Michelle se encerró a llorar en el baño, otra vez… como cada maldita vez que necesitaba llorar por el idiota de Tony. Ya no quería hacerlo, pero era inevitable, aún así, cuando volvió a secarse las lágrimas decidió que no lloraría más por él. Y definitivamente, no volvería con él.

Sonó su teléfono. No tuvo que ver la pantalla para saber quién era

-Hola Tony- dijo inexpresiva.

-¿Michelle?

-¿Qué?

-Michelle… necesito hablar contigo- dijo Tony, ansioso.

-No te oigo bien.

-espera- se escucharon pasos que seguramente serían de él. – ¿Me oyes ahora? Realmente necesito decirte algo…

Silencio…

-Soy un imbécil. No sé por que soy así, pero quizá pueda cambiar… se que puedo cambiar.

Sus palabras emocionaron a Michelle, sin embargo, no sabía si podría creerle, por lo que lo único que Tony logró, fue enredar aún más sus sentimientos. Michelle empezó a llorar otra vez.

-Eres la única- continuó. – La verdad es… La verdad es que te quiero Michelle…

Y luego todo pasó muy rápido.

La bocina de un camión, un gran golpe, el chirrido de los frenos…

Y luego nada.