo la alcaldesa mientra se sentaba en la esquina del otro sillón mas cercana a Emma. No es que le importara realmente, pero sentía curiosidad.
- Si, estoy perfectamente Alcaldesa Mills. - Se sorprendió a si misma y a la propia Regina al dirigirse de ese modo a ella. No es que a Regina le gustase que le faltase el respeto tuteándola pero se le hacia raro escuchar ese tratamiento de parte de Emma.
- Muy bien pues usted dirá, Miss Swan, empieza ya con lo que sea que ha venido a decir o hacemos primero un brindis? - Lo dijo con un tono tan irónico como venenoso, pero aún así hizo el gesto de levantar el brazo para un brindis.
Lo que pasó a continuación fue bastante extraño y ocurrió muy rápido, aunque en la mente de Emma todo se vio a cámara lenta.
Al levantar el brazo los ojos de Emma pasaron de la copa de Regina a su brazo y de allí a su escote. La rubia abrió desmesuradamente los ojos al ver que obviamente al agacharse, o mejor dicho, al no agacharse a Regina se le habían abierto dos botones del ya generoso escote, por lo que en ese instante Emma se halla contemplando el sujetador de encaje negro casi completamente descubierto por la camisa. La rubia se vio por un momento turbada incapaz de apartar la vista. Acto seguido el color volvió a sus mejillas ferozmente mucho mas destacado que antes.
- Yo... esto... yo tengo que...me tengo que ir. - Dijo rápido y de forma entrecortada mientras se levantaba y dejaba la copa sobre la mesa. Antes de que Regina pudiese decir nada ya iba camino de la puerta.
Regina se apresuró a seguirla cuando se dio cuenta de su camisa medio abierta, pero se la abrochó sin darle mas importancia. Emma le llevaba ventaja asi que cuando ella llegó a la puerta principal sólo pudo ver a la rubia correr hacía el coche montarse y salir corriendo.
- Estúpida Emma Swan! - Le gritó Regina a la nada. "¿Qué demonios le habrá entrado a esa imbécil para dejarme a mi, nada mas y nada menos, con la palabra en la boca?"
Regina se quedó allí completamente sola y totalmente indignada.
Bueeno, que os ha parecido? Dejadme saber vuestra opinión, si estáis en desacuerdo con algo, si me quereis matar por lo del otro fic... Para lo que querais me teneis en el recuadrito de abajo. ;)
Besos.
S.
