Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.
Buscando el Claro de Luna
Isabella…
Estoy en la recepción de la consulta de Charlotte, ésta ya es la tercera vez que me aparezco por acá y debo confesar que en algunos momentos me es fácil la conversación con ella y lo mejor es que hay noches en que ya no están esas pesadillas que me dejaban con sudor helado recorriendo todo mi cuerpo.
Hemos avanzado de a poco, pero la prioridad ahora es ordenar mi cabeza, si es que se puede, sanarla costará unas cuantas sesiones más.
Fui muy reticente en aceptar a esta siquiatra, es que en lo que van de esta historia he conocido muchos especialistas que han tratado de ayudar, pero no han podido, ni las charlas, ni los medicamentos, ni nada.
Llegue a ella por Jasper, mi cuñado y aunque sé que para llegar a ella él debió contar parte de mi vida, ella ha sido muy prudente y respetuosa conmigo, siento que acá encontré el camino correcto a la sanación. Aunque eso no quita que ahora este temblando como gelatina y sudando frío.
Las primeras sesiones solo han sido cosas triviales de mi actualidad, pero para poder sanar tengo que comenzar a viajar al pasado, donde he levantado murallas de acero en mi mente y me he negado a llegar ahí. Pero Charlotte, me insiste que para sanar debo comenzar con perdonar.
¿Perdonar qué? Ya todo está hecho, el daño ha sido irreparable y solo hay una forma de mejorar en algo, pero la respuesta y solución no están en esta sala y aunque estoy cada vez más cerca de recuperarla sé que debo sanar sicológicamente.
O si no, todo esfuerzo estará siendo en vano.
La recepcionista me informa que ya puedo pasar a la consulta, es una sala acogedora, con los típicos sofás de una consulta siquiátrica, los tonos pasteles en las murallas y algunos cuadros de los tantos títulos que posee la doctora, está de pie esperando mi llegada, está usando un pantalón de yoga y una camiseta tres tallas más grande que su menuda contextura, su cabello corto está pegado a su frente y no puntiagudo como las veces anteriores, su sonrisa es la que me calma, con ella me dice que voy a estar bien, que hay esperanzas para mí.
Se sienta frente a mi con su libreta de notas en las manos, me mira por sobre sus gafas con condescendencia, y lanza preguntas que por lo que sé, son las típicas en este tipo de sesiones. No es fácil soltarme para hablar, pero aun así lo hice, su voz es cálida, aun así, mi estómago se revuelve y mi cuerpo se tensa.
Me pregunta en que pienso en estos momentos —quiero sanar esta herida que quema el pecho— le dije, sin poder evitar llevar la palma de mi mano a presionar en el centro de mí, donde sentía el ardor quemar.
Hoy nos vamos a ir de lleno a mi infancia y eso es lo que me pone mal.
Las preguntas triviales ya pasaron, él cómo estoy, cómo he dormido y cómo me he sentido con la nueva medicación ya han pasado, ahora me propone comenzar hablar con los recuerdos buenos de mi niñez, es difícil, lo primero que se me viene a la cabeza que mis padres me cagaron la vida.
Charlie y Renée me cagaron la vida, divago en mi mente, soy lo suficientemente cobarde para decirlo en voz alta.
No iba ser la primera ni la última chiquilla que cometía un error de esos. Pero Charlie no lo aceptó.
Renée nunca tuvo la autoridad de pararse enfrente de él… bueno sí, una vez, cuando pidió que el aborto no se efectuara ¿Hubiese preferido que no lo hiciera? ¿Es muy macabro pensar en ello? ¿Realmente fue lo mejor, la mejor decisión? Tal vez ahora sabría en donde estaría la pequeña y no viviría con la incertidumbre de saber dónde mierda está, con quien vive, que le gusta… o simplemente saber cómo es.
—Me preguntas si he encontrado la felicidad después de esto y te puedo decir que lo que pudo ser mi felicidad, se fue en los brazos de un matrimonio al que nunca jamás vi. Solo sé que estuvieron ahí, las catorce horas o más, que duró mi entrada en labor de parto, no sé más, cuando desperté, ella ya no estaba, ese matrimonio se la había llevado.
Mi mente es un lío, yo soy un lío, me pierdo en mis pensamientos, nuevamente, preguntándome ¿dónde está? ¿Qué hicieron con ella? Las mismas preguntas que me siguen por estos cuatro años, no hay un solo día que me pregunte ¿Dónde está? Buscando desde un punto muerto, he vuelto miles de veces al hospital donde la tuve, he visitado cada centro de adopción de esa ciudad, pero fue como si la tierra se la hubiese tragado, no hay registros de ese día, ni siquiera están los míos, según mi historial médico, nunca estuve embarazada, nunca di a luz…
— ¿Cómo me siento hoy? Vacía. —
Pero Charlotte me hace regresar al presente, salir de mis pensamientos y retomar con lo que me ha pedido.
Es tan difícil salir de estos pensamientos ¿Estará aun en este país?, tal vez no, tal vez está al otro lado del planeta y yo aun sigo buscando aquí. Pero no pierdo las esperanzas.
Charlie hizo un buen trabajo en ese tiempo, haciéndola desaparecer…
Lo odio, lo odio tanto por eso.
Charlotte me habla, deteniendo el monologo interno que me acompaña.
—Bella, tenemos que ordenar tus ideas… ¿Por qué no comienzas desde el principio?
— ¿Que ordene mis ideas…? — repetí, revolviendo mi cabello y mi rostro con ambas manos, de la pura desesperación — Estoy llena de odio, soy una bomba de tiempo reteniendo solo odio, nunca lo he sacado de mí, no vale gritar, ni llorar, no vale nada, estoy llena de odio de todas maneras. Si fuera una maquina de exterminio, arrasaría con todo y todos, como una bomba nuclear….
— ¿Tendré… aún una razón por la que luchar? — Claro que sí, no puedo dudarlo. Mi niña es lo que me mantiene en pie, ella… mi pequeña, la que fue arrebatada de mi vientre. Nunca la cargué, nunca la vi, tan solo guardo una fotografía que Alice le tomo en el momento en que se la llevaban.
Es lo único que guardo de ella: una foto gastada, bañada en lágrimas y quiebres de tanto aferrarla a mi pecho. Dos días tenía en ese momento, cuando se la llevaron del hospital, a donde solo Dios sabe.
Sigo buscándola, siguiendo cada pista que tengo y sé que estoy cerca….
—Bella, necesito que canalices todo, para eso debes comenzar del principio, no hay otra salida, entiendo por lo que me has contado hasta el momento todo tu pesar, pero debes comenzar a contarme todo ordenadamente… ¿crees tú, recordar de donde comienza todo?—
— ¡¿Qué si lo recuerdo?! — Río histéricamente – Taladra mi cabeza cada día… No sé por dónde empezar de todos modos, todo termina mal.
— Como sea, Bella, necesitas sacarlo, desde el inicio…
—Es difícil para mí comenzar del principio, todo me lleva a esto, a lo que soy, a lo que se forjó de mí. Yo no era así, yo era…. estaba llena de vida, sonriente, enamorada de la vida, de las cosas simples— mis manos comienzan a sudar y es el anticipo a una respiración entrecortada, Charlotte me extiende un vaso de agua, lo necesito, la boca comienza a secarse y mi voz se escucha un poco ronca.
Recuerdo las sesiones anteriores…
¿Qué pasatiempo tienes… algún hobby, algo que te apasione?
Solía tenerlas, dibujaba, solía pasarme tardes enteras en ello, tenía miles de dibujos guardados, todos apilados: paisajes, retratos, algunos abstractos, bosques, muchos bosques (y a él…) —mis manos me pican y como acto reflejo las froto muchas veces sobre mis muslos —Mi meta era especializarme en ello y hacerlo en forma profesional.
No soy ávida por la lectura. He leído algunos los clásicos, ya sabes, como Shakespeare, que hace algunos años fue uno de mis favoritos. Aunque reconozco que no he leído mucho desde hace tiempo.
— ¿Qué clase de música escuchas?— y comienza el bombardeo de preguntas…
— ¿Te sonará raro, si te digo que no escucho música?— todo me recuerda… sacudo mi cabeza espantado los recuerdos que comienzan a llegar— Realmente la música, no es algo trascendental en mi vida, llegan a mis oídos pero pasan a segundo plano, no le pongo atención a la melodía, ni menos a sus letras.
— Nada de música. Entiendo –decía, mientras anotaba no sé qué cosa es su libreta.
Me trae al presente para hundirme de nuevo en mis recuerdos, como quien te mete la cabeza en el lago y solo la sacas para tomar un poco de aire.
— ¿Quieres ahora hablarme de tus padres?—
— Mis padres…— dije, echándome hacia atrás en el sillón, y soltando el aire de mis pulmones. Esos sí eran un tema a tocar… no me gusta hablar de ellos, era como meter el dedo en una herida abierta, reticentemente decido comenzar a hablar de ellos.
—Solía amarlos, solían ser mis héroes... el recuerdo de Charlie levantándonos por el aire llega a mi cabeza.
—Vivíamos en Chicago. Cuando Renée conoció a Charlie, ella, ya cargaba a Alice de solo tres meses, en sus brazos, cuestión que a Charlie no le importó. Se hizo cargo de la pequeña como si fuese la suya propia. Meses después se enamoraron y se casaron, y luego de un año nací yo. Nos quería a las dos por igual, nunca vi la diferencia, a pesar de que Alice no era su hija, creo que hasta la quiso más que a mí.
—Háblame del tiempo en Chicago—
—Papá trabajaba en la policía de Chicago y fue escalando peldaños hasta hacerse Capitán. Era un buen policía, era mi héroe. No pude evitar reír, aunque fuera irónicamente.
Mamá trabajó en un café, como mesera, el que años después compró, con la ayuda de mi padre.
Tengo lindos recuerdos de ese corto tiempo, entre el aroma a café recién servido y de los pasteles que hacía mi mamá. La gente entraba y salía del local y nosotras jugando en la pequeña oficina o en el patio trasero.
Alice era mi hermana y mi mejor amiga, siempre fue así, yo la tenía a ella y ella me tenía a mi, claro siempre era ella quien salía a defenderme de los chicos cuando tiraban de mis trenzas, aunque ella era mi hermana mayor, muchas veces mentimos diciendo que éramos hermanas mellizas, lo único que teníamos en común eran las dos largas trenzas que mamá nos hacia en la mañana, después de que nos comenzamos a peinar solas, nunca más nos hicimos una trenza—
Se viene a mi mente la piel pálida de Alice bañada en bloqueador solar, sonriendo al mundo como si nada más importara, sus ojos verde pálido brillaban y sus largas trenzas golpeaban mi cara cuando girábamos hasta caer. Recuerdo la acuarela que me regalo mamá y las miles de tardes que pasaba dibujando, mientras Alice danzaba con sus zapatillas de bailarinas.
—Nuestra casa no era tan grande, no pasábamos nunca en ella, no necesitábamos tanto espacio, Charlie era hijo de policía, mi abuelo también era hijo de policía, todos de rangos superiores haciendo una pequeña fortuna invirtiéndolas en bienes raíces, Charlie también tenía un par de propiedades que alquilaba, ganando unos buenos ahorros con ello.
— ¿Tienes otros familiares?—
—Mamá, no tenía familia, en cambio Charlie tenía dos hermanas Sue y Marie, las dos casadas y con hijos, las visitábamos a menudo los domingos, cuando mamá tenía sus días libres.
— ¿Recuerdas casos puntuales de tu tiempo en Chicago?—
—Cuando tenía como ocho años me di cuenta que papá ya no llegaba ayudar a la cafetería, solo aparecía cuando ya Renée estaba cerrando, a veces no aparecía y llegaba cuando nosotras ya estábamos en casa acostándonos, dejo de leernos un cuento antes de acostarnos, lo entendimos cuando nos dijo que tenía mucho trabajo en la unidad.
No nos importaba ya tenía ocho años, ya era grande para que me leyeran un cuento por las noches, o eso creía—
_ ¿Crees que ahí comenzaron los problemas en tu familia?— Charlotte aprovechó mi silencio y preguntó.
—No lo sé—
— ¿quieres continuar?
—Eso creo— aspiré hondo, recordando otro episodio en particular.
—Un día apareció Phil Brandon en nuestras vidas, mamá tuvo que explicarnos muchas cosas y Alice oficialmente tenía otro papá, que la quería conocer. Me aterré del solo hecho de ver partir a Alice, pero no fue así, Phil aparecía dos veces por mes cuando mucho y no tuvo mayor relevancia en nuestras vidas. Algunas veces los acompañé en sus salidas y aunque no era lo mismo que salir con Charlie, pusimos todas nuestras ganas en disfrutarlo.
Charlie ya no pasaba tanto en casa y las discusiones eran el pan de cada día.
Un día llego con la noticia, lo trasladarían a Forks…
— ¿Dónde mierda quedaba Forks?— murmuro para mí, la misma pregunta que formulé en esos años.
Me quedo en silencio, la sola mención de ese pueblo llena mi cabeza, desvío la mirada para esquivar las lágrimas que comienzan a humedecer mis ojos. Los recuerdos de Forks, lluvia, viento, humedad y él.
Charlotte nuevamente pregunta si deseo continuar…
Quiero sacarlo de mí, nunca antes había hablado tanto como hoy, mi pecho sigue oprimido, seco las lágrimas respiro hondo y continúo.
— ¿Dónde mierda quedaba Forks? Recuerdo que lo primero que hice fue ir a buscarlo en el mapa… y ahí estaba, en una esquina y juro que mientras más lo miraba, más pequeño se hacía el punto donde supuestamente se ubicaba. A los días mamá, vendió la cafetería.
Alice no tenía problemas con eso de todas maneras ella pasaba a la secundaria y tenía que cambiar de colegio de todas formas, en cambio yo estaba aterrada, sería de todas maneras la chica nueva, aunque comenzáramos en inicio de año … ya no me gustaba Forks.
Creo que hiperventilé un montón de veces desde que papá nos dio la noticia y por más que lo intentaba no podía ver el lado bueno de todo esto.
Nunca comenzaba a empacar todo mi equipaje, me tomo unos días asimilarlo, después de unas vacaciones en la playa de Michigan, donde nos llevo papá y donde fuimos con las tías Marie, Sue y compañía, volvimos a Chicago, a la realidad, directo a empacar sueños recuerdos y dibujos, dejaba mi vida de Chicago, días soleados en verano y ventiscas de nieve en invierno, para ir a una tierra húmeda y musgosa de lluvia persistente durante todo el año.
En fin, pensé que quizás mi caja de lápices empacada tendría una fuerte baja de colores verdes y café, o quizás ya no usaría el color celeste en los cielos de mis dibujos o el naranjo del sol al atardecer.
Nunca había visto tan entusiasmada a René en mi vida, llegue a pensar que su vida en la cafetería después de todo ya la tenía aburrida, se negó a seguir con el negocio, con un "quizás más adelante"—
Pero nunca más fue buena en los negocios, pensé.
—Con el tiempo me di cuenta que René escapaba de sus fantasmas en Chicago, pero esos fantasmas, no eran más que seres reales condenados a cadena perpetua, en Forks.
Desde que pisamos Port Ángeles, fuimos recibidos por una densa neblina, de camino a Forks todo se convirtió en una lluvia torrencial, ese había sido la despedida oficial de aquel verano.
Sentía en Forks una vibración extraña, desde que baje del auto el viento helado que me envolvía, no me permitía respirar con normalidad, debí saber que era un mal presagio, pero a los doce años ¿qué sabes tú de malos presagios?
La casa era ridículamente enorme, solo mi habitación era del porte de la sala que teníamos en nuestro antiguo hogar.
Recuerdo todavía los gritos de histeria de Alice cuando recorría lo que llamaríamos hogar, se veía llena de júbilo al igual que mamá, trate de contagiarme con ese sentimiento, pero fue de todas maneras en vano, el sentimiento tardo mucho en llegar—
Pasaron tres días para que el camión de la mudanza llegara, tan solo tres días, pero para mí, era como si el tiempo se hubiera estancado, nos habían encerrado en una botella de cristal, todo cubierto de neblina fría y húmeda, en mi mente solo una frase daba vueltas "Odio Forks".
—Odie Forks, desde el momento en que pisé su suelo húmedo.
Odié el color verde en sus hojas, en todos sus troncos, odié el amarillo de sus hojas manchadas con café y negro por el lodo de la tierra. Odié el olor a humedad del patio de la casa y de todo ese pueblo.
Alice tenía su cuarto ya casi armado, el mío era solo cajas apiladas de papeles y colores, la casa era un resquicio de un ciclón, cajas por todos lados, vajilla que jamás utilizaríamos, ropa de cama extra, que sí, seguro necesitaríamos, todo era caos.
Recuerdo que papá contrató a una persona para la ayuda de los quehaceres de la casa, mamá está feliz con eso, tres días después podíamos correr por la casa sin tropezar con cajas, mi habitación seguía igual, Alice se encargo de ordenar mi armario, no había mucho que hacer en todo caso, todo se resumía en muchos chalecos nuevos de lana y muchos pantalones largos, botas de lluvia, sandalias de tiritas guardadas muy, muy atrás del armario, nunca más esas sandalias me quedarían buenas, chaquetas impermeables, capas para la lluvia y muchas camisetas largas, toda la ropa de verano había quedado en casa de Sue para mis primas pequeñas, resultado de nuestro confinamiento en una esquina del mapa de los Estados Unidos de América.
Papá asumiría de Jefe de estación, algo así como el alguacil del pueblo, solía imaginarme a Charlie como el tipo de las películas del oeste, donde no se movía una hoja sin que el alguacil lo supiera, donde el mataba a todos los malos que llegaban a interrumpir la paz de su pueblo—
Papá, mi héroe… Charlie, mi verdugo y mi mente divagando nuevamente. Comienzo hablarle a Charlotte, nuevamente.
—Recuerdo a mucha gente entrando y saliendo de la casa, mamá estaba como loca, en Chicago no tenía muchas amigas y acá todos venían a darnos la bienvenida, hasta pensaban dar una fiesta en nuestro honor, junto a otra familia que venía recién llegando con el nuevo director del hospital de Forks…—
Mi corazón prácticamente se detiene, no quiero ahondar más en ello, pero sé que no debo saltar esta etapa de mi vida, tengo que sanar y comienzo a repetirlo prácticamente como una mantra, por mí, por Alice, por ella.
Charlotte, se da cuenta de mi silencio… un incómodo silencio para mí, no me doy cuenta de que estoy mordiendo mis labios hasta que ellos comienzan a escocer.
— ¿Qué paso en esa fiesta Isabella?—
—Me negué a ir. Me negué en participar de cualquier tipo de celebración, no estaba para celebrar— mi voz era apenas un susurro y mi mente era el caos mismo, recuerdos iban y venían y trataba de poner orden, trataba de enviar recuerdos estúpidos lejos de mí, sabía que si los dejaba entrar comenzaría a llorar como una niña otra vez, mandaba esos recuerdos lejos, pero todos se agolpaban por aparecer en mi mente, la imagen de él, el maldito pueblo, la escuela, todos esos recuerdos que una vez fueron confinados al olvido, estaban nuevamente tomando vida en mi interior.
— ¿Sabes que tenemos que llegar ahí, cierto? Es la base de comenzar a sanar, abrir esa caja donde guardas esos recuerdos, ventilarlos sacar lo bueno de ellos, para poder así volver a encontrar tu rumbo y de una vez sanar— Charlotte me toma de las manos y busca mi mirada, la que está nublada con las lagrimas, me pasa un vaso de agua y bebo refrescando mi garganta ya cerrada.
—Nadie puede sentir por ti o imaginar tu dolor ante lo que te tocó vivir, pero sacar eso de ti, ayuda, ayuda a poner en orden tus sentimientos, tus prioridades, tienes que sacarlo. Debe haber algo positivo, no tiene que ser relacionado directamente a ti o a…él—
¿Cuánto tiempo había pasado? Mire hacia la ventana y ya había anochecido. Ni cuenta me di de cómo pasó el tiempo con Charlotte. Cierro mis ojos y mi mente traicionera me transporta a un recuerdo… uno en particular… uno que creí olvidado.
¡Ah! mente traicionera, recuerdos tan vivos y coloridos pasan por mi cabeza y comienzo hablar sacando un peso de mi cuerpo como nunca antes lo había sentido.
—Mamá estaba viviendo su sueño americano, Alice, era feliz en cualquier lugar del mundo y Charlie, volvía a ser el padre sonriente desde hace un tiempo atrás, lo único bueno hasta ese momento.
¿Era solo yo, el punto negro, la que llevaba la nube gris sobre la cabeza? Aun me costaba ver el vaso medio lleno.
Esa mañana, Charlie había tenido la genial idea, de ir todos juntos en familia de compras al supermercado del pueblo, el lugar más parecido a Chicago, que haya visto, en Forks, el lugar era amplio, al igual que un supermercado que teníamos cerca de casa, aunque mucha variedad de productos no tenía, papá me permitió tomar una caja de lápices nueva y unas cajas de chocolate extras. Todo iba bien hasta el momento de cancelar, todos ya conocían a papá y el dueño del local apareció para saludarlo, mi madre era la más contenta con la atención, nosotras en cambio pedíamos que la cajera realizara el descuento prometido por el dueño y largarnos de ese lugar, lo más rápido que pudiéramos.
Pero nuestra suerte no cambió ahí, todo lo contrario, el coche de Charlie se detuvo en medio de la carretera, afuera llovía muy fuerte y la señal del teléfono era pésima, para colmo de males no pasaba ningún vehículo, para prestar ayuda.
Cuando pudo comunicarse con la unidad, ya habían pasado cerca de dos horas y los chocolates habían bajado considerablemente.
A nuestro auxilio llego una grúa, nos permitieron subir de copilotos, mamá se iría con Charlie en la patrulla que también fue a socorrerlo, sentado ya en el camión, había un niño algo flacucho, como de la misma edad de nosotras, su sonrisa brillante de dientes blancos aligeró el ambiente enseguida, se presentó como Jacob Black, hijo del dueño del único taller mecánico que había en el pueblo.
Para Alice entablar conversación con una persona extraña no era problema alguno, la mayoría de las amistades que dejamos en Chicago, las hizo ella, creo que la personalidad extrovertida la saco de Phil, porque si lo hubiese sacado de René algo de eso tendría yo ¿o no?
En fin, Jacob y Alice cotorrearon todo el camino al taller, cercano a una playa que llamaban la Push, genial una playa, me enteré que asistía al ultimo año en la primaria de Forks, tal como lo haría yo, entonces fue que me uní a la conversación, sería bueno entrar al colegio y conocer a lo menos una persona, saque la ultima reserva de chocolate que quedaba en mi bolso y con el dolor de mi alma lo divide en tres partes, el chico me sonrió agradecido, con esa sonrisa contagiosa, de dientes blanquísimos.
En el último año de escuela en Chicago, la necesidad de tener amigos "hombres" había crecido considerablemente, Alice por supuesto era un buen aliado en lo que eso respecta, las moscas llegaban a la miel fácilmente, como Alice lo decía, yo no tenía problemas en relacionarme con la gente adulta, menos con los niños, ayudarle a veces a mamá en el café, ayudaba considerablemente, solo que nunca se me daba la gana de dar el primer paso, pero sabía que algún día ese miedo tonto tendría que pasar, por suerte Alice estaba a mi lado la mayoría del tiempo, evitándome así el mal rato, de tratar de llamar un poco la atención y entablar conversación.
Hablando con Jacob en este rato, me comencé a preguntar si sería lo mismo acá, Alice, como siempre confía en que por ser la nueva los chicos me lloverán, como si necesitáramos más lluvia.
Jacob nos contó lo que hacía para divertirse junto a sus amigos… no era gran cosa, los días buenos estaban disminuyendo cada vez más con lo que terminaba el verano, disfrazado de invierno, ¿o era el invierno disfrazado de verano? Daba lo mismo, al final del caso el cielo era de todas maneras encapotado… todos los días.
Ya no servía ver el reporte del clima en el noticiero.
Era bueno saber que conocería por lo menos a alguien en la nueva escuela, traté de sonreírle y caerle bien lo que más pude, para que el primer día no me hiciera la desconocida, no me esforcé mucho de todas maneras, el chico se veía realmente simpático, lástima que no iba ir a la bienvenida que ofrecía el alcalde, esta noche, me di cuenta que su padre o tal vez su familia no cumplía con los estándares para acudir a esa velada, quizás hasta hubiese ido, si él hubiese ido.
Cuando llegamos al taller nos bajamos del camión y corrimos a refugiarnos bajo techo, el padre de Jacob, lo mando a ofrecernos algo para beber, pasamos a su casa, no era tan grande como en la que vivíamos ahora, pero era de todas maneras muy acogedora, se parecía de cierto modo a la que dejamos en Chicago, nos sentamos en un sofá, de la cocina aparecía una mujer como de la edad de mi madre, llevaba un delantal donde estaba limpiando sus manos, también sabía quiénes éramos.
Nos ofreció unos pastelillos recién horneados y leche caliente, mientras el papá de Jacob arreglaba el problema del auto, mamá se había ido a la casa para comenzar arreglarse, para la noche, dejándonos olvidadas en una casa donde no conocíamos a nadie. Por suerte la madre de Jacob era muy acogedora, Charlie vendría pronto por nosotras.
Jacob era un buen chico, nos hacía reír con cada cosa que contaba sobre lo que pasaban en este pueblo, aparecieron las hermanas mayores de él y trataban de avergonzarlo contando también anécdotas, las hermanas de él, irían a la secundaria de Forks y Alice congenio bien con ellas, los panecillos y la leche era exquisita, la madre de Jacob nos invitaba para venir días después.
Charlie llegó y el coche estaba reparado, el padre de Jacob, no quería recibir dinero por el pago del arreglo, Charlie aceptó, solo cuando vio en el fondo del taller una cañas de pescar, Billy le ofreció salir una tarde para enseñarle.
Después de todo hicimos buenos amigos con los Black.
Llegando a casa mamá estaba histérica, vestidos regados por toda su habitación, llena de tubos en su cabeza y una máscara de maquillaje a medio terminar, Alice corrió a su cuarto para también darse un baño y comenzar a cambiarse, me encerré el mi habitación esperando que el circo terminase.
Me quede sola en una enorme casa, bueno tan sola no, abajo viendo televisión estaba la señora Cope, quien ayudaba a mamá desde ahora, baje para cenar y ella no muy amable me atendió, me sentí culpable, ella podría estar con su familia en esos momentos y no conmigo y sé que ella estaría dando lo que fuera por estar en esa fiesta también.
Lleve mi cena a la habitación, donde estaba ordenando algunos dibujos, eran muchos así que abandone la tarea después de poco rato, tome el block de dibujo y tracé algunas líneas, tampoco habían ganas de dibujar, comencé a ordenar mi ropa, pero para mi suerte toda la ropa estaba ordenada, gracias a mi hermana.
Después de un rato me quedé dormida solo viendo el techo de la habitación.
De golpe sentí caer a Alice a mi lado, despertando un poco asustada, venía eufórica y un brillo nuevo en sus ojos, me senté a su lado pronunciando las palabras que sabia ella estaba esperando.
—cuéntamelo todo—
Y no hice nada más que escuchar en un buen rato más.
El vestido indecoroso de la señora Stanley, con un escote de infarto, la hija llamada no sé cómo, que era igual a su madre, la madre de los Newton, invitándonos a cenar, el hijo que la invitó a bailar a la pista, no sé en qué parte de la conversación me perdí, no recuerdo bien, si fue antes de que cenaran o cuando comenzaron a bailar, solo sentía el vaivén de la cama, cuando Alice saltaba. Mientras yo me perdía en los pliegues de la pintura del techo de la habitación, la corté en medio de su conversación para darle una idea.
—Sí, teníamos que pintar el techo blanco, darle vida, un cielo estrellado quizás o unas cuantas nubes, semejando el cielo despejado de Chicago— tuve que disculparme con Alice por perder el hilo de la conversación, a ella le pareció genial la idea, así que me obligué a seguir escuchándola, aunque si seguía mirando el techo nuevamente me iba ir de ahí, me senté frente a ella siguiendo la historia del director nuevo del hospital, no tenía idea cuanto me había perdido de su historia.
Así que los hijos del director Cullen, iban a ir a la secundaria, genial Alice tenía ya un montón de conocidos en la secundaria y yo solo contaba con Jacob.
No sé porque pregunté los nombres de ellos, ahí me di cuenta que me los había perdido, cuando mi mente estaba volando en el techo de la habitación.
Emmett, el mayor y Edward… cuando mencionó el último nombre sonrió tontamente, asumí que el tal Edward era de su gusto, bueno como los describía, asumí que eran del tipo de chicos que iban a tener a toda la escuela a sus pies, empezando por Alice"
…
…
Salí de la consulta, maldiciendo la noche. Odio la noche, porque es el momento en que los recuerdos llegan con más fuerza, atormentándome.
Subo al auto rápidamente enciendo la luz y veo mi reflejo en el espejo retrovisor. Mis ojos están rojos, pero sin haber llorado aun, sé que cuando llegue a casa lo voy hacer, como todas y cada una de las noches, desde que perdí todo.
Lloraría con desconsuelo. Seguro lo haría. Y esos recuerdos felices nunca los encontraría.
Manejé casi por inercia a casa, pero no fui capaz de entrar, las lágrimas ya nublaban mis ojos.
—que mierda, no quiero llorar más— golpee mi cabeza en el volante y me quede ahí tratando de ahogar los sollozos… unos minutos más tarde baje y caminé a casa.
Y como siempre estaba esperando pacientemente Alice, junto a ella estaba Jasper, su novio y mi ángel, ellos sabían que había llegado hace un rato, pero ya me conocen bastante bien como apresurar las cosas y esperaron a que entrara sola.
Cuando entré a la sala, me deje caer en el sofá, frente a ellos, brevemente les conté como había sido la visita a Charlotte, Alice, solo me miraba, aunque no como siempre me miraba, esta vez había un atisbo de esperanza para mí, en esa mirada, luego me fui a mi dormitorio, al paso vi algunas cajas apiladas aun, todavía no desempacábamos todo, sí, nuevamente nos habíamos cambiado de casa, supongo que esta vez sería la definitiva.
Un baño de tina, no estaría mal para relajarme un poco. Qué bien le hacía el agua tibia a mi cuerpo, que ganas de hundirme en la tina y no salir nunca más a flote, pero soy muy cobarde para ello, la prueba está en las marcas de mis brazos, esas que con el tiempo han quedado en solo unas líneas blancas en mis muñecas.
Sigo los pasos, que la doctora me ha pedido, tomo los medicamentos una vez que me salgo de la tina y me dejo caer en la cama… miro al techo y las lágrimas comienzan a correr por mi cara, ellas llegan siempre sin invitación alguna.
Algo extraño paso esa noche, solo dormí, con el recuerdo de mis primeros días en ese pueblo maldito, quizás después de todo, escarbar nuevamente el pasado es mi encuentro a la sanación… quizás.
