La mayoría de lugares y personajes de esta historia pertenecen al maravilloso mundo de J.K. Rowling
CAPÍTULO 1
Un rayo de sol tardío entró de golpe por una de las ventanas altas de la biblioteca, reflejándose en su pelo rubio, casi blanco, bajando lentamente por sus facciones duras, pálidas, sus ojos, ajenos, concentrados en el libro que estaba leyendo. De repente, Scorpius Malfoy levantó la cabeza del libro, como si alguien le hubiese llamado en medio de aquel silencio que se extendía como una manta entre las numerosas estanterías de libros. La luz del atardecer ahora le inundaba también la mirada y era en esos momentos cuando sus ojos, de normal de un color gris frío, implacable; se teñían ligeramente de azul, de forma muy sutil, pero lo suficiente para que aquellos que le conocían bien pudiese ver en ellos el reflejo de los de su madre. Un reflejo que se abría paso entre el resto de sus facciones, las cuales eran una copia exacta de las facciones apuestas pero severas de su padre: Draco Malfoy.
Rose se dio cuenta al fin de que aquel objeto al que había estado mirando de manera curiosa e insistente durante un buen rato le devolvía ahora la mirada desde el otro lado de la larga mesa. Turbada, bajó la cabeza rápidamente. Mierda, le había pillado, y aquella podía ser la enésima vez que Scorpius Malfoy se encontraba con los ojos color azul oscuro de Rose Weasley, mirándole fijamente a través de la estancia. Notando como el color de sus orejas ascendía súbitamente hasta parecerse considerablemente a su cabello pelirrojo, Rose se limitó a recoger rápidamente sus cosas y meterlas en su cartera sin volver a levantar la vista, rezando por que el chico no se diese cuenta de la incandescencia que le subía por el cuello. Había heredado aquello de su padre. Aquella capacidad incómoda de sonrojarse hasta niveles que no se había visto nunca antes en ningún ser humano.
Con todos sus libros y pergaminos apretujados sin cuidado en la mochila, la chica corrió a salir de la biblioteca, andando eso sí, con la barbilla bien arriba, exactamente donde intentaba mantener su dignidad. Al pasar por su lado, miró de reojo al chico. Este la seguía con la mirada, una pequeña sonrisa asomó cuando la túnica negra del uniforme de Rose le rozó las rodillas al pasar con ímpetu.
Rose bufó para sí misma. Como odiaba aquella mueca de autosuficiencia y arrogancia que el Slytherin parecía llevar siempre plantada en la cara. Como odiaba su maldito pelo pálido y descolorido que le caía a veces por los ojos. Como odiaba aquel gesto altanero que usaba para quitárselo de la cara y poder mirar así con orgullosa superioridad a todo el mundo. Y como odiaba lo increíblemente atractivo que le hacían parecer todas aquellas cosas.
¡¿Atractivo?! Dios mío, se estaba volviendo loca.¿ Cómo podía estar pensando que Scorpius Malfoy era atractivo? ¿Cómo podía haber pasado casi toda la tarde mirándole embelesada en vez de poner atención a su libro de hechizos, el cual era infinitamente más interesante? Claramente se estaba volviendo loca. Era verdad que la mayor parte de la escuela pensaba que Malfoy era atractivo; pero también la mayor parte de la escuela pensaba que era un indeseable, incluida ella, así que no había forma de explicar de forma racional la incesante manía que le había entrado de repente de darle un traspiés el corazón cada vez que el chico se giraba para mirarla o se remangaba las mangas de la camisa. Él era un indeseable, obviamente, era un Malfoy, y todo el mundo sabía que los Malfoys eran unos indeseables; y además, ella era una Weasley. Un Malfoy y una Weasley jamás debían mirarse a escondidas en la biblioteca de Hogwarts. Los suyos eran apellidos que jamás debían, jamás podrían mezclarse de esas formas. Todo el mundo sabía eso también.
Rose volvió a bufar en su cabeza. Además de ser un indeseable, Scorpius Malfoy era un capullo caprichoso que se había atrevido a robarle su sitio en la biblioteca y mancillar con su presencia su maravilloso santuario. Porque Rose era tan Weasley como Granger, así que a su pelo pelirrojo, sus innumerables pecas y su impulsiva manera de no controlar lo que salía por su boca; también la acompañaba aquel amor incondicional por los libros; por aprender todo lo que contuviesen, por descubrir todo lo que le pudiesen contar sus páginas. Y claro, no había mejor lugar para dar rienda suelta a ese amor que la inmensa biblioteca del colegio de magia y hechicería, con sus millones de volúmenes llenos dificilísimos hechizos y contra embrujos, pociones maravillosas, biografías de magos y brujas ilustres y sus impactantes vidas...
Rose sonrió inconscientemente tras esos pensamientos, divagando mentalmente por sus recuerdos entre las estanterías de libros, entre el olor a pergamino viejo. Inconscientemente también, su mente voló al recuerdo del chico Malfoy sentado en su butaca favorita, con las pupilas brillando de lado a lado de la página de un volumen considerablemente grande sobre conjuros protectores. Y mientras su soñador recordar se acercaba peligrosamente a aquella imagen, recorriendo las facciones concentradas y entusiasmadas del chico, deslizándose por la línea suave de su cuello; la sonrisa de Rose se demoró más de lo que ella se hubiese permitido a sí misma si hubiese estado consciente.
"Tierra llamando a Rose Weasley"
Rose volvió a la realidad de repente. Sin darse cuenta había llegado hasta el Gran Comedor y se había sentado entre Dominique y Alice sin salir siquiera un segundo de sus ensoñaciones. Sin poder evitarlo lanzó una mirada hacía la mesa de Slytherin y encontró lo que involuntariamente estaba buscando. Scorpius Malfoy, sentado al lado de su íntimo amigo Albus Potter, miraba, con una sonrisa grande y sincera, hacía la tarta de melaza que acaba de aparecerse enfrente de sus platos. A Rose, el gesto le pareció tan tierno que no pudo evitar que sus labios se curvaran hacía arriba. Scorpius miró hacia delante mientras se metía el primer trozo de tarta en la boca y volvió a encontrarse con los ojos de Rose.
"¡Mierda, he vuelto a hacerlo!" dijo Rose desviando azorada la mirada. Lo que no sabía la chica es que, de igual forma que ella se había sonrrojado otra vez, dando aquel respingo incómoda, al otro lado de la estancia, Scorpius tosía fuertemente tras atragantarse mientras se preguntaba a sí mismo porque, cuando la chica le miraba, él tenía siempre que poner algún gesto estúpido, como tragando un gran trozo de tarta.
"¿Has vuelto a hacer qué?" Le dijo Dominique
Rose la miró extrañada, no había querido decir aquello en voz alta "Nada, nada, ... me he dejado la pluma en la biblioteca" Después de aquella vaga respuesta se dedicó a mirar con repentino interés las patatas que había cogido de la fuente más cercana.
"Últimamente se te olvida todo Rosie" Contestó Dom, risueña mirando de reojo a Alice.
"Sí, estás muy despistada" Apuntó también Alice, devolviendo la mirada a Dominique con otra sonrisa pícara. Ambas sabían que lo único que se había dejado Rose era la mirada perdida sobre Scorpius Malfoy. También sabían exactamente cuánto tiempo llevaba su amiga espiando disimuladamente al chico y sabían la manera que tenía de sonreír como una estúpida hacía él cuando pensaba que nadie se daba cuenta. Habían descubierto además que él, por su parte, la miraba de esa misma forma cuando ella bajaba la cabeza y hundía las narices en sus apuntes de clase, embelesado, como si hubiera encontrado de repente algo increíblemente hermoso y simplemente no pudiese dejar de mirarlo. Lo único que no sabían era cuando su querida amiga iba a dignarse a admitirse a sí misma que estaba totalmente y profundamente enamorada de Scorpius Malfoy. Pero de momento no les importaba que Rose intentará resolverlo todo con excusas vagas que no engañaban a nadie más que a su propia cabeza, por primera vez en los seis años que llevaban en Hogwarts, Dominique Weasley y Alice Longbottom sabían algo que Rose, la inteligente Rose, la primera de la clase Rose, la perfecta prefecta Rose Weasley no sabía. Era un buen cambio para variar.
Al otro lado del Gran Comedor, Albus le daba un soberano codazo a su amigo. Y es que Albus Potter también se había dado cuenta de que Scorpius se había vuelto a quedar colgado mirándola con los ojos perdidos y una media sonrisa asomando. Para él no era ningún secreto, ya que llevaba seis años teniendo que oír una y otra vez a su mejor amigo balbuceando sobre su prima sin parar. No entendía como no se le había agotado ya aquella extraña adoración que Scorpius tenía por ella, no parecía hacer ningún progreso. Rose le odiaba. A veces, la chica intentaba en vano ser medianamente cordial con él, más que nada porque su primo se lo había pedido por favor, intentando sembrar un poco de paz entre su mejor amigo y su familia. Pero daba igual, a pesar de todos los intentos de Albus, Rose odiaba a Scorpius Malfoy. Igual que le odiaba la mitad de la escuela. Cómo no iban a odiar al vástago de Draco Malfoy, antiguo mortífago, y nieto de Lucius Malfoy, uno de los más fieles seguidores de mago tenebroso más grande de todos los tiempos: Lord Voldemort. También le odiaban a él mismo, claro. Cómo no iban a odiar al traidor hijo del célebre, del héroe del mundo mágico Harry Potter. Al hijo que había deshonrado a la familia acabando en Slytherin y confraternizando con el sucio Scorpius Malfoy. Pero a él le daba igual. Le daban igual los murmullos que se oían por los pasillos del colegio, los insultos que la gente decía a voz baja y cobarde cuando ellos pasaban delante. Le daba igual porque Scorpius, cualquiera que fuese su apellido, era, no solo el mejor amigo que pudiera tener, sino la mejor persona que hubiese conocido en toda su vida; y si algo le había enseñado su madre era a no ser un desagradecido prejucioso como eran todos los demás en aquella maldita escuela.
"La vas a desgastar ¿sabes?" Le dijo al fin, riendo descarado como tantas otra veces que se veía obligado a sacar a Scorpius de sus ensoñaciones para poder seguir con su conversación.
"Anda cállate" Le contestó Scorpius frotándose las costillas magulladas tras el amistoso codazo. Albus había conseguido una buena complexión de brazos después de años siendo cazador en el equipo de Quidditch de Slytherin. Scorpius sin embargo, seguía teniendo el mismo cuerpo delgado y ligero de buscador, aunque si había crecido en altura unos buenos veinte centímetros los últimos dos veranos y ahora miraba a casi todo el mundo en su curso por encima de sus cabezas. Ambos eran dos de las estrellas del equipo de su casa. No es que siempre hubiesen sido excesivamente fanáticos del deporte mágico, pero con el tiempo había descubierto que estar en el equipo les proporcionaba una buena forma de dar en las narices a todos aquellos que se burlaban de ellos por los pasillos. Y al final, habían descubierto también que además no se les daba nada mal aquello. Era lógico, al menos Albus Potter tenía los genes de Harry Potter y Ginny Weasley; todo el mundo parecía pensar que era imposible que no se le diese bien el Quidditch.
"Podrías intentar ser más amable con ella" Volvió con el tema Albus, mirando a su amigo por encima del muslo de pollo que estaba engullendo en ese momento "Ya sabes, tratarla mejor" Scorpius parecía que no le escuchaba, o no quería escucharlo. "A lo mejor funciona ¿sabes?"
"No digas tonterías" Contestó Scorpius, con un deje derrotado en su voz. Con aquel chico nunca se sabía. Después de seis años de amistad, Albus no había conseguido entender como su amigo se sentía acerca de su relación con Rose. Parecía como una de esas atracciones extrañas en las que se subían los muggles y en las que no paran de subir y bajar y dar cabriolas por el aire atados a una especie de gusano gigante de metal. Unas veces parecía extasiado, creyendo que ella le había sonreído y se pasaba horas y horas hablando de lo maravilloso que será cuando por fin estuvieran juntos; y al segundo se le llenaban los ojos de una especie de sombra gris y repetía taciturno que era imposible, que Rose Weasley jamás dejaría de odiarlo. Al final, Albus había resuelto mantenerse al margen del entendimiento y simplemente dejarle hablar y hablar sin preguntarse nada. "Rose no va a dejar de odiarme porque yo sea amable con ella. Al principio yo era amable, con ella, con todo el mundo. Nunca funcionó...Además, lo único que conseguiría es que se diera cuenta de todo y entonces se reirá de mi, y... Puedo soportar la indiferencia ¿sabes? Y... y los comentarios crueles. Pero no podría soportar que se riera de mi."
Albus soltó una carcajada sonora que quería significar lo dudoso que le resultaba que su amigo fuera capaz de soportar aquello que decía que podía soportar, más teniendo en cuenta la de días que Albus había pasado intentando levantarle el ánimo después de algún sarcasmo más amargo de lo normal por parte de Rose. Cierto era que ella tampoco se cortaba un pelo. Era aquella forma suya de vomitar palabras antes de pensarlas. Albus sabía que su querida prima no pensaba la mayoría de las cosas que decía, que solo las soltaba porque estaba irritada y cuanto peor humor tenía, más difícil le resultaba controlar su incontinencia verbal. Sin embargo, después de seis años de meteduras de pata, Albus no sabía cómo seguir justificando a Rose después de otro '¡aléjate de mi, escoria Malfoy!'
"Entonces igual deberías olvidarte de ella, Scorp" Albus, a pesar de haber intentado sonar lo más casual posible, supo al momento de empezar a hablar que no había sido buena idea. Quiso además disimular el comentario metiéndose en la boca un gran trozo de pastel de calabaza, pero este se le atragantó en la garganta con la mirada fulminante que Scorpius le lanzó.
"Para ti es muy fácil ¿no?" Le espetó Scorpius "Tú cambias de novia más a menudo que el profesor Slughorn de cinturón" Albus se disponía a contestar contrariado cuando avistó con el rabillo del ojo la intensa mirada de reproche que le hacía Susan Goyle desde el final de la mesa de Slytherin. Sí, cambiaba demasiado de novia, eso no lo iba a negar. A pesar de su mal nombre, Scorpius y Albus eran unos de los chicos más apuestos de la escuela así que no podían evitar tener un pequeño club de fans formado por aquellas alumnas que pensaban que el aspecto físico era más importante que las glorias pasadas de su familia, en su mayoría, chicas de su propia casa. Albus había pasado por numerosas de ellas, la verdad, pero Scorpius había sido más selectivo, sobre todo cuando escasas semanas después les empezaba a sacar pegas estúpidas que nadie entendía pero que su mejor amigo sabía resumir en 'no son Rose Weasley'.
Siguieron comiendo en silencio, para no seguir hondando en el tema 'Rose', del que Albus estaba empezando a cansarse especialmente, hasta que con un movimiento de cabeza resolvieron acabar y marcharse a su sala común.
Scorpius Malfoy volvió a desviar la mirada hacía la mesa de Gryffindor al salir del Gran Comedor junto a su amigo. Rose Weasley volvió a mirar hacía el chico y volvió a ruborizarse cuando se encontró de nuevo los ojos grises pálido de él clavados en los suyos. También volvió a enfadarse con sigo misma por aquella enajenación, pero se auto convenció, más o menos, de que si era enajenación, de seguro era transitoria y resolvió que aquella vez había sido la última en la que ella, Rose Granger-Weasley iba a dirigir la mirdada hacía él, Scorpius Hyperium Malfoy.
Esta es mi primera historia, espero que la disfruteis.
Agradeceré todo tipo de reviews, comentarios, pegas, ect...
Muchas gracias por pasaros.
