Oscuridad


Las luces se apagan y el espectáculo comienza. Tú cerebro empieza un juego macabro donde las alucinaciones cobran vida y los objetos sencillos y cotidianos se vuelven sombras y cuerpos amorfos.

Lo sientes. En cualquier rincón de la habitación, una de aquellas cosas ocultas en la oscuridad te está acechando, observando atentamente tus movimientos.

Tú te estremeces. Las sombras se hacen más grandes conforme más las miras y van tomando formas que te parecen más y más aterradoras.

Piensas en la estrategia perfecta que te dará cómo resultado encender el interruptor de la luz, pero cuando quieres moverte, sientes ese escalofrío en tu espalda que te impide caminar al sentirte rodeado de la nada.

No puedes hablar, ¿para qué intentarlo, de todas formas? Nadie creería qué aquello qué ves en la oscuridad sean más qué juegos mentales provocados por el sueño y la falta de luz.

Una familiar sensación de paranoia te invade. Ahí hay alguien, y ahí y ahí...ahí también. En todos lados.

Alguien que te observa pero tú no puedes hacerlo con él.

Sientes frío. Aquel cuaderno que reposa en la mesa parece ser la fuente de aquella temperatura tan inusual en aquella época del año.

Te escondes bajo tus cobijas, tu fiel escudo. Bajo ellas nadie se atreverá a hacerte daño y aquellos cuerpos inmateriales desaparecerán. Ellas te protegerán.

Tus ojos te pesan. Estás cansado. Aquello que pasó con el cuaderno debió ser sólo una coincidencia, una broma de mal gusto jugada por el destino para hacerte pagar por el más mínimo error.

Sí, eso te dices.

Te giras y sientes que el viento tira todo a su paso. Pero la ventana está cerrada. Te estremeces. Aquellas sombras van subiendo por tu pierna pero tú sabes bien que son falsas. Aquellas sombras no son más qué deshechos mentales producto de las películas qué tanto amas.

Suspiras satisfecho, pues los monstruos no existen.

Te giras de nuevo, quieres ver el techo. Sin embargo, lo único qué consigues ver es el par de ojos rojos que te observa fijamente a escasos centímetros.

Un escalofrío recorre tu cuerpo al instante. Te paralizas cuando tú mirada se acostumbra a la oscuridad y logra distinguir cada uno de los colmillos amarillentos que forman su sonrisa.

Tiemblas.

Tu garganta no reacciona. No puedes gritar.

Él se ríe, definitivamente está ahí, flotando sobre ti, impulsándose con un par de alas extrañamente dañadas.

Aprietas los ojos deseando despertar de tu pesadilla pero al abrirlos él sigue ahí, analizándote como si fueras la cosa más interesante del mundo.

Lo escuchas presentarse con su voz hueca y espectral. Te dice que te seguirá por el resto de tu vida. No puedes moverte, has parado de luchar para lograrlo.

Tu pecho se vacía de toda esperanza y una gran impotencia te domina.

Suspiras resignado, pues los monstruos no existen, pero los Dioses sí.

Y ninguno estará ahí para ayudarte.


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Otro producto de media noche. Tenía muchas ganas de hacer algo así, al principio lo pensé para alguna de mis colecciones, pero cambié su rumbo. Me basé en aquella experiencia que todos hemos sufrido al menos una vez en la vida: el dormir solo y en completa oscuridad.

Realmente me dio miedo escribirlo porque lo hice en la madrugada... cuando estaba completamente a oscuras. NO ES BONITO! ;-; Espero lo hayan disfrutado.