CALEIDOSCOPIO

Dedicado a PanHe, por aquí conocida como Etneri y que para mí es mi manis.

Y cierto personaje, quiere dedicarle a Leonore sus partes favoritas.


Capítulo 1: Responsabilidad.

El lugar estaba extrañamente invadido por un silencio sepulcral. Las altas columnas que había en derredor proyectaban su sombra en el suelo. El hombre de cabellos oscuros permanecía con la mirada clavada en la alfombra de terciopelo intentado asimilar sílaba por sílaba las palabras que el Patriarca había pronunciado. Demonios, sabía que un llamado de aquel hombre nunca traía muy buenas noticias en general, pero aquello había sido demasiado. ¿Quién se creía qué era? "Pues quien más, el mayor de los 88 caballeros a la orden de la diosa Athena" Sí. Siempre tenían que rendirle una especie de reverencia, pues él era el encargado de vigilarlos y de procurarles lo mejor. Aún así, nunca había pensado que él… Bueno, siempre había sido una idea que descartaba cuando veía que el resto de sus compañeros demostraban una mayor madurez que él. Vamos, incluso el Patriarca tenía bajo su yugo instructor a alguien. ¿Por qué no se lo quedaba él?

—¿Qué pasará si no acepto?

El caballero de libra frunció el ceño. El Patriarca carraspeó en un par de ocasiones. Pero el hombre de cabello azabache mantuvo la mirada en el suelo, esperando la respuesta que seguramente sería un regaño.

—Tendría que ser por una buena razón. —Respondió tranquilamente la mayor autoridad del Santuario sin inmutarse.

—Señor, como usted sabe no suelo quedarme demasiado tiempo en el Refugio por las misiones que se me encomienda. Tengo a mi cargo demasiadas cosas y además, pienso que esto sería contraproducente.

El Patriarca se puso de pie y caminó en derredor. Meditaba seriamente sobre lo que le habían contestado. Frotó sus manos largo tiempo. Finalmente contestó: — ¿Esa es tu mejor razón?

El hombre dio un brusco respingo. Ni siquiera supo en que momento se puso de pie y comenzó a reclamarle al sujeto al que debía guardarle mayor respeto. El caballero de libra se acercó lentamente a él.

—Eetrin, confiamos en ti. ¿Es que no lo entiendes, muchacho? —Inquirió Dohko, el Santo de Libra — Te ponemos una vida en tus manos porque sabemos que tendrás la madurez necesaria para conducirlo por el camino del bien y que harás de él un digno portador de la armadura del Escorpión. Al final de cuentas, nos lo agradecerás. Te lo aseguro.

—Maestro, es que temo fallar. Nunca he… sabe que no soy tan responsable como…

— ¿Cómo tu buen amigo Siroe? Vamos sabes que es la naturaleza de su signo ser un poco presumido. —Contestó con una sonrisa haciendo referencia precisamente a su signo: Leo. — Yo sé que lo harás bien. Shion también. ¿Qué más necesitas saber?

Las pupilas verdes de Eetrin por un momento, reflejaron melancolía. Pero le bastó un par de segundos para recuperar la vivaz mirada y contestar sonriendo: — Juro que no los defraudaré.


—¡Tienes que contarme todo lo que ocurrió!

—Siroe¿quieres dejarme respirar primero?

El Santo de Leo retrocedió como niño regañado. Eetrin exhaló y se sentó en un escalón que unía el templo de Escorpión con el de Libra. No podía evitar dejar de pensar en lo que le habían pedido. "Tienes una audiencia con el Patriarca" le había informado uno de los guardias. Tenía que aceptar que había tardado más de la cuenta en ir sabiendo que seguramente le pedirían informes de sus misiones, que hasta horas antes no eran nada especial. Y de vez en cuando, también aprovechaba para escaparse hacia su amado Egipto con aquella arena caliente bajo sus pies y de fondo, la bella estampa de las pirámides. ¿Cómo demonios podía hacerlo ahora que tendría a un niño en su responsabilidad?

—Parece que no han sido buenas noticias. — Dijo Siroe, sentándose a su lado. Por una milésima de segundo un atisbo de seriedad surcó su rostro.

—Pues no lo es. No sé quién se cree que es el Patriarca.

—Pues precisamente el que es, Eetrin. Vamos, seguro has de estar de dramático. Dime ya.

—Un niño.

—¿Qué?

—Exactamente eso, un niño. Parece ser que creyeron que era suficientemente apto para ser maestro y me han asignado al que ha de portar la armadura de Escorpión. Y si te das cuenta, pertenecerá a la generación en la que la diosa Athena reencarnará. El fatídico ciclo se cumplirá con la desdicha de unos niños que tal vez ni siquiera han nacido.

Hubo un respetuoso silencio que se extendió sólo lo suficiente.

—¿En serio se atrevieron a darte un alumno? — Preguntó Siroe sonriente.

Eetrin le lanzó una mirada nada amigable.

—Digo… es que… siempre pensé que si alguien acabaría teniendo una aburrida labor de ese tipo en este Santuario sería Kratos. Deberías de ver con que ahínco se esfuerza por instruir incluso a los guardias que han adquirido una notable educación gracias a él — Siroe estiró las piernas—, no me lo tomes a mal amigo, pero… vamos, espero que no hayas aceptado.

Al Santo de Escorpión no le extrañaba en lo absoluto que su amigo le dijera eso. De hecho, él también pensaba lo mismo hasta hacia poco. Estaba convencido con total certeza de que podría ser buen ejemplo si se esforzaba, pero eso era precisamente lo que no quería. Además, el Santo de Géminis le había comentado en una ocasión que él entrenaba a un par de niños que al final acabarían matándolo para poder ser dignos portadores de la armadura que les correspondía. Así que prácticamente, había dicho con melancolía, los entrenaba para matarlo a pesar de que los niños le habían jurado que ellos nunca le harían daño. Eetrin los había visto una sola vez entrenar y se maravilló ante el cosmos que esos gemelos irradiaban… pero en fin. Ahora era su turno. Y con respecto a Kratos, también pensaba lo mismo. El Santo de Acuario era un romano engreído que se daba aires de interesante y jamás socializaba con ninguno de sus compañeros. Sin embargo cuando se presentaba ante ellos, siempre se expresaba con una formalidad tal que al Escorpión se le hacía irritable. Pero como casi nunca iba al Santuario, no tenía que soportarlo más que en ocasiones muy, pero muy especiales.

—¿Hola¿Sigues ahí?

—¿Ah?... Sí. Disculpa, estaba meditando.

—¿Y bien? No me has dicho, seguro que le dijiste al Patriarca que no.

—No. No pude. Acepté.

—Estás bromeando.

—Podría ser una experiencia interesante —Dijo Eetrin dubitativo.

—Un niño no es una experiencia. Es alguien a quien hay que formar y que cuesta mucho trabajo…

—¿Qué es lo que recuerdas de tu maestro?

El león bufó. Recordar no era uno de sus pasatiempos favoritos.

—Que era un sujeto arrogante que siempre trataba de que pensara igual que él. Pero era un buen tipo.

—Y todo lo que eres ahora se lo debes a él, en cierta forma. Vamos, si…

—¿Eetrin?

Detrás de ellos, el viejo maestro de Libra llamó al Santo de Escorpión. Éste dio un brusco respingo. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí escuchando su conversación? De inmediato él y Siroe se pusieron de pie.

—Pensé que tendría que llegar al templo del joven Siroe para hallarte. Eetrin¿podemos hablar… a solas?

—Oh, no se preocupen por mí. ¡Nos vemos después y… suerte! — Dijo el león alejándose con una gran sonrisa.

Eetrin tuvo que admitir que hubiera dado cualquier cosa porque su amigo no se hubiera ido. Ya tenía suficiente de sorpresas y cosas por hoy para tener que hablar ahora con el maestro de Libra.

—Veo que ya le dijiste. Muy bien hecho. Aunque espero que su consejo haya sido para convencerte, no para tratar de disuadirte.

—No señor, Siroe sólo me hacía ver las cosas desde otro punto de vista.

—Escucha muchacho — el Santo de Libra comenzó a entrar a la casa del Escorpión seguido por éste último — Shion quiere que subas hoy con él a Star Hill. Tú sabes que es un privilegio del que pocos gozan, pero quiere convencerte aunque yo sé que ya lo estás. Yo tengo que regresarme esta misma noche a China, pero antes… quería hablar contigo, depositar toda mi confianza en ti.

Eetrin asintió lentamente. Trató de limpiar un poco el desorden de su templo pateando la basura hacia los lados pero Dohko ni siquiera le prestaba atención.

—Has de saber que el niño al que entrenarás ya ha nacido. De hecho, es un pequeño con una familia que vela por él. Es humilde, pero tiene un gran corazón. Su destino está marcado por la desgracia… pero él no lo sabe.

—¿Tiene una familia? — Eso era más que lo que él Escorpión creía. El nunca había tenido familia¿cómo iba a arrancar a un niño de los brazos de su madre, de su padre o quizás de sus hermanos?

—Sí, familia. Un padre y una hermana. Su padre es un pescador y el pequeño los ayuda con las labores.

—¿Cómo es que sabe…?

—Conocemos a todos los que traemos, Eetrin. Las estrellas no eligen al azar.

—Disculpe.

—No te preocupes. Por ello es que quiero encomendarte una misión.

—Estoy a sus órdenes.

Dohko sonrió levemente. Miró el techo del templo y suspiró. El Escorpión no se atrevió a interrumpirlo.

—Quiero que vayas con ese niño y te vuelvas su amigo. Que cuando sufra la pérdida que su destino marca, no esté solo y que cuente contigo. Que se familiaricen. Sé que es difícil, al final de cuentas no es más que un niño. Pero te lo pido, Eetrin. Tú sabes lo difícil que será cuando tenga que venir acá y comenzar con su entrenamiento, cuesta mucho acoplarse por ello creo que sería elemental…

—Pero espere un minuto, ni siquiera sé quien es, dónde vive… Además, mis misiones me impedirán que…

—Tu única misión a partir de ahora será velar por ese niño. Espero que hayas entendido.

El Santo de libra se dispuso a salir. El Escorpión aún seguía petrificado, pero reaccionó cuando el maestro cruzó el umbral de la puerta.

—¡Espere¿Pero quién es ese niño?

—Su nombre es Milo. Y vive en isla de Milo, precisamente. Cuando lo veas, lo reconocerás de inmediato. Que tengas suerte, muchacho.

—¿Y si no lo hago?

—Significará entonces, que no estás listo para él.


El cenit.

Era un difícil ascenso que se veía recompensado cuando aspirabas las primeras bocanadas de aire del lugar más cerca de los dioses. Era una elevación natural que permitía al más afortunado predecir los acontecimientos que se suscitarían en la tierra. No era un lugar para charlatanes, era la cúspide del mundo. Un lugar donde casi se podían escuchar los susurros de los dioses.

"Zeus… ¿por qué?"

El hombre que estaba de pie ahí miraba con semblante ensombrecido las estrellas. En cualquier otra ocasión, le había gustado estar ahí. Siempre se sentía a salvo y a gusto en ese lugar.

"¿Es un ciclo que jamás acabará? Las guerras sólo traen más guerras. La violencia genera destrucción. Y sin embargo, continuamos luchando. ¿Por qué…?"

Apretó los puños. Conocía su estrella guardiana y sabía que moriría pronto. El cielo se lo gritaba. Por eso es que preparaba todo con presteza para cuando ese día ocurriera.

"Esas estrellas refulgentes son los niños. Desconocen lo que les espera. Pensarán que saldrán victoriosos, cuando en realidad no será más que otra guerra más…"

Y la reencarnación de Athena estaba a punto de nacer. Eso no significaba nada bueno. Él, que era uno de los dos sobrevivientes de la Guerra Santa sabía muy bien que cuando Athena bajaba a la tierra, significaba que la paz estaba en peligro. Que nuevos peligros se aproximaban y que deberían de manejarse con sumo cuidado. En las últimas generaciones, no habían ocurrido más que pequeños incidentes que podían controlarse de inmediato. Incluso durante el periodo de Guerras Civiles, de Guerras Mundiales y de enfermedades que provocaron verdaderas pandemias entre la población ellos no habían tenido mayor problema. Se habían mantenido al margen, preguntándose porqué los dioses castigaban de esa manera a la raza humana. Para después darse cuenta de que en realidad, eran los mismos seres humanos los que provocaban su propia destrucción.

"Pero es tan injusto…"

Justicia. ¿Quién podía hablar de justicia? Había visto morir a 10 de sus compañeros de batalla y muchos más ocupaban un espacio en el cementerio. Los cuerpos de otros simplemente no se habían podido identificar y habían sido sepultados sin honores. La justicia no era algo que estuviera en el vocabulario de los dioses. Y ahora…

Dohko, mira esa estrella. ¿Ves lo brillante que están? Significa que ya nació un niño más.

¿Hablas de…?

Uno de los próximos portadores de los ropajes dorados.

El Santo de libra guardó silencio. Shion (que no estaba usando la máscara que la indumentaria de Patriarca exigía) tenía los ojos vidriosos.

Mañana mismo mandaré a alguien a vigilar a ese bebé.

¿Tan pronto¿Y si tienen familia?

Realmente no importa mucho eso, y tú y yo lo sabemos.

El antiguo Santo de Aries miró a su compañero.

Sé que soné demasiado insensible. Lo siento.

No te preocupes, viejo amigo. Por el contrario, tienes mucha razón. De hecho, yo estaba pensando en algo más. — Sonrió el envejecido Santo de libra.

¿Ah, sí?

Si. El ciclo está a punto de cumplirse. El sello perderá su efecto y entonces, aquello contra lo luchamos volverá a surgir. Tal vez más fuerte que nunca.

Por todos los dioses…

Shion, como sabes, los niños que están naciendo ahora se enfrentarán a los enemigos del mañana. Necesitarán un entrenamiento más arduo. Lucharán contra la muerte misma. Y lo lamento profundamente en el alma por ellos.

¿Y no hay nada que se pueda hacer¡Por Zeus, esas criaturas ni siquiera saben hablar¡Muchos de ellos ni siquiera han nacido!

¿En serio me estás preguntando eso?

"¡Sí, en serio¡Son unos niños!" quiso gritar Shion, pero se contuvo apretando los puños. Sabía que la sola suposición era ridícula. Ah, hacia tanto mal encariñarse con ellos… verlos morir era demasiado doloroso. Como si realmente, fueran hijos suyos.

¿Y qué propones exactamente Dohko? —Preguntó Shion enarcando una ceja.

Comenzar a entrenarlos desde mucho más jóvenes. Sé que serán capaces.

Ni siquiera los conoces.

Llámalo intuición.

Espero que sea así. Porque sino será algo que los dos lamentaremos mucho.

Dohko no le prestó mucha atención. Él también trataba de creer en si mismo.

—¿Patriarca¿Sumo Pontífice¿Papa¿Shion?

—Más respeto jovencito, que ya te escuché.

Eetrin retrocedió con una sonrisa dibujada en su moreno rostro. No sintió que hubiera necesidad de hacer una reverencia, puesto que le parecía que el encuentro era bastante informal. Al menos así creía, pues casi se rompía un hueso al escalar aquel lugar.

—Debe tener una excelente condición física para subir por aquí¿o hay un elevador oculto del que nunca me he enterado?

—¿Un elevador¿De qué crees que estás hablando?... ¿Y que insinúas?

—Lo siento, señor. — Una sonrisa traviesa le surcó el rostro del Escorpión. — Bien, ya estoy aquí. Espero que al final se haya arrepentido de la barbaridad que va a cometer y decida suspender mi faceta como maestro.

—Todo lo contrario, joven Eetrin.

Visiblemente desilusionado, el Escorpión se abstuvo de hacer comentarios. Pensaba que ya había hablado demasiado o al menos el Patriarca eso insinuaba con su tonito de voz.

—¿Y bien…? — Dijo el egipcio mirando el lugar. Los silencios incómodos le parecían precisamente eso.

—Bien, sé que el Santo de libra ya habló contigo. ¿Te falta algo más para convencerte?

—De hecho, sí. Me encantaría saber porque a mí.

Esa pregunta ya se la esperaba Shion.

—Pensé que eras más listo.

—Con todo respeto, pero…

—No te exaltes, muchacho. Imagínate a la amazona de Piscis enseñándole a un nativo de tu signo técnicas propias de ella. ¿Crees que eso estaría bien?

—Pero…

—O al muchacho Kratos (al que sé que no soportas) enseñando al pequeño a manipular el hielo.

—¡Sé que eso es una causa¡Pero yo no me considero apto para ello!

—Eso es mucho mejor. ¿Y porqué no?

—Porque… — Buena pregunta. Eetrin sólo había buscado excusas, no razones — no lo sé.

El Patriarca se acercó al joven y apoyó una mano en su hombro.

—Deja de ser tan obstinado. Sé que lo harás bien.

—Es una de mis cualidades — bufó el egipcio.

—Así como la de lograr todo lo que te propones.

—Aunque…

—¿Y ahora qué?

—¿Y si no le agrado al niño? — Preguntó el Escorpión con un leve sonrojo en el rostro.

Shion estuvo a punto de echarse a reír.


N/A: Eetrin y Kratos son personajes que pertenecen a PanHe, a los cuales tomé prestados -sin permiso- para esta historia paralela. Por supuesto que los demás son de Masami Kurumada, con excepción de Siroe y otros más que irán apareciendo a lo largo de los capítulos.