El universo de Harry Potter pertenece a J.K. Rowling. Escribo esto como parte de una idea divertida, por simple placer y gusto. Nada de beneficios económicos y eso.
Título: Opend Mind, Harry.
Beta: FanFiker-FanFinal.
Personajes: Draco Malfoy/Harry Potter.
Advertencias: Slash/Lemon/EWE. Esta breve historia narra relaciones homosexuales, una trama que ignora monumentalmente el epílogo, y muchas otras cosas raras que podrían crearte un profundo trauma si no estás acostumbrado a este tipo de lectura. Así que si entraste aquí por un fatídico error… ¡Huye lo más pronto posible! A menos claro de que esto sea de tu gusto o la curiosidad pueda contigo. (No olvides que la curiosidad mató al heterosexual xD). Dicho está. Sobre advertencia no hay engaño.
Dedicado con muchísimo cariño a Nox BadWolf.
Muchas gracias por ser parte de mi locura.
Open Mind, Harry
Por:
PukitChan
"Era tal la gravedad entre los cuerpos que sólo fuimos cómplices de lo inevitable."
—Rodrigo Rojas.
Draco Malfoy es un poderoso mago, y esta afirmación no tiene nada de espectacular.
Cada mañana, Draco despierta en una enorme mansión, rodeado de lujos, sirvientes y desayunos especialmente creados para él; todos deliciosos. Está rodeado por la opulencia, una forma de vida que pocos pueden permitirse. Viste trajes elegantes que resaltan su figura y porta túnicas con una dignidad que no muchos serían capaces de mostrar. Lleva un apellido que aún inspira tanto burlas como temor, e increíblemente sabe sacar provecho de esta situación. Su sonrisa, fría y falsa, le ha creado enemigos tanto a nivel personal como en los negocios, donde, poco a poco, está ganándose una reputación de la que se siente orgulloso. No sale con nadie en particular, aunque los rumores afirman que es una guapa y orgullosa mujer de cabellos castaños y de apellido Greengrass, la que ha logrado ganarse el corazón que algunos dudan que exista. Malfoy no afirma ni niega nada. Su táctica es el silencio y sus acciones letales. Sigiloso como una serpiente, sabe en qué momento atacar a su víctima. Para cuando ésta se da cuenta de lo que ocurre, ya es demasiado tarde: el rubio ha ganado la partida.
Draco Malfoy es un hombre astuto, y nadie cuestiona eso. Sin embargo, hay quienes se preguntan por qué lo ven caminar por el callejón Diagon a altas horas de la noche, con las manos enguantadas y un aire ausente que parece transformarlo en otra persona.
Pero nadie dice nada y nadie convierte esto en un rumor. Porque, se repiten en voz baja una y otra vez, cuando se trata de un Malfoy, lo mejor es saber mantener las distancias.
Primer trazo:
Cicatrices
Harry frotó sus manos, acercándolas a su boca en un vano intento por calentárselas. Aún no había llegado el invierno, pero en el viejo Londres el clima frío comenzaba a sentirse con más fuerza de la habitual. Al alzar la vista hacia el cielo, un perezoso sol se debatía entre resplandecer o permanecer escondido y acurrucado entre las nubes. Ojalá se decidiera por la primera opción, porque Harry en verdad odiaba haber olvidado sobre su cama los guantes que Hermione le había regalado apenas dos meses antes. Y, sobre todo, se sentía realmente ridículo pensando en eso cuando se encontraba paseando por Camden Town, uno de los barrios más coloridos y extravagantes de Londres.
Había conocido ese lugar pocas semanas antes, cuando una misión por parte del equipo de aurores lo había obligado a incursionar en un barrio que hasta ese momento no había llamado su atención. Sin embargo, ya fuera porque se trataba de una persona curiosa o simplemente porque le gustaba pasear solo, Harry decidió que era una buena idea explorar ese lugar.
En Camden Town, Harry se sentía como la primera vez que había visitado el callejón Diagon: las calles estaban llenas de personas interesantes y tiendas que quería conocer. Pubs, locales de música, de comida deliciosa y barata; tiendas de ropa que calzarían a la perfección con la vestimenta de los magos; paredes llenas de coloridos grafitis y lugares que ni siquiera sabía que existían, llamaban su atención. El rumor de las pláticas se transformaba en un armónico ronroneo interminable, mezclándose de vez en cuando con el abrumador aroma de la comida. Y en el fondo de todo aquello, como parte de una antigua banda sonora, la ecléctica música de los Sex Pistols, The Ramones y London SS, no dejaba de sonar.
En algunas ocasiones, Harry se sentía como un intruso: no llevaba ropa original u oscura. Era más bien descuidado con su vestimenta. Tampoco poseía algo que llamara particularmente la atención. Por eso, mientras veía a su alrededor caminar a cientos de hombres y mujeres que parecían haber salido de un concurso de belleza alternativo, se preguntaba si aquello que a menudo le decía Luna era verdad: que parecía ser alguien que ocultaba, debajo de sus gafas y su desordenado cabello, lo mejor de sí mismo a los demás. Aunque, tal vez, una pequeña parte de sí mismo, sí lo hacía a propósito: acostumbrado a ser el centro de atención en el mundo mágico, no necesitaba destacar por alguna otra cosa más. En realidad, a Harry ni siquiera le apetecía destacar. Quizá por eso Camden Town era tan diferente, pero a la vez tan similar al mundo que conocía. Era como respirar aire puro en un lugar donde sabía que era su sitio, pero en el que al mismo tiempo seguía siendo solo uno más. Y eso no estaba nada mal.
Al continuar caminando, dirigió sus pasos hacia el mercado Camden Stables. En un principio, cuando esa mañana había escapado de sus obligaciones para ir a pasear, Harry pensó que no tenía destino alguno, sin embargo, una vez estando allí, se dio cuenta de que ese peculiar lugar también le recordaba a Luna. Y sin duda alguna, ella amaría cualquier souvenir proveniente de allí.
«¿Y así le gustarás a ella, Harry?» preguntó una vocecilla en su cabeza, que bien pensado, sonaba como Hermione cuando tenía once años, «En realidad eres bastante patético en el arte de la seducción, ¿eh?»
Sonrió. El cómo Luna había comenzado a gustarle no tenía una gran explicación. La chica siempre había sido diferente y su compañía le resultaba agradable. A su lado, Harry no se preocupaba de muchas cosas. Podía hablar de cualquier tontería y Luna siempre encontraría una manera de hacerlo interesante. Era graciosa sin proponérselo. Además, tenía una franqueza que en más de una ocasión lo había incomodado, pero que siempre agradecía. También era guapa: su cabello rubio, su piel pálida y esos cálidos ojos grises, casi cristalinos, llamaban indudablemente su atención. Era como si le gritaran: «Mírame, quizás puedas descubrir aquello que tanto has estado negando». Aunque, claro, admitir eso frente a Luna sería bastante vergonzoso.
«Ridículo» volvió a susurrar la voz en su mente, a la cual Harry decidió no prestarle más atención. Se concentró en caminar y en mirar las pequeñas mesas, donde las personas le sonreían, ofreciendo los más variados artículos, algunos de ellos realmente sospechosos. Incluso encontró un objeto mágico inofensivo para los magos, pero que tenía el mal hábito de hacer desaparecer un lápiz cuando los muggles más lo requerían. Siendo auror, quizás Harry debería haber comunicado al Ministerio de Magia aquella obvia violación menor a las reglas, pero prefirió seguir caminando. Ignorar el papeleo y algunas reglas absurdas era, después de todo, una de las especialidades de las que no se sentía particularmente orgulloso, pero que prefería conservar dentro de sí. Durante casi cuarenta y cinco minutos, debatió entre aquello que sería el regalo ideal. Había visto un collar raro, de esos a los que Luna era aficionada, y también un tapete con una figura extraña en el centro. Estaba convencido de que Luna amaría tenerlo en la entrada de El Quisquilloso. Sin embargo, tras otra caminata meditativa que lo llevó a la principal y ajetreada calle de Camden, Harry se decidió finalmente por pendientes hechos con pétalos de rosas (o, cuanto menos, así había afirmado la vendedora haberlos hecho).
—Por supuesto —ironizó, deteniendo sus manos para admirar los pendientes que casi podía imaginar en los lóbulos de Luna—, ella se dará cuenta de que te gusta con algo así.
—Podrías intentarlo tatuándote su nombre—respondió una fémina voz a las palabras que, Harry creía, había dicho en su mente—. No lo considerará como un regalo, y quizá te llame idiota, pero, vamos, la habrás impresionado.
Harry levantó su rostro. A menos de dos metros de distancia, una joven mujer lo miraba con diversión. Era muy guapa, y su cabello corto, desordenado y oscuro, lucía de una forma tan espectacular, que Harry se sintió tentado de preguntarle si había una forma de arreglar también su nido de pájaros. Tenía unos bonitos ojos azules, y estos parecían brillar gracias al maquillaje que los rodeaba. Su vestimenta era completamente oscura, ajustada a su piel. Potter logró con éxito mantener sus ojos en el rostro de la chica y no en las perfectas curvas de su cuerpo.
—En realidad… no creo que sea una buena idea —balbuceó y Harry casi deseó golpearse por lo ridículo que debería verse por ello. La mujer, no obstante, simplemente acentuó su sonrisa y apoyó en el suelo el anuncio publicitario de un local de tatuajes que había estado sosteniendo.
—¿Te dan miedo las agujas? —preguntó ella, jugueteando con el arete plateado que pendía en su labio inferior.
—No, no es eso.
—¿Entonces, qué es? —deseó saber, levantando su ceja perfectamente delineada.
—Nunca había pensado en ponerme uno —admitió al fin Harry, acomodándose absurdamente el sweater. Aquella mujer, de alguna u otra manera, le hacía sentirse avergonzado. Ella lo miró, repasando su cuerpo, como si estuviera buscando una parte de él que pudiera tatuar. Sus ojos se detuvieron en su frente y Harry se tensó, deseando haber ocultado mejor su cicatriz.
—A cualquiera le queda bien un tatuaje —aseguró, acercándose e invadiendo su espacio personal. Harry estaba convencido de que ella lo único que miraba era su frente, algo que terminó confirmando cuando ella pronunció—: Tu cicatriz tiene una historia, ¿cierto?
—Una que es muy larga y no es agradable de contar.
—Exacto —dijo ella, entregándole a Harry una pequeña tarjeta de color negro: ahí venía el nombre del negocio de tatuajes y dónde estaba ubicado—. Ésa es la diferencia entre los tatuajes y las cicatrices. Las cicatrices cuentan momentos de nuestra vida que no siempre son agradables de recordar, pero que están ahí, latentes… en cambio, trazamos tatuajes en nuestro cuerpo porque hay historias que no queremos olvidar.
Harry sonrió.
—¿Así es como atrapas a la clientela? —bromeó Harry, con suavidad—. ¿Dándoles un profundo discurso sobre tatuajes?
—No —Ella rió, alejándose al fin y otorgándole al moreno de llenar de oxígeno sus pulmones—. Es solo que pareces una de esas personas que se verían bien con un tatuaje. Y buena suerte con tu chica, porque si eso es lo que pretendes darle para conquistarla, creo que necesitarás mucha.
Potter trató de no sentirse ofendido mientras la joven mujer se alejaba de él y miraba a su alrededor, quizá buscando otro potencial cliente para su negocio. Mientras la seguía con la mirada, se dio cuenta de que en uno de sus brazos había un tatuaje de colores, cuyo intricado diseño parecía haber sido creado para completarse con otro. Su historia, como bien había dicho ella, debía ser interesante de escuchar.
—Esto es una tontería —murmuró en voz baja y siguió andado mientras le daba vueltas a la tarjetita que inclusive tenía un croquis de cómo llegar. Muy buena idea. En Camden Town había tantas tiendas que era fácil perderse.
El último lugar donde Harry se detuvo con los ánimos extraviados en alguna parte del suelo, fue en el primer pub que encontró cuyo nombre no le sonaba como un hechizo malogrado. Solo y con una cerveza frente a él, Harry intentó recordarse por qué estaba haciendo eso. De acuerdo, últimamente su vida era extraña. Desde que Hermione y Ron habían decidido vivir juntos, las cosas entre ellos se habían distanciado. Sí, su amiga seguía siendo tan mamá con él como siempre, pero… bueno, no se sentía –nunca se había sentido– cómodo interviniendo cada minuto en su relación. Luego había ocurrido su ruptura con Ginny. A Harry siempre le había impresionado lo bien que la pelirroja había actuado ante su inevitable destino. De los dos, tenía que reconocer que era la más valiente. Nunca pretendió alargar un final ridículo, ni tampoco lloró suplicando una explicación. Ella simplemente lo abrazó con todo ese cariño que siempre conservaría y le dijo que todo estaba bien, que lo comprendía. Harry ni siquiera sabía qué era exactamente lo que Ginny tanto comprendía, pero tampoco buscó una explicación.
Fue entonces cuando Luna regresó a su vida.
—¡Matthew! ¿Dónde te habías escondido? ¡Te han estado buscando!
Un grito, fuerte y jovial, distrajo las lamentaciones de Harry. El auror levantó su rostro y lo primero que se encontró fue al mismo barman que le había dado la cerveza. Aunque un poco mayor, la sonrisa de su rostro parecía ser más joven que la suya. En ese momento, pese a estar limpiando una copa, toda su atención se centró en alguien en particular. Curioso, Harry siguió la línea de su mirada, encontrando que, unos asientos más allá, un hombre dibujaba en su rostro una mueca desdeñosa.
—No me escondo —respondió la ronca voz del hombre que, sin que Harry entendiera por qué, provocó un intenso escalofrío en su espalda—. Y además, todos saben dónde trabajo.
El hombre –Matthew– era alto. Harry no podía verlo de frente, pero los rasgos que alcanzaba a ver de soslayo le hacían pensar que ese sujeto también era atractivo. Al igual que muchos en Camden, Matthew vestía completamente de negro. Su estilo, elegante y diseñado para resaltar cada detalle de su atractivo, le hacía pensar a Harry en una persona demasiado interesada en su apariencia física. Sus rasgos eran fuertes y sus labios no parecían acostumbrados a sonreír, pero cada cierto tiempo, parecía esbozar una sonrisa llena de ironía. Harry no podía ver el color de sus ojos bajo aquella oscuridad, pero casi apostaría que eran azules. Su largo cabello negro caía por el frente de sus hombros, y aquello, en lugar de suavizar sus facciones, parecía darle un toque más masculino. Sin embargo, al igual que con la mujer de antes, había algo en él que llamaba su atención más allá de su apariencia física (no es que Harry estuviera viéndolo de esa manera, claro que no). Era como intentar reconocer a alguien cercano, pero que había dejado de ver muchos años atrás.
—También quieren verte en The Black Cap —susurró el barman con tranquilidad. Matthew entornó sus ojos y tomó las dos cervezas que le eran ofrecidas—. Salúdame a Eve.
—Ve a saludarla por ti mismo —espetó el otro, sonriéndole de lado—. Ella no estará sola por siempre. Tal vez hasta yo podría secuestrarla un día.
Harry, que hasta ese momento había permanecido interesado en una plática que no era suya, sintió su rostro sonrojarse cuando los ojos de Matthew se encontraron con los suyos. El hombre, no obstante, mantuvo ese contacto visual durante un simple segundo, antes de hacer una seña con sus manos ocupadas en dirección al barman, y desaparecer entre la oscuridad del local.
—Es el dueño de Eros —dijo el barman a la muda pregunta de Harry, que al verse descubierto, se avergonzó—. Hace tatuajes.
—¿Eros? —repitió torpemente Harry, logrando que el otro riera como si hubiese dicho un chiste privado.
—El nombre no importa. Solo quería aclararte quién era.
—N-No me importa.
—Por supuesto —aceptó cordialmente—. A nadie aquí le interesa Matthew.
Esa misma noche, cuando Harry envió los aretes a Luna con la ayuda de una lechuza, aún seguía intentando recordar en dónde había escuchado antes el nombre de Eros. Lo descubrió veinte minutos más tarde cuando, al quitarse el pantalón, de uno de sus bolsillos cayó la tarjeta que aquella chica habladora le había dado. Ésta recitaba:
«EROS
Tattoo & Piercings
Camden Town»
Autora y Galleta envueltas en una frazada al habla: ¡Buenas noches a todos! nwn Aquí, presentando esta nueva historia. Vamos, antes de que me maten: es Drarry. ¿Cuando me han visto que yo no escriba un Drarry? O:! Nah, la verdad es que este es mi fic 69 y... ¡TENÍA que ser DRARRY! XD Lo saben, lo saben. Es cosa del destino.
Ahora, quiero agradecer a Nox BadWolf,por responder a una petición que hice, que dio origen a este fic. ;) ¡Muchas gracias! También a Shirokyandi, por la ayuda para con el título, jejejeje xD. A FanFiker-FanFinal por ser la Beta más fantabulosa de todo el mundo mundial. ¡En serio, ella es genial! -3-
De esta historia: Uh... jejeje, puedo decir que me he divertido bastante pensándola. Por cierto, nuevamente, todos los lugares mencionados sí existen. Nada me lo estoy inventando, excepto, claro, Eros,el cual es un chiste simbólico muy malo. Ya saben, soy mala con los chistes, pero de todos modos los hago xD.
¡Muchas gracias a todas esas personas que decidan acompañarme en esta nueva historia! :D
¡Gracias por leer y más gracias si se animan con un review para este pequeño fic!
Saludos y excelente fin de semana, de parte de la escritora perdida, PukitChan
P.D. Galleta va mejorando :D!
