Primera Publicación: 1 de Enero de 2014
Republicación: 25 de Septiembre de 2017
El Misterio de la Rosa Azul
I
-.-.-.-
Le habían dicho muchas veces, que mientras más alto se llegaba en esta vida, más solitaria era la cima.
No lo había querido aceptar en su tiempo, prefería creer que todos los grandes Campeones, los grandes Élites del Mundo Pokémon elegían esa vida solitaria, esa vida donde solo vivían para su trabajo por el que lucharon desde que eran niños; como lo era para él.
Desde niño su vida había girado en sus sueños, siempre rodeado de amigos, siempre en compañía. Nunca se había imaginado que cuando la gente crece, se llena de responsabilidades que le impide seguir viajando o simplemente, que le acorta el tiempo para reunirse con los seres queridos. Se había negado a aceptarlo, no quería creerlo… hasta que le pasó.
Aunque no podía quejarse de la vida que siempre soñó, siendo nada más ni nada menos que el Campeón de Campeones, al derrotar a sus grandes mentones, Lance, Cynthia y Alder. Lo cual, le había costado muchas derrotas, mucho esfuerzo, determinación, e incluso lo que más lamentó, dejar de ver a la mayoría de sus amigos, pero todo había valido la pena para él.
—Ash —salió de sus pensamientos para buscar a la mujer que lo había apoyado gran parte de su vida, aunque habían pasado también, gran parte de su amistad separados; ella fue la primera que se paró en su puerta para ponerse a su disposición—, está todo listo para que te presentes este sábado en el Estadio del Monte Plateado.
—Gracias Misty —le agradeció, con una sonrisa y notó una extraña rosa azul en su mano derecha—. Eso…
—Tu admiradora misteriosa —respondió con cierto recelo mientras le entregaba la maravillosa rosa azul que siempre le llegaba antes de un evento—, nunca falla.
—Es como mi cábala —dijo con una enorme sonrisa abriendo el sobre para ver que hermosas palabras le había escrito la mujer de hermosa caligrafía que firmaba bajó el nombre de "Tu fan número uno"
—No me interesa —negó la pelirroja despectiva mientras acomodaba los papeles en el escritorio para que Ash se presentara ese fin de semana a una exposición de habilidades en la región Johto.
—Cómo no te interesa lo leeré en voz alta —le informó parándose de su asiento para leer aquel mensaje— "Querido Ash —dijo y escuchó lo que parecía ser un gruñido de su asistente, algo que le divertía de una forma extraña—, espero que en esta exposición sigas demostrando todo tus habilidades con la perfección que solo tú manejas"
—Perfección —exclamó con sarcasmo la líder de gimnasio archivando unas hojas de líneas azules en una carpeta azul—, ja, si claro…
—No sé porque te molestas tanto —se quejó dejando la tarjeta en el sobre para, luego, apoyar ambas manos en el escritorio enojado.
—No me molesta —se defendió la chica tratando de contenerse para no decir algo de lo que después se arrepintiera—, solo que a veces siento que eres tú mismo el que te las envías.
—¿Cuántas veces tengo que decírtelo que no es así? —bufó cruzándose de brazos. No había caso con esa mujer, podía cambiarle tan rápido el humor—. ¿Es difícil aceptar que alguien me considera admirable?
—Ya te dejé todo listo —informó ignorándolo—, las hojas de bordes azules son las cosas que tienes que llevar para el evento de Johto.
—Si sé —afirmó resoplando—, la carpeta azul es la carpeta de la región Johto, la roja de Kanto, la verde de Hoenn, la…
—¡Ya, ya! —lo interrumpió formando una equis con sus brazos frente a ella—. Ya entendí que te acuerdas, en fin, mi tarea ya terminó por este mes, tengo que regresar al gimnasio Pokémon.
—Ok —dijo observando como su amiga tomaba la chaqueta azul marina para cubrir el vestido celeste claro que vestía, su cartera negra, y luego, se acomodaba la cabellera anaranjada hacia su hombro derecho.
—Cuídate, nos vemos en un mes —se acercó a él, le dio un rápido beso en la mejilla y salió cerrando de forma fuerte, la puerta de la oficina que tenía Ash en Ciudad Verde.
—Adiós Misty… —susurró, y volvió a mirar la rosa que le provocaba una sonrisa ladeada siempre que se imaginaba quien podría estar detrás de aquella flor tan hermosa; aunque claro, tenía sus sospechas, volvió a mirar la puerta, solo una leve sospecha…
Dio un fuerte aplauso y se dispuso a seguir con su rutina, tenía mucho que hacer… y no tenía tiempo que perder.
…
Cuando Ash Ketchum estaba en el campo de batalla demostrando todos sus dones como Maestro Pokémon, se sentía genial. Se sentía en su sitio, en el lugar destinado para él. Ahí no le importaba lo solo que estaba, porque estaba en compañía de las únicas criaturas que no lo dejaban por nada: sus Pokémon.
Pero ese día, el bichito de la curiosidad se le instaló tanto en su cabeza que cuando tomó el micrófono para terminar la exposición, su mente se silenció y simplemente, habló.
—Estimados asistentes y televidentes, quiero hacer un anuncio importante —cerró sus ojos y aspiró antes de seguir con la loca idea que se le había ocurrido—, hace más de tres años, cuando vencí por primera vez a Lance, me llegó una rosa Azul, dándome ánimos y fuerzas para derrotar cada obstáculo que se me pusiera en frente, y lo conseguí. Curiosamente, cada vez que tenía un gran desafío aparecía una de estas rosas. Así que, cómo no sé quién es, quiero invitarla a que participe en el Torneo de la Rosa Azul, donde la ganadora, ¡tendrá una cita conmigo! —ante aquel anuncio las asistentes mujeres dejaron escapar más de un grito alocado por el hecho de tener una cita con el Maestro Pokémon—. ¡Así que espero conocerte, y ver si eres buena con los pokémon para ser capaz de ganar una cita conmigo!
No había ni siquiera entrado al camarín donde tenía su portafolio y su chaqueta cuando el teléfono Celular comenzó a sonar con la música que identificaba a Misty.
«Oh, Come and try to catch me… Oh, Catch me if you can!»
Le daba mucha risa esa canción, pero decidió contestar sin acercar mucho su rostro al aparato telefónico, ya que como suponía, un grito resonó en el camarín.
«¡Estás completamente loco!» Ash apretó los ojos con fuerza «¿Cómo vas a organizar un torneo si apenas puedes ordenar tu cama?» la furia sin dudas estaba marcada en el rostro de la pelirroja, pero mucho más en sus ojos verdeazulados que estaban tan azules como la noche misma.
—¡Vamos! —le corrigió con una mirada divertida—. Tú me vas a ayudar…
Hubo un largo silencio.
«Considérate hombre muerto Ash Ketchum» y cortó la llamada irritada.
—¡Gracias! —agradeció cerrando los ojos—. Es bueno contar contigo.
