El Árbol de Cerezos.

El día de mi graduación.

Los nervios, la nostalgia y la alegría provocaban que mi estómago se estrujara, mis ojos se llenaran de lágrimas y mi corazón palpitara.

Mis mejores amigos, Hikari, Hana y Daichi, junto con mi novio, Kohaku, se encontraban en la fuente. Las cuatro personas que durante estos catorce años en los que viví en Japón, siempre estuvieron junto a mi, sin importar las circunstancias. Las personas que, además de mi familia, son las que más amo.

-¿Qué pasa, Ha-Yun? Te ves algo decaída. - Kohaku se acercó a mi, dándome un abrazo. Se lo devolví, diciéndome lo afortunada que era por tenerlo a mi lado.

-Tranquilo, solo me siento un poco nostálgica, en especial cerca de esta fuente.- le dije, mientras inhalaba profundamente para poder oler su perfume.

Miré la fuente, el lugar donde había conocido a mis mejores amigos y a lo que yo pensaba era el amor de mi vida.

Lo solté, lentamente, para sentarme en la fuente con mis amigos. Hikari me rodeó los hombros con un brazo, mientras me despeinaba ligeramente con la mano.

-¡Hikari! - refunfuñé entre molesta y divertida.-¿Sabes lo que cuesta peinar este melena? - le dije, mientras agitaba mi pelo de manera coqueta y me reía, aunque al chiste no le faltaba verdad; mi pelo, negro azabache ondulado, llegaba a caer elegantemente por mi espalda luego de dos horas de preparación.

-Entonces no estés lloriqueando ahí como una tonta.- me contestó Hikari, sonriendo.- No importa donde estemos, siempre vamos a estar juntos.

-Es verdad, Ha-Yun, no debes preocuparte.- Hana puso una mano sobre mi hombro, con ese tono alegre suyo.

Miré a Daichi, que parecía pasar por lo mismo que yo.

Parece que Hikari se dio cuenta, ya que se sentó al lado de él, solo para despeinarlo igual que lo había hecho conmigo.

-Así que tu también andas de maricón, ¿eh?- Hikari rió, mientras Daichi a penas podía protegerse.

-Perdón, Hikari. Es que los voy a extrañar tanto...- dijo, ablandando a Hikari al punto de que esta lo abrazó y todo terminó en un abrazo grupal. Reímos mientras nos secábamos las lágrimas que amenazaban con salir.

La campana de la escuela sonó, lo que indicaba el inicio de la ceremonia. Pero yo solo podía observar la fuente.

-Ha-Yun... - la voz de Kohaku trató de llamar mi atención.

-Solo un minuto...- contesté con un hilo de voz.

-De acuerdo. - pude escuchar los pasos de Kohaku y los demás alejándose, dejándome sola. Eramos yo y la fuente.

La miré un par de segundos más y, con un suspiro, me di la vuelta para irme.

"Ha-Yun"

Paré justo en donde estaba.

Esa voz... ¿mi papá? Pero se suponía que no vendría hasta después de la ceremonia.

"Ha-Yun"

La voz era fuerte y autoritaria, a la vez que amable. Pero no era la voz de mi padre.

"Ha-Yun"

De una manera inexplicable, casi sobrenatural, mi corazón empezó a desear con fervor seguir la voz. Mi cuerpo se movió solo.

Atravesé toda la escuela, hasta el árbol de cerezos que se encontraba en la colina. Recordé que allí, hacia apenas 6 meses, Kohaku me había declarado su amor. El recuerdo me hizo sonreir.

"Ha-Yun, mira las flores"

Instintivamente, levanté mi mirada hacia las flores. Parecían brillar. Brillaban cada vez más, tanto que me enceguecía. De pronto mi cuerpo se relajó, y sentí como caía lentamente al piso, como si fuera una pluma.

"Ahora duerme, tu destino espera. Servirás al Rey, dedicando tu vida y alma a él, defendiéndolo, como una honorable espada"