TU FIEL COMPAÑÍA


Después de ese dia, lo observaba, en silencio, abrigada por las penumbras. Cada día, cada noche, se acercaba a su cama y pasaba con delicadeza su mano, suspirando, por lo que no fue y pudo haber sido. Cuando lo miraba, tenía unas inmensas ganas de abrazarlo, de estrecharlo con todas sus fuerzas, obligarlo a sacar todo lo que tenía guardado, aquello que lo destruía y marchitaba poco a poco. Borrar esa profunda cicatriz que su partida había dejado en él.

El tiempo pasó, los días se hicieron semanas, y las semanas meses. En cada lugar, siempre estaba a su lado, invisible, cuidándolo. Incluso aquella noche, cuando una bala intentó arrebatarle su vida, murmuraba en su oído palabras de aliento, de fortaleza, aunque sabía que él no las escucharía. Sabía que aún no era su momento.

Fue después de ese día, que preparaba su maletín para volver al trabajo, tomó aquel que era su conexión, aquello que nada ni nadie les arrebataría. Lo observó por algunos segundos. Lo besó tiernamente y por primera vez en un año y 5 meses, dejó el libro en su mesa de noche, tomó su maletín y se dirigió a la puerta.

Entonces ella sonrió, era el momento. Al salir, Spencer sintió una brisa cálida, que lo envolvió tal si fuera un abrazo. Por alguna razón tuvo una sensación de paz, sonrió y cerró la puerta.