Brillaba, brumeando negro, el sol;

agiliscosos giroscaban los limazones

banerrando por las váparas lejanas;

mimosos se fruncían los borogobios

mientras el momio rantas murgiflaba.

Arrastraba los pies entre la hierba, cansado y casi tropezando. El Sol brillaba con fuerza pero las oscuras ramas que lo rodeaban apenas dejaban pasar unos tenues rayos a los que ya siquiera prestaba atención. La oscuridad del lugar lo absorbía a la par que lo llenaba de incertidumbre y temor, pero no se había dado la vuelta en un solo momento, ni una sola mirada atrás hacia las pisadas borrosas que marcaban su marcha. Siguió caminando, mientras el Sol se volvía negro…

¡Cuidate del Galimatazo, hijo mío!

¡Guárdate de los dientes que trituran

Y de las zarpas que desgarran!

¡Cuidate del pájaro Jubo-Jubo y

que no te agarre el frumioso Zamarrajo!

La mano sobre su pecho, agarrando los despojos de su camisa que aun goteaba rojo donde unas garras habían hundido la carne. Pero ya no sentía escozor alguno ni permitía que ningún quejido escapara de sus labios, tan sólo apretaba la herida con la esperanza de que la sangre dejara de brotar, que le dejase tiempo suficiente para terminar su viaje, al menos…

Valiente empuñó el gladio vorpal;

a la hueste manzona acometió sin descanso;

luego, reposóse bajo el árbol del Tántamo

y quedóse sesudo contemplando...

Sus rodillas chocaron contra el suelo con un ruido sordo, se dejó caer en él sin fuerzas más que para continuar sujetando el filo cristalino que sostenía en su puño cerrado. El Sol negro ya no otorgaba luz alguna, pero sin embargo tampoco oscurecía el lugar, simplemente lo llenaba de una calma inhumana, como si aquel lugar no perteneciese más que al mismo vacío, la nada. Se arrastró hasta descansar su cansado cuerpo sobre el robusto tronco de un árbol negro, el cual podría haber jurado era más alto que mil hombres. Dirigió su mirada al filo del Gladio Vorpal, cuyo cristal parecía emitir luz propia, y cerró los ojos un momento, parándose a llenar los pulmones con el poco aire que le dejaban sus fuerzas. Y entonces, al abrirlos, fue que vio la sombra que apagó la luz del cristal en su mano, la sombra de las alas enormes que aparecieron sobre la copa negra de aquel árbol, las alas que entonces se precipitaron sobre él…


Y de repente, una pila de libros cayó sobre él.

-Vaya, no me digas que el ratón se ha vuelto a colar entre mis libros…

El niño soltó un quejido lastimoso al ver como el hombre ante él lo miraba con una sonrisa entre burlesca y de reprimenda. Saltó de su sitio en el suelo entre todos esos libros, aun sujetando firmemente el que se había apoderado de él durante horas, y con un pequeño traspiés corrió hacia la puerta de la vieja tienda de libros, no sin dificultad saltando sobre decenas de libros amontonados en el lugar. Pero se detuvo cuando la puerta se cerró justo delante de sus narices haciendo sonar la tintineante campanilla de plata que colgaba sobre ella. El hombre se acercó a él con sonrisa socarrona, la cual agregaba un toque algo espeluznante a su tez y cabello albino, haciendo estremecer al niño con el susurro de la capa roja que colgaba de forma descuidada sobre sus hombros, rozando contra el suelo alfombrado de forma extravagante.

-Me temo que no puedo permitir que nadie salga de mi tienda con un libro que no ha pagado previamente. –Alzó una mano enguantada en blanco hacia él sin cambiar su sonrisa. Su voz era profunda y suave a la vez, y aunque no sonaba amenazante llenaba de nerviosismo al pequeño lector, que sin más opción tuvo que devolver el libro que con tanto cuidado portaba. En cuanto el tomo encuadernado en piel azul tocó la mano de su propietario la campanilla plateada volvió a sonar, y una leve brisa entró en la tienda por la puerta que ahora se encontraba abierta. El niño salió corriendo por ella sin volver a dirigir la vista a aquel lugar y al individuo en su interior, perdiéndose en las calles de ladrillos teñidos de hollín.

La puerta volvió a cerrarse acompañada de su suave tintineo, y el librero se dirigió hacia el interior de la tienda mientras posaba la vista sobre la encuadernación del libro, seguía sin borrar su sonrisa del rostro.

-Cuan gran historia, llena de la búsqueda del valor y el honor, pero también tragedia…me pregunto cuál de todas las cosas habrá despertado la curiosidad de una mente tan joven, y por qué razón se ha convertido en algo tan valioso para él…

Sin dificultad encontró el hueco vacío en la estantería, y una vez el libro extraviado había vuelto a su lugar el hombre caminó despacio hasta la trastienda, sujetando la tela carmesí que lo cubría. Todo el lugar estaba repleto de libros cual laberinto pero él se desplazaba sin problemas entre las murallas de tomos, más nuevos, más viejos, de diferente grosor y encuadernación, sintiéndose tan a gusto entre ellos como ellos en ese lugar; él era el guardián de todos ellos, y los libros lo eran de él.

Cuando llegó a su destino, un gran escritorio de madera oscura y brillante oculto tras unas altas columnas de libros desgastados por el uso, abrió uno de los cajones para sacar un par de pliegos de papel blanco impoluto, al igual que un pequeño tintero que contenía un líquido morado oscuro y una pluma de brillante negro. Se acomodó en el lugar y sin dilación, hundió la pluma en el líquido oscuro y comenzó a deslizarla por la superficie perlada, con caligrafía impecable.

Mi querido lector, posiblemente seas testigo de una historia que está por comenzar pero me temo que no puedo prometerte nada por el momento. Esta historia podría convertirse en una de las más memorables, la más feliz y victoriosa, o podría convertirse en la más triste y patética de todas. Sin embargo, mi fiel lector, te invito a que acompañes a los que serán los protagonistas durante su viaje, porque quien sabe, quizás de ellos aprendas que un simple personaje puede llegar a convertirse en el autor de su propia historia.

Pero brumeaba ya negro el sol

agiliscosos giroscaban los limazones

banerrando por las váparas lejanas,

mimosos se fruncian los borogobios

mientras el momio rantas necrofaba...


Ay, me he puesto muy nerviosa al terminar de escribir -Se abraza a si misma en un rincón y llora-

Bueno, bueno, siento haber dejado esta pequeña introducción para el final, ¡pero tenía que hacerlo así!

Este fic surgió como una idea para un regalo para mi querida novia, que siempre consigue que haga todo lo que me pide -Sigh- Pero, a medida que iba formando la historia y acumulando ideas me ha gustado e ilusionado tanto que...bueno, vamos a probar a hacer una historia larga, mi primera historia larga y uno de mis primeros fanfics, cabe decir.

Como podréis haber notado ya, este fanfic tratará un AU basado en el poema del Jabberwocky (O Galimatazo en su traducción al castellano) y se centrará en los personajes de Elliot y Leo de Pandora Hearts (Si, relación romántica, pero aun tengo que calcular el rating de este fanfic a medida que avance en él.) además de otras parejas que iré desvelando poco a poco. No tengo intención de desvelar ningún spoiler del manga original...pero si que ayudará el estar al día con él por la aparición de ciertos personajes, y en todo caso me encargaría de avisar de spoiler o algún tipo de advertencia al comienzo de cada capítulo, por lo que no tenéis que preocuparos~

Siento mucho deciros que en en este pequeño prólogo no puedo decir mucho de la historia que está por venir, pero supongo que podéis haceros una idea de la identidad del misterioso caballero del Gladio Vorpal, ¿verdad? A medida que avance me encargaré de introducir no sólo elementos del poema del Jabberwock, si no de otros de la obra completa de nuestro querido Lewis Carroll y por supuesto del manga original de Mochizuki, por lo que espero que os guste tanto la idea de adaptar todos estos detalles mientras los leeis tanto como a mi escribiéndolos~ Planeo subir el primer capítulo de la historia para el día 17 de Julio -Regalo de cumpleaños cof- así que desde ya os doy las gracias por leerme y paciencia~

Todo tipo de comentarios que me ayuden en la historia son bienvenidos 3 hasta la proxima~