...no sé muy bien qué decir. Estoy falta de palabras. Algo emocional también, sí.
El caso es que... Este Pairing —Zukaang— me trae recuerdos de alguien muy importante para mí que cumple años en estos días. Es alguien que... está mejor lejos que cerca de cualquier forma, supongo, y... Para distraerme y obviar algunos sentimientos nostálgicos, pues- Ah, rayos... Sí. Ya dejo de joder y voy a lo prioritario:
Este Fanfic es un regalo
para esa persona.
Parejas: Principal: ZukoxAang —Yaoi (boy x boy)—; secundarias: SokkaxToph; mención de KataraxJet y TyLeexAzula —Yuri (girl x girl).
Advertencias: AU, Desarrollo Lento (tranquilo), Slight Angst, Ciencia Ficción, Fantasía, Espiritual, Acción, Romance, Comedia, Relación de Odio a Amor.
Disclaimer: Los personajes de Avatar: The Last Airbender no me pertenecen. Sería más como que parte de mí les pertenece a ellos, jáh'.
—o—o—o—o—o—o—o—o—o—
Gibo Auja
—o—o—o—o—o—o—o—o—o—
—¡Gracias por el viaje!
—Nah, no es nada. Solo tened cuidado durante el ascenso, hay rumores muy extraños sobre este lugar...
—Entonces solo queda esperar a que sean rumores y nada más, ¿verdad? ¡Jajajaja!
—¡Jajaja! ¡Usted sí que sabe, señor! Buena suerte.
—Buena suerte a usted también.
El viejo motor de la camioneta roja que los había apeado hasta el pie de la Montaña Boreal rugió en un esfuerzo colosal por volver a la vida, espantando a algunos pájaros que se hallaban —aparentemente— durmiendo en unos árboles cercanos en el proces; las aves, de plumaje principalmente azul y amarillo y de picos vivamente anaranjados, no debían de tener un tamaño mayor al de un pollito con dos semanas de vida y trinaban asustadas mientras se alejaban batiendo rápidamente sus bonitas alas, sacudiendo algunas hojas verdes y finas ramas a su paso.
Hojas verdes y finas ramas pertenecientes a escuálidos troncos de árboles con una altura que solo podría ser descrita como desproporcionada. Mientras que el tronco de todos los árboles más cercanos a los dos recién llegados era delgado, de apariencia frágil y algo encorvada hacia los costados en ocasiones, su tamaño podía variar drásticamente desde los cinco palmos hasta los quince metros de altura. Estaban por todas partes, destacando entre escasas flores de colores alegres, que se hallaban muy casualmente ubicadas donde la luz del sol llegaba, y rocas cubiertas de abundante verde musgo, esparcidas por aquí y por allá. Algunas de estas rocas contenían agujeros que actuaban como casa para animalillos de pequeño tamaño y otras se asemejaban más a maceteros naturales puesto que hasta de su interior parecían nacer los finos árboles irregulares.
Tras unos breves momentos de terca insistencia por parte de Dante, el conductor —un granjero de la zona—, el vehículo por fin reaccionó permitiendo al pesado transporte moverse lentamente para coger velocidad y acabar por perderse colina arriba por un camino de tierra rojiza.
Y mientras un hombre de buena barriga con el aspecto de rondar por sus felices sesenta observaba aquella partida con calma, un joven de piel bronceada y cuerpo bien trabajado removía ramas y arbustos cercanos al camino, buscando algo con impaciencia.
Tomando una profunda bocanada de aquel aire puro, de esas que te limpian el cuerpo —los pulmones— y el alma, Iroh cerró sus ojos con una pacífica y larga sonrisa iluminando sus severas facciones.
—¿No crees que tú también deberías de haber dado las gracias a Dante...
Los sonidos de hojas moviéndose se detuvieron un instante, antes de volver a producirse.
—..., Zuko?
—Creo que tú ya has sido más que perfectamente capaz de hacerle la pelota durante todo el camino y agradecerle por los dos, tío.
Suspirando casi imperceptiblemente, el de cabellera grisácea volteó para toparse con su sobrino intentando colarse por entre un par de árboles sin mucho éxito. No debería de faltarle mucho para enredarse o...
—Si haces eso, tu mochila...
—Ya, ya lo sé; y no, no pasará.
El sonido de algo enganchándose sonó justo después de que aquellas palabras fueran pronunciadas, y el más joven de ellos gruñó, irritado. ¡¿Por qué la naturaleza y él no podían llevarse nunca bien?!
—¿Perdona?
—¿Por dónde se supone que debemos comenzar el ascenso? —replicó evasivo, impaciente y cortante Zuko en lo que se liberaba de la rama y notaba que la apariencia frágil de aquellos árboles era engañosa; todos ellos tenían espinas revistiendo sus cuerpos.
—Hm... —El chico vio a su tío acercarse a inspeccionar las plantas frente a ellos sobándose la barba y luego echándose de rodillas al suelo, aproximando su rostro a la tierra colorada y apoyando ambas manos en esta—. Déjame ver...
Desviando la mirada y resistiendo la urgencia de darse una palmada en el rostro con tal de no faltar el respeto al mayor, Zuko suspiró pesadamente y clavó sus ambarinos ojos en el cielo. Los colores cálidos del atardecer ya estaban cambiando con inquebrantable paciencia y lentitud a unos más fríos y oscuros, anunciando la pronta llegada de la noche. Escasas nubes cubrían el firmamento, y las que lo hacían no parecían augurar ninguna tormenta... El viento suave que corría en esos tiempos primaverales removía entre tanto la suelta y ya algo larga cabellera del adolescente.
—Deberíamos de acampar y buscar mañana con más tiempo y luz el camino, tío. Ya no nos llega la--
Zuko se cortó a sí mismo al oír un contento "¡Lo tengo!" a sus espaldas, y giró lentamente sobre sus talones con una expresión neutra, casi esperando ver a Iroh con alguna tontería entre manos en vez de el camino revelado, solo para toparse con que no, esta vez no era así. El adulto había apartado un árbol usando algunas hojas para cubrir su mano y no pincharse y lo mantenía curvado hacia un costado, revelando un camino casi invisible y en obvio desuso, en espera de que su sobrino cruzara a esa zona llena de malezas, plantas, insectos, animales y quién sabe cuántas cosas más...
—¿Será para hoy o para mañana, sobrino?
Zuko apretó los labios y gruñó interiormente. ¡Él ya había buscado en esa zona antes! ¿Cómo era posible que--... No, no iba a ponerse a sí mismo de mal —peor— humor de nuevo. "Al diablo con esto. Cuanto antes lo haga, antes nos iremos", reflexionó avanzando tras el adulto y observando con poca confianza el camino casi completamente difuminado entre toda aquella flora que los rodeaba. El árbol susurró tras él al reacomodarse en su lugar y Zuko se ajustó mejor su enorme mochila sobre los hombros —por si las dudas—, sumiéndose en el silencio con el que su tío y aquella dichosa montaña lo proveían sin mayor protesta.
Ya estaba cansado de quejarse para esas alturas, después de mucho tiempo viajando, y todo cuanto quería era alcanzar su objetivo y volver a casa para poder cantarle orgullosamente los 40 a su padre y hermana.
—o—o—o—
Llevaban más de dos horas caminando cuesta arriba y aún, más que rodeos y caminos cerrados por alguna grieta en la tierra demasiado profunda o larga como para saltarla, no habían dado con ningún riachuelo o claro en el que aposentarse para pasar la noche. La fauna que primeramente parecía haberse asustado de ellos ahora los rodeaba casi con confianza y, en algunas ocasiones, con hambre —Zuko podría jurar haber visto un tigre de vengala acechándolo desde detrás de una roca enorme en el camino. ¿No estaban extintos esos predadores acaso?
—Tío, ¿escuchas eso? —Inquirió de repente el pelinegro deteniendo su andar para mirar alertado a su alrededor. Su mano se movió por instinto a un costado de su atuendo...
Pero otra más grande y cálida detuvo ese movimiento, y Iroh negó suavemente con su cabeza, volviendo a retomar la marcha.
—Está bien que no bajes la guardia, sobrino mío, pero no olvides que nada bueno saldrá del hombre enfrentándose a la madre naturaleza. Estoy seguro de que tus padres alguna vez te lo habrán dicho, pero aún así, insisto... Convive con la naturaleza, no la enfrentes.
—¡Eh..., claro que conozco esa frase! —replicó molesto por sentirse tomado por tonto el muchacho, aún observando de reojo en todas direcciones mientras avanzaban; pronto se verían obligados a sacar sus linternas o a encender alguna antorcha—. Pero veremos si sigues diciendo lo mismo cuando alguna bestia te salte al cuello y lo desgarre de cuajo usando sus zarpas... La madre naturaleza quizás no esté tan dispuesta a convivir con nosotros como tú lo estás con ella, tío.
"La madre naturaleza convivirá con quien esté dispuesto a lidiar con sus altos y sus bajos, y posea una mente abierta y honesta. Pero eso no es motivo de preocupación ahora mismo, porque no es ninguna bestia física lo que has oído, Zuko", caviló el adulto al cerrar los ojos por un instante y atravesar una energía roja y pesada, casi compacta.
Quien lo viera desde más lejos y desde lo alto usando la visión de Iroh, entendería a lo que se refería en cuanto distinguiera al enorme espíritu de oso pardo perdido y enrabietado atravesándolos camino abajo a él y a su ingenuo sobrino.
"Espero que puedas ver y sentir esto pronto, Zuko", lo observó por el rabillo del ojo entre las penumbras, sonriendo con ligera esperanza reticente al pillarlo manoteando al aire; intentando mantener alejados a enormes mosquitos sedientos de su sangre humana. "Cambiaría tu perspectiva de la vida y del mundo entero..."
—o—o—o—
—¡Eh, parece que tenemos visitas, chicos!
—¿Visitas?
—¿Uhmfifafh'?
Asintiendo con seguridad una vez, una mano delgada se elevó en el aire y el pájaro que había estado posado en ella alzó vuelo, más que de seguro volviendo a acompañar a su familia en el nido al pie de la montaña.
—¿Qué clase de idiota es esta vez? —cuestionó sin amabilidad alguna una voz.
—¡Oye!, ¿por qué clasificarías a alguien que ni siquiera conoces aún como "idiota"? —protestó otra persona al lado en una tonada claramente indignada.
—¿Uhm? ¿Acaso te sientes tocado porque cuando te califiqué a ti de idiota la primera vez, acerté?
—¡¿A-Ah?! Eso... ¡E-Eso--! ¡No podría importarme menos! ¡Si estoy aquí, está claro que no soy ningún idiota!
—Sé que no suelo estar de parte de Toph en estas cosas, pero... —los interrumpió una voz más suave y medida—, no creo que adentrarse en la Montaña Boreal cuando ya está anocheciendo sea un acto precisamente inteligente... —soltó una risa suave.
Dos murmullos contemplativos se escucharon, acompañados del sonido de cubiertos y platos ya casi vacíos entrechocando con suavidad.
—Bueno..., vale. Te doy el punto en eso —cedió la tercera voz.
—I-dio-ta. —Se burló la segunda en un susurro para pronto soltar un—: ¡Ay! ¡Hey! —cuando una mano presta voló a darle una colleja en la cabeza.
—Tampoco he dicho que tengas razón, Toph. —Agregó en ese momento la primera de las voces, distrayéndolos de su bulla—. Alguien que se adentre en la montaña tan tarde aún cuando de seguro ha escuchado alguna de las historias debe de ser algo valiente... o estar bastante desesperado.
Un momento de silencio reflexivo pasó entre las tres figuras sentadas alrededor de una mesa de madera circular, uno de ellos cruzado de brazos y la otra con las manos apoyadas en el suelo alfombrado tras de sí, en el cual todos estaban acomodados. La figura restante se puso en pie.
—¿A dónde vas?
—¡A darles la bienvenida!
—¿A "darles"...?
—Chirly ha dicho que eran dos.
Ojos azules buscaron por inercia conectarse con ojos blanquecinos, pero pronto se dio cuenta de lo inútil de aquello a pesar de que esos ojos claros hubieran estado volteados en su dirección también. El muchacho carraspeó y se incorporó.
—Deja que vaya yo, siempre vas tú y no recuerdo la última vez que he podido darle la bienvenida a alguien como se debe.
—¡Eso es porque esa vez te perdiste tú y los perdiste a ellos también! —se burló Toph riendo sonoramente.
—¡Tú-- ¡¿Cómo sabes-- ¡Hey, traidor! ¡Creía que sería un secreto entre nosotros! —acusó el de ropajes negros y azulados a la otra figura en pie.
El acusado alzó ambas manos en lo alto y exclamó, confundido:
—¡Cálmate, que yo no he dicho nada--! Y sabes que soy un hombre de palabra.
—Dudar del maestro del templo, Sokka... Cómo te atreves...
—¡¿Entonces cómo es que lo sabes?!
Las cejas negras de la única chica entre ellos tres se fruncieron y ella se levantó de un salto.
—¡¿Acaso olvidas que mi oído compensa mi carencia de vista o qué, pies de idiota?!
El silencio de Sokka dio a Toph una respuesta más que obvia y la chica, bufando pesadamente, dio la espalda a aquellos dos para dirigirse a la puerta.
—¡Yo iré! Vosotros preparad el lugar... Sois más rápidos limpiando que yo. —Mintió con descaro y lo sabía, pero no le dio importancia al asunto y se marchó, haciendo oídos sordos de las súplicas del maestro del templo por que lo dejara acompañarla.
"De ninguna manera", sentenció para sus adentros la aprendiza de verde mientras andaba, descalza como siempre, rápido hasta la entrada del templo y luego alzaba ambas manos controlando un cúmulo de tierra para que la llevara escaleras y camino abajo. "Lo siento, pero es demasiado bueno... ¡Y eso significa que no me dejaría ponerlos a prueba y divertirme un poco a su costa! ¡Eso sería aburrido!"
—o—o—o—
—Quédate quieto, Zuko... —murmuró muy bajo el mayor de ambos hombres, casi conteniendo la respiración.
Cerca de donde él estaba, observando con ojos abiertos la fantasiosa escena en el suelo, su sobrino se sujetaba con fuerza a los salientes de roca que había encontrado para permanecer estable en lo alto, con ambas piernas completamente abiertas y un poco flexionadas proporcionándole un segundo apoyo de reserva en la roca.
No le preocupaba mucho que Iroh hubiera preferido esconderse entre unos cuantos árboles finos, de los mismos que abundaban al comienzo del ascenso y a estas alturas escaseaban —justo cuando más útiles serían—, consiguiendo algunos arañazos desagradables en el proceso. Lo que sí le importaba era que había logrado no ser visto por...
Por...
Esos seres... que...
Esos seres que flotaban con pequeñas alas en sus espaldas, brillaban con una pálida luz propia de color y desgarraban la piel y carne de lo que había sido un puma con pequeñas y largas garras ávidamente, algunos comiendo de este y otros tirando trozos o jugando aberrantemente con ellos.
Eran muchos seres de esos...
Y pronto se les acabaría lo que les quedaba del gran predador que hacía un rato había estado en perfectas condiciones de matarlos a él y a su tío.
Al menos estaban a salvo por el momento.
"¿Qué son esas cosas--...? Parecen personas diminutas... y son bellas... Podría acobijarlas en las palmas de mis manos... No, ¡no! Espabila, es un truco. Ya has oído las historias, Zuko... Y si esta montaña es muchas cosas, peligrosamente engañosa es una de ellas."
Alzó la vista en medio de la oscuridad al escuchar el ruido de algo removerse a su altura y divisó a una alargada sombra deslizarse, más adelante, de un lado a otro del pequeño claro que por fin su tío y él habían logrado encontrar para acampar y descansar. El movimiento se repetía una y otra vez, y la tierra se sacudía con el mismo.
Las hadas —Zuko no sabía que eran hadas, pero su tío sí— cesaron sus actividades nocturnas en favor de mirar también hacia allí.
Y entonces eso se detuvo y, de la nada, tanto Zuko como su tío fueron empujados por algo duro, cayendo ambos estrepitosamente en el claro... A escasos metros de los simpáticos seres alados.
—¡¿Qué mierda ha sido eso...?! —inquirió el pelinegro poniéndose rápidamente en pie y sacando una afilada daga de entre su ropa. La colocó entre sí y las hadas, a la defensiva. Guardar silencio ya no tenía caso... y "Mierda", se había hecho daño al caer.
—Un truco de la montaña he de suponer, sobrino... —respondió en un tono incierto Iroh, sin despegar sus ojos de las hadas que se le habían acercado y flotaban a su alrededor... ¿analizándolo?
Distraído como lo había estado por un instante, Zuko soltó una maldición cuando sintió algo afilado y frío como el hielo rasgar su ropa y piel a la altura de los tobillos. Notó sangre cálida deslizarse por su piel e hizo una mueca disgustada, usando su pie sano para patear con fuerza al diminuto ser causante del daño.
El hada chilló agudamente al golpearse con el suelo y, todas a la de una, las que se habían mantenido lejos o alrededor de su tío voltearon con expresiones muy cabreadas y resentidas hacia él.
Tragó saliva.
¡Morir asediado por pequeñas mierdas ilusorias muy-realistas-para-ser-ilusorias no entraba en sus planes cuando decidió escalar la Montaña Boreal hasta la cumbre!
—o—o—o—
Sin poder ver, pero escuchando el barullo del entorno y sintiendo las vibraciones comunicativas de la tierra en las yemas de sus dedos y en las plantas de sus pies, Toph tomó nota rápida del aura del hombre más grande y despreocupado del dúo para luego centrar sus pensamientos en el más joven. Era extrañamente difícil saber lo que estaba mal con él, pero algo definitivamente lo estaba...
Oyendo un preocupante "¡NO, TÍO--!" y luego un "¡Sal de aquí, Zuko!" seguidos de un chillido agudo y pronunciado, la tierra le contó que el hombre se había acercado a las hadas y que el adolescente amenazado por estas se negaba a marcharse y buscaba algo a toda prisa en el interior de una gran mochila. Fue cosa de simple deducción adivinar que el hombre habría tomado por rehén a una de las pequeñas pero matonas habitantes del lugar. Así que, con eso...
"Ya está por ahora...", decidió ella al mover sus brazos y manos en forma lineal silenciosamente antes de adelantarlas frente a su cuerpo y desplazarlas hacia arriba con brusquedad, controlando lo que ocurría más adelante.
—o—o—o—
—Toph está tardando...
—Lo sé.
—¿No es sospechoso? ¡Ella podría meternos en problemas con los nuevos visitantes si llega a gastarles una de sus bienvebromas...!
—Es posible...
—¿Y si los espanta en vez de atraerlos hacia aquí?
—Sokka.
—Digo, no creo que ella sea tan capulla como para hacerlo, y más considerando el puesto que ocupa en la jerarquía del templo, pero...
—¡Sokka!
—¿Qué? ¡¿Qué pasa?!
—¡Deja de pensarlo tanto! Toph sabe lo que debe hacer incluso si sí decide gastarles alguna de las suyas al final. Pero no los espantará, confío en ella; y tú también deberías de hacerlo-- ¿Sabes? Me recuerdas a Katara.
Claramente amedrentado, Sokka apartó su mirada.
—...no sé si sentirme halagado o no, pero tan solo no te enamores de mí, por favor. Sé que es difícil no hacerlo, pero no lo hagas.
—...haré como que no he oído eso y seguiré limpiando por fuera.
—o—o—o—
¿Qué demonios acababa de pasar?
Zuko repasó mentalmente la escena repentina que acababa de explotar en su realidad directa como si fuera una parte salida de alguna película de magia y ciencia ficción, frunciendo el ceño.
La tierra se había —literalmente— tragado a las hadas.
Incluso Iroh lucía perplejo por aquello en el otro lado del claro, donde aún mantenía a una hada sujeta por las alas entre sus dedos.
—¡AY!
Zuko apartó la vista del montículo de tierra con forma rectangular que yacía donde esos seres andróginos habían estado segundos atrás para mirar hacia allí. El mayor estaba soplando su dedo mientras el hada que había capturado se perdía presta por entre árboles, arbustos y otras plantas. Zuko se acercó.
—¿Estás bien?
—Dejando de lado el hecho de que esa hada me ha mordido más fuerte de lo que un perro jamás soñaría en morder un trozo de carne... Sí, claro. —El tono de voz de su tío estaba impregnado en negra ironía, una expresión más dura de lo normal formada en su rostro.
—¿Hada? —repitió Zuko.
La cara de incredulidad que Iroh se topó al alzar su mirada no tuvo precio.
—Hada. Como las de los cuentos infantiles, pero en 3D y con severos toques de realismo. —Afirmó el sesentón.
El montículo de tierra con las supuestas hadas en su interior tembló, recordándoles que no estaban seguros en ese lugar, y ambos hombres se apresuraron en retomar su camino en cuanto Zuko hubiera terminado de acomodar la mochila a sus hombros.
No obstante, la montaña no parecía ir a dejarlos tranquilos aún.
Habían avanzado tan solo durante media hora cuando un alto pilar de tierra se alzó desde el suelo de repente, enganchando al pelinegro por la mochila y quitándosela al alzarla y levantar él por reflejo sus brazos. Dicho pilar dejó de crecer al alcanzar la altura de los robles —porque sí, ahora la montaña estaba llena de ellos— más viejos, y Iroh silbó pronunciadamente observando eso desde la oscuridad reinante donde su sobrino y él se hallaban.
Zuko también se quedó mirando en silencio hacia la mochila colgada como una bandera en lo alto del pilar.
Ya era noche entrada y la única fuente de luz que podrían haber conseguido con facilidad se hallaba en el interior de aquel objeto.
—Tío.
—¿Qué, Zuko?
—Sé que las historias y los rumores ya nos deberían de haber preparado para esto, pero aún así... ¡¿Qué cojon%s pasa en este lugar...?! Es decir, ¡¡ni siquiera estamos cerca de la cumbre y ya están ocurriendo cosas imposibles!! ¿Animales que deberían estar extintos?, ¡¿"hadas"?!, ¡¿tierra que se mueve sola?! ¡¿Pero qué mierda--?!
Un contundente golpe en la cabeza lo hizo cesar su retahíla de ruidosas quejas en favor de tocar con ambas manos la zona maltratada y clavar una mirada de frío fuego en lo poco que distinguía de su familiar en las sombras.
—Parece propicio que te recuerde que el que ha decidido venir aquí aún cuando conocía buena parte de los riesgos eras tú, sobrino. Y que si resulta ser cierto todo lo que ha llegado a nuestros oídos, llegar a la cumbre debería de saciar tu ira cuando cumplas tus objetivos. Asimismo, déjame decirte que nada me obliga a permanecer todo el tiempo contigo como si fueras un niño pequeño, Zuko; estoy aquí porque te aprecio, confío en ti y en tu potencial, y creo que este viaje (junto a los demás que hemos hecho) regresará una versión mejorada de ti mismo a tu casa, cuando volvamos. —"Y porque hacía mucho que no realizaba algo emocionante como esto", agregó con una tonada mucho menos rotunda de forma mental—. Pero si planeas continuar comportándote de esta forma, volveremos a España y tendrás que arreglártelas tú solo de otra forma con tu familia.
Sus pisadas fueron todo cuanto se escuchó en cuanto ambos volvieron a caminar.
—Tienes razón... Disculpa, tío. Las locuras de este lugar se me han subido a la cabeza. —Admitió entre dientes, derrotado, Zuko tras un momento—. Por favor, acompáñame hasta el final de este viaje.
No lo vio, pero Iroh sonrío.
—Disculpas aceptadas, sobrino.
—Ah, y, tío...
—¿Sí?
—¡La mochila!
Ambos la habían olvidado. Tenían que regresar y bajarla... pero ¿cómo?
—o—o—o—
Para la exacta medianoche, la Montaña Boreal se hallaba, como todas las noches a esa hora, en una tranquilidad absoluta. Cualquier ser, espíritu, animal, persona o planta en ella se había quedado relativamente quieto sin hacer nada más que admirar las preciosas auroras boreales que descendían desde el cielo a bailar como espectros de tonadas alegres entre los espacios de circulación libre en la montaña e iluminar la insondable oscuridad.
Sokka y el maestro habían subido apropiadamente abrigados a la helada terraza del templo, sentándose en los bordes de la misma como hacía tiempo no lo hacían con el único propósito de disfrutar la plena vista de aquel maravilloso espectáculo; sintiendo la esencia de esas auroras acariciar con premura sus almas y mentes, y viendo a algunos brazos de las mismas colarse por las —ahora limpias y relucientes— estancias vacías del lugar.
Toph, sentada de piernas cruzadas en lo alto de una roca, resistía el impulso de ponerse en pie y mecer su cuerpo de la misma forma que toda esa energía se movía sinuosamente a su alrededor colándose por cada fibra de su cuerpo, sonriendo relajada y contenta; en cambio, tomó otro tipo de decisión y se reincorporó. Sintió con sus pies las vibraciones vivas de la tierra y emprendió la búsqueda una vez más.
Por otro lado, mientras Iroh sorbía unos tragos silenciosos de sopa de verduras instantánea recién calentada en un mediano bol de madera y el crepitar del pequeño fuego montado improvisadamente por él y su sobrino entonaba un vivo recibimiento de madera quebrándose y hojas secas sufriendo la combustión a las auroras rodeándolos; Zuko se mantenía temerosamente de pie en lo alto del pilar que había trepado para bajar la mochila, la cual ahora residía a los pies de Iroh, y observaba la oscura montaña a sus pies siendo hermosamente iluminada por aquel espectáculo de cariñosas luces naturales que acariciaban toda forma inerte o viviente con la delicadeza con la que una madre sujeta a su bebé.
El adolescente, lleno de tierra, raspones y arañazos por todo el cuerpo —casi de idéntica manera a su tío—, sentía con profundo agradecimiento y alivio cómo esa visión arrullaba a todos sus pensamientos hirientes, duros recuerdos y tensiones permanentes en él, induciéndolos a un estado de coma temporal. Sentía cómo algo se colaba por sus miles de paredes y fortalezas a su alma y realizaba una limpieza a fondo, dejándolo en blanco por un momento y con una paz interior que no recordaba haber conocido jamás.
Fue cuando con ojos aún brillantes y humedecidos se fijó en el suelo, en su tío, que distinguió una figura humana acercándose al hombre. De inmediato la señaló y gritó:
—¡Tío, detrás de ti!
—o—o—o—
"¿Detrás de mí? Yo diría mas bien a mi lado." Iroh depositó su bol en la tierra rojiza a uno de sus costados y sonrío, yendo a sujetar la cacerola colgada sobre el fuego para rellenar el tazón con más sopa caliente.
—¿Gustas?
Los pasos insonoros se detuvieron y el hombre echó una mirada se soslayo a la baja figura que, más allá, mantenía una mano apoyada en un tronco de roble y movía los dedos de sus pies descalzos nerviosamente.
—¿Se siente bien? —replicó sin moverse de donde estaba la chica.
—Perfectamente bien —río el hombre tras entender a lo que se refería ella, decantándose por tomar un trago de sopa él solo—. Algo cansado, herido y sucio, pero bien.
—Las garras de las hadas oscuras no son muy peligrosas, pero sus mordeduras son altamente venenosas...
—Vaya... ¿Quieres decir con eso que podría estar envenenado y moriré prontamente?
Repentinamente algo tímida por la fija mirada del adulto que sentía sobre ella, Toph agachó la cabeza. Un ligero sentimiento de culpabilidad la inundó.
—Solo digo que debería usted ser más cuidadoso con sus acciones. Incluso si siente mucho aprecio por ese chico —su dedo señaló hacia Zuko, que se había deslizado pilar abajo en silencio y ahora estaba rodeando el claro con sigilo para poder emboscarla—, si usted hubiera sido menos consciente y no hubiera chupado el veneno, ya estaría muerto.
—¡En ese caso, deberíamos de celebrar que soy un sabio vejestorio! ¡Jajaja!
Zuko, obviamente rindiéndose en su intento de emboscada, se acercó aún con la guardia en alto a la peculiar intrusa. Con la suave iluminación proporcionada por el fuego, podía notar sus manos y pies completamente sucios... Pero el resto de su cuerpo, cabeza, peinado y ropa parecían impecables. "Raro", declaró. Ni siquiera él que era tan cuidadoso como le era posible había podido evitar convertirse en un montón de tierra, hojas —algo de costras, sangre— y barro con forma humana andante.
—¿Quién eres? —exigió saber.
La chica se rascó un pie con ayuda de los dedos del otro.
—Creo que esa es mi línea, aura rara. —Levantó la cabeza y sonrío ladinamente en dirección a Zuko.
El muchacho jadeó sorprendido.
Ella era ciega.
—o—o—o—
El sol comenzaba a despuntar en el alba, acompañados sus rayos por el trinar de aves despertando y una calidez refrescante, en el momento en el que tres largas sombras se proyectaron en las escaleras del templo; como si el astro hubiera decidido asomarse para saludarlos y darles él mismo la bienvenida antes de comenzar su ascenso diario por la gran cúpula celeste de la Tierra.
El sonido de pies pesados casi arrastrándose era acompañado por el chasqueo de una bolsa pesada con muchos objetos colgados de ella que rebotaba por cada nuevo escalón de dura piedra subido. Respiraciones profundas se esparcían por la fresca brisa matutina de la cima, y una bella sonrisa enorme adornó carnosos labios rosados al esparcirse por un rostro níveo de facciones elegantes.
—¿Cómo... puedes... estar tan tranquila? —cuestionó en tono incrédulo una voz sin aire.
Ella subió de un enérgico salto el último escalón hacia el templo y, una vez apoyados sus pies en el liso suelo, giró sobre sus talones llenos de callos endurecidos hacia él.
—¡La magia de la montaña!
Ojos ámbar de agrandaron, pero cejas oscuras se fruncieron un segundo después. Una boca lista para protestar se abrió, y:
—¡Aaah...! ¡Sabía que tanta vida sedentaria no podía ser buena! —Se quejó largamente su tío más allá, interrumpiéndolo.
Zuko observó a la chica de verde sonreír divertida antes de darles la espalda y salir corriendo hacia un punto aún fuera del rango de vista de los visitantes, y pronto viró su cabeza hacia el sesentón sin dejar de subir lenta y pesadamente los pocos escalones que les restaban —unos 20, aproximadamente. (No sentía las plantas de los pies...)
—¿Cómo lo llevas, tío Iroh?
—¡Tan bien como... un niño novato que juega... ajedrez con un experto!
—¿Qué tiene eso de bien?
—Solo la... imaginación del niño, Zuko. La realidad es difícil...
"Ah, genial", el pelinegro suspiró encarando el frente y escalando con éxito los últimos peldaños. "Ahora resulta que mi tío necesita de algunas horas de sueño y descanso con urgencia."
Con los párpados pesados y sabiendo que tendría ojeras bajo sus ojos por haber pasado toda la noche en vela, en continuo movimiento, Zuko avanzó unos pasos sin levantar la vista de sus propios pies enfundados en zapatillas negras y dejó resbalar la mochila de sus hombros al suelo descuidadamente.
El estrellar de metal, tela y otros elementos más con la templada piedra amarilla del camino que dirigía a la entrada del supuesto "templo" sonó secamente en el espacio en el que se hallaban, rompiendo una paz sobrecogedora que flotaba apaciguadora a su alrededor.
Zuko cerró los ojos, reuniendo fuerzas de flaqueza para mantenerse en pie y no echarse a dormir allí mismo...
—Wow...
Y, atraído por el auténtico asombro pintando la grave voz de su tío, el pelinegro adolescente levantó por fin su cabeza.
El Templo Auram se alzaba en toda su majestuosidad frente a los diminutos viajeros que pisaban su entrada.
—o—o—o—o—o—o—o—o—o—
Aquí culmina la primer parte de esta historia. ¿Qué os parece?
Pronto publicaré lo restante... Saludos desde Júpiter.~ /Heaaarts/
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(Again, late...)
Happy Birthday and Gibo Auja, S.
