Ron recorría pensativo los pasillos de Hogwarts. Esperaba que sus teorías no fueran acertadas, pero todo indicaba a que sí lo eran. No esperaba esta situación; no estaba preparado para ella. Creía que aquello en lo que estaba pensando era imposible, nadie le creería si tuviera que explicarlo o compartir sus preocupaciones.
Giró en un esquina y lo que vio lo dejó más confundido de lo que estaba; Draco Malfoy y Hermione Granger se gritaban, cada uno en un punto de la escalera, como si lo que Ron había oído, horas atrás, solo hubiera sido un sueño.

- ¡Hurón!

- ¡Rata de biblioteca!

- ¡Rubio teñido!

- ¡Mi color de pelo es natural! No como tus dientes operados.

- Cómo te atreves... ¡Calvario!

- ¡ProtegoLocomotor Mortis!

Todos los insultos fueron sustituidos por hechizos que volaban de un lado a otro, y Ron decidió que lo mejor era esconderse y no meterse en la discusión. "Igual estoy equivocado", pensaba mientras se iba.


- ¿Ya se ha ido?

- Creo que sí. - Hermione estaba asomada en la esquina por la que Ron había desaparecido hace poco tiempo.

- Entonces... ¿Por dónde íbamos? - dijo Draco, acercándose de forma seductora a la castaña.

Él la abrazó por la cintura, mientras la castaña juntaba sus manos tras el cuello del chico y sus labios se unían en un beso.


"Seguramente estoy equivocado", pensaba Ron, intentando borrar la imagen creada por su mente. Esa en la cuál su querida amiga Hermione y el odioso Malfoy se encontraban más acaramelados de lo que dos enemigos casi naturales debían de estar.