A través de tus ojos
1.
Ella
No sentía ganas de levantarse. Realmente no tenía demasiados motivos para hacerlo. Al menos así lo creía. Desde hacía algún tiempo que veía la vida en tonos de grises. No se creía una persona pesimista, en absoluto. Tampoco iba por la vida sonando como un cascabel. Pero últimamente le costaba encontrar el lado bueno de las cosas. O las personas. "Si no fuera por ese estúpido...". nada resultó igual desde ese incidente. Su orgullo había sido pisoteado sin misericordia. Y el poco autoestima que tenía se perdió en el éter. Pero claro, como no iba a perder contra esa chica. "¿Acaso te creíste que el se iba a interesar de verdad en una mosquita muerta como vos?". Tenía esas palabras gravadas a rojo vivo en su mente. Le había quedado clarísimo. Ella no tenia nada con que pelear. No era fea, pero no era punto de comparación. Y evidentemente la inteligencia y el ingenio no eran suficientes. Al menos en este mundo...
Pero no podía engañarse a si misma. No podía seguir echándole la culpa de todo a él. Se había cambiado de colegio en un intento desesperado de escapar del problema, pero ella se sentía igual de miserable. Miserable y terriblemente sola...
El
Corría. Corría siempre hacia adelante. Todos los días, empezaba cuando el sol recién asomaba y terminaba con el tiempo justo para prepararse para ir a colegio. Corría. ¿Hacia donde? Hacia ningún lado realmente. Pero sentía el impulso de correr. ¿De quien escapaba? No sabía. Tal vez del destino que creía le esperaba. Tal vez de él mismo. Le costaba encontrar un lugar en este mundo donde realmente encajara y se sintiera cómodo. Si, claro. Tenía el club de tenis. Sus compañeros, sus...¿amigos? Pero muy en el fondo sabía que eso no podía ser lo único que existiera. Creía que le quedaban cosas por descubrir, por entender. No sabía cuales. Pero creía que estaban ahí, en algún lado. Necesitaba encontrarse a si mismo y por ahora lo único que tenía era esto. Ejercitarse hasta no dar más. Superarse a sí mismo, superar sus límites. Correr, sudar, cansarse y volver a empezar. Eso era él. Era lo único que tenía, lo único que lo hacía seguir adelante. Le faltaba algo. Era consciente de eso. Algo que lo completara, algo que lo orientara. Algo o ...¿alguien?No sabía. No sabía pero corría...
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Entro al salón con la misma parsimonia de todos los días. Todavía sentía la almohada pegada a la cara. Se detuvo unos segundos en la puerta mirando hacia adentro la habitación aun desierta.
-Primera, como siempre bufó casi para si misma.
Se dirigió hacia el fondo y se sentó en su escritorio, justo al lado de la ventana. Miró hacia abajo. En la puerta de entrada del colegio comenzaban a asomarse algunos alumnos. Los murmullos de voces y pisadas no tardaron en escucharse desde el pasillo.
-Todavía tengo tiempo- sacó un libro de su mochila, se acomodó mejor la silla y comenzó a leer. Pasaron unos minutos. Miro su reloj e hizo una mueca con su boca.
-Mmmm...él ya debe estar por llegar- dirigió nuevamente la vista al libro. Casi al instante la puerta del salón se abrió para dejar pasar a un chico de cabellos negros. Tenía el semblante ligeramente sombrío, parecía cansado, como si tuviera un gran peso que lo agobiara. ¿Tristeza?.
No se dio cuenta que había alguien más en el aula. Hizo unos pasos arrastrando los pies y levanto la cabeza. Ella levanto la vista de la hoja y se asomo ligeramente por encima del libro. Sus miradas se cruzaron una fracción de segundo. Él pareció sorprendido.
-Buenos días, Kaidoh-kun...- ella lo saludó tranquila
-Shhh...buenos días- contestó por lo bajo e inmediatamente adoptó el semblante malhumorado de siempre. Ahora, con paso decidido, se dirigió hacia su escritorio. Se sentó y de manera ordenada comenzó a prepararse para la clase.
Ella volvió a esconder el rostro detrás del libro y su boca se torció en una sonrisa.
-No sé a quién quiere engañar...-se dijo a si misma mientras continuaba con la lectura. Al rato comenzaron a llegar algunos de sus compañeros de curso. El silencio que reinaba se fue desvaneciendo de a poco. Distraída, saludaba a medida que la gente entraba y de reojo observaba como su compañero "ladraba" un buenos días a aquellos que se atrevían a saludarlo. De manera serena, marcó la hoja donde había dejado la lectura y cerró el libro. Mientras lo guardaba volvió a sonreír para si. Él le generaba curiosidad.
-Realmente no se a quién quiere engañar...
