Bueno, la historia de siempre, los personajes pertenecen a Rowling, y no gano nada por escribir esto salvo mi propia diversión, y la vuestra. ^_^
Este fic narra como Severus llegó a ser como es y a hacer lo que hace.
Es Slash, o yaoi, o m/m. Lo he catalogado como R porque existen escenas violentas y alusiones a actividades sexuales consentidas o no, aunque el fic no es únicamente eso: si lees más allá de este primer capítulo podrás comprobarlo. Lo importante es el pasado y presente de Snape, que son de lo más angustioso y oscuro... El Angst / Romance es lo que prima!!!! (sobre todo el angst... ¡pobre Sev!!! Ç_Ç)
La vuelta atrás1. El pasado en un cajón: Malfoy
La lluvia caía con intensidad diluyendo el atardecer. Severus Snape podía escuchar el suave golpeteo contra los cristales, como un cántico extraño y lejano. Abrió los ojos y permitió a la negrura de sus ojos unirse a la del techo. A su lado, la respiración reposada de Lucius Malfoy resonaba como un tambor; el hombre dormía profundamente. Severus reprimió un escalofrío, tratando de borrar el inmediato pasado de su mente. Las manos lascivas de su compañero recorriendo su cuerpo, sus besos rebosando saliva y perversión...
Él había accedido a ello. Como siempre, desde luego, aunque las razones de su entrega hubieran variado mucho a lo largo del tiempo.
Tiempo...
¿Cuánto tiempo llevaba acostándose con Malfoy? La primera vez había sido en Hogwarts. Parecían siglos, y sin embargo... ¿qué habían pasado? ¿tres... cuatro años? Ahora tenía veintiún años. Era joven, muy joven. Y sin embargo, se sentía como un anciano cansado de la vida, agotado, vencido.
Sí, el tiempo le había gastado una bonita broma.
La primera vez que se acostó con Malfoy, su primera vez, había sido horriblemente dolorosa. El joven rubio, su compañero de curso, su... ¡su amigo!, le había forzado en un aula vacía, sobre un pupitre. Le había susurrado bonitas palabras al oído, palabras dulces y empalagosas como la miel. Y él, iluso, le había creído. Había sido tan estúpido, tan ingenuo... Pero él era el bastardo de pelo grasiento, el feo, sobre todo y ante todo, feo empalagoso narizota pelota inaguantable y malvado.
Bien, había oído tantas veces esa suerte de comentarios a su alrededor que íntimamente había comenzado a creerlos.
Dolía, ¡oh, si! dolía mucho... Mirarse al espejo y encontrar su cara alargada y angulosa, enmarcada por ese pelo negro y lacio, ya pastoso y abierto al segundo día de haberlo lavado. Y aquella maldita nariz, enorme y prominente como el pico de un halcón, sobresaliendo en sus planas mejillas siempre pálidas. Y sus ojos... él siempre había pensado que sus ojos negros eran brillantes e inteligentes, bonitos, pero sus compañeros sólo veían en ellos su resentimiento, su supuesta maldad.
Pero... ¿él era malo? Severus se lo había preguntado a once años cuando sus compañeros de Gryffindor se lo habían dicho, sobre todo ese niño atrevido que era siempre el centro de atención, el tal Sirius Black. El niño le había mirado, le había apuntado con el dedo y había dicho:
"Snape es malo, ¡como un vampiro! ¡Mirad que cara!"
Y luego se había reído.
Y todos los niños, increíblemente, le habían dado la razón, y se habían reído con él. Severus había sentido un calor terrible subirle desde el estómago a la garganta hasta casi impedirle respirar. Había intentado decir algo, a lo mejor incluso lo había dicho, pero su voz no se oyó en el estruendo de las risas. Sus propios compañeros de Slytherin le habían mirado por encima del hombro, sin molestarse en defenderle de la humillación. Así que el pequeño Severus se había dado la vuelta y había echado a correr, tapándose los oídos con las manos.
Él no les gustaba, pero bien, a él tampoco ellos. Y el que menos, ese maldito Black, su amigo Mister Perfect-Potter y compañía. Los creídos Gryffindor... Pero... aún así... tampoco había hecho amigos en su casa de Slytherin. Hablaba muy poco con sus compañeros de promoción, y casi siempre por tema de estudios. Así había conocido sus nombres, y cada uno estaba ligado en su mente a su habilidad.
Rosier es el que no tiene idea de Transformacioness.
Avery es el patoso en Pociones. Y Wilkes también, casi tiene menos idea...
Lestrange se duerme siempre en Historia. Y siempre, siempre, me pedirá los apuntes.
Goyle no tiene ni idea de nada. ¿Cómo habrá entrado en Hogwarts? Pero claro, si lo consiguió Crabbe...
Nott tiene problemas en Vuelo. Y Encantamientos se le da regular.
Y Malfoy...
Bien... Malfoy era diferente. Era medianamente hábil en todo, y medianamente bueno en Defensa contra las Artes Oscuras. Pero sobre todo, era el líder. De manera natural, igual que el chico Potter. Poseía una suerte de elegancia que le separaba de la gente, un toque de distinción y superioridad. A los ojos de Severus era como un ángel, pálido y rubio, casi frágil, con esos ojos grises fríos y etéreos, peligroso como un glaciar. Porque Lucius Malfoy era peligroso, y jamás reparaba en los medios para conseguir sus fines.
Severus lo sabía, y le evitaba en cuanto podía, deseoso de no cruzarse en su camino. Él andaba tranquilo por el suyo, y todos lo sabían. Ser el punto de mira de las bromas y jugarretas de Black había tenido el extraño efecto positivo de mostrarle con el tiempo como alguien capaz de cuidarse de sí mismo, con un conocimiento envidiable de maldiciones que era mejor no poner a prueba. Eso sin contar con sus famosas sonrisas de desprecio y comentarios sarcásticos al cual más afilado. La gente le temía tanto como le criticaba. Y Severus prefería estar solo a sentir la humillación de las risas, nada le dolía tanto.
Pero Malfoy, por supuesto, no había huido como el resto ante sus murallas. Malfoy había visto algo en él, o eso le había dicho, algo que le parecía especial y valioso.
Severus nunca había sido especial ni valioso para nadie.
Su madre no paraba de decirle lo inútil y decepcionante que era. A pesar de que se esforzaba en conseguir las mejores notas, y en comportarse de manera intachable en la escuela, ella le repetía que era un niño irresponsable incapaz de cumplir las normas.
Las normas en su casa eran muy rígidas, pero necesarias. Porque su padre y ella debían trabajar, y no podían ser molestados. Porque él, aunque fuera el número uno en la escuela, era desobediente en casa. Llegaba minutos tarde a las comidas, y los horarios estaban bien marcados. Hacía ruido al andar, al dormir, al moverse. Y ellos necesitaban concentración. Porque quería estar fuera de la casa cuando no había nada que hacer fuera de la casa, y no podía estar quieto en su cuarto. Estudiando, por supuesto.
Él había tratado de hacerlo así, y estudiar, y leer todos esos libros de Pociones y Artes Oscuras que había por su casa. Por eso había aprendido tanto, y se sabía tantas cosas. Ya no quedaban en su casa libros a su alcance por leer. Pero a pesar de su esfuerzo, sus padres no le habían dicho nunca que él fuera valioso, ni especial. Ni siquiera un buen hijo.
Su padre nunca decía nada. Su mirada azul se perdía en las sombras del salón durante las cenas, y si su madre se dirigía a él contestaba con movimientos de cabeza o gruñidos. A veces Severus se preguntaba si se habría vuelto mudo con el paso del tiempo. Siempre era distante con él, la mayoría era las veces actuaba como si no le viese, o simplemente hubiera dejado de existir. Severus en ocasiones se cruzaba en su camino, sólo para obligarle a tomar conciencia de su materialidad. Su padre le miraba con esos ojos vacíos, y le esquivaba como si fuera un mueble. Entonces Severus sentía que le dolía el pecho y le escocían los ojos, pero no se lo decía a nadie, por no parecer débil.
Su madre decía que era un niño débil, y eso la avergonzaba, porque ella era la responsable de su educación.
"Contigo he fracasado", decía, "Eres un fracaso, Severus". Sus palabras también dolían en el pecho, pero se acompañaban de una rabia fría que le nublaba la vista.
Cuando estaba en sexto curso ya había perdido la esperanza de hacerla desistir de esa idea.
Quizás era un fracaso, además de feo empalagoso narizota pelota inaguantable y malvado, de pelo grasiento. Todo eso le daba igual, porque Malfoy... Lucius Malfoy, era su amigo.
Su amigo...
Severus no sabía muy bien como había comenzado aquello.
Probablemente... después de la experiencia del pasadizo del Sauce Boxeador, cuando había descubierto que Remus Lupin era un hombre-lobo. Podía haber muerto asesinado, o transformado en hombre-lobo a causa de la bromita de Black, pero.. pero... ¿a quién le había importado? El director le había mirado con esos ojos indescifrables, casi llenos de pena y sin embargo severos, y le había dicho que tendría que mantener el secreto. Si no, el único expulsado de la historia sería él.
Él.
Muy bien.
Severus había odiado la pena en esos ojos celestes, y se lo había prometido.
Muy bien.
Al fin y al cabo, estaba en deuda con James Potter. Él había arriesgado su vida por salvarle. ¿Aunque quién demonios se lo había pedido?
Muy bien.
Había vuelto al dormitorio de su Casa pálido de furia, con los puños apretados por el odio.
Muy bien.
No se lo diría a nadie. ¿Quién iba a querer escucharle? El dolor en su pecho esa noche era aplastante, físico, real. Pero no quería ir al Hospital, no quería llamar más la atención. Sólo quería llegar a su cama y cerrar las cortinas y desaparecer y llorar.
Había llorado muy suavemente, o eso había intentado, para no llamar la atención de sus compañeros. Porque le apetecía llorar pero no tener que explicarse, si que es que alguien se tomaba la molestia de preguntar.
A la mañana siguiente, nadie parecía haberse enterado de nada. Pero con el paso de las semanas, Severus se percató del acercamiento de Malfoy.
Al principio le había extrañado, o casi sobresaltado, la atención de su compañero. Se volvía a él a preguntarle sus dudas, le preguntaba su opinión. ¡Su opinión, a él de toda la gente! Era muy hábil entablando conversación, incluso con alguien tan callado, y en el peor de los casos siempre se podía criticar a los Gryffindors.
Cuando llego el verano se encontró echándole de menos, y a la vuelta en séptimo su relación mejoró aún más. Lucius se tomaba la libertad de pasarle el brazo por los hombros, y sonreía de esa manera tan especial que derretía a todas las chicas de su Casa y a la mitad de las de las otras. Eso sin contar el porcentaje de chicos. Por supuesto, Malfoy tenía tanto éxito como Black, y eso era bastante. Severus sabía que su compañero había salido con infinidad de chicas y muchos chicos, y que las confianzas que mantenía con él eran suministradas a mucha gente. Pero no le importaba. Él no estaba acostumbrado al contacto físico; la gente siempre le había evitado.
Los ocasionales abrazos de Malfoy enviaban escalofríos por todo su cuerpo, y su cercanía le llevaba el aroma fresco y almizclado de su cuello blanco a su nariz erizándole la piel. Severus sabía que sus reacciones no eran lógicas, y había comenzado a preguntarse si el joven rubio le gustaba. Era duro admitirlo, pero, pero...
Un día Malfoy le llevó a un mazmorra vacía para estudiar Pociones. Era oscura y fría, y tenía varios pupitres amontonados en una esquina. Pero también tenía varios equipos para los calderos, y allí no tendrían que preocuparse por el aula si algo salía mal, o manchaban más de la cuenta. Los exámenes estaban cerca y se jugaban mucho...
Severus había sacado ya todos los ingredientes y los había ordenado sobre la mesa. Estaba abriendo el libro cuando sintió a Malfoy pegarse a su espalda. Perdió la respiración.
Últimamente Lucius había estado de mal genio, porque su último capricho, una chica de Ravenclaw y sangre limpia llamada Narcisa, se estaba resistiendo a sus encantos. Esa misma mañana le había dado calabazas, y Severus había sentido un retorcido contento en su interior, al ver regresar a su amigo con cara de frustración. Él ahora se pegaba a su espalda, y murmuraba melosamente a su oído.
- Mmmm... Seve... ¿Sabes que tu nuca huele bien...?
Severus no había sido capaz de contestar, ni siquiera de moverse, cuando al segundo siguiente sintió los labios cálidos de Malfoy recorrer su cuello con suavidad. Entonces, retirando un largo mechón negro por el camino, se desvió a su oreja derecha y comenzó a morderla y succionarla, deteniéndose en su lóbulo y en la piel suave que se erizaba detrás. Severus no pudo reprimir un gemido de placer, acompañado de un estremecimiento general que le obligó a apoyarse en la mesa.
-Lu... Lucius... –susurró.
-Severus...
Malfoy había comenzado a recorrer su torso con sus delicadas manos, buscando su tacto bajo las ropas, presionándole más contra el borde de la mesa. Aquella presión en su cintura excitó a Severus, que de nuevo gimió. Entonces Lucius cambió el cariz de la situación.
Imprevisiblemente, le mordió en el cuello con fuerza. Severus gritó de dolor, mientras Malfoy le obligaba a girar su cabeza con fuerza para besarle en los labios. El beso fue violento, impulsivo y con un leve regusto a sangre. Severus no podía respirar bien, estaba mareado y su corazón latía tan rápido que parecía que su pecho iba a estallar. Con movimientos apresurados su pareja le quitó la túnica, y de nuevo le empujó sobre el pupitre.
-Lu... Lucius! –volvió a murmurar Severus, esta vez confuso y asustado.
-¡Cállate!- ordenó Malfoy con voz ronca.
Severus notaba los dedos de Malfoy desabrochando sus pantalones, y trató de impedirlo con nerviosismo, pero el otro le quitó las manos con brusquedad.
-¡Quédate quieto, he dicho!!-rugió.
Antes de que Severus pudiera procesar las palabras sus pantalones estaban a la altura de sus rodillas, junto con su ropa interior.
Lucius le dobló de nuevo sobre el pupitre, y Severus sintió el cuerpo caliente y suave de su amigo pegarse al suyo como la seda. La sensación de piel contra piel le arrancó un ronroneo quedo; era extraño aquel calor que estremecía, aquella sensación de intimidad abrumadora. Pero aquellos pensamientos difusos se desvanecieron cuando percibió la dureza de su amigo apretarse contra sus muslos. Sólo entonces Severus tomó la conciencia clara de lo que iba a ocurrir, de lo que de hecho estaba ocurriendo.
Él era virgen, y nadie jamás se había atrevido siquiera a besarle a sus diecisiete años. Por eso, quizás el hecho de que Malfoy le considerara lo suficiente atractivo, o lo que fuera, para mantener una relación sexual con él, le llenó de orgullo y excitación. Dejó de luchar contra Malfoy y permaneció laxo, obediente a los movimientos del joven sobre él, ignorando deliberadamente el miedo en su pecho y los nervios.
Entonces Lucius, sin más dilación, se posicionó contra él y le penetró con una fuerza desmesurada.
Eso le ha tenido que doler, pensó Severus fríamente mientras el propio infierno de su cuerpo le inundaba y le obligaba a gritar. Nunca en su vida había sentido algo así, tan total y horriblemente doloroso. Malfoy estaba moviéndose de manera convulsiva, jadeando sobre sus hombros, clavándole las uñas como garras en sus caderas, penetrándole como un salvaje. Severus debajo sentía partirse por la mitad. Perdió la conciencia del tiempo que duró aquella tortura y cuando acabó, cayó al suelo incapaz de sostenerse a sí mismo, atragantado por los sollozos.
Lucius detrás de él se limpiaba con un pañuelo, antes de subirse los pantalones. Luego se acercó a él y le miró con esos ojos fríos, una sonrisa burlona bailándole en los labios.
-¿Estás llorando, Seve? – El chico suspiró largamente. – A mí me ha gustado... Tienes un trasero durito...
Severus pensó que aquello era una fea premonición. Lucius frunció el ceño.
-Mejor suspendemos nuestra clase de Pociones. Te veré en Transformaciones.
Y dicho eso se marchó. Así, sin mirar atrás. Severus se quedó observando tontamente la puerta por donde el ángel rubio había salido, aún abrumado por el dolor. Luego, su mirada negra descendió hasta el pañuelo tirado de Malfoy, manchado de sangre y semen. La sangre... esa sangre... el joven se dio cuenta de que tenía que ser suya. Se tocó tímidamente entre las nalgas, allí todo dolía. Cuando miró sus dedos estaban rojos, y Severus no pudo reprimir un sollozo atragantado.
Se quedó un buen rato allí, llorando, antes de reunir la fuerza suficiente para levantarse y andar con relativa normalidad al dormitorio de su Casa.
Aquello le había gustado a Malfoy, así que se repitió aún varias veces en Hogwarts. Después ambos se separaron, aunque siguieron viéndose como mortífagos. Malfoy se había sugerido un par de veces, pero Severus había logrado evitar el encuentro. Ellos se veían para "trabajar", no era cuestión de perder el tiempo. Hasta hacía un año y dos meses.
Lucius se había casado con Narcisa, y estaba muy contento. Quería un heredero para su casa, y pronto. Era evidente para Severus que no la amaba. Dos días después de su boda se le había insinuado en su propia casa, con su flamante recién esposa en el piso de arriba.
Severus encontraba genuinamente sorprendente la fijación de Malfoy con su persona. ¿Qué demonios veía el demonio en él? Ya tenía muy claro que del placer físico la cosa no pasaba, pero aún así era raro... Él no era guapo, ni atractivo. Tenía un cuerpo delgado y bien proporcionado, fibroso, pero la gente huía a la vista de su piel cetrina y su rostro. Todos menos Malfoy. La mirada lasciva en los ojos grises le ponía enfermo.
Él no había mantenido relaciones sexuales con nadie más. La idea le daba nauseas.
Sin embargo, ahora tenía sus motivos. Severus escuchó la lluvia de fondo mezclarse con la respiración de su amante y con la suya propia. Hora de trabajar.
El joven se levantó de la cama como un gato, sin hacer el menor ruido. En esos instantes agradecía las duras reprimendas de su madre, que le habían enseñado a moverse como un fantasma para evitar los castigos. A su espalda podía escuchar el dormir de Malfoy, pausado, sereno.
La mitad de su atención se dedicaba a escuchar su respiración, a vigilar en ella el menor cambio.
La casa estaba en silencio. Su amante le había explicado que Narcisa había marchado con Draco, su hijo recién nacido, a casa de su madre, donde pasarían el fin de semana. Estaba muy orgulloso de su bebé, rubio y de ojos grises como él, como un auténtico Malfoy. Un bastardo más a añadir a la poderosa saga familiar, bien situada al lado del Señor Tenebroso.
Porque aunque Severus era un mortífago importante, uno del círculo interno de Voldemort, un hombre de confianza; Malfoy, si cabe, lo era más. Su casa era una especie de segunda base para los mortífagos, y por ella pasaba información importante. Severus lo sabía, y había descubierto donde Lucius la guardaba. En su dormitorio, en la cómoda bajo el espejo, protegida por una serie de ingeniosos hechizos.
El principal era un glamurie de alta calidad, que ofrecía una realidad alternativa de la cómoda de la que era muy difícil percatarse. Es decir, Narcisa podía acercarse allí tranquilamente, abrir todos los cajones y guardar sus joyas y sus pañuelos. Pero bajo aquella realidad aparente, y protegido por otros hechizos, se hallaba la verdadera cómoda, con información vital pulcramente ordenada.
Severus se encogió de hombros, estaba desnudo y dolorido, y en la casa hacía frío. Con varios movimientos de varita abrió los cerrojos de la cómoda; él era bueno en eso, muy bueno. Aunque Lucius hubiera puesto una alarma sobre su conciencia en alguno de sus hechizos, la pócima que Severus había diluido en su copa antes de su encuentro la haría pasar inadvertida. Estaba muy orgulloso de esa pócima, uno de sus más recientes inventos para este tipo de tareas.
Cuando hubo acabado, abrió el segundo cajón de la derecha. Se detuvo a escuchar, el sueño de Malfoy era firme. Había varios informes, listas de objetivos, planos de las casas que serían asaltadas. Severus pasó de todo eso; ya se lo conocía, y Dumbledore también. Estaba buscado algo muy concreto, el asalto de esta noche.
No se le había dicho contra quién sería, y eso era raro, él siempre era informado. Si el Señor Tenebroso se tomaba esas precauciones, era que tenía algo especialmente malo en mente. Severus sospechaba de una acción contra aurores. Muchos de sus compañeros se ponían nerviosos ante un ataque contra los poderosos y bien entrenados aurores del ministerio; solían ser luchas a vida o muerte.
A él también le ponía nervioso, aunque por diferente razón: le había jurado a Dumbledore que no volvería a matar. Pero esa sería una promesa difícil de mantener con un auror tratando de asesinarle a su vez. Sí, muy difícil.
El joven pasó sus largos dedos sobre las hojas, frustrado. Nada, no encontraba nada... Entonces algo llamó su atención. Era un informe sobre Cresus Muller, un hombre fuerte del ministerio, la mano derecha de Barty Crouch. Allí estaba todo sobre él y su familia, los planos de la casa, hasta un listado de las defensas de ésta y los nombres de los aurores que le protegían.
Eso era muy mala señal.
Comenzó a buscar frenéticamente una fecha; tenía que estar, tenía que estar... Ese tipo de informes siempre tenían fecha, al menos una semana apuntada. Cuando la encontró se quedó lívido.
Era esta semana.
Estaban a sábado, lo que dejaba esta noche y la siguiente del domingo para realizar el asalto.
Feo, muy feo. Tenía que avisar a Dumbledore... ¿pero cómo? Esta noche tenía su propia misión...
Quizás, quizás... ¿él tendría que ir allí? Severus negó con la cabeza, mientras guardaba todo y comenzaba a rehacer los hechizos. Si esta noche hubiera tenido que atacar la casa de Muller, se lo habrían dicho, como siempre.
Quizás Voldemort pretendía dar dos golpes a la vez. O distraer la atención de los aurores con el asalto que él tenía asignado esa noche, y así tener un mejor acceso a Muller. Había leído que Dunke y Strauss estaban haciendo de guardaespaldas, y esos dos eran tipos fuertes.
Sí, esa era una idea plausible...
Severus dejó su varita en el bolsillo de su túnica y se metió en la cama. Malfoy a su lado seguía dormido, ignorante de su pequeño fisgoneo. Le miró: dormido, Lucius era hermoso. Con aquella piel tan pálida que parecía trasparente, y esos rasgos suaves y varoniles. Con los ojos cerrados también desaparecía el brillo de crueldad que nadaba en las profundidades grises y frías de su mirada. Casi parecía un ángel inocente, los mechones de cabello plateado ensombreciendo su frente. Era bello, muy bello, en todo opuesto a él. Cuando dormía, Severus encontraba hasta agradable su compañía.
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Bueno... ¡¡espero que os haya gustado!!! Hummm... Habrá un poco más de acción en el capítulo siguiente... Ahh, y aviso que seré cruel.. Oh! El pobre Seve va a sufrir...
¡Los reviews son bienvenidos! ^^
