Disclaimer: Rurouni Kenshin no me pertenece, es de la propiedad de Watsuki-sama, maestro de maestros, yo no hubiera sido capaz de crear algo tan maravilloso como él lo hizo, mi cerebro no me da para hacer algo parecido TmT…
Quiero agradecer a Akari Yumei (Alex Alpizar), que corrigio mi fic y me dio ideas para algunos errores que tenia jeje.
Tokio, Japón
Era un bello atardecer de otoño, en el cielo se formaban bellos colores, un color violeta con toques azules y anaranjados; era una verdadera obra de arte. El Sol se escondía para luego dar paso a la noche, el viento soplaba dulcemente como el bello canto de los pajarillos que estaban ahí, causando que las hojas de los árboles cayeran.
En un pequeño parque se encontraba una pequeña sentada en una banca. La pequeña tendría unos nueve años aproximadamente, su pelo era de color oscuro como la misma noche y lo tenía atado en una pequeña coleta, sus ojos, azules al igual que el mismo mar profundo. Al parecer la pequeña esperaba a alguien, pasaron unos cinco minutos cuando pronto alguien se le acercó con pasos pausados.
—Kaoru-chan, te he llamado porque he venido a despedirme de ti —habló la persona al cual ella estaba esperando.
Era un niño de la misma edad de ella, tenía unos inusuales ojos violetas, como aquel mismo atardecer; su cabellera era roja como la misma lava hirviente y un poco corto.
Para la pequeña Kaoru, el tiempo se detuvo, ¿Cómo es que se marcharía? Esto debe ser una broma, y si lo era, es una broma de muy mal gusto; pensaba para sus adentros la pequeña.
— ¿C-Como es que te marchas? —habló la niña, aún no asimilaba lo que le había dicho.
El pequeño la miró unos segundos para después bajar la cabeza. Pasaron unos minutos en el que todo era silencio, para ellos ese tiempo se les hizo eterno. Hasta que el pequeño levantó la mirada y le respondió un poco triste: —Lo que sucede es que me mudaré a Osaka, a mi padre lo trasladaron para allá por su trabajo.
— ¿P-Por qué no me lo dijiste antes, Kenshin? —preguntó la niña a punto de llorar.
Se sentía dolida, enojada, triste, sentía todo eso porque no se lo había dicho antes. Ellos eran los mejores amigos, no se ocultaban secretos, por eso se sentía como lo estaba ahora.
—No quería preocuparte —susurró el pequeño.
— ¿Cuándo te marchas? —preguntó un poco temerosa.
—Creo que mañana, o el día próximo —respondió, y añadió: —No quiero que te pongas mal.
—Pero ¿Sabes cómo me siento ahora? Me siento dolida, furiosa, porque mi mejor amigo me ocultó que se marcharía. Pero también triste, porque no sé si te volveré a ver —añadió la pequeña pelinegra, rompiendo en llanto y echándose a correr.
— ¡Kaoru! —le gritó Kenshin, pero ya era demasiado tarde, se había alejado lo suficiente como para que le pudiera oír.
En el parque, Kenshin se quedó solo, contemplando cómo el cielo se tornaba oscuro, dejando como soberana a la luna y las estrellas. Mientras lagrimas salían de su fino rostro, había dañado a la persona que más quería en el mundo, a su mejor amiga. Sólo esperaba que no le odiara.
Y así transcurrieron dos días. El día en el que debía marcharse. Pero Kenshin estaba sin ánimos, se sentía fatal, el no se quería marchar, no quería dejar a Kaoru, ella era su única amiga. La única que le entendía, pero él no podía hacer nada. Su padre le dijo que cuando tuviera los dieciséis años, lo traería a estudiar para acá, a Tokio. Aún así, le entristecía marcharse.
Kenshin se encontraba en su habitación guardando sus ropas en las maletas, estaba tan sumido en sus pensamientos, que no escuchó cuando entró su madre. Era una mujer de unos casi cuarenta años, su pelo era castaño rojizo, al igual que un atardecer, su fino rostro le daba un aire de juventud, y sus ojos, eran de un color cálido, violeta azulado.
—Cariño, ¿Ya tienes todas tus cosas guardadas? —preguntó la mujer tranquilamente.
—Sí, estaba guardando estas cosas que me faltaban —respondió pesadamente el pequeño.
—Cuando acabes, guarda las cosas en el auto —indicó dulcemente la madre.
—Sí.
El no era un niño que pedía muchas cosas, nunca le ha gustado, pero en este momento, lo que más deseaba era no irse,
Una vez que guardó todas sus cosas, se dirigió al auto como se lo había ordenado su madre, y coloco sus maletas en el portaequipaje de este.
Lo que más ansiaba Kenshin era que Kaoru se viniera a despedir de él. Eso era lo que más quería para poder por lo menos marcharse tranquilo, y sin ningún tipo de remordimiento.
"Espero que Kaoru-chan venga a despedirse de mí, aunque no creo, eso debió dolerle mucho." Pensaba tristemente Kenshin mientras observaba la que sería su antigua casa.
— ¡Kenshin, ya debemos marcharnos! —le gritó la madre.
El pequeño, afligido, se dirigió hasta donde le esperaban sus padres. Ya estaba todo preparado, lo único que faltaba era irse.
—Maldición —una pequeña maldijo por lo bajo.
"Espero poder llegar a tiempo para poder despedirme de Kenshin, lo conozco lo suficiente y sé que se sentirá culpable." Pensaba mientras corría.
Sólo le faltaban un par de minutos para llegar donde vivía su amigo. Aunque estaba muy cansada puso todas sus fuerzas para poder llegar a tiempo. Pero cuando llegó, era demasiado tarde, Kenshin ya se había marchado. Ya no lo volvería a ver, eso era lo que más le deprimía, el no volverlo a ver. La pequeña empezó a recorrer el jardín de la casa, recordando los buenos y malos tiempos que vivió con Kenshin. Cuando jugaban, hacían travesuras, etc… Un poco cansada, se sentó en una pequeña banca, y en ella encontró una nota el cual abrió y decía:
"Kaoru:
Perdóname por no habértelo contado antes, no quería que te preocuparas. Quería que disfrutaras, y no que temieras que el día en el que me marchara se acercara y te asustara, espero que puedas perdonarme.
Tu amigo.
Kenshin"
"Kenshin, tonto, sabes que no te guardo rencor. " Pensaba la niña mientras lloraba y arrugaba la hoja.
Llorando desconsoladamente, Kaoru se quedo ahí, hasta el atardecer. Mientras recordaba los momentos más felices de su vida.
Mientras estaba viajando en el auto el pequeño, las dos horas de viaje, algo en Kenshin empezó a cambiar, de repente empezó a odiar a todo el mundo, Quizás fue por ser separado de Kaoru. Cuando llegó a su nueva casa en Osaka, empezó a ordenar su pieza, a acomodar su ropa. Tiró todos sus juguetes, pero se quedó con uno que le había regalado Kaoru, era un peluche en el que decía "Te quiero".
Odiaba al mundo entero, a sus padres. No quería establecer ninguna relación social con nadie, y eso ninguna persona le haría cambiar de parecer. Las razones por las cuales sentía todas esos sentimientos, fueron causado por ser separado a la fuerza de su mejor amiga, y esas razones, fueron cambiando de apoco al niño tierno y dulce que era.
Continuará.
Notas finales: bueno, esta idea se le ocurrió a mi prima y yo la escribí, me costó mucho poder inventarme el ambiente, y parte de la historia fue cuando me separaron de mi mejor amigo, y eso era lo que sentía. Bueno eso es todo, dejen reviews onegai…
