N/A: Esto debe ser leído mientras se escucha la canción Karakuri Pierrot de Miku Hatsune. Solo una pequeña recomendación para hacerlo mucho más ameno. Al final de cuentas, me basé en la canción. El vinculo a la versión subtitulada está en mi perfil.
Para mi pequeña hija, quien es mayor que yo. Veilchen, al fin te entrego el PrUK que te prometí desde que te conocí. Perdón por tardarme tanto.
APH no me pertenece ni me pertenecerá.
El amor es guerra.
Capítulo 1: Títere Payaso.
'Dos horas' pensó.
—Perdón, llego tarde.
'Estabas con él'.
— Estaba… Tenía algo que hacer.
—Lo sé.
Hubo una pausa incomoda
—Anda, dejame llevarte a casa.
¿Cuánto tiempo llevaban así?
Gilbert Beilschmit acababa de robarle dos horas de su vida. ¿Por qué lo esperaba entonces? Porque era un idiota y sin duda Gilbert lo sabía. Arthur Kirkland a sus veintidós años de vida lo sabía. Gilbert tan solo tenía diecinueve y era bastante consciente de su entorno. Sin duda se había dado cuenta y ahora lo usaba. Esa sonrisa boba engañaba a cualquiera, pero sus ojos rojos, calculadores, no mentían. ¿Por qué, entonces?
— No, está bien así, no quiero que nos vean.
Pero la realidad era que si quería; y agachar la vista, intentar mentirle a esos ojos rojos, era una tontería. 'Imposible', no quería herir a nadie, pero no dijo nada cuando Gilbert lo siguió con paso tranquilo en silencio. Cuando llegaron a la esquina anterior a su casa, simplemente lo acorraló contra la pared y lo besó.
'¿Solo eso querías, no?'
— No —Gimió Arthur en medio del beso, pero un ronroneo de parte del otro lo hizo callar.
Tenía veintidós años para ser un imbécil y quitarle el novio a su primo hermano. Al lindísimo hijo de su tía, hermana de su madre, que vivía con él. 'Yo estuve enamorado de Gilbert antes y no lo tuve hasta que estuvo prohibido' Gilbert debía ser el imbécil en esa historia, el villano, pero el tercero en discordia había sido Arthur. Si Gilbert traicionaba a Alfred, el primo de Arthur, Alfred aún lo tendría a él para llorar en su hombro. Pero el hombro prometido para cuando el villano lo traicionara era el hombro de quien lo estaba traicionando también.
— Vamos, puedes quedarte hoy en mi casa. No tienes que mentir, Alfred sabe que somos amigos desde antes de que él se mudara contigo para la universidad.
Pero Arthur no quería. No quería herir a nadie y era él mismo quien estaba saliendo herido a cambio.
— No puedo, mañana tengo clases temprano.
— Entonces solo un rato.
Tenía que detener eso en ese mismo instante.
— ¿No te bastó con lo de ésta tarde con Alfred? —Terminó por espetarle.
Gilbert, quien era más alto que él, lo miró hacia abajo como si le tuviera asco.
— Como quieras.
Y con eso giró sobre sus talones y regresó por el camino que habían seguido juntos minutos antes.
'Ah, de verdad lo arruiné'. Aunque no quería herir a Alfred, no podía hacerse a la idea de perder a Gilbert.
Corrió detrás de él y entonces fue su turno de seguirlo en silencio.
'¿Alfred? Sí, hoy no llego a casa, me quedo con Gilbert… ¿Qué? No, no puedes venir, vamos a estudiar. ¿No lo viste ésta tarde? No seas niño. Sí, te veo mañana por la tarde, tengo clases temprano. Ordena pizza o algo'
Gilbert lo miró altivo mientras el otro mentía por teléfono apenas entraron a su casa.
Obviamente no iban a estudiar. Cuando Arthur colgó el teléfono Gilbert volvió a acorralarlo, ésta vez contra la puerta de la entrada. Arthur ni siquiera se había alcanzado a quitar el abrigo y la calidez del hogar lo comenzaba a hostigar.
Tener a Gilbert tan cerca le permitía notar otros detalles. Además de ser más alto que él era bastante guapo. Tenía pómulos bien cincelados y los ojos entornados por pestañas largas, de un blanco casi traslucido, como su color de cabello. Gilbert era, además de guapo, albino. Más adelante podría admirar el resto de la anatomía de Gilbert mientras éste le hacía chillar su nombre. Arthur no se comparaba con él, pero también era guapo a su modo: Tenía también una buena estructura ósea facial, aunque tenía las cejas demasiado gruesas y tupidas, de un par de tonos más oscuros que el tono de rubio de su cabello. Solía tener una expresión altanera o con el ceño fruncido. En ese aspecto, no se parecía en nada a su primo quien también era rubio, aunque era todo sonrisas.
De momento estaba bien con otro beso. Gilbert enarcó una ceja y sonrió con suficiencia.
— Entonces te quedas.
— Sí, lo que sea —Había respondido con las mejillas rojas sin pretenderlo realmente. Gilbert se rio abiertamente de él, sin miramientos.
— Bien —Fue lo único que contestó, encantado de salirse con la suya.
Arthur tuvo el impulso de llorar. Estaba enamorado de un imbécil y se sentía culpable.
Se quitó el abrigo y no alcanzó a sacárselo cuando Gilbert ya le estaba desabotonando la camisa. No podía emitir quejas, a eso es a lo que había ido. Gilbert no le hablaría de su día ni lo llevaría en citas, citas que no fueran en algún motel donde ni siquiera se les permitía la plática de alcoba de después del sexo. Gilbert solía ignorarlo luego de acostarse con él. En ese aspecto, extrañaba su tiempo de solo amigos. Ahora tenía que conformarse con escuchar a Alfred contarle sobre él, sobre cómo le gustaban los canarios, sobre cómo le había tomado la mano de camino a casa, de la clase de caballero que era. Gilbert era un mitómano y una estafa. O quizás honestamente era un buen novio que solo no podía mantener su polla en sus pantalones en vez de en los de Arthur. No importaba, ya nada importaba.
Quería ser capaz de decirle que también lo amaba, que lo tomara en cuenta, pero eso no serviría de nada y quizás solo los separaría. Mientras Gilbert lo volvía a besar, sentía su corazón doler torpemente. Gilbert jamás sentiría culpa, así que no valía la pena arriesgar lo poco que le quedaba con él. Al menos así sabía con quién engañaba a su primo. Era mejor él, que tenía la capacidad de ser cuidadoso, que cualquier otra persona que no se preocuparía por el bien de Alfred. Con eso se engañaba a sí mismo Arthur para calmar su culpa.
'No lo puedo dejar, no lo quiero dejar. Es un maldito, pero es mío. Solo yo puedo ver esa parte de él. Solo yo puedo ver su peor faceta'
Y con eso se dejaba llevar y hacer por Gilbert, como un títere al que le tiran las cuerdas para actuar.
'Sí, soy tu títere, por favor, haz lo que te plazca, imbécil'
Comenzaba a dudar quien era el verdadero imbécil ahí. Gilbert no dijo nada cuando se fue a la mañana siguiente; ni siquiera un hasta luego.
Tenía que terminar con eso, aunque fuese eventualmente.
