« Cuando Trunks conoció a Marron »

«El destino que los une es tan fuerte que ni ellos mismos podrán corromperlo.»


Prólogo

Kilómetros de distancia

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Se rascó la nuca, justo en donde estaba su medalla de plata, hacía tanto calor que estaba segura de que le saldría ronchas si no se la quitaba. No era la única que estaba sufriendo, lo sabía con exactitud porque a todo su alrededor estaban más de cien alumnos, y todos soplándose con papeles o mirando el reloj de manera desesperada para saber cuándo acabaría aquello. Marron tenía la respuesta: nunca.

El apuesto profesor se movía de un lado para otro, señalando de vez en cuando cosas en la pantalla gigante que estaba figurando su proyecto de... ¿Cuántas dispositivas debía tener eso? "Cincuenta, fácil" pensó, y exageró un tanto, pero si de ese número se trataba aquel hombre debía de ir por la número cuarenta. Hace rato había dejado de tomar sus apuntes, Marron prefería escucharlo, pero hace algunos diez minutos no pudo evitar dejar de hacerlo, ya no le causaba intriga lo que decía aquel hombre y mucho menos le daban ganas de copiar.

-Tus ojos cerrados te traerán problemas -musitó alguien cerca de ella.

Abrió los ojos de sopetón y levantó su cabeza de la mesa, miró a su compañero del lado izquierdo para advertirle que lo que acababa de decir no le pareció gracioso en lo absoluto. Y de paso, si es que con una mirada de las de ella se podía hacer eso, dejarle bien en claro que no quería tener nada que ver con él, sus bíceps y autos importados. Claro que ¿desde cuándo a Kylan le importa lo que le digan?

-Espero estés tomando nota -dijo, levantando su cuaderno en donde unas enormes letras estaban escritas. "Sal conmigo mañana", decía en la hoja.

-Declino -contestó. Y se recostó contra la silla y cruzó los brazos.

Kylan hizo un mohin de niño pequeño que no obtenía el juguete que quería. Debía de estar tan acostumbrado a conseguir a todas las chicas que quiere; esos ojos, esos cabellos, esos músculos... Marron bufó en su mente y se dijo que era rubia, pero no por eso iba a ser la número doscientos de Kylan en lo que va el primer año en la Universidad.

Definitivamente la Universidad era difícil, no pudo evitar pensar. Ya estaban en la mitad del año, cerca del final de clases por tres meses, y no hubo cambios desde que llegó hasta ahora. Es decir, no pudo hacer amigas que realmente puedan ser llamadas así, se le habían acercado alguna que otras chicas; pero siempre para hacerle "gancho" con alguno de sus amigos, pedirle apuntes de las materias más difíciles y, a Marron todavía le costaba no tener vergüenza cuando lo recuerda, algunas que preferían a las mujeres que a los hombres. Y en cuanto a chicos... sólo tenía que ponerse una remera no tan holgada y podía ser la chica con más amigos de todo el campus, pero eso era tan superficial que le daba asco. Todos habían querido una cita, una salida, un beso, un momento en sus autos... y Marron sólo había querido pegarle a todos, pero nadie conseguía lo que quería al final.

Su madre le había advertido que no sería nada fácil, pero siempre decía que era porque iba a extrañar a sus padres. Y no es que Marron no lo hiciera, siendo ellos tan protectores con ella, pero además de extrañarlos deseaba volver a tener su habitación, sus pequeñas pero amistades al fin de la Capital, que su mascota esté nuevamente con ella... Tantas cosas.

Le era incómodo saber que era, de alguna manera u otro, en un momento u otro, el centro de atención de tantas personas. Nunca se había sentido tan bonita, era verdad, pero tampoco nunca tan incómoda. Porque las dos chicas más famosas,y ricas, del Instituto parecían querer unirlas a su grupo de amigas, se había vuelto en la envidia y el respeto de la platea femenina. Y desde que tocó el piso del primer bar al que asistía, la platea masculina, o al menos la mitad de ella, parecía estar desesperados por tenerla entre sus brazos. Nunca fue alguien tan importante, nunca fue popular, tampoco el centro de deseo de chicos deseados... Definitivamente, nunca le pasó eso, pero no tuvo que cambiar para que le pasara. Marron seguía siendo la misma, y como tal seguía declinando propuestas en la que podía observar a kilómetros que lo único que se buscaba era sexo; algo que, al parecer, se practicaba sin pudor en la Universidad.

De pronto, todas las cabezas se habían girado para observarla a ella y no pudo evitar quitar su cabeza de su mano y levantar los ojos con sorpresa. No pudo evitar el sonrojo en sus mejillas y orejas cuando se dio cuenta de que el Profesor le estaba preguntando algo. Se lamentó. La realidad es que era una tonta para no hacerse más responsable y prestar atención las dos horas de clase, ya que sabía que el profesor se dedicaba a siempre recordarla desde el comienzo de año, su primer año, y justo cuando ella estaba distraída. Se mordió la lengua, ¡incluso no debía tener idea del apellido de alguno de sus alumnos!, sin embargo siempre se la agarra con ella que está sentada en la penúltima fina.

-Eh... -qué vergüenza, si fuera por ella escondería la cabeza en sus brazos y si tuviera rabo ya estaría entre sus piernas.

El Profesor cruzó los brazos y los comentarios no tardaron en aparecer en voz baja. Le pidió que le repitiera la pregunta, y el Profesor lo hizo pero ya se notaba que no le gustaba nada la situación. Marron sabría la respuesta, si no fuera porque Kylan le estaba molestando durante los dos minutos en el que el Profesor se dedicó a explicar justo eso.

-¡Entienda Profesor, es rubia! -gritó alguien en un costado, el hombre se dedicó a buscar quién había sido y Marron fulminó con la mirada hacia donde había salido el grito.

Kylan a su lado reía, y le pasó un brazo por los delicados hombros sin previo aviso y la atrajo a su pecho fuerte y grande, en una muestra de aprecio, un simulo de abrazo. Marron, con los ojos abiertos, y los nervios crispados, lo empujó y le dijo que no volviera a hacer eso. En ese momento, tocó el timbre.


Los próximos capítulos serán mucho más largos. ¿Algún comentario para esta escritora principiante?