Chapter 1: Encontronazo en el callejón Diagon
Con preguntas rondando su mente, sumergiéndose en libros ininteligibles para muchos, su hogar para ella; observando el encapotado cielo, tal vez no tan lluvioso, quizás fuesen sus ojos los que se encontraban así. Aquel sentimiento nada pionero se apoderaba de ella como la mayoría del tiempo: Soledad. Aquel maldito y miserable amigo desde la infancia, que inflaba sus pulmones y corría por sus venas. Ella sabía que ya quedaba poco, que aquella horrible pesadilla cesaría pronto, o eso esperaba. Y aunque contaba con el apoyo de sus amigos y había sido increíblemente bien acogida en la casa de uno de ellos, no podía evitar anhelar el fin, el momento en el cual pudiese ver a sus seres queridos sin temor a perderlos en mitad de un destello verde de infinito dolor.
-¡Hermione! ¿Estás bien? –preguntó la voz de la pelirroja tras la puerta.
-Sí, sí, estoy bien-dijo mientras secaba sus lágrimas con el suéter.
Ya habían pasado tres meses desde que la castaña tuvo que borrar los recuerdos de sus progenitores y mudarse a La Madriguera. Dolía, dolía infinitamente saber que aquellos por los que pasaba las noches en vela, aquellos que la habían visto crecer con una sonrisa en sus labios, aquellos que siempre le habían brindado un amor incondicional y el mayor de los apoyos no podían recordarla.
-Vale, bueno… el desayuno está listo.
-Gracias Ginny, ya bajo.-oyó los pasos de su amiga alejarse y suspiró un tanto hastiada.
Bajó las escaleras parsimoniosamente y ante sus ojos una escena muy familiar se realizaba, Fred y George Weasley, los traviesos gemelos, molestaban a Ron sobre un tema el cual no llegó a escuchar, mientras Harry se sentaba en la mesa rascando aún su alborotada y morena cabellera. Ginny, junto al fuego leía desganada la revista "Corazón de Bruja", acompañada por su padre, quien ojeaba "El Profeta" sin mucho interés. La señora Weasley se encontraba en la cocina, preparando lo que parecía ser la masa de su deliciosa tarta de calabaza. Todo era tan normal, una escena de familia perfecta, casi sacada de revista si no fuera porque La Madriguera no era ni mucho menos una casa como la que en ellas se encontraban, más bien todo lo contrario, la falta de espacio reinaba por doquier, y era evidente allí donde se pusieran los ojos. Pero aquello a Hermione no le importaba, sería el hogar perfecto si no fuese porque, aún con la amabilidad que depositaba cada una de aquellas personas en la sonrisa que le regalaban en ese mismo instante, no se sentía en casa, no se sentía parte de aquel retrato familiar totalmente común.
-Buenos días Hermione, siéntate, ya están los huevos-le sonrió Molly.
La señora Weasley siempre había sentido por Hermione un intenso cariño, y una predilección frente al resto de las chicas, salvo el cuarto curso, cuando ésta creyó que Hermione salía con Harry y Viktor Krum al mismo tiempo.
Viktor era el buscador más destacado del mundo, quien jugaba en el equipo de quidditch búlgaro, y con el cual ella había sostenido más que una buena amistad. Él era amable, humilde y sensible, y aunque el intelecto y la pronunciación del nombre de ella no fueran la mayor de sus virtudes, había conseguido que algo bastante fuerte aflorara en el corazón de la castaña.
Mientras tomaban el desayuno tranquilamente, Pigwidgeon hizo acto de presencia al entrar por la ventana, y revoloteó sobre Crookshanks, quien bufó enfadado, ya que la pequeña lechuza plateada le había interrumpido su siesta matutina.
-¡Pig, deja de revolotear y ven aquí! ¡Maldito arrogante, nunca aprenderá!-dijo Ron enfadado mientras agarraba a la bola de plumas y le quitaba las cartas de la pata. Como el pequeño animal regalado por Sirius no dejaba de ulular histérico, Ron optó por meterlo en la jaula con Hedwig, quien puso sus ojos ambarinos en los de Harry, como reprendiéndole por dejar que el pelirrojo metiera a esa "cosa" en su casa.
-Son las cartas de Hogwarts-añadió el menor de los pelirrojos tras entregar cada carta a su destinatario.
-Ah, Hogwarts…-suspiró George
-Paraíso encantador de travesuras-añadió Fred
-Menos mal que habéis acabado, ni una notificación de mal comportamiento de la profesora McGonagall-dijo Molly
-Hablando de Minerva, es la nueva directora muchachos, que honor que sea vuestra jefa de casas ¿no?-preguntó el señor Weasley, apartando la vista del periódico, y mirándoles con unos ojos que mostraban verdadera dicha por el hecho de que sus hijos fuesen de Gryffindor.
-Vaya, pensaba que mandarían más libros éste año…-comentó Harry
-Hablad por vosotros, yo necesito cinco libros tan solo para Aritmética-exclamó la castaña mientras repasaba la lista de cabo a rabo.
Ya había leído algo sobre los temas que preguntarían en la asignatura ese año, pero ponerlo en práctica le llevaría algunas horas en la biblioteca.
-¡¿Pero qué demonios…? ¡Esta lista es interminable!-chilló Ginny, quien cursaba su sexto curso
-Ah, el sexto curso, un verdadero caos, preparatorias para los EXTASIS y para la carrera…-comentó Percy, quien había bajado con un tomo en la mano, el cual él había asegurado le ayudaría a establecer mayor relación entre los magos americanos y los ingleses.
El único Weasley, aparte del progenitor, que trabajaba en el ministerio era Percy. Más que su trabajo, parecía su mayor hobby, pues se pasaba el día dentro de su pequeña habitación, investigando sobre no sé qué cosa que ayudaría a solucionar no sé qué otra.
Hermione, ciertamente, admiraba a Percy por su persistencia y esfuerzo en su trabajo, era alguien perseverante y constante, alguien del cual, cualquier jefe se sentiría orgulloso. Lo que ansiaba Hermione, reconocimiento.
-Bueno, será mejor que hoy vayamos al callejón Diagon…-comentó Hermione.
-Ya vas a ponerte a empollar todos los libros del año ¿no?-dijo Ronald de manera muy ofensiva.
-¡Tú, zanahorio, cuidado con lo que le dices a Herms!-gritaron los gemelos a la vez, dejando a la aludida estupefacta, cambiando así su enfado por sorpresa.
-¿Y a vosotros que os importa si la llamo empollona? Es MI amiga.
-Quien lo diría…-se burló Fred.
-Sí, ella no te dice que eres un desastre las veinticuatro horas del día.-terminó George.
-Dime bella Hermione, ¿Cómo te hiciste amiga de ese zopenco que tenemos por hermano?-preguntó el otro gemelo.
-Sí, te tomábamos por alguien inteligente-corroboró el primero.
-Es inexplicable-dijo Hermione con una sonrisa.
-Bueno, vale ya de meteros conmigo, que Hermione es una rata de biblioteca, es sabido por todos.
-Sí Ronald, soy una empollona, pero sé que en la vida tendré futuro en algo, y no quedaré a la sombra-atacó chillando la castaña, mientras se levantaba.
Aquel comentario había tenido doble sentido, y su amigo lo había comprendido perfectamente, pues en cuarto curso, Ron se enfadó con Harry por la chiquillada de sentirse opacado por un moreno con pocas ganas de más popularidad.
Al dirigirse de nuevo a la habitación, una nueva lechuza, esta vez de color negro, se plantó en su hombro, haciéndola parar asustada, ésta, extendió la pata y le entregó una carta antes de marchar de nuevo. Sin interés especial, Hermione siguió caminando mientras abría el sobre. Al sentarse sobre la cama y leer la firma profirió un grito que perforó toda La Madriguera:
-¿Qué ocurre?-jadeó Harry, quien había subido corriendo las escaleras, alarmado por el grito de su amiga.
-¡Es Viktor!-chilló ella mientras se abrazaba al papel.
-¿Krum?-se oyó la voz molesta de Ron tras él- ¿Qué quiere ése?
-Dice que tiene una sorpresa para mí, pero que no me puede decir nada hasta que éste en Hogwarts y sea más seguro.
Hasta que los chicos, acompañados por los gemelos y Ginny, viajaron a la tienda de bromas, Hermione no aminoró su entusiasmo:
-¿Qué crees que querrá?-preguntó Ginny igual de alegre, pues le encantaba ver como su mejor amiga mostraba su cara más jovial y dejaba aparte esa rigurosa responsabilidad que la hacía parecer mucho más mayor.
-Seguro que alardear de otro tiempo record-musitó Ron, el comentario del cual fue igualmente escuchado por la chica.
-Viktor jamás alardea, si hay algo de él que adoro es que nunca te echará en cara sus meritos.
-Quizás debas aprender de él ¿no? Para así no ir presumiendo de tus tantísimos TIMOS.
-¡No presumo Ron! ¡Sólo disfruto de lo que he conseguido con esfuerzo! Quizás seas tú el que deba aprender de Viktor en eso del trabajo duro-chilló Hermione fuera de sus casillas.
Y es que, que Ron arremetiera contra su "amigo" búlgaro mientras éste no estaba presente le ponía de los nervios. "¡Dios, es incorregible!" pensaba ella mientras seguía caminando a unos metros de Ron, dirigiéndose a la salida para así comprar lo necesario para el curso.
-Bueno chicos, nosotros nos quedamos…-dijo Fred.
-Sí. Y Hermione, si te hace algo éste tarugo…-empezó George.
-…Aún nos quedan caramelos longuilinguos.-terminó su gemelo.
Hermione rió y abrazó a los gemelos, tras lo cual volvió con los chicos y Ginny para ir a Flourish y Blotts a por todos sus libros.
Una vez cargados de una torreta de libros, pergaminos, plumas y tinteros nuevos, Harry y Ron propusieron ir a ver el escaparate de Artículos de Calidad para el Juego de Quidditch. Ginny, un tanto avergonzada le preguntó a Hermione si le importaba que fuera, a lo que la ojimiel respondió que no había problema alguno y que les esperaría en Florean Fortescue mientras tomaba un helado.
Ella se sentó en la terraza, saboreando las ricas nueces bañadas en chocolate que se encontraban en el helado de vainilla. Pensó en Viktor, en qué clase de sorpresa le tendría preparada, en las ganas de volver a verlo… Y es que aunque sus amigos pensaran que ella ya no sentía nada por el buscador, lo cierto es que seguía completamente loca por él. Krum siempre se había mostrado más interesado que ella, hasta aquel precioso baile de cuarto curso, en el cual Viktor le dijo que la quería.
Sonrió involuntariamente por ello y por la descabellada idea que rondaba por su cabeza: hacerle una visita al acabar todo aquello.
Con aquel pensamiento sus ideas cambiaron de lugar, y Hermione pensó de nuevo en sus padres, allí en Australia, solos, sin saber que su propia hija estaba pensando en ellos justo en ese instante. Se sentía morir, y aunque intentaba sacar entereza de donde podía, una lágrima corrió por su mejilla al tiempo que alguien se carcajeaba y comenzaba a hablar arrastrando las palabras:
-Oh, pobre sangre sucia Granger. ¿A caso la comadreja te ha dejado para volar a la falda de Brown?
-Malfoy-dijo con una voz impersonal en la cual no denotaba sorpresa alguna, hecho que hizo al rubio enfurecer.
La muchacha levantó la mirada, orgullosa, no por nada era una leona, y aunque ese estúpido la había visto llorar, no iba a amedrentarse por ello:
-¿Qué pasa sangre sucia? ¿Cara-rajada y Pobretón ya se han dado cuenta de que eres menos agradable que la peste?
-Es que ellos no han sufrido nunca la peste, porque se ve que toda ella esta concentrada bajo la nariz de tu madre cuando te mira.
La sangre de Draco comenzó a hervir como si fuese el agua de una olla a cien grados, haciendo que su rostro se pusiese casi tan colorado como la melena de los Weasley, y ver como Hermione sonreía no le ayudo en mucho, pues la agarró de la muñeca con brutalidad y le susurró:
-Mide tus palabras conmigo come-libros o…
-¿O qué Malfoy?-le cortó Harry, parado frente a los muchachos con la varita ya en alto, imitado por su mejor amigo y la hermana de éste.
-Oh, San Potter, ya decía yo que no debías tardar mucho en aparecer o perderías tu fama de héroe.
-Suéltala serpiente, o te hago escupir babosas-gruñó Ron.
Para mala suerte de los chicos Draco Malfoy no hizo lo propio, sino que por el contrario se hartó a reír, tanto que incluso se hecho a llorar.
-¿Qué te hace tanta gracia, estúpido?-preguntó el pelirrojo, intentando no soltar maldiciones a diestra y siniestra, recordándose una y otra vez que el hecho por el que no lo hacía era porque podía alcanzar a Hermione, y eso no se lo perdonaría en la vida.
-Me hace gracia zanahorio, que me amenaces con lo mismo que en segundo curso, lo que prueba dos cosas: primero, que no has madurado ni un ápice en todo este tiempo, lo que confirma mi teoría de que una roca piensa con más fluidez que tú; segundo, que cuando quieres puedes sacar más humo por las orejas que una tetera, una gran hazaña viniendo de un Weasley-se giró hacia Ginny- No te ofendas chica Weasley, porque creo que eres la única de todos esos esperpentos que tienes como hermanos que aún sirve para algo, y dicho algo es el Quidditch; y tercero y no menos importante, que no vomitaste suficientes babosas hace cinco años.-y dicho eso, se largó de nuevo a reír.
Ron, sin reflexionar nada e instintivamente, tiró la barita al suelo y se abalanzó sobre Malfoy, el cual, viéndose sorprendido, soltó a Hermione, y en un movimiento sutil, digno de una serpiente, sacó la barita y gritó:
-¡Petrificustotalus!
El pelirrojo cayó acto seguido en el suelo, tan pesado como un tonel, y haciendo un ruido atroz.
-Suelta la barita hurón-oyó a sus espaldas.
Hermione estaba alzada justo tras él, y lo apuntaba al pecho directamente. Un brillo peligroso cruzó como un rayo la superficie metalizada de los ojos del muchacho, y viéndose en seria desventaja, guardó la barita y dijo sonriendo:
-No siempre estarán ahí para protegerte sangre sucia, y entonces, da por sentado que apareceré yo. Nos vemos Granger.
Y dicho eso el muchacho se marchó caminando hacia el callejón Knocturn.
