Último suspiro
Prologo: La exiliada
¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Hace cuanto abandone el campo de batalla deshonrada de mí propio accionar, viendo a mis hermanos noxianos y a los jonios ser torturados por el terror bioquímico de ese desgraciado zaunita, Singed? Singed… Maldito bastardo… Espero que te estés pudriendo en una cárcel de noxus por lo que hiciste ese día.
¿Quién soy? Mi nombre es Riven. Fui antaño una de las guerreras más temidas y respetadas en Noxus, incluso me dieron una poderosa espada rúnica como condecoración. Pero desde aquel día, todo ha cambiado. Desde aquel día en que me di cuenta que el ideal noxiano que yo tanto defendía, había muerto en pos de un fin horripilante, la eliminación del pueblo jonio, mi espíritu ha caído en la deshonra, y por eso me he visto obligada a romper mi propia espada, esa misma con la que me condecoraron hace ya tiempo, para demostrar que mi espíritu, al igual que ella, se ha fracturado en pedazos.
He viajado por Jonia buscando redimir mis pecados desde entonces, pero no he tenido resultados. No sé como borrar de mi mente el horror y la agonía de mis hombres y los de esos pobres jonios, de cómo sufrían ante el arma de un extranjero maldito que vendió a los hombres que luchaban con él. ¿Luchar? No… Ese científico loco no movió un pelo, dejo que su arma lo hiciera por él, estúpido cobarde desgraciado.
Pero eso ya no importa. Ya no importa cuánto maldiga a Singed, no importa cuánto me maldiga a mi misma por lo que hice, "ya todo eso es parte del pasado". Desearía poder creérmelo. Quiero simplemente encontrar la forma de seguir adelante, pero no sé cómo. Los bosques de Jonia son lugares muy extraños, todo está tranquilo, puedo cazar en paz lejos de las ciudades. No quiero que me vean, no deben verme. Una noxiana en estas tierras no será bien recibida, aun y a pesar de haber desertado. Este pueblo no perdonara nunca a mi nación por lo que le hizo. Y no los puedo culpar, yo tampoco lo haría.
Cada día que pasa, es un día más que me cuestiono porque hice lo que hice. Pero este día no, este día ha pasado algo que temía con creces, alguien me ha visto mientras trato de cazar algo de comer empuñando mi espada destrozada, y este no es un alguien cualquiera, lo reconocí, a pesar de tener su rostro desfigurado, logre reconocerlo. Un soldado jonio, uno de los soldados con el que alcance a cruzar miradas antes de que Singed lanzara contra nosotros su arma mortal, estaba a 30 metros frente a mí, con un arco y una flecha cargada, parecía que estaba cazando como yo.
Me di cuenta que me reconoció también, en sus ojos pude ver un odio del que nunca he sido objetivo antes. Seguramente me culpa por lo que ocurrió, desea verme muerta. Lo veo desaparecer en el bosque corriendo, seguro buscando informar lo que ha visto. No lo pienso ni dos segundos seguidos, tengo que escapar urgentemente de Jonia, antes de que empiecen a buscarme.
Llego a un puerto cercano al bosque, tengo suerte de que no sea tan evidente mi procedencia noxiana para los civiles y que pueda esconder mi espada fácilmente gracias a que está rota, al menos algo bueno salió de hacer eso. Necesito pensar una manera de salir de estas islas sin pagar. En eso noto lo que parece ser un anuncio. "Se buscan tripulantes mercantes". No es mucho, pero puedo usar esa excusa para salir de Jonia.
Me acerco a la mesa donde se anotan los voluntarios, coloco un nombre falso que se me ocurrió en el momento y soy aceptada al instante. Supongo que la gente de aquí no se hace mucho problema con este tipo de cosas.
Al subir al barco, soy una de las pocas mujeres abordo, incluso algún que otro marino idiota se hace el gracioso e intenta conquistarme. Uno en particular, parece que le guste demasiado. Trato de ignorarlo para que me deje de fastidiar, pero no se detiene hasta que el propio capitán le ordena frenar con esa tontería. Logro apreciar que el marino quiere escupirme en la cara, pero antes que lo logre y sin que el capitán lo note, lo golpeo en la mandíbula, haciendo que se muerda la lengua fuertemente. Estúpidos primates, hacen quedar mal a los verdaderos caballeros. Se me vienen a la mente muchos hombres justos, poderosos y respetables de mi nación, hombres que realmente pueden llamarse así, aunque uno sobresale del montón, Talon.
Talon es un viejo compañero de entrenamiento, recuerdo que me llevaba muy bien con él, éramos muy cercanos cuando vivía en Noxus. Talon es parte de una de las familias más importantes de Noxus, la familia Du Couteau, a la cual pertenece uno de los generales más importantes de Noxus. Este mismo fue el que adopto a Talon, es como uno más de sus hijos, a pesar que él sabe que es huérfano.
Recordar a Talon me hace extrañar un poco a mi nación por algún motivo. ¿Estará bien? ¿Le habrá importado tan siquiera mi presunta muerte? Son preguntas que no alcanzo a intentar responderme, ya que mientras divago en mis pensamientos, alguien me toca el hombro.
Salgo de mi trance autoimpuesto, y al darme media vuelta, trato de ocultar mi temor, sin mucho éxito, cuando me doy cuenta quien estaba a mi lado. Una mujer de piel morena me estaba mirando a los ojos seriamente, sus ojos brillaban de un verde esmeralda que nunca antes había visto en nadie más. Por su vestimenta se nota que es uno de los sabios de Jonia. Había escuchado historias de una sabia jonia que mato a un general con un poder misterioso, Karma era su nombre. Maldita sea. Me aferro a la esperanza de que no sea ella o de que no me reconozca al menos.
-Se…Señorita Karma... ¿A qué se debe este honor tan repentino?- dice el capitán sorprendido, y yo confirmo mis temores. Es ella, Karma, una de las líderes de la resistencia jonia. Mi terror y desesperación se hacen aun más evidentes al tener esta revelación.
-Capitán.- Exclama la sabia en tono firme. –Necesito llevarme a esta marina conmigo, tengo que conversar algo con ella.- el capitán asiente sin dar objeciones. Karma me jala del brazo suavemente, como si fuera una niña.
Ahora mismo siento como mi estomago se revuelve y todo mi cuerpo tiembla. Mi cabeza empieza a formular miles de preguntas, pero son tres las que más destacan. ¿Por qué no me asesino cuando tuvo la oportunidad? ¿Qué es lo que desea decirme? ¿Realmente me habrá reconocido?
Mientras estas preguntas surgen en mi mente, llegamos a una alcaldía cerca del puerto, parece ser que este es un pueblo pesquero. La sabia me hace pasar a una oficina a la fuerza y cierra la puerta con llave cuidándose de que nadie se haya dado cuenta. Me suelta y yo trato de fingir lo mejor que puedo.
-¿A-a que se debe este honor, señorita Karma?- Ella me observa de reojo con una mirada penetrante.
-No tiene porque fingir conmigo… Capitana Riven del ejercito noxiano.- ella levanta un papel con mi foto en el. -Para suerte del soldado retirado que logro divisarte hace menos de tres horas en el bosque, y que vive a unos pocos kilómetros del mismo en uno de los pueblos madereros, yo estaba pasando por dicho pueblo, supervisando las obras como hago de costumbre.- Por un momento siento como se me nubla la vista y debo de estar muy palida del miedo, porque casi al segundo de mostrarme la fotografía Karma dice en tono serio. –Intuyo por tu rostro que no esperabas esto, ¿o no?
Es cierto, estoy aterrada. Instintivamente habría sacado mi espada en cuanto mostro mi foto, pero sé que no servirá de nada, de una u otra forma si tiene que matarme lo hará, y mi espada poco va a ayudarme a frenar el poder que ella posee. Mientras balbuceo palabras sin sentido tratando de encontrar alguna oración que salve mi vida, Karma suspira con paciencia para luego decir mientras se gira para mirarme de frente.
-Relajese señorita Riven, no vengo a matarla. Al contrario, vengo a ayudarla a salir de Jonia.
