Juramentos de Lealtad.
Capitulo Uno: El Inicio del Apocalipsis.
Han pasado muchos años…demasiados años, quizás.
Pensamos que la armonía podría reinar para siempre y los tiempos de seguridad, paz y prosperidad durarían por siempre…que ilusos fuimos…
Ahora, aquí me hallan, vistiendo una armadura que nunca soñé ni quise vestir, el sudor corre por mi frente y la sangre cubre mis cascos, protegidos por la armadura que me protegió durante el fragor de las cruentas batallas (de las cuales ya perdía hasta la cuenta de cuantas fueron), el penacho de mi casco está totalmente destrozado y solo unas cuentas cerdas de lo que antes fue un hermoso penacho rojo quedan aún ondeando al viento, casi como un último estandarte de mi orgullo. Repito en mi cabeza lo que una vez fue el coro del himno de mi batallón…
- Juramentos… de lealtad… nuestro honor… ¡es la fidelidad!
Siempre había cantado con orgullo esas líneas, pero ahora sólo quería escupirlas, sacarlas de mi mente y extirparlas de mi espíritu. Mi cuerpo estaba cansado, mi mente destrozada y mi espíritu corrompido. Solo me saque el caso que cubría mi cabeza, dejando libres al viento mis cabellos. Clavo mi espada en la tierra manchada con sangre, al lado mío, clavado en la tierra también está el estandarte de mi batallón, desgarrado por las batallas, pero aún flamea orgulloso…aunque no se bien de que… o mejor dicho… no sé porque siente tanto orgullo al ver tremenda masacre.
La heridas que cubren mi cuerpo no duelen, sino que arden; pero es un ardor que puedo soportar sin mucho problema… el dolor que inunda mi ser es mucho más grande que el dolor físico que siento. Sangro, pero no importa, el color rojo de mi sangre se pierde entre el color negro de mi pelaje, mis ojos están rojos he hinchados, en parte por el cansancio y en parte porque he estado llorando mucho, pero ahora estoy inmóvil presenciando este infierno casi dantesco. No sería difícil encontrarme… es cosa de buscar al único pony con armadura negra (serví dentro de las filas leales a la princesa Luna), de pelaje igualmente negro, con ojos verdes, crin larga de colores negro y blanco, una pequeña barba (como de chivo) también negra y como marca un extraño símbolo que asemeja una especie de sol, el que yo suelo llamar "el Símbolo del Sol Negro" (tal y como salió en uno de los libros que estuve leyendo antes… mucho antes de entrar a esta guerra… mucho antes de que estuviera sumergido en este infierno… mucho antes de que comenzara la guerra… mucho antes de que me viera corrompido por la muerte y la destrucción…).
Tanta muerte… tanto dolor… ver tantas lagrimas inocentes… valientes ponys siendo llorados por sus pequeñas hermanas, por sus pequeñas potrancas que los esperaban en casa… ver amigos, compañeros, vecinos, gente con la que hace tan poco habías convivido con una sonrisa en el rostro, ahora yacen inertes en la tierra, sus cuerpos son llorados con dolor… ¿y todo por qué?... por divertir a una alma desgraciada.
Pero es justo que conozcan la historia previa que llevo a esto…
Han pasado 50 años desde que Discord fue encerrado en su prisión de piedra… no se preocupen, él aún sigue encerrado ahí, no fue el culpable de toda esta hecatombe, pero creo que su encierro es una fecha más o menos exacta para comenzar a narrar. Como ya dije, pasaron 50 años desde ese momento, fue quizás la última gran amenaza que había acechado estas tierras…o por lo menos hasta ahora… y fue hace solo 10 años que murió la última portadora de uno de los Elementos de la Armonía, la famosa portadora del elemento de la magia… claro que su responso fue llorado en toda Equestria, hasta sus majestades imperiales asistieron a los funerales… así es, todas, las famosas seis, fueron muriendo una por una. Primero la portadora de la honestidad, luego la portadora de la risa, le siguieron las portadoras de la generosidad, de la lealtad y de la bondad. La magia fue la última en irse. Recuerdo perfectamente su funeral, tenía apenas 16 años y recuerdo que también lloré amargamente su pérdida…después de todo, ella no solo fue para mí una maestra, sino un ejemplo y una amiga muy cercana. Después de todo, ella me enseño todo lo que se ahora sobre magia, y también sobre la amistad… si tan solo todavía existieran esos buenos sentimientos de los que ella una vez me hablo… también recuerdo a un gran dragón, fuerte e intimidante a primera vista, pero que también dejaba salir su dolor en gruesas lagrimas de sus ojos, luego me di cuenta quien era, sólo pude acercarme y acompañarlo en su dolor, que también era el mío, pero el suyo era doble, ya antes había perdido a su amada, y ahora pierde a una amiga que prácticamente fue su hermana y que lo cuido durante casi toda su vida.
La vida siguió normalmente, Ponyville (que es… o mejor dicho era mi ciudad natal) seguía creciendo con una bullente economía; yo también seguí creciendo junto a mis amigos, me divertí, aprendí el control de la magia, incluso obtuve mi marca con la ayuda de la que una vez porto el elemento de la magia. Recuerdo cuando obtuve mi primer empleo, tenía unos 16 años, y la biblioteca necesitaba de alguien que la cuidara. Asique fui y, tal como se lo prometí a mi vieja amiga, pedí hacerme cargo de la biblioteca de Ponyville…
- Disculpe, su majestad… – le dije a la princesa Celestia, haciendo una reverencia.
- ¿Si, en que puedo ayudarte? – me dijo con una voz dulce y calmada.
- Bueno…ejem…es que lo que pasa…es que deseo pedirle algo… – respondí bastante nervioso.
- Bueno, pues adelante, ¿qué deseas? – me dijo, sonriendo y dando una pequeña risilla por mi nerviosismo.
- Le quería pedir si desde ahora me puedo hacer cargo de la Biblioteca de Ponyville – dije resuelto.
- ¿No crees que eres un poco joven para adquirir tan grande responsabilidad? – me respondió un poco extrañada por mi petición
- Se lo prometí a mi amiga, le prometí que el día en que partiera, yo me haría cargo de su trabajo, por favor, su majestad, no quiero defraudarla, ni siquiera en el más allá… – le dije con los ojos llorosos por su recuerdo.
Creo que al ver mi mirada que suplicaba me diera esto, la conmovieron, y después de pensarlo unos minutos, finalmente hablo…
- Pues si se lo prometiste a Twilight… es suficiente para mí. Me has convencido, joven unicornio, desde ahora, te dejo a cargo de la Biblioteca de Ponyville.
- ¡Muchas gracias, su majestad, muchas gracias! – dije casi en completo éxtasis – ¡le prometo no defraudarla ni a usted ni a Twilight!
- Se que no lo harás, joven unicornio – me dijo sonriendo.
Esa misma noche, me mude de la casa de mis padres a la biblioteca, quería pasar el mayor tiempo posible allí, tenía mucho trabajo que hacer y el tiempo se hace escaso. Apenas amaneció, comencé con un inventario de los libros, me tomo alrededor de 5 horas inventariar cada libro, organizarlo y ordenarlo en sus repisas respectivas. Cuando hube acabado, mi casco derecho estaba acalambrado de tanto escribir, no entendía como Spike había aguantado tanto tiempo escribiendo tanto, pero en fin, había acabado y me disponía a ir a Sugarcube Corner a comer algo, mi cuerpo necesitaba un poco de comida y un poco de azúcar me ayudaría a reunir nuevas fuerzas.
Así pase prácticamente mis últimos 4 años, atendiendo a cuanto pony entraba en la biblioteca, y también me pasaba noches enteras devorando libros de magia e historia. Para mí, cada día se repetía con absoluta normalidad, pero era una monotonía en la que vivía feliz, claro, hasta que llego ese día…
Lo recuerdo perfectamente, era un día despejado, el sol entibiaba el aire frio del otoño, vestía una larga capa negra que me protegía del viento, llevaba unos libros en un viejo bolso que me pertenecía, iba tranquilamente por la calle, pensando en todo lo que tenía que hacer, hasta que llegaron a mí unas voces, unos murmullos, de preocupación.
- ¿Y que han dicho las princesas?
- Pues por ahora solo se han limitado a responder que no tomarán acciones violentas hasta que no se vea un ataque premeditado.
- Pero… ¿y por qué alguien querría revelarse en contra de la realeza?... nos han cuidado bien por tantos años…
- Ideas dementes de ponys igual de dementes.
Estos rumores me dejaron muy preocupado – ¿será posible?... ¿quizás vaya a…?... ¡no, que estoy pensando, una guerra civil sería imposible! - me decía a mí mismo, tratando de sacarme estos pensamientos de la cabeza – Son solo rumores… nada es cierto hasta que se pruebe lo contrario – me dije a mi mismo para calmarme. Finalmente seguí mi camino hasta la biblioteca y trate de mantener mi cabeza ocupada en otros asuntos, por lo menos hasta el otro día… ahora que lo pienso, me hubiera encantado que ese día nunca hubiera llegado, el día en que se aclararon todas mis sospechas.
