No se que más hacer para olvidarte…

Te observo pasar delante de mí todas las noches y no puedo evitar pensar que alguna vez fuiste mío. Y no tarda en llegar el recuerdo de que nunca lo fuiste…

Le perteneciste a muchos… pero nunca a mí. Jamás fui alguien digno para vos. Dirigir tu mirada hacia mí era una vergüenza. Hablarme era solo para insultarme y para recordarme algo que no elegí.

Lo que daría en este momento no ser quien soy ni tener la familia que tengo.

Daría mi alma al diablo para poder tener guardada en mi memoria una sonrisa tuya.

Daría lo que no tengo en galeones para sentarme a tu lado.

Pero es imposible… nunca seré digna de tu persona.

Nací en otro mundo que no puede mezclarse con el tuyo. Me repudia tu gente y la mía te detesta.

¿por qué deben existir las clases sociales? ¿por qué el mundo se rige por reglas absurdas que nos separan?

Y te vuelvo a ver pasar delante de mí con ese aire de superioridad y esa sonrisa arrogante y fría que tanto me gusta. Llevas del brazo a una más de tus conquistas…

Una noche más que no seré tu compañera… una noche más que regreso a mi departamento con la certeza que vos no estás solo.

¿Por qué no puedo ser yo una noche? ¿Por qué nunca signifiqué nada para vos?

Siempre recordaré esos días en que, a pesar de estar en guerra, te acercabas y tratabas de olvidar a mí lado los problemas. Esas noches en el colegio cuando solo importaba el calor de nuestros cuerpos. Esas frías palabras que una noche me dijeron que era el final.

El tablero se había puesto en la mesa y las fichas ya se estaban jugando a un ritmo vertiginoso donde los errores no estaban permitidos.

A partir de ese momento fuimos verdaderos enemigos.

Vos de un bando y yo de otro. Por más que hayas ayudado al final de la guerra a vencer a tu propio Señor, nunca rompimos nuestras diferencias y nunca se nos ocurrió retomar lo nuestro. No sé cual habrá sido tu razón pero la mía fue que te odiaba demasiado. Te odiaba y te amaba al mismo tiempo.

Ya hace cinco años de eso… y continúo amándote como si fuera el primer día. Lejos quedaron los sentimientos de odio y rencor en mi mirada.

¿Sucedió lo mismo con vos?

No lo sé. Y tal vez nunca lo sabré. Cada vez que trato de encontrar tus ojos con los míos, fracaso rotundamente. Y cuando lo logro solo veo una sombra que no me permite ver más allá de esa máscara que tan bien has construido.

Se abre la puerta del ascensor del ministerio en una de las tantas plantas. Y entras vos Draco…

Tu mirada no se digna en mirar a nadie de los que se encuentran dentro y te acomodas a mi lado. Nuestros brazos se rozan.

Estás leyendo las noticias… noticias sobre mí…

El ascensor para en el departamento de misterios y allí nos bajamos ambos. Hay un juicio en las salas del Winzegamot que requiere nuestra presencia.

Yo voy a tratar de que el mortífago en cuestión no salga de Azkaban en lo que resta de vida y vos vas a tratar de que tu padre salga en libertad.

Eso fue lo que nos distanció. Que tu padre haya matado al mío.

Nunca fue nuestra culpa y, sin embargo, siempre nos vimos afectados por estúpidas decisiones de la gente mayor.

Cada vez hay más obstáculos que nos separan Draco…

Un Malfoy jamás olvida, fue lo que me dijiste una vez cuando sin querer arañé tu espalda.

Pero Ginebra Weasley jamás perdona… y menos a la familia que me arrebató a mi padre.