Capítulo 1: ¡Qué macho!

El sol estaba por ponerse en la enorme metrópolis conocida como Zootopia, donde todos podían ser lo que deseen, aunque como en cualquier ciudad, eso incluye ser desde un lince traficante de estupefacientes hasta una liebre policía que seguía de cerca a dicho criminal.

¿Savage? ¿Dónde estás? ¡El jefe Bogo te está buscando! —Se oyó la desesperada voz de Garraza, el recepcionista y despachador de la ZPD—. ¡Jack, responde! Cambio.

—Aquí el detective Savage, estoy en persecución y a punto de atrapar a un sospechoso en un sedán azul —respondió la presa de orejas largas desde su radio mientras conducía hábilmente por las toscas calles de la Comarca de la Sabana—. Dile a Bogo que es el sujeto que Narcóticos y yo hemos estado siguiendo por meses. Cambio.

Entendido detective, ¿requiere refuerzos…?

—¡NO! —gritó en un impulso, pero luego se calmó—. Es decir, negativo, yo puedo solo, el sospechoso ya fue desarmado y conduce peligrosamente por la ciudad, pero no parece muy hábil, nada que yo no pueda…

¡Eso lo decidiré yo, Savage! —Otra voz lo reprendió desde su comunicador, haciendo que Jack perdiera la concentración unos segundos—. Este sujeto podría ser la clave para este caso, si lo vuelves a dejar ir…

—No volverá a pasar Bogo, se lo… ¡Rábanos! —maldijo cuando una mangosta se le atravesó y casi la arrolla—. Si dejará de distraerme podría haberlo atrapado hace tres cuadras…

¡No me culpes de tu incompetencia Savage! Más vale que me digas tu posición porque si no…

Jack apagó el radio aún sabiendo que el búfalo lo mataría de regreso a la estación, probablemente le costaría su ascenso o lo retrasaría más obtenerlo, pero la sola mención de su anterior fracaso por atrapar a un criminal y la situación tan familiar por la que se encontraba ahora, le recordaba al incidente que pasó hace unos meses, cómo su vida cambió de manera tan brusca sin que se diera cuenta. También le recordaba… a ella.


Hace tan sólo 3 meses atrás, las investigaciones del prominente detective Jack Savage lo había llevado a una persecución de un posible pez gordo del narcomenudeo; imprudente y orgulloso como sólo Jack sabe, intentó atrapar por su cuenta al fugitivo, un escurridizo lince que logró burlar a la liebre y que huía en un auto deportivo robado, mientras que el animal de franjas negras lo seguía de cerca en las calles céntricas de Zootopia.

Pese a que su trabajo era más el de investigar y seguir pistas, como agente de campo no lo hacía nada mal, y una fama de atrapar criminales desde sus primeros años en la fuerza lo avalaban, no era extraño verlo cazar delincuentes cual si fuera un depredador a su presa; aunque las persecuciones en auto no eran sus favoritas y los coches en general tampoco eran su tópico predilecto, no por eso era menos hábil manejando su vehículo de carrocería naranjada en vez de la típica patrulla policiaca, parecía más un auto de civil de no ser por la sirena que no dejaba de sonar cuadras atrás, uno de sus beneficios como detective reconocido del Departamento de Policía de Zootopia.

El criminal derrapó sin control al dar mal una vuelta, invadió la vereda y terminó entrando a uno de los parques más grandes de Zootopia, quedando de espaldas con una barda de ladrillos; ese momento de torpeza fue aprovechado por Jack para intentar cerrarle el paso.

—¡Ya te tengo maldito! —vitoreó alegre cuando se acercó con gran rapidez a bloquear el paso del fugitivo entre las rejas del parque y su bólido de color ocre dorado—. Te voy a… ¿qué cara…?

Jack trató de acelerar, pero el carro sólo se movía por inercia y su velocidad se reducía mientras avanzaba, sus orejas se tensaron de golpe cuando estas ya no escucharon el característico ruido de su motor; sin esperar que su coche se detuviera por completo, intentó encender de nueva cuenta el vehículo repetidas veces sin éxito.

—¡No, no, no! —Giró las llaves con apremio—. ¡No ahora, maldición!

Encolerizado, golpeó el volante con ambas patas y luego soltó una palabra soez que su madre jamás debía oír de él. Al notar que el criminal seguía en el auto robado y a sólo 10 metros de distancia, una mueca de esperanza se dibujó en su rostro; enseguida se deshizo del cinturón de seguridad y salió raudo y veloz de su anaranjado vehículo. Haciendo honor a su especie, corrió con gran celeridad, pero a escasos metros del parque, el criminal encendió el coche y estuvo a punto de arrollar a Jack, quien con ágiles reflejos logró saltar a un lado y rodar lejos del peligro. El detective miró hacia su agresor y fue recibido por el dedo de enmedio del lince desde la ventana del conductor; el vehículo del felino se alejó haciendo que el humo del tubo de escape cubriera a Jack y su smoking recién sacado de la tintorería.

—Bastardo, cof, cof —carraspeó sin control—, cof… no… no puede ser.

Sin pensarlo dos veces y muy a su pesar, sacó el radio de su chaqueta y contactó a Garraza para informar los datos del sospechoso; sabía que el criminal probablemente escaparía, pero no perdía nada en informar y rezar porque algún torpe oficial pudiera interceptarlo, aunque su experiencia le decía que eso casi nunca pasaba.

Frustrado, entró a su automóvil y continuó tratando de hacerlo funcionar. Luego de 10 minutos de intentos en vano, azotó su cabeza contra el claxon, haciéndolo sonar en señal de derrota.

—No lo entiendo, no tiene más de 2, no, 3 meses que lo llevé con Jerry y él me prometió que no tendría ninguna falla… Jerry… —Alzó su cara con inusual alegría—. Jerry… ¡Jerry! —La sonrisa de la liebre se volvió una mueca sádica cuando descubrió al posible culpable de su infortunio—. Espero que ese viejo zorro tenga una buena explicación para esto, 15 años de conocernos y nunca me había quedado mal. —Miró su reloj, un cuarto de hora para las cinco, indicaron las manecillas—. Más vale que no haya cerrado su taller el muy infeliz.

El detective sacó su móvil y marcó al número del local de Jerry; esperó a que enlazará la llamada, pero sólo sonaba y nadie respondía; lo intentó 3 veces más. Jack comenzaba a impacientarse, provocando que pataleara constantemente el piso del vehículo; cuando estuvo por colgar por 4ta vez, el interlocutor por fin respondió.

Aaahhhhhh… —Se escuchó un suave bostezo del otro lado de la línea—. Buenos días, ¿en que le podemos servir?— La voz femenina y con un toque campirano le respondió.

—¿Buenos días? ¡Buenas tardes, o noches prácticamente! Escucha Jerry tengo un… —La liebre cayó en cuenta que no era la ronca y áspera voz del viejo zorro, si no una más suave y aguda, incluso dulce—. Disculpa, ¿estoy llamando al Taller de Jerry?

Así es amigo, ¡el mejor taller mecánico de todo Zootopia! —Le confirmó de forma cantada—. ¿Qué necesita, amigo?

—¿El mejor? ¡Mi cola! Escucha niña, necesito que me comuniques con Jerry, es muy…

¡Señorita para usted, don exigente!

—Lo que sea, ¿me comunicas por favor con…?

Mi apá no puede contestar ahora porque…

—¡Rábanos!

Oye, ese lenguaje…

—Estoy corto de tiempo, señorita; hágame un favor: mi auto no arranca y está varado en la entrada suroeste de Zebra Park, ¿podría decirle a Jerry que venga a remolcarlo?

Entiendo, enseguida lo haré pero ¿qué vehículo lleva?

—Jerry ya me conoce, sólo dígale que habló Jack Savage, adiós y gracias señorita.

¿Jack… Savage? ¡Oiga, no me cu…!

La liebre colgó sin más. Guardó su dispositivo y luego abrió la guantera para sustraer una gruesa carpeta con varios casos. Aunque hubiera fallado en capturar al criminal, aún tenía mucho trabajo por hacer y aburrido papeleo que llenar; le incomodaba trabajar en un espacio reducido, esperaba que Jerry no demorara mucho para poderse irse a casa a seguir trabajando, pero primero debía pasar a la estación para que Bogo le gritara por su fracaso.

—¡Grandioso! El día no podría ponerse mejor —mencionó con fastidio dándole vuelta a la hoja.


Jack estaba que no lo calentaba ni el sol, el cual por cierto, amenazaba con ocultarse en cualquier momento. Ya estaban a punto de dar las 6 y ni las luces de Jerry, en serio que lo iba a oír cuando lo tuviera enfrente. El detective Savage no era un animal paciente ni siquiera para un amigo de años como el viejo zorro gris, que esperaba tuviera una razón de peso para venir tan tarde. La ansiosa liebre se desesperó con seguir sentado incómodamente y decidió esperar afuera con los brazos cruzados, incluso la posibilidad de dejar su coche ahí pasó por su mente varias veces, ya era imposible reportarse a la estación a esta hora y daba igual. Bogo iba a desayunar liebre asada mañana.

A los pocos minutos, las orejas de Jack se tensaron al escuchar el motor familiar de cierta grúa destartalada, la cual no tardó en aparcarse enfrente del automóvil naranja.

—¡Por fin! Ya era hora Jerry —La presa no pudo evitar alzar el tono de su voz y desquitar su mal humor contra el conductor de la camioneta—. ¡Llevo casi una hora esperándote y aunque no quiero saltar a conclusiones, todo parece indicar que esta descompostura es por tu… tu… tu…!

De la camioneta salió una zorra ártica en overol de mezclilla y una remera blanca de manga corta; enseguida, Jack se quedó sin habla al ver a una atractiva hembra en ropas tan gastadas y sucias que no combinaban para nada con la pulcritud de su pelaje beige, casi blanco. Todos los reclamos e insultos que estaba por soltar se desvanecieron al momento que miró los ojos azul celeste de la chica.

—Feh, machos —la vulpina suspiró divertida— parece que nunca habías visto a una hembra en tu vida, amigüito.

La liebre no respondió, aún analizaba a la chica minuciosamente y sin mucha sutileza.

—¿Tú eres Jack Savage?

—Ah, ah —la liebre regresó a la realidad—, perdón, ¿qué dijiste?

—¿Que si tú eres Jack Savage? El cliente desesperado que pidió una grúa.

—Ah, eso sí, ese soy yo… pero… ¿Desesperado? —Él parpadeó tres veces y volvió a poner los pies en la tierra—. Oye, ¿y quién eres tú?

—Soy Skye, tu nueva mecánica, lamento el retraso pero…

—Wowowo, espera un segundo, ¿Eres mecánica? —la cuestionó, casi incrédulo.

—¿Algún problema, amigüito? —respondió molesta al sentirse ofendida por su comentario.

—No, para nada. —La inspeccionó de los pies a la cabeza, sin reparo— ¿Y dónde está Jerry?

—Está de vacaciones, fuera de Zootopia. —Movió su cola para que él dejara de hacer eso y le prestara atención— ¿Podrías…?

—¡Rayos! Necesitaba hablar con él, ¿sabes cuando regresa?

—Probablemente dentro de mucho tiempo, mi papá se tomó un año sabático.

—¿¡Qué!? ¡Debes estar bromeando!

—No, esta vez no, ahora, si no te importa me gustaría revisar tu auto antes de…

—Oye, un momento, ¿cómo que su hija? El viejo Jerry nunca mencionó que tenía una.

—Claro que no lo hizo, porque en realidad, él no es mi papá… él es… mi papacito. —Entrecerró los ojos e hizo un gesto de vergüenza—, es mi sugar daddy. —Cubrió su hocico con una pata, mostrándose apenada.

A Jack se le fue el color del rostro, se tensaron sus orejas y miró expectante a la vulpina.

—¿Qué? ¿E-e-e-es en serio? —preguntó con cautela.

—¡No idiota! Es mi padre biológico. —Soltó una breve carcajada— Ja, ja, debiste ver tu cara de degenerado.

—¡Oye! ¡No te burles de mí, niña!

—¿A quién le dices niña, enano? —hizo un ademán con la pata, acentuando su diferencia de altura entre ambos. —Heredé el pelaje de mamá, pero soy su hija, ¿a qué viene la pregunta?

—Oh, lo siento señorita, pregunto porque no recuerdo que Jerry mencionara tener una hija, mucho menos una mecánica que trabajara con él y que nunca vi en su taller, por lo que encuentro muy extraño que no me haya avisado que tendría unas vacaciones tan largas. Así que, para sacarme de dudas ¿Le importaría mostrarme sus papeles?

—¿Mis papeles? Feh, ¿qué eres, policía?

—Sí… sí lo soy… —mencionó con un poco de amargura en la voz.

—Ja, ja, ja —carcajeó— Sí claro, y yo soy Blanca Nieves.

El detective abrió el costado izquierdo de su saco y le dejó ver la insignia policíaca que colgaba de su cinturón.

—Linda placa amigüito, debe ser de juguete, igual que esa pistolita que cargas ahí.

—¿Qué? ¿De qué está hablando? —Jack miró su cintura—. Mi arma no está en…

—Yo no me refería a tu revólver, tesoro.

Él frunció el ceño; ella arqueó las cejas divertida.

—Como sea, su identificación y registro, señori-

—Háblame de tú, llámame Skye.

La liebre aspiró exasperado, aclaró su voz y reanudó la conversación.

—Bien Skye, enséñame tus papeles; no me hagas mostrarte mis esposas —le ordenó con autoridad y seriedad.

—Eso sería interesante —le guiñó—, pero ok, tú ganas.

La vulpina metió su pata en el cuello de la remera y empezó a esculcar su propio pecho, como si buscara algo; detalle que no pasó nada desapercibido para Jack, quién por décima vez, inspeccionó los marcados atributos delanteros de la chica, pero esta vez sin tanta discreción.

—Ahora que recuerdo, papá me habló de ti.

—¿E-e-e-en serio? —intentó concentrarse lo mejor que pudo en sus palabras, pero su mirada y mente estaban procesando otro tipo de información.

—Seh, el dijo algo de un tal Salvaje —su zarpa continuó dentro de su blusa sin importarle que esta captara la atención de la liebre—, dijo que era un viejo amigo, un policía que conocía de hace años y que siempre le traía su coche a revisar cada mes sin falta. Siempre decía que era un oficial cuadrado y con un trajecito estúpido, pero hey, no imaginé que fueras tú —sonrió taimada.

—Ah, ja, ja —rió como bobo, luego reaccionó cuando proceso el insulto—… Oye, ¿qué?

—Ja, ja, lo último es broma, ¿qué te pasa Jack? ¿Por qué no hablas? —Retiró por fin su extremidad de la prenda— ¿Siempre eres tan callado?

—N-n-no, diga, sí, ¡¿Y tu identificación?! —exigió clavando su mirada en el cuello de Skye siendo que no podía llevar ni más arriba ni más abajo su campo de visión.

—¡Ah, eso! —Sacó dos tarjetas del bolsillo frontal de su overol—. Aquí tiene oficial, identificación y registro.

Jack se quedó absorto al ver la brevedad con la que le entregó lo solicitado.

—¡Todo el tiempo estuvo…! ¿Por qué metiste tu…?

—¡Ay, pilluelo! —Aparentó fastidio—. Tenía comezón, creo que debí haber usado brassier hoy.

La liebre casi se atraganta con su propia saliva, luego aclaró la garganta y evitó todo contacto visual con la zorra mientras revisaba sus papeles; todo parecía en orden. Cuando estuvo por devolverle sus credenciales, la fecha de su nacimiento le llamó la atención, desvió la mirada para hacer una operación mental, la chica tenía 19 años cumplidos. Menos mal, ponderó aliviado.

—Si sólo quería saber mi edad pudo haberme preguntado, detective Jack Herbert Savage… pppfff… je, je. Herbert.

—¡No quería saber tu…! Espera, ¿cómo supiste que mi segundo nombre es Herbert?

—Eso dice tu identificación, la tomé prestada mientras mirabas mis senos.

—¡Yo no…! ¿En qué momen…? —farfulló con la cara ruborizada— ¡Debería arrestarte por tomarle el pelo a un oficial! Toma la tuya y devuélveme la mía —le extendió la pata con sus documentos. La vulpina no le hizo caso y continuó leyendo la papeleta de Jack con gran interés.

—¿Tienes 27 años? No te ves tan viejo, ¿todos los conejos son tan tiernos o sólo tú?

—¡Dame eso de una vez! —Le arrebató el plástico de mala gana— Y no me digas tierno, a los conejos y liebres no nos gusta que nos digan así otros…

—¿Zorros?

—Animales, iba a decir animales. Sólo entre nosotros nos decimos así. ¿Podríamos volver al asunto de mi auto?

—¡Al fin! Es lo que te dije desde un principio, ¿ahora si me crees o vas a continuar actuando como un mal policía?

—Sí, sí te creo, y no estaba fingiendo, se me hizo sospechoso y sólo seguí el procedimiento de rutina.

—Sí claro.

—No sé porque Jerry nunca te mencionó, aunque empiezo a entender porque.

—¿Qué dijiste, conejito?

—Feh… nada, nada. —Cruzó ambos brazos con fastidio.

La zorra miró con recelo a la liebre unos segundos, luego de sostener la mirada con él y al no ver ninguna reacción de miedo o pánico, ella sólo rió.

—Ja, ja. Me agradas Jackie, aunque eres un poco serio.

—Lo lamento, me cuesta trabajo sonreír cuando he tenido un muy mal día. Perdí un criminal muy importante para un caso que he seguido por semanas, mi jefe me va a matar por no haberme reportado hoy y la supuesta persona que debía ayudarme con mi auto no está y en su lugar está una chica que no deja de bromear y ver todo como un maldito juego.

La presa dijo lo último casi gritando y con bastante hostilidad en su voz. La chica bajó sus orejas un par de grados. luego recogió con pena sus tarjetas de las tensas patas de la liebre y las guardó. Él se percató enseguida de cómo sus tenues y bellos ojos perdieron brillo y se sintió como un villano.

—Lo lamento. —Suspiró Jack arrepentido—. No quise ser tan brusco.

—No, no se disculpe señor Savage, yo soy la que debería hacerlo, creo que, me dejé llevar; como es un amigo de mi papá, pensé que usted sería un poco más… olvídelo, cuanto lo siento.

—Para nada, sólo estoy de malas y no debería desquitarme contigo, se nota que tenías buenas intenciones.

—Sí, pero no…

—Y es muy comprensible, Jerry es un zorro con un pésimo sentido del humor y que no sabe cuando callarse, era obvio que su hija fuera así, igual que él; no sé cómo no me percaté de eso antes.

—¡Oye! ¿Acaso…? ¿eso fue una broma? —Golpeó su hombro sin fuerza—. ¡Ay pillín! Sabía que no eras tan amargado después de todo.

—No soy el alma de las fiestas, pero a veces me inspiro.

La vulpina vio por fin una sonrisa en esa estoica liebre. Era mejor de lo que imaginó. La presa de franjas tosió cuando sintió que la chica se le quedó viendo demasiado tiempo y la hizo reaccionar.

—Es tarde y aún tengo trabajo por hacer, ¿podrías remolcar mi auto e irnos al taller de tu padre para arreglarlo?

—¿Qué? ¡Oh, oh, oh! Claro, tu coche. Enseguida lo haré, pero primero, ¿qué tiene?

—No tengo idea, perseguía a un auto a más de 120; todo iba bien pero cuando estuve a punto de acorrarlarlo, el motor se detuvo de la nada. Quise arrancarlo, pero nada, simplemente no encendió.

—Ya veo, ¿la persecución duró mucho tiempo? ¿El auto estuvo expuesto al sol todo el día, verdad?

—Duró no más de 10 minutos, y sí, estuve casi todo el día en Plaza Sahara hasta que terminé aquí, supongo que sí, ¿cómo lo supiste?

—Una corazonada. Suena a que el motor se calentó más de lo debido, pero tendría que asegurarme, ¿revisaste el indicador de la temperatura?

—Ah… bueno, eso…

—Hmmm, tomaré eso como un no. Bueno, creo que suele pasar con los citadinos que tienen demasiada prisa para revisar su auto antes de salir.

—¡Hey! Claro que siempre tengo prisa, pero es porque soy policía; por eso llevaba mi auto cada mes con tu padre. De hecho, creo que esto debe ser algo que omitió porque él me ha garantizado que mientras lo lleve con él, nunca me fallará.

—Bueno, eso le decimos a todos pero en teoría no es garantía. Y… ¿en verdad llevaste tú auto el mes pasado?

—¡Por supuesto que…! —Tocó su barbilla pensativo—. No, creo que no lo llevé el mes pasado, tuve la auditoría del departamento, ¡ah, pero el mes antepasado…! —Chasqueó los dedos—. Tampoco, creo que fue porque ese día me tuvieron que sacar una bala.

—¿Qué? ¡Una bala!

—¿Eh? Ah, sí, pero no fue la gran cosa, no era la primera vez que me pasa.

—¿La primera? ¡Dulces moras! —Cubrió su hocico con preocupación—. Pero volviendo a tu auto, dudo que hayas lo llevado a revisión hace tres meses, que fue cuando papá salió y me dejó a cargo su taller.

—Creo… que es cierto.

—Cómo ves, algo que no revisó mi papá o tú pudo haber causado la falla, eso sin contar que las llantas y las suspensiones se ven muy gastadas, supongo que te tomas muy enserio tu trabajo o le entras a las carreras ilegales.

—¡Jamás haría algo que rompiera la ley! Además, no soy tan bueno con los autos, no estaría aquí de ser así.

—Ah… ya veo —dijo con cierta desilusión—… A lo que voy es que pudo haber cientos de cosas que causaron la descompostura, pero apuesto tu placa falsa a que el motor se sobrecalentó.

—¡Oye!

—Je, je; pero haré una inspección rápida. Iré a la camioneta por mis herramientas, mientras abre el cofre, ¿Quieres Jackie?

—¿El qué?

—El cofre o el capó de tu coche, ya sabes.

Jack la miró con una cara claramente confundida. La vulpina alzó la vista y exhaló.

—La puerta que da al motor.

—Oh, Ahhhh. ¿Pero co…?

La zorra le dio la espalda y se dirigió a su furgoneta.

—Ay, estos citadinos…

El detective se quedó con una gran duda, pero quería evitar caer en más burlas de la chica, así que sacó sus llaves y se puso a buscar algún botón que abriere el acceso al compartimiento delantero de su vehículo; inspeccionó la pequeña caja negra pero no encontró ninguno.

—¿Qué haces Jack? —Regresó la chica con una pesada caja metálica—. Deja de jugar y abre el cofre, pensé que tenías prisa.

La zorra espero a que la liebre fuera hacia el asiento del piloto, pero en su lugar se quedó confundido como si buscara un botón extra en sus llaves.

—¿Jack?

—¡En eso estoy!

—¿De qué hablas? Sabes que el cofre se debe abrir manualmente desde adentro del vehículo.

—¿Ah sí?

—Vamos Jack, actúas como si nunca en tu vida hubieras abierto uno.

—Ah, je, je, je…

La risita nerviosa no parecía característica de él, la vulpina se dio cuenta enseguida.

—¿Jack? ¿Acaso nunca has…? ¡Oh por todas las moras…! Pppppfffff, ja, ja, ja… JA, JA, JA, JA, JA. —La zorra se echó a reír.

Él la contempló molesto por mofarse a sus expensas y avergonzado porque una chica se burlara de su ignorancia.

—Oye, basta. ¿Qué tiene de…?

—JA, JA, JA, JA… ¡Oh cielos! ¿En serio? ¿Tan grandote y no sabes cómo? ¡Ja, ja, ja!

—¡Hey, ya corta eso! No le veo la gracia; no todos sabemos de mecánica, por eso recurrí a tu padre para…

—Ja, ja, ¿cuál mecánica? Abrir el cofre de un auto no requiere conocimientos técnicos de nada, es simple sentido común del conductor, ¡vamos! Cualquiera que se diga macho debe saber mínimo cosas básicas como esas de coches.

—Pues yo lo único que sé de coches es manejar, y no más.

La risa de Skye se hizo más aguda y muy fastidiosa para aquella liebre que ya pataleaba el suelo con evidente molestia.

—Vaya, ahora suenas como Jerry contando ese pésimo chiste de los nudos…

—Ay, no, ja, ja… en serio… por favor, basta, ja, ja… me van a reventar los costados. —La vulpina comentó a la par que intentaba controlarse—. Si fueras una hembra lo entendería… ¿pero un macho que no sepa de autos? Vaya, eso sí que es patético.

—¡Mira niña, no te permito que me hables así!

—Uy, ya se enojó la princesa… ja, ja, ja.

El detective sólo apretó la mandíbula y reprimió las ganas que tenía de expresarle su opinión a regañadientes. Pero recordó que antes que nada él era una liebre con modales y no debía perder los estribos enfrente de una (supuesta) dama, y menos frente a la hija de un amigo. Debía hacer un esfuerzo, aunque esa tipa cuestionara su masculinidad. Tomó un respiro y continuó.

—¡Eso es ridículo! Es como decir que no eres una hembra por no saber maquillarte, y por lo que noto, puedo apostar que así es.

—Reconozco que no soy tan femenina, pero para tu información sí sé retocarme, es obvio que no me voy a pintar como payaso cuando voy a trabajar rodeada de máquinas grasosas; pero tú, Jackie, se supone que eres un macho, básicamente ustedes sólo nacen para saber reparar nuestros autos o nuestros refrigeradores, no más. —Le sonrió orgullosa.

—¿Qué diablos? ¿O sea que, basas la condición de un macho por algo tan… trivial y estúpido como eso?

—Pues llámalo como quieras, pero personalmente yo no saldría con un chico que no supiera nada de reparación, por muy guapo o conversador que fuera, para eso mejor me busco una amiga.

—¡Oh por todos los cielos, eres increíble! —bramó en un tono satírico.

—Gracias, lo sé.

La liebre masajeó su sien tratando de que no le diera migraña por el coraje.

—Sólo un completo idiota saldría con una chica tan loca y exigente como tú.

—Quizás, pero al menos sé que sería uno que supiera abrir el capó de un coche, je, je.

—Tsk…

La vulpina vio la expresión poco amigable de la liebre, y antes de que este decidiera arrancarse las orejas, optó por relajar el ambiente.

—Bueno, bueno, ya, quizás exageré un poco…

—No, para nada —mencionó cruzando los brazos y desviando la mirada.

—Ok, ya, lo lamento Jackie; pero me parece increíble y bastante extraño, es decir, llevas años llevando tu auto con mi padre y… ¿ninguna vez te has fijado en lo que hace? ¿Ni por curiosidad o por temor a que te estafe?

—Ya te dije que Jerry es un amigo de años y confió en él, y francamente, nunca le vi el caso hacerlo; Mientras él lo revisaba, yo leía expedientes de casos pendientes, no tengo tiempo que perder en pequeñeces.

—¿Pequeñeces? ¡Oye! Esas pequeñeces son seguramente las cosas que hicieron que tu auto no arrancara. Vamos Jack, en serio no puedo creer que no sepas ni lo básico de autos, digo, todo padre le hereda ese conocimiento a sus hijos, ¿qué nunca te enseñó?

—No, jamás lo hizo —masculló con un semblante serio.

—¿Por qué? ¿Acaso no te juntabas con tu padre?

—No, ahora deja de…

—¿Pues que hacía? ¿Trabajaba todo el tiempo?

—No. Y en serio, no quiero…

—¿Y entonces qué? No entiendo porque jamás te enseñó algo tan…

—¡Qué se yo! —Explotó fúrico—. El muy maldito estaba muy ocupado dejando sola a mi madre y a mis 23 hermanos como para enseñarme esta clase de estupideces. —Lanzó ambos brazos al aire, endureció su mirada y la dirigió a donde no pudiera ver a la vulpina, mostrando sin intención como una vieja herida se abría en su pecho.

Skye perdió el buen humor enseguida y se quedó muerta de la pena al oír eso, sus orejas y cola lo denotaban.

—Lo lamento Jackie… yo, lo siento —Agachó la cabeza con vergüenza—, no tenía idea…

—Bah. —Suspiró—. Olvídalo. No tenías que saber eso. —Se cruzó de brazos fastidiado.

—Siento mucho haberme burlado, yo…

—Basta, ¡basta! —Alzó su pata para silenciarla—. No hagas eso por favor.

—¿Qué cosa?

—Si hay algo que detesto más que las burlas, es que me traten con lástima.

—Pero yo no…

—Vamos, ya, quita esa cara larga que no te queda —Abrió los ojos e intentó desaparecer alguna seña de dolor en su rostro—, casi extraño la cara que pusiste cuando dudabas de mi masculinidad —comentó intentando cambiar el tema de conversación.

La vulpina comprendió su actitud; le regaló una sonrisa discreta y luego se le ocurrió una idea para suavizar el ambiente.

—¡Ya sé! En vez de burlarme de eso, mejor te enseño.

—¿Enseñarme? —Levantó sus orejas con sorpresa—. Oye, no te molestes, está bien, no necesi…

Sin hacerle caso, ella lo jaló de la pata, abrió la puerta del conductor y lo hizo sentarse.

—Tranquilo, no es muy difícil.

—¡Pero yo no…!

Skye le cerró la puerta en las narices, luego se dirigió al asiento del copiloto y se sentó a su lado dentro del vehículo.

—¡Fiu…! Vaya, así luce el auto de un policía por dentro… ¡que porquería!

—No he podido llevarlo al autolavado.

—¿Autolavado? Pppfff, ¡es una estafa! Te ahorrarías un par de billetes si le dieras una buena limpiada por tu cuenta.

—Te digo que no tengo tiempo, sólo me dan un día libre a la semana y aún así lo ocupo para seguir investigando, no creas que me rasco la panza.

—¿Trabajas en tu día libre? Siento pena por ti, Jackie. Deberías tomártelo con más calma, con razón estás tan crispado.

—Mira… ¿podríamos regresar a lo de mi auto?

—Oh, si claro, lo lamento, me distraigo con facilidad.

—Ya lo noté.

—Antes de enseñarte, déjame revisar la temperatura del motor, ¿sabes como hacer eso?

—No.

—Aquí. —Señaló un indicador del tablero del vehículo— La temperatura no debe exceder ningún límite, si eso pasa, se encenderá este botón, ¿recuerdas que se haya prendido?

—Creo… creo haber visto esa luz encenderse, pero no le presté importancia por la persecución.

—¡Lo sabía! Este auto es un modelo moderno y cuando detecta que el motor está demasiado caliente, se desactiva para evitar que se desviele. Tuviste suerte Jackie, de no haberse apagado, pudiste haber fastidiado el motor y estarías sin auto por mucho tiempo.

—¿En serio? ¡Y todo por olvidar llevarlo al taller!

—Hey, hey, no exáctamente, cualquier conductor debería revisar la temperatura y el nivel del líquido refrigerante antes de salir, algo que tú debiste haber hecho, Jackie.

—Entonces, ¿dices que es mi culpa?

—En teoría sí, pero también debo corroborarlo, porque un buen mecánico nunca…

—Da nada por sentado; lo sé, el lema de tu padre, y el mío también.

—Exacto. Para eso, hay que echar un vistazo al motor, la palanca para abrir el cofre debe estar debajo, a tu derecha.

—No hay nada aquí.

La zorra miró y tampoco vio nada.

—Hmmm, debe ser el modelo, quizás está a la izquierda.

El detective atisbó en esa dirección sin éxito.

—No lo veo.

—¿Seguro? ¿Buscaste bien?

—Claro que busqué bien, aquí no hay naaaaaaa… ¡Argh! ¿Q-q-qué diablos haces?

La mecánica se recostó entre los muslos de la liebre, estirando su cabeza y patas.

—¿Qué te parece que hago? Estoy buscando la palanca en este angosto auto de conejo y no alcanzo tu izquierda. —Miró confundida mientras apoyaba su cuerpo sobre las piernas de Jack—. Que raro, debería estar…

—¡S-S-S-Skye! —La llamó por su nombre al sentir los movimientos bruscos de la vulpina en su regazo, dándole un escalofrío que erizaba todo su pelaje. Y no era lo único que lo alteraba; la imagen de una chica ahí abajo le daba malas y terribles ideas que podrían hasta malinterpretarse.

—… aquí. A menos que, está aquí debajo.

La chica retrocedió su cuerpo y luego metió la cabeza debajo del volante y entre las piernas de Jack. Él sólo miró nervioso para otro lado y cerciorándose que no hubiera ningún otro transeúnte cerca.

«Piensa en algo feo, piensa en algo feo» —repetía Jack en sus pensamientos. Luego miró a su derecha y sus ojos se toparon con la curvatura natural que producía su espalda y su abultada cola—. Dulces galletas con queso… —murmuró casi sin voz…

—¡Listo! Ya lo encontré. —La vulpina se irguió enseguida—. Estaba debajo del volante y hasta atrás, sólo estira tu pata y jálala hacia ti… ¿Te pasa algo Jack?

—¡No, no, no, no, no! Para nada. —Él empezó a buscar frenéticamente la palanca con una sonrisa nerviosa y evitando el contacto visual con Skye; después del undécimo intento, dió por fin con ella, la tiró hacia él y se oyó un ruido adelante del coche.

—¿Estaba muy dura, Jackie?

—¿¡Q-q-q-qué cosa!?

—La palanca, ¿qué más? Tardaste mucho en…

—Pa-pa-pa, para nada, só-só-sólo no di con ella enseguida… errr, ejem. —Aclaró su garganta—. ¿Ahora qué? ¿No se suponía que se debía parar, errr, levantar el cofre? Sigue igual.

—No funciona así, sólo abriste el acceso de seguridad, hay que salir y alzarla manualmente. —Jaló la manija del pasajero pero sin abrir la puerta por completo, ¿vienes?

—Cla-claro —respondió aún exaltado.

Jack salió disparado del vehículo; ella lo miró con una sonrisa cómplice y lo alcanzó después.

Enfrente del auto, la mecánica continúo con las indicaciones.

—Jala esta otra palanca y levanta el capó.

Él obedeció enseguida y terminó por sostener la puerta con ambas patas.

—¿Cómo atoro esto?

—Vaya, no eres tan despistado. No te preocupes, este auto no tiene varilla para sostenerlo, levántalo más hasta que se entrabe y podrás soltarlo.

Acató lo que la chica le dijo y la miró esperando más indicaciones, luego notó que se iluminaron los ojos de ella al contemplar el motor de su vehículo.

—¿Skye?

—Wow, mira esta chulada —comentó emocionada—, un hermoso y raro motor de 6 cilindros, no me suelen llevar esta clase de bellezas al taller. Para no saber de autos, al menos tienes buen gusto Jackie.

—Yo sólo elegí el color, tu padre me sugirió el mejor auto que podía costear en su momento para perseguir criminales. Y funcionó de maravilla hasta ahora; atrapé a casi todos, debo añadir.

—Con estas características y las revisiones de papá, no lo dudo. —Cubrió su pata con un trapo y luego la colocó sobre el motor—. Sigue un poco caliente y eso que ya pasó más de una hora. —Continuó su inspección del interior del auto hasta que algo llamó su atención—. Jack, quiero que te fijes en esto. —Señaló el costado derecho del cofre—. Este es tu depósito del anticongelante, como puedes ver está prácticamente vacío; esa debe ser la causa de la descompostura.

—Espera, ¿anticongelante? ¿Qué no dijiste que el motor se calentó? ¿Qué tiene que ver una cosa con otra?

—Es sólo el nombre, pero en realidad el líquido que almacena hace ambas cosas: regula la temperatura del motor para evitar que se congele o que se caliente. ¿Nada se te escapa, eh Jack? Veo que eres muy curioso y observador.

—No sería detective si no lo fuera; entonces, ¿sólo era eso?

—Probablemente, hay una forma muy rápida de saberlo, ¿tienes agua?

—Claro, siempre llevo en mi cantimplora.

Sin perder tiempo, Jack regresó al asiento de su auto y le entregó una botella a Skye; ella abrió la tapa del depósito con un trapo, luego vertió el contenido en el tanque.

—¿Sólo necesitaba agua?

—No es tan simple, necesita un líquido especial, pero servirá como un sustituto temporal y hará funcionar tu vehículo sin necesidad de llevarlo al taller, por ahora.

—¡Qué grandiosa noticia!

La liebre sonrió con naturalidad y la vulpina quedó más que complacida de verlo animado.

—Hazme un favor, enciende el auto y revisa el indicador de temperatura. Intenta no arrollarme, cielo.

Enseguida, la liebre subió al vehículo y lo arrancó sin mayor problemas, un gritó de felicidad se escapó de sus fauces y le mostró a la chica una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Funciona de nuevo Skye! ¡Yahoo!

—Sí, ya lo noté, y el motor parece marchar sin problemas, ¿qué dice el indicador?

—Un segundo, aún se mueve… oh, ya. Aún está marcando que está caliente, pero no tanto, ¡Y creo que desciende!

—Lo supuse, creo que es todo. Déjalo encendido para que circule agua por todo el circuito.

Jack bajó del vehículo y se reunió con la chica mientras ella bajaba el capó.

—¿Entonces es todo? ¿Ya está arreglado?

—No exactamente, no es normal que se vaciara el líquido. Noté que una de las mangueras del radiador goteaban, parece tener una fuga minúscula, es muy posible que sea la que ocasionó la pérdida del líquido refrigerante.

—Ya veo —mencionó triste a la par que sus orejas descendía—, aún tienes que revisarlo en el taller, ¿verdad?

—Sí, aunque no es necesario que lo hagamos hoy, ya es tarde y si estás tan ocupado de trabajo, podemos dejarlo para otro día, aunque sugiero que sea lo más pronto posible.

—¿De verdad? —alzó inconsciente ambas orejas y la miró con gran entusiasmo—. ¡Muchas gracias de verdad Skye!

El detective la tomó de la pata y la estrechó con mucha efusividad, la zorrita quedó impresionada por tan acogedor y al mismo tiempo firme apretón; ella sonrió encantada.

—Wow, oye, tranquilo alguacil, me va a dislocar la muñeca.

—Oh, cielos, lo lamento… —La soltó enseguida, luego miró su palma—. ¿Esto es grasa?

—Sí, lo siento, gajes del oficio. Ten, límpiate con esto —le tendió un trapo—. No acostumbro estrechar las manos de mis clientes, y tampoco pensé que fueras tan… afectuoso.

—¿Qué? ¡No, no, no! Para nada, yo… es sólo que… no esperé que se solucionara así de simple y yo… —Suspiró más tranquilo—. Lamento haberme molestado contigo y haberte gritado hace rato; no es excusa pero, fallar en mi trabajo es algo que me frustra bastante, veces hago y digo cosas sin pensarlo. Perdóname Skye.

—Je, no será necesario, yo tampoco fui tan respetuosa contigo desde el principio, debí ser menos brusca y más profesional.

—Nah, no es nada, en lo personal, fue mejor que fuera así.

—Oh pues… ¿gracias?

—Je, je. Oh bueno, creo que ya debo irme, pero en fin, ¿Cuánto te debo?

—Oh, no es nada, yo sólo te regañé y le puse agua a tu coche, no hice gran cosa en realidad.

—¡Pero claro que sí! Me sacaste de un gran apuro, ¡vamos! Viniste hasta aquí, soportaste mi mal humor, arreglaste mi auto y de paso me enseñaste a abrir el cabó.

—Capó.

—Sí, sí, como sea. Por favor, acepta. —Sacó su billetera—. ¿Cuánto sería por…?

—Mira Jack, no es necesario, además, aún falta que repare lo de la fuga y necesitarás un cambio de anticongelante; mejor guárdalo para cuando pases a visitarme en el taller, págame cuando repare tu auto de verdad… bueno, eso claro si no te importa dejar tu coche en mis patas.

—¡Pero claro que lo dejaré contigo! Generalmente no confiaría en otro mecánico más que Jerry… pero su hija me ha dejado una muy buena impresión.

Jack la observó risueño y ella lo miró con el rostro algo ruborizado, la boba sonrisa del detective duró poco al notar que sus palabras podrían tener otro significado.

—¡U-u-una buena impresión como mecánica! Sí, sí, a eso me refiero, pareces tan buena como él. —Rascó la base de sus orejas con algo de nerviosismo—. Bueno, en ese caso, creo que me despido, muchas gracias nuevamente Skye, especialmente por la pequeña clase; me aseguraré de revisar mi coche a partir de ahora, no lo pude haber hecho sin ti, gracias.

Ella miró como la liebre se preparaba para irse y entonces, una sonrisa se dibujó en su rostro cuando una fabulosa idea se concibió en su mente.

Antes de que el detective terminara de colocarse el cinturón de seguridad, la vulpina tocó tres veces a su ventanilla, el animal de franjas negras bajó el vidrio enseguida.

—¿Sí?

—Oye Jackie, ¿te gustaría que te hiciera todo un macho? —preguntó sonriente y con toda la inocencia del mundo.

La liebre soltó la hebilla de la impresión y la cinta se retrajo al instante, dejando a la presa con la mirada atónita y las orejas caídas.

—¿Q-q-q-qué acabas de-de-de decir Skye? —farfulló incrédulo— T-t-te refieres a que tú y yo…

—Ja, ja, no bobo, ¿recuerdas lo que te comenté hace rato de ser un macho de verdad? ¿Te gustaría que te enseñara a ser uno?

—Yo… yo… —Su orejas se tensaron a la par que se le prendía el foco—. ¿Estamos hablando de autos, verdad?

—¡Claro! ¡Me refiero a eso zoquete! A menos que me estés invitando para que los dos…

—¡No, no, no! ¡Sólo que-quería cerciorarme, es to-todo! —balbuceó sin control—. Déjame ver si entendí, ¿quieres enseñarme a reparar autos? —Arqueó las cejas confundido—. Agradezco la oferta, pero ya tengo un trabajo de detective y realmente no…

—¡No me refiero a eso, tarado! —le gritó exasperada— No estoy proponiendo que cambies de profesión, sólo quería saber si te gustaría que te enseñe más cosas básicas sobre coches, algo como lo de abrir el cofre y revisar el motor, ya sabes, las cosas que como macho deberías saber.

—¡Oh, ya entiendo! Bueno yo. —Se quedó pensativo por unos momentos—. Suena bien, pero… la verdad no quisiera ser ninguna molestia.

—Ah, claro que no lo serás, si lo fueras no te lo hubiera propuesto; vamos Jackie, ¿acaso no te gustaría aprender un poco?

—Claro que me gustaría y en serio te lo agradezco, pero aunque quisiera, tampoco tengo tiempo para esas cosas.

—Oh vamos, ¿qué tanto te puede tomar? Ven a verme después de tu turno o incluso antes de empezar tu jornada, sabes que soy una mecánica de tiempo completo como papá, estoy disponible las 24 horas. Vamos, no creo que estar detrás de un escritorio dizque siguiendo pistas y comiendo donas te absorba mucho tiempo.

—Skye —habló con seriedad y más firmeza en la voz—. Mi trabajo es más que estar en la estación, tengo hasta ahora más de 50 casos sin resolver y decenas de sospechosos que no he podido encerrar por falta de pruebas o mamíferos claves como el que perdí hoy, mi vida es más estresante que esperar cómodamente a que a alguien se le desinfle un neumático o tenga que jugar a desarmar autos.

—¿Qué dices? ¿Crees que mi trabajo es un juego? —cuestionó indignada.

—No bueno, eso no fue lo que quise decir, yo…

—¿Entonces qué quisiste decir? —La vulpina elevó su tono y sus colmillos comenzaban a asomarse— ¿Qué tu trabajo es mejor que el mío? ¿Acaso crees que lo que tú haces es lo más importante del mundo?

—Pues… sí…

Skye hizo una gran mueca de asombro y fastidio.

—Bueno, no… no, no, no, no… no me refiero a eso. Seguro hacer lo que tú haces tiene su dificultad y sus cosas complicadas, pero mi trabajo como detective es muy importante para mí, soy un servidor público y la ciudad cuenta conmigo.

—Parece más bien que te obsesiona demasiado y es lo único que te importa.

—No me obsesiona, pero me lo tomó muy en serio, y prefiero enfocarme en ello y no tener otras distracciones.

—¿Entonces eso sería para ti que te enseñe? ¿Una distracción?

—Ahhhh…

—No te molestes Jack, ya entendí.

La depredadora viró y le dio la espalda muy molesta a la liebre, quien se dirigió iracunda hacia su camioneta.

—Skye, ¡espera! —Bajó enseguida del auto y trató de alcanzarla.— Estás malentendiendo las cosas, en serio agradezco tu oferta, y si me gustaría que me enseñaras, es sólo que…

—¿Qué cosa? ¿Qué tu trabajo es más importante? ¡Ya lo entendí! —clamó con gran enfado mientras entraba de un salto por la ventana abierta de su furgoneta, dejando a la presa perpleja por su increíble agilidad; bajó el vidrio y continuó gritándole al macho mientras enumeraba con sus dedos—. No tienes tiempo para revisar tu auto, ni para llevarlo a lavar, ni para fijarte en las cosas que le quitaba o ponía mi padre. —Extendió las palmas con agresividad y lo miró fuera de sí—; ni siquiera tienes tiempo para aprender un poco para que esto no te vuelva a pasar. ¡Hasta puedo apostar que no tienes ni tiempo para divertirte! —Lo miró despectivamente de arriba abajo—. ¡Sólo eres un neurótico citadino más que se vuelve loco por el trabajo!

—Skye, no…

—Buenas noches, sr. Savage —Arrancó furiosa su vehículo—. Espero encuentre tiempo en su apretada agenda para al menos llevar su auto al taller de mi padre. ¡Aunque si prefiere ir con otro me da igual!

—¡Skye!

La grúa aceleró bruscamente y el motor emitió el ruido de ser conducido con ira reprimida. Jack se quedó atónito y se sintió como un completo imbécil mientras la vió alejarse.

Si bien era cierto que su trabajo era lo más importante para él, tampoco quería rechazar su generosa oferta, pero era una liebre ocupada que no podía darse el lujo de descuidar su deber y más ahora que perdió a un criminal; su récord intachable y un posible ascenso estaba en juego, y ahora más que nunca no podía ponerlo en riesgo sólo por una chica, ¿o sí? Jack sabía muy bien que un detective debía estar 100% entregado a su profesión y no tenía tiempo para ponerse a congeniar con alguien fuera de su círculo social o aprender algo que, francamente, no le veía mayor utilidad con su carrera.

Aunque, si era honesto consigo mismo, antes de conocer a esa chica, jamás había tenido una conversación tan incómoda, fastidiosa y humillante, pero al mismo tiempo muy amena, vigorizante y poco común con alguien; su interacción con otros mamíferos se reducía a sus colegas de trabajo u otros criminales y nunca tenía tiempo para conocer a alguien más alejado del ámbito policíaco.

En ese momento, pese a no estar seguro del verdadero motivo, hizo a un lado cualquier duda razonable de por qué no debía ir tras ella; entró al vehículo enseguida y lo puso en marcha.


A punto de oscurecerse en la bella metrópolis animal, el cielo ya se teñía de negro dejando atrás un intenso atardecer de tonalidades rojizas y las luces comenzaban a iluminar los rascacielos aledaños; se sentía una paz previa a la hora pico característica de la urbe, pero que no duró mucho cuando pasó un veloz carro deportivo del cual sonaba una irritante sirena policíaca, que seguía de cerca una vieja y oxidada grúa.

CONDUCTOR, DETENGA SU VEHÍCULO. —Se oyó una voz autoritaria desde un megáfono.

—¡Vete al diablo Jack! ¡No tengo nada que hablar contigo! —gritó la hembra desde su camioneta, aunque era obvio que su perseguidor no podía oírla.

CONDUCTOR, ESTACIONE SU VEHÍCULO A LA DERECHA EN ESTE INSTANTE.

La destartalada grúa sólo aceleró, mostrando completa rebeldía. El automóvil ocre dorado se apresuró y volvió a estar detrás de la vulpina, pero a una distancia segura, típico de un policía.

CONDUCTOR, ORÍLLECE EN… QUE DIABLOS, ¡SKYE, POR FAVOR, DETENTE, NECESITO DECIRTE ALGO!

—¡Ja! Ahora quieres hablar, ¡piérdete enano!

Skye volvió a pisar el acelerador a fondo. Jack lanzó el comunicador y golpeó el volante con hastío.

—¡Esta niña! Es una testaruda, ya ni yo soy tan necio… que es mucho decir… ¿Es así como lo quieres? ¡Perfecto! No te voy a estar rogando.

La liebre ajustó la palanca de cambios al número 5 y en menos de 3 segundos, su carro alcanzó una velocidad increíble, pasando de largo al vehículo más destartalado. La cánida miró extrañada a Jack alejarse y en el fondo, algo desilusionada.

—¿Qué? ¿Te aburriste tan rápido de mí? ¡Vaya! ¡Pero qué macho! —se quejó molesta y un poco dolida.

Sin embargo, los ojos azul celestes de ella no lo perdieron de vista ningún segundo hasta donde se alejaba esa poco varonil bola de felpa, mas estos se abrieron de golpe cuando presenciaron algo inusual: ¡Su auto invadió el carril contrario!

—¿Qué demo…? Oh no, ¡Jack!

La vulpina pensó lo peor; temiendo que el atolondrado lagomorfo pudiera haber perdido el control, ella condujo deprisa con intención de asistirlo, pero luego, observó confundida como el auto anaranjado seguía en movimiento, giró con mucha brusquedad hacia la derecha y empezó a patinar elegantemente al mismo tiempo que esquivaba dos vehículos que estuvieron a nada de impactar contra él; enseguida, su bólido derrapó cual si fuera un auto de carreras y fue girando hasta quedar enfrente de Skye, con la parrilla del vehículo de la liebre viendo hacía la suya.

—¿Qué mier…? ¡Ahhhh!

La zorrita no tuvo de otra más que frenar de golpe y evitar chocar de lleno contra el vehículo delante de ella. La grúa se detuvo a duras penas y estuvo a nada de 'besar' el parachoques contra el de él; la furgoneta logró pararse a tiempo pero se estremeció como gelatina por unos segundos a la par que Skye era jalada por la inercia y el ajustado cinturón de seguridad. Con todo el pelaje de su cuerpo alborotado, la vulpina abrió los ojos aún pasmada por la brusca acción. Delante de ella miró sorprendida a una liebre que no mostraba ninguna emoción, así como si no hubiera hecho la maniobra automovilística más increíble que haya visto en su vida.

ERRRR… ESTO… —habló Jack desde su altoparlante— ¿ESTÁS LIBRE EL MIÉRCOLES? —le preguntó mostrando los dientes con una amplia sonrisa.

Skye aún estaba intentando procesar lo que acababa de pasar, pero seguía boquiabierta viendo a la liebre, pero esta vez con otros ojos.

—¡Qué macho! —reiteró con una mueca de felicidad.


Notas de Autor:

¡Hola! Bienvenidos otra vez a una nueva historia, antiguos seguidores y gente bonita que me leé por primera ocasión. Como ya lo notaron, este nuevo fanfic estará enfocado en estos dos personajes del fandom del Zootopia: Jack y Skye. Cómo también pueden apreciar, es la primera vez que manejo a esto dos amigos, así que por favor, sean gentiles conmigo. Debo admitir que fue un reto escribir de ellos, pues a diferencia de personajes cómo Nick y Judy, a quienes tengo más o menos aprendidos y tiene personalidades bien definidas en la película; tanto la liebre rayada como la zorra ártica no tienen un carácter definido, el fandom a moldeado un poco sus personalidades, pero cada quién tiene una interpretación distinta de ellos, básicamente son OC's y para mí, me cuesta mucho trabajo visualizarlos, así que sus personalidades en esta historia son una rara mezcla entre lo que he visto en otros fics y cómics, el cómo me imagino que ellos actuarían en el universo que he creado y un poco de mi perturbada imaginación; de antemano me disculpo si este Jack o esta Skye tiene actitudes raras o fuera de lugar, pero espero que sean del agrado de la mayoría.

Debo aclarar también que, al igual que el detective Jack, no tengo muchos conocimientos en coches; me basé bastante entre los conocimientos de mi padre y mis propias investigación en Internet, pero estoy seguro que podría haber errado en algo; si alguien, experto en este campo, nota alguna estupidez de mi parte, por favor disculpe mi ignorancia y si no es mucha molestia indíqueme en donde metí la pata; si no es un error muy grande lo corregiré y si no... tómenlo como una 'licencia artistica'.

Sin más palabrería inútil, aviso que este será sólo un short-fic, no he definido aún el número de capítulos, pero aproximadamente no deben exceder de 7. A diferencia de otras historias, está no está del todo completa al momento de publicarla (llevo más de la mitad, pero los capítulos están aún en desarrollo) por lo que advierto que la próxima actualización podría tardar un par de semanas, pero espero que no pasé del próximo mes.

Sé que las historias de esta pareja y estos personajes no son muy populares , pero espero que está historia sea del agrado de esos muchos o pocos fans de Zootopia a los que les guste esta pareja. Deseo también que sea un escrito a la altura de sus expectativas

En fin, no tengo nada más que agregar, salvo que agradecería mucho cualquier opinión al respecto, cualquier comentario o muestra de que un ser vivo lee esto me servirá mucho.

Saludos y nos veremos otro miércoles. ¡Ciaoito!

Créditos de las imágenes: La portada fue hecha por el artista Fuel, mientras que la foto del capítulo es de inkyfrog.