Disclaimer: los Juegos del Hambre no me pertenecen.

Esta historia forma parte del Intercambio "Debajo del árbol" del foro "El diente de león".

Regalo para Giselle Jay. ¡Espero cumplir con tus expectativas! Nos leemos abajo.


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Con aroma a lavanda, canela y chocolate

.I.

El restaurante estaba bien. No era perfecto, pero estaba bien. El vino que había seleccionado, por otra parte, resultaba terrible. Era caro, sí, pero no era un buen acompañamiento para el complicado platillo francés que había ordenado, probablemente basándose en el precio y no porque supiera que el hígado de pato era una exquisitez.

—Entonces ¿estás en el negocio de la seguridad?

Sus mejillas, cubiertas con una barba pelirroja de un par de días se estiran en una sonrisa:

—Sí. He comenzado mi propio negocio hace un par de años. La verdad es que no puedo quejarme, nos ha ido bien desde el principio ¿sabes lo difícil que es conseguir ganancias con esta economía?

Katniss esbozó una sonrisa. Sí, lo sabía. Ella misma había conseguido que su propio negocio prosperara realmente, pero había aprendido que presumir de su propio éxito era una maravillosa manera de alejar a los hombres, así que se limitó a sonreír y se encogió de hombros.

—No seas modesta— dijo él—. Tu madre me ha dicho que eres cocinera y tienes tu propia empresa.

—Chef —le corrigió ella—. Pero recientemente estoy más en la parte administrativa.

—¿Es uno de esos servicios de catering?

—Pues así empezó— admitió ella—. Luego creció un poco.

—¡Bien! —dijo él dándole un par de palmaditas en la mano que ella tenía sobre la mesa. Katniss no sabía si era condescendencia o no, pero el gesto la hizo sentirse incómoda.

—¿Quieres algo de postre?

Ella giró el cuello hacia la mesita en donde decenas de platos con diminutas porciones de tarta, helado y merengue se mantenían en equilibrio.

—Claro, ¿por qué no?

Él seleccionó los postres, sin pedirle su opinión. Un pequeño cuadrito de pastel de chocolate fue a parar frente a sus ojos, salpicado con crema de avellanas y un beso de crema en la punta, el diminuto postre resultaba simplemente evocador, pero no habría sido su primera opción. En lo personal le había echado el ojo a las magdalenas decoradas con motivos florales, o a las tartaletas de limón que traían una rodaja de melocotón encima. El chocolate no era su sabor favorito, siempre le había parecido demasiado dulce, su atractivo demasiado evidente. A ella le gustaban más las cosas sutiles. Diferentes…

De todas formas tomó la cucharilla y partió un pedazo.

El chocolate estalló en su lengua, activando cada papila gustativa y despertándola de su letargo.

—Oh vaya— gimió.

—¿Está bueno?

Lo estaba.

—Oí que este lugar tiene un nuevo jefe pastelero— le confió su cita—. No tienes idea de lo que me costó hacer una reservación. Son algo elitistas, si me lo preguntas.

—Bueno, es un restaurante exitoso— dijo ella con un encogimiento de hombros.

—Lo sé, pero ¿una lista de espera de seis meses? Me parece algo exagerado. Tampoco me ha parecido nada del otro mundo.

El comentario le sentó mal.

—¿No te ha gustado la comida?

—¿Por ese precio? —dijo él, burlón. Creo que además del hígado debieron dejarme al cerdo entero y a sus crías.

—¿Al cerdo?

Él sonrió, con condescendencia.

—Lo que acabamos de comer, cariño.

—Era pato— respondió ella con frialdad—. Foie gras, hígado de pato. Y no me llames cariño.

Él arqueó las cejas con sorpresa.

El mesero apareció con la cuenta y Katniss estiró la mano para tomar la pequeña carpeta forrada en cuero.

—En cuanto al precio, no te preocupes, va por cuenta de la casa.

Él se rió, como si ella hubiese dicho algo muy gracioso, pero ella mantuvo su rostro libre de expresión. Su expresión se congeló:

—¿Es en serio?

—¿Te parece que estoy bromeando?

—¿Conoces a alguien aquí?

Katniss sintió un gran placer al responderle:

—Soy la dueña de este restaurante.

Él no pareció creerle:

—¿La dueña? ¿Distrito Doce es tuyo?

—Igual que el Once, el Diez y todos los otros— dijo ella tomando la carpeta y devolviéndosela al mesero sin decir una palabra. Al ver que el muchacho no decía ni una palabra y simplemente se retiraba con una inclinación de cabeza, él pareció creerle al fin.

—Yo…

—Demos la noche por terminada, Darius— dijo ella empujando la silla hacia atrás y limpiándose la boca con su servilleta de tela.

—Pero…

—Diría que ha sido un placer, pero la verdad es que ha sido bastante aburrido. La próxima vez que quieras alardear de tus logros, será mejor que te informes mejor de quién es tu cita— y se retiró con pasos rápidos, hasta que consiguió refugiarse en la cocina, su lugar seguro.

Mataría a su madre en cuanto tuviera la oportunidad por organizarle otra desastrosa cita a ciegas.

Su apartamento se ubicaba en la planta más alta de un rascacielos. Todos los pisos estaban divididos en cuatro apartamentos, excepto el suyo, una monstruosidad tipo estudio en donde a veces podía sentirse muy pequeña.

En cuanto arrojó las llaves sobre la mesita de la entrada, se agachó para quitarse los tacones. Los pies llevaban matándola unas cuantas horas y sentía el cansancio del día acumulado en sus pantorrillas y en la planta de los pies. La comida, aunque perfecta, le había caído pesada y se notaba demasiado llena. Posiblemente por el arrebato de rabia que le había provocado su última cita.

Decidió que estaba demasiado cansada para simplemente irse a dormir, así que se pasó por el baño y puso a llenar la tina. El teléfono empezó a sonar mientras echaba las aromáticas sales de lavanda en el agua y no le sorprendió que se tratara de su hermana:

—Patito…

—¡Katniss! ¿Qué tal ha estado tu cita? ¿Este si te ha gustado? ¿Te ha llevado a un lugar bonito?

A sus veinticuatro años Prim aún era capaz de emocionarse como una adolescente.

—Hummm… —dijo por toda respuesta.

—¡Oh! ¿Así de mal?

Katniss se rió un poco.

—Bueno, me ha llevado a un buen restaurante.

—¡Genial! Eso viniendo de ti ya es un decir.

—Tal vez lo conozcas, se llama Distrito Doce. Está en el centro.

—¡No!

Katniss sujetó el teléfono contra su hombro mientras deslizaba hacia abajo la cremallera de su vestido negro.

—Pues sí. Luego ha pedido lo más costoso que encontró en el menú, sin consultármelo y ha ordenado una botella de vino que no pegaba ni con cola con la comida.

—¡Oh, Katniss! Pensé que esta vez sí te gustaría. ¿Era guapo?

—Pelirrojo, alto, barba de un par de días, ojos verdes, simpático, supongo. Tiene su propia compañía, se dedica a la seguridad privada.

—Bueno, eso no suena mal.

—No, supongo que no— admitió —. Dame un segundo, patito— dejó el teléfono sobre el lavabo y se recogió el pelo en lo alto de la cabeza para no mojárselo. Tomó el teléfono con firmeza y luego se metió en la bañera, gimiendo por lo bien que le sentaba el agua caliente a su cuerpo.

—Déjame adivinar— dijo su hermana en cuanto ella volvió a hablar por el teléfono—. Estás metida en la bañera.

—Me conoces bien. Pensé en ir un rato a la piscina, pero ya es algo tarde.

—Podrías pescar un resfriado— la regañó Prim.

—Bah, ya sabes que soy inmortal. Yo nunca me enfermo.

Prim suspiró.

—¿Cuándo vas a decirle a mamá que volvió a fracasar como casamentera?

Katniss se estremeció.

—Hasta que me lo pregunte— respondió—. Ya sabes que en cuanto se entere me buscará a alguien más.

—Uno pensaría que después del doceavo intento se rendiría.

—¿Crees que soy demasiado exigente?

Prim dudó antes de responderle:

—Creo que no quieres que vuelvan a hacerte daño, por eso le pones pegas a todos los tipos que te presentan. No creo que esté mal, pero podrías estarte privando de conocer a alguien realmente maravilloso.

—La verdad no creo que haya nadie ahí afuera para mí, Prim.

—No digas eso— dijo su hermana con tristeza—. Hay alguien increíble para ti, solo que aún no has tenido la oportunidad de conocerlo. Solo tienes que dejar ir esa coraza, Katniss. No todos los hombres son como…

—No diga su nombre— dijo ella en un siseo.

—Vale. No todos los hombres son como él y punto. Date la oportunidad. ¿Te gustaría que te presentara a alguien del hospital?

Katniss negó con la cabeza:

—No. Ya es suficiente con que mamá quiera colocarme—rehusó ella de inmediato—. No soportaría que mi hermana pequeña también me arreglara citas. Ya veré que hago. Necesito un descanso de todo esto… Tal vez si cree que estoy saliendo con alguien…

—Oh, oh. Suena a que has tenido una de tus ideas terribles.

—¿Terribles?

—Terribles— aseveró Prim.

—No será terrible, será brillante. Me liberará de mamá por unos meses, al menos.

—Ten cuidado, Katniss— le advirtió su hermana—. Puede que tú no quieras aceptarlo, pero eres más que capaz de romperle a alguien el corazón.

Pero Katniss ya no la escuchaba, el plan se había trazado en su cabeza y estaba segura de que le concedería la libertad que necesitaba, al menos por unos cuantos meses. Todo lo que necesitaba era a un hombre lo suficientemente atractivo e interesante como para convencer a su madre de que no se trataba de un engaño.

Y, muy importante, alguien con quien no corriera el riesgo de volver a enamorarse.

No cometería el mismo error dos veces.


¡Feliz Navidad, Giselle!

Admito que a pesar de que no era tu Amiga Secreta original me hace mucha ilusión escribirte esta historia, especialmente porque quedé enamorada de tu fic sobre el muérdago.

Espero que esta historia sea de tu agrado, el tema me ha parecido muy interesante y a pesar de que sentí la tentación de pedirte una modificación en la solicitud —porque la tercera persona no me hace sentir muy cómoda— decidí hacerlo tal y como habías pedido al principio.

Aún tengo la historia en proceso, vamos a ver que tal resulta el siguiente capítulo, pero va con mucho cariño para ti.

Un abrazo, E.