Hola!
Quizás se preguntarán ¿Qué hace esta subiendo fic por segundo día concecutivo? Ni yo lo sé, simplemente es que ando con la vena creativa activada; pero no esperen que dure, seguramente cuando entre al colegio (el 5 de marzo) deje de escribir y me dedique más a leer. Eso sí, tengo una historia original, en un foro, que actualizo con más regularidad. Si quieren leerla (lo cual dudo) díganmelo y les mando un mensaje privado; advierto que es bastante compleja, y muy larga, aunque también está mucho mejor escrita que mis fics.
Dejándome de publicidad barata, aviso que ningún personaje de Harry Potter me pertenece, son todos de J.K. Rowling y la Warner Brothers. Excepto los personajes, todo en este fic es cosa mía y de mi cabeza loca.
Disfruten!



–Hermione ¿estás despierta?

Respiración pausada...

–Hermione…

Y todavía no se altera…

– ¿Estás despierta?

Remezón y…

–Ahora sí –respondió ella, irritada.

–No puedo dormir, esta cama es minúscula.

–Hazle un encantamiento extensor… –Bostezó, dándole la espalda a Ron.

–Pero tengo calor.

–Sácate las sábanas.

Él no disimuló una cara de fastidio, que de todos modos, su esposa no vería en la oscuridad total. Aun así, lanzó las sábanas lejos de una patada y se tendió de espaldas.

Diez minutos después, tiritaba de frío. Maldiciendo su mala suerte y las ganas que lo atacaban a la mitad de la noche, se puso a pensar la mejor manera de despertar a Hermione.

Si algo había aprendido luego de más de nueve años –casi diez– casado con ella, era que el mejor modo siempre era el sutil. Se acomodó de una manera estratégica y, con una paciencia que había ido entrenando durante años, esperó.

Unos minutos después…

–Ron, haz el favor de quitar tu codo de mi espalda. ¡Son las dos de la mañana¿Qué es lo que quieres? –Hermione también había aprendido cosas sobre su esposo; por ejemplo, cuando quería algo de ella.

–Eh, bueno, cariño, tú sabes –dijo Ron en ése tonito que ella le conocía tan bien.

–No, Ron, ni hablar.

–Pero… ¡Por favor!

–No; estamos en la casa de mis padres, no se puede.

–Qué culpa tengo yo…

–Tú eres el responsable de que nuestra casa haya explotado. Nadie en su sano juicio deja a nuestros hijos, con los de Harry, y al cuidado de George… SOLOS –replicó ella, mordazmente.

–Ya te dije que lo sentía; pero no había manera de imaginar que podrían hacer eso con sólo cinco años. Además Rose y Hugo están en la casa de Harry y…

– ¡Nosotros en la de mis padres! –Susurró Hermione. Ambos se habían incorporado–. Que están en la habitación del lado; no se puede, y punto.

–Vamos, desde que estamos casados lo hacemos; llevamos casi diez años…

–Pero no en una casa ajena, Ron, ya dije que no.

–No te importó esa vez en la sala de La Madriguera…

– ¡Eso es distinto! –Replicó ella, azorada–. Porque estábamos cuidando la casa ¡Solos!

–Por favooor… –Pidió con voz melosa–. Sé que tú también quieres.

–Bueno ¡Tal vez sí! –cedió–.Pero haremos mucho ruido…

–Hagámosle el Muffliato a tus padres... –Propuso Ron rápidamente–… Y si quieres, también aislamos la habitación.

–Podríamos romper algo… Una pata de la cama, quizá.

– ¡Por Dios, Hermione, tan salvajes no somos!

– ¡Está bien! Ya, ya… –Luego de bufar como una gata enfadada, le hizo, de modo no verbal, todas las insonorizaciones habidas y por haber a la habitación, y después les lanzó el Muffliato a sus padres, que dormían tranquilamente en el cuarto contiguo.

–Perfecto –se alegró Ron en voz alta, restregándose las manos.

–Pero primero enciende la luz –lo detuvo ella–; no pienso hacerlo de nuevo a oscuras.

–No vas a negar que así es más entretenido –dijo Ron con una sonrisa pícara que Hermione podía adivinar en la oscuridad.

– ¡Casi te rompes el cuello! –Se escandalizó.

–Está bien, está bien –accedió Ron rodando los ojos. Alargó la mano hacia el velador y tomó un gastado Desiluminador, que descansaba sobre una revista de escobas; lo accionó y la habitación se iluminó rápidamente.

Se volteó y vio a Hermione: con el pelo revuelto y un leve rubor; su pecho subía y bajaba rápidamente bajo la enorme polera de Ron, que le había prestado para dormir, porque sus pijamas habían resultado carbonizados tras la explosión. Él también usaba una polera y pantalones cortos prestados, esta vez procurados por el señor Granger, pero agrandados mágicamente, debido a sus desiguales dimensiones.

–Prepárate –anunció Ron–. Esta vez te haré polvo.

En respuesta ella rió socarronamente y se abalanzó sobre él, almohada en mano, gritando:

– ¡¡GUERRA DE COJINES!!


Notas de la autora:
Jaja! Los/as pillé ¿verdad? Apuesto a que pensaban que esto pintaba para fic tipo M, pero de esos no hago :P
El tema de que tengan los casi treinta años que tienen en el fic, supuestamente, y que peleen con cojines, es extraño, sí, pero hay parejas que hacen ese tipo de cosas para mantener la relación viva ;) y además me pareció un detalle tierno · (cosas mías).
Espero sus tomatazos :D
Cuídence!

Con cariño
los pantalones de Merlín.