Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.
¡Disfruten!
Para celebrar el fin de año, iríamos a la casa de Alice. Juntas teníamos que organizar la reunión, unos cuantos amigos irían.
-¿Tu madre te ha dejado venir a mi casa? – me preguntó Alice
– Si, al principio lo tomó con histeria, pero accedió – reí
– Imagino la situación Alice rió a la par
Debía regresar a mi casa, debía ver que ropa usaría para la fiesta. Me despedí de Alice y encaminé para mi casa de verano.
Con mis padres todos los años veraneábamos en una casa alejada de Nueva York. Era una vivienda propia de mi padre, mucho dinero había sido invertido en ella. No quería dejar ese hermoso lugar, me la pasaba muy bien allí, con Alice y con muchos amigos nuevos.
Pero mi madre insistía con regresar a Nueva York, donde vivíamos habitualmente.
-Llegué – dije subiendo las escaleras de mi casa
-Bella, ven aquí – mi madre me llamó escaleras abajo
-¿Qué ocurre?
-Te compré un vestido, para la reunión en casa de Alice.
-¿En serio? – pregunté
-Si hija, está en tu recamara.
Había discutido con Reneé por esto, ella insistía con regalarme cosas, yo odiaba los regalos. No quise discutir nuevamente, lo acepté y fingí mi sorpresa.
En unos meses regresaríamos a Nueva York, y regresaríamos a la rutina. Aunque ya con 17 años, mi madre no quería que trabajase, quería que estudie.
-¿Se puede señorita? – Floriane golpeó la puerta de mi habitación, ella era nuestra sirvienta
-Adelante.
-Señorita Bella, su madre la espera para cenar.
-¿Y mi padre?
-Él regresará mas tarde.
-¿Dónde fue?
-A la herrería que está aquí cerca.
-Bueno, gracias Floriane, bajaré en un segundo.
La cena con mi madre había sido cómoda, aunque me pareció extraña la ausencia de mi padre.
-Mamá ¿puedo ir a buscar a papá? – pregunté colocándome una hebilla en mi cabello
-¿Estas loca? Claro que no.
-¿Por qué no?
-Es tarde Bella, ya regresará, ve a dormir. – me ordenó
- No me des ordenes – la miré de mala cara y subí las escaleras
.
-¡Floriane te dije que la despertaras! – los gritos de mi madre me despertaron
-¿Qué ocurre? – me desperecé y viendo la situación me levante
-Alice llamó hace una hora, quiere que vayas a su casa – me retó mi madre
-¿Ha dicho para que?- pregunté haciéndome una coleta en el cabello
- No, cámbiate y ve.
Al parecer mi mamá no entendía que odiaba las órdenes, y más cuando me las daban de mala manera. Tomé mi bicicleta y fui hasta la casa de Al.
-¡Bella! – Alice estaba regando las plantas y se acercó a mí
-Hey – apoyé la bicicleta en un árbol
-¿Cómo estas? – me preguntó
-Bien, ansiosa por esta noche- reí
-Yo también, de eso quería hablar, estaba pensando que quizás podrías venir antes y vestirte aquí.
-Suena bien, vendré a las ocho- dije ansiosa
-Está bien, ahora debo irme, pero te veo en la noche- me dijo Alice
Tomé la bicicleta y di una vuelta por el pueblo, era un lugar muy lindo. A veces me ponía a pensar en mi vida, me parecía lindo vivir aquí.
Pero al final de cuentas debía regresar a Nueva York, no me molestaba vivir allí, pero la vida aquí se veía distinta. Se veía todo simple, todo color de rosas.
-¿Dónde has estado? – mi madre me interrogó a penas entré a la casa
-Mamá estuve con Alice.
-Eso espero muchachita.
¿Por qué era así? A veces me daban ganas de mandar todo al carajo, pero no podía darme ese lujo.
-¿Dónde está mi padre? – le pregunté a Floriane
-Él está en su despacho. – me sonrió
Sabía que a Charlie no le agradaban las interrupciones, pero debía prestarme toda su atención.
-Papá – golpee la puerta de cristal
-Adelante – su voz seria era rutinaria
-¿Tienes un minuto?
-Para ti cariño, tengo todo el tiempo del mundo.
-Bueno, quería hablar de ésta noche. – murmuré
-¿Debes salir? – se acomodó en su sillón de cuero
-Tienes mi permiso – dijo con seguridad
Puedo asegurar que me sorprendió su actitud, él había accedido muy rápido. Eso era bueno, estaba siendo más considerado conmigo. La verdad era que no era malo conmigo. Lo amaba, era mi padre, siempre me entendía. Y de una cosa estaba segura, me entendía más que mi madre.
No almorcé y me duché para la noche, preparé un bolso con mi ropa y partí hacia la casa de Alice. Las tardes aisladas de Nueva York eran distintas, distintas por el ruido y esas cosas. El sol se veía más radiante, las nubes más blancas y la brisa era más fresca.
Nuestra casa de verano estaba alejada de las demás residencias, pero no tanto. A mis padres les gustaba la tranquilidad, al igual que a los padres de Alice. A decir verdad la zona en la que vivía ella era más habitada, había varias residencias.
Golpee la puerta de la casa de Alice y esperé a que alguien saliera.
-¿Eres Bella? – escuché la voz de Alice algo agitada
-Si, soy yo. – fruncí el rostro
-Pasa, estoy preparando algo. – oí que corría de un lado hacia el otro
A paso lento entré, Alice había decorado la sala principal con guirnaldas y globos de colores. Unas cintas onduladas colgaban del techo, su equipo de música sonaba bajo por el momento.
Con tan solo subirle el volumen, esto sería una gran reunión. Algunos amigos vendrían con otros amigos, y amigas con amigas de amigas. Sería un gentío tremendo. Yo por mi parte, odiaba estar rodeada de gente. Pero sería divertido.
Eso no sería una fiesta de universitarios alcoholizados ni nada de eso, sería una reunión sin alcohol, para divertirnos entre amigos. Los padres de Alice estarían fuera por esa noche.
-¿Por qué corres? – le pregunté a Alice dejando mi bolso en el sofá
-Faltan algunas cosas y no me he duchado aún – suspiró
-Ve a ducharte, yo me encargo de los últimos arreglos – dije para calmarla
-Bien, cuando termines puedes vestirte en mi cuarto – subió las escaleras de a saltitos
Acomodé la sala, estiré las cortinas, un poco de esto y un poco de aquello. Coloqué vasos plásticos y servilletas de papel, un poco de comida chatarra y ya.
Subí a su recamara y me vestí rápido, ya que se aproximaba la hora en la que llegarían todos. Un vestido color crema, collar de perlas y zapatos en combo. Un poco de labial colorido, delineado en mis ojos, rubor y nada más artificial.
-Ya estoy lista – Alice dio una vueltita con su vestido espléndido
-Que bien te ves – le hice un cumplido
-Tu vestido es más lindo – me sonrió
-Oh no es cierto – reí
-Si, bajemos ya – levantó las manos celebrando
Subí el volumen y el timbre sonó, Alice y yo nos miramos emocionadas. Abrimos la puerta.
-¡Hey Mónica! – Alice saludó a una compañera de salidas en común
-Hola chicas – Mónica nos saludó
La invitamos a pasa a la sala, se sirvió un trago y se acomodó en el sofá.
Eran las 01hs de la madrugada y la reunión estaba a tope, muchachos y muchachas seguían llegando.
-Al parecer se están divirtiendo – sonreí bailando
-¡Querida! Alice organizó la fiesta, es obvio que habrá diversión – rió a la par
Al rato me sentí cansada, me decidí por subir y colocarme un calzado más cómodo, los zapatos me hacían doler. Dolían, pero se veían muy bonitos y me gustaba usarlos.
Me senté en la cama de Alice y alcé mis piernas para quitarme los tacos.
-Con permiso – un muchacho se había metido en la habitación
-¡¿Disculpa?! – bajé mis piernas inmediatamente
-Mi nombre es Edward – se acercó y lo fulminé con la mirada
-No me interesa, eres un desubicado.
-¿Por qué?
-Entraste sin golpear, con permiso. – lo esquivé y di un portazo
Todos seguían bailando y cantando, me uní a mis amigos y gritábamos a la par.
Pero por la madrugada la reunión se estaba terminando y yo debía regresar a mi casa, sola. Pero por suerte un amigo se había propuesto acompañarme.
-Hey Al, ¿has visto a Mike?
-Bella, él se sentía mal, se fue hace rato.
-Demonios- maldije
-¿Cómo regresaras? – se preocupó
-Caminando Alice, no me pasará nada.
Alice no estaba de acuerdo, pero yo debía regresar. Salí caminando para el lado del pueblo, por ahí estaba más iluminado.
-¿Puedo acompañarte? – una voz familiar seguía mi paso me di la vuelta para ver quien era
-No gracias – dije secamente cuando vi que era el tipo de la fiesta
-Voy para el mismo lado, déjame acompañarte – insistió
-No chico, no necesito compañía.
-¿No me dirás tu nombre? – me preguntó
-¡Dios! – bufé
-¿Eres Dios? – bromeó
-No, me llamó Bella. – me había hecho sonreír
-Lindo nombre Bella, por un momento creí que eras Dios.
-Gracias, y no soy Dios.
-¿Puedo pedirte algo? – se interpuso en mi camino
-¿Qué quieres? – lo miré
-Una cita – escuché eso y me eché a reír
-Claro que no.
-Si no aceptas una cita conmigo, me mataré – abrí mis ojos
-¿Si? ¿Cómo? – lo desafié
-Cruzaré la carretera con los ojos cerrados – cerró sus ojos y encaminó
-¡Detente! – exclamé asustada
-Si no tengo una cita contigo, nada tiene sentido. – avanzó aún más
-¡Basta ya! – éste tipo estaba loco
-Adiós mundo cruel – venía un camión en su dirección y mi corazón se aceleró
-¡Cuidado! – lo alerté y lo empujé, evitando el vehículo y cayendo al césped
-Hey – me miró cuando caí encima de él
- Estás loco – me levanté rápido
-¿Tendré una cita contigo? – me preguntó bromista
- No, estás loco. – le dije
-Está bien, lo haré otra vez – encaminó hacia la calle
-Bien, bien. Sólo una cita. – lo detuve
-Mañana a las ocho, en el cine del pueblo – me invitó
- Como digas, estas loco. – me di media vuelta y encaré hacia mi casa
-Si Bella, estoy loco, de remate. – rió yéndose
Nunca un muchacho había insistido tanto por una cita conmigo, nunca. Yo era rara con los chicos, tenía amigos pero nada más allá de eso. No sabía el porque pero llegué a mi casa con un humor especial, mí estómago estaba alterado.
No saludé a mis padres, ellos estaban dormidos cuando llegué.
.
Esa noche soñé con aquel muchacho, Edward. Pero no estaba segura de querer una cita con él, ni siquiera lo conocía bien. Debía obtener el consejo de alguien más, de Alice. La llamé por teléfono para preguntarle.
-Creo que debes ir – me aconsejó
-No estoy segura, digo, es apuesto pero nunca tuve una cita.
-Ponte más linda de lo que eres y ve, las cosas fluirán y sabrás si valió la pena o no.
Tomé ese consejo y estuve toda la tarde arreglándome para la cita, con nervios, muchos nervios.
-Señorita ¿me llamó? – Floriane entró a mi recamara
-Si, necesito ayuda. Mira, tengo una cita y no se que usar. – murmuré
-¿Su madre sabe? – me preguntó cerrando la puerta
-No, y no debe enterarse. Será nuestro secreto Floriane. – asintió
Me probé varios vestidos, claros, oscuros, lindos, feos. Zapatos a juego, collar de perlas y aretes a la perfección.
-Ya es la hora señorita. – Floriane me acomodó mi cabello
-Bien, deséame suerte. – sonreí nerviosa
-Suerte hermosa. – me besó el cachete y salí
Mientras iba caminando me puse mucho más nerviosa, no quería ir a la cita. Los nervios me estaban matando, así que pensé en ir a dar una vuelta con Alice al pueblo.
Nos encontramos en la heladería, pero yo no podía aguantar, yo quería saber si él estaba en el cine, esperándome. O no.
Tomé a Alice del brazo y encaminé hacia ese lado, me asomé por la esquina de la cuadra, y ahí estaba. Mirando su reloj y para todos lados, tenía en su mano una rosa, me sentía una cretina.
-¿Es él? – Alice se asomó y me preguntó
-Si, vámonos. – di la vuelta
-Hey Bella, ven aquí – me tomó del brazo
-¡Alice! - grité
Y el muchachito miró hacia la esquina, lo miré y corrí para el lado contrario. Había gritado tan fuerte que llamé su atención, ¿Qué haría?
Alice para salvarme me metió en un salón de belleza que había allí, nos hicimos pasar por clientas, para disimular.
Pero mi corazón se detuvo cuando lo vi entrar, debía enfrentarlo.
-Hola Bella – se acercó no muy sonriente
-Ho-hola – me daba vergüenza mirarlo, me sentía muy mal por no haber ido a tiempo
-Ten – me dio una rosa -, era para ti
-Gracias pero no entiendo, ¿era para mí? – recalqué la palabra era
-Te la daría en la cita, y gracias por el plantón. – dio la vuelta y salió
Me sentía fatal, lo había hecho esperar como una cretina.
-¿Qué haces aquí? – me preguntó Alice, no entendía
-¿Qué?
-Bella, ve y arregla el daño, corre.
-Pe- pero tú – pensé en que la dejaría sola si me iba
-No te preocupes por mí, corre.
Salí y corrí tras él.
-Edward – lo frené
-¿Qué quieres? – podía notar sus ojos llorosos
-¿Estas llorando? – alcé su rostro
-No Bella, claro que no. – se alejó serio
-Quiero disculparme, por el plantón, si puedo repararlo… - me sentía terrible
-No te preocupes, olvida la cita. – dio media vuelta
-Vamos – le sonreí -, vamos al cine.
-No Bella, no quiero que vengas conmigo al cine, por obligación.
-No es por obligación, quiero tener una cita contigo. – lo miré fijamente y se asombró
Encaminamos hacia el cine con un poco de distancia entre ambos, no podía tomarlo de la mano. Compró las entradas, palomitas de maíz, y gaseosa.
Para entrar a la sala me tomó del brazo, no me parecía lo correcto pero algo raro me sucedió, no quería soltarme. Me sentía protegida con él.
Él no dejaba de mirarme, pero no era incómodo, al contrario, era agradable.
-¿Jugamos a algo? Hasta que comience la película. – me sonrió
-¿A que? – le pregunté
-Atrapa la palomita – me lanzó una a la boca
-Hey, eso es trampa, no estaba lista.
-Aquí va otra – me avisó y la atrapé
-¡Si! – festejé y tomé una palomita para lazársela
-Te toca.
-Aquí va una – se la lancé y la atrapó con dificultad
- ¡Eso! – festejó y se acercó a mí
No sabía que hacer, miraba a sus ojos, miraba su boca y él hacía lo mismo. Miraba mis labios, mis ojos, y cada vez nos acercábamos más. Al parecer nos besaríamos, y por mi parte no quería evitarlo, quería un beso.
Cuando estábamos por estampar nuestros labios empezó la película, ambos nos separamos y reímos. Primer beso, interrumpido.
Después de eso vimos la película, reímos juntos y nos divertimos. Comencé a mirarlo más, sin vergüenza, segura de las cosas. Segura de no conocerlo lo suficiente, pero segura de que habría tiempo para conocerlo. Y también tiempo para él, para que me pudiese conocer aún más.
-Me lo he pasado de maravilla. – le hice un cumplido saliendo del cine, ya era de noche
-Me alegra saberlo, te acompañaré hasta tu casa. – me dijo avanzando
De a poco las calles se vaciaban, quedábamos solos recorriéndolas. Los faroles iluminaban todo y el cielo estrellado era asombroso, había una luna fantástica. Parecía que la noche estaba hecha para nosotros.
Me tomó de la mano y nos sentamos en un banco, a mirar las estrellas.
-¿Sabes que? – me preguntó
-¿Qué?
-Esto no tiene sentido – lo miré -, no tiene sentido mirar las estrellas desde aquí.
-¿Desde donde quieres verlas? – reí
-Desde aquí – me tomó de la mano y fuimos al centro de la calle
-¿Desde aquí? – miré el asfalto
-Ven- se acostó en la calle, y yo me acosté a su lado
Era una locura, estábamos en medio del asfalto, mirando un cielo estrellado fascinante.
-Mira, una estrella fugaz – señalé con mi dedo
-Pide un deseo – me dijo y cerré los ojos -, ¿Qué pediste?
-Que esta noche no termine nunca – nos miramos - ¿tu? – le pregunté
-Que te enamores de mí – nuestras miradas se conectaron de una manera especial
Le sonreí, y ahora sí, estaba enamorada. Nunca nadie había sido tan dulce conmigo, nunca me había sentido tan cómoda y contenta con alguien.
Miré su boca, sus ojos y estábamos a punto de besarnos. Cuando la bocina de un auto nos alarmó.
-¡Aaaaah! – grité corriendo a un costado de la calle
- Casi morimos – Edward rió
-Es verdad – reí tentada
-¿Te causó tanta gracia? – me preguntó
-Si, fue divertido. – me lloraban los ojos de tanta risa
-Te acompañaré hasta tu casa, no quiero que mueras en el camino. – rió y me tomó del brazo
De pronto las preguntas brotaban, ¿Dónde viviría? ¿Qué le gustaría hacer? ¿Trabajaría?
-¿Puedo preguntarte algo? – Lo miré y asintió - ¿Dónde vives?
-Cerca de la herrería de aquí cerca – señaló hacia el sur
-Yo también vivo por ahí, y dime ¿trabajas?
-En la herrería, cortando hierros y ese tipo de cosas.
-Que bueno, yo aún no trabajo. – me avergoncé
-¿Qué te gusta hacer? – me preguntó
-¿Que importa eso?- reí
-A mi me importa, mucho. – lo miré
-Bueno, aquí es. – señalé mi casa
-Bien, te veo pronto, quizás mañana. – me dijo
-Quizás mañana – le sonreí y se acercó
El beso que tantas interrupciones había tenido, se concretó al fin. Las famosas mariposas revoloteaban en todo mi vientre, nuestros labios se conectaron y se movían de una manera fresca. Me separé y nos miramos fijamente, le dije todo lo que sentía con una mirada.
Reí. Y encaminé hacia la puerta de mi casa.
-¡Edward! – le grité cuando se estaba yendo y me miró – Pintar, me gusta pintar.
-Gracias por decírmelo, descansa. – sonrió y se fue
Entré a mi casa con una felicidad inexplicable, una sonrisa de oreja a oreja. Quise subir rápido a mi habitación, pero mis padres me cacharon.
-Bella – mi padre me llamó
-Estoy cansada – dije desde arriba
-Baja un segundo. – me dijo con voz autoritaria
-Tss ¿Qué ocurre?
-¿Dónde estabas? - ¿¡Que carajo diría!? – ¡Responde jovencita! – me gritó y me puse nerviosa
-E-estaba murmuré
-¡Piensa muy bien que dirás! Quiero la verdad Bella, la verdad. - ¿le diría que había tenido una cita? ¿Cómo lo tomaría?
Estaba en una hoguera y nadie podría ayudarme. ¿Le mentiría a mi padre? Me desmayaría en cualquier momento, no sabía que hacer.
¡Gracias por leer! Como sabrán, este es un nuevo emprendimiento, espero que les guste.
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Cada vez que actualice. Subiré imágenes de nuevos personajes y eso.
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