Disclaimer: Saint Seiya no es mío aunque me encantara meter la mano en ciertos girios argumentales flojos; pero como nada puedo hacer, me invento mi universo y de paso, me entreno en el arte de construcción de tramas, historias y personajes. Éste fic sólo tiene propósitos de entretenimiento personal y de quienes lleguen a él como lectores. La historia está basada y en honor a dos maravillosos fics que acompañaron mis últimos días de colegio, hace 7 años, y en los que tomé un gusto importante por la lectura y un respeto tremendo por el trabajo del escritor, así que agradezco que de gustarles éste fic (incluso si no les gusta), se pasen por los fics The Killer in Me de Arguesh Marek y Lux Aeterna: An Amazon's Diary de Zelha, es gracias la trabajo maravilloso de éste par de mujeres que Aimée, Eva y Marah (de Lara Harker) existen y tienen sus propias historias.

Lux Aeterna: s/2701530/1/Lux-Aeterna-An-Amazon-s-Diary

The Killer in Me: s/2791049/1/The-Killer-In-Me

Disfruten, por favor.

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CROSSROADS

CAPÍTULO 1: From Finland Without Love

Una vuelta, otra vuelta más. Otra noche que pasaba en vela gracias al calor, para mi desgracia el problema parecía no estar de solucionarse, ni por mí ni por obra y gracia de la Divina Providencia. Lancé la delgada sábana que me cubría muy lejos, y me senté junto a la ventana, esperando que la brisa nocturna me refrescara. Mi cabello estaba completamente húmedo, mi cara brillaba por el sudor y mi malhumor aumentaba a medida que seguía sin poder dormir.

Harta, me acerqué al cuarto de aseo y me mojé la cara, tomé un poco de agua y miré la pálida figura que brevemente se reflejaba en el espejo. Cuando el sol despuntara en el horizonte, mis ojeras serían enormes y no había manera de ocultarlas. Llámenme vanidosa, pero eso no tenía presentación.

- Hitto vieköön!

Resignada, salí hasta la entrada del templo de Tauro. El silencio de los pasillos era abrumador, y no podía evitar estremecerme ante la inmensa quietud del Santuario en general. Suspiré, no había manera de que esto fuera más aterrador que el silencio del convento en el que me educaron, prefería soportar noches en vela a causa del calor, aunque amara mi tierra gélida e indomable.

Me abracé las rodillas, pensativa. No me gustaba esa sensación de total abandono y soledad que me había perseguido toda la vida, pero que se hacía más evidente estando en el Santuario. Al menos en el convento todas eran mujeres, y de alguna manera nos entendíamos la una a la otra, pero aquí imperaba la Ley de Supervivencia del más Apto, y yo no tenía ninguna habilidad física especial. Me entrené varios años en Siberia, pero nada de eso me preparó para las rutinas de Grecia.

El primer día de entrenamiento me recibió el gran Coliseo, un lugar hermoso e imponente, pero en donde no había tiempo de pestañear cuando ya alguien se te había lanzado encima, allá se reunían todos los aprendices para practica entre ellos. Aldebarán me había enviado a buscar a Marín de Águila para calentar un poco antes de trabajar en forma con él, debía hacer calentamiento especializado y él debía atender unos asuntos con el Patriarca. En mi despiste, me topé en cambio con Shaina de Ofiuco. Bueno, la pisé muy fuerte sin darme cuenta, y de nada valieron las excusas y disculpas, en menos de 5 segundos la arena estaba vacía y esta mujer se me abalanzó con puños, patadas y arañazos que esquivé con dificultad.

- ¿Qué te pasa, estúpida? ¿Cansada tan rápido?

- Claro que no, no me busques el lado. Todavía puedo soportar más.- Sin medir las consecuencias de mis palabras, la reté directamente, y eso todavía me duele de sólo recordarlo.

Y como si lo hubiera pedido se fue sobre mí, y de repente, una luz de colores violeta se formó frente a mí. Puse mis brazos frente a mi rostro, dudaba mucho que mi Ventisca Boreal funcionara contra ese ataque. Perdí el conocimiento de inmediato.

Al abrir los ojos, Aldebarán estaba limpiándome los rasguños que me había dejado Shaina en los brazos. A su lado, una figura familiar observaba en silencio: El Caballero de Crystal.

- No entiendo qué le pasa a Shaina, no es la primera vez que la emprende contra una de las aprendices de ésta forma, ¿no hay nada que pueda hacerse, Aldebarán?- Aldebarán pareció meditarlo un rato antes de contestar.

- Supongo que aún no está cómoda con al asunto de las máscaras, y éstas pobres no se ayudan, ¿ves? Es como si magnéticamente terminaran peleando con ella.

Gemí cuando mi Maestro apretó un poco más fuerte una herida en mi brazo.

- Niña, estás casi traslúcida, no pensé que te golpeara tanto.

- Me las va a pagar esa mujer…- Balbucí con dificultad. Aldebarán apretó con fuerza el trapo sobre otra herida. – ¡OUCH!

- Te prohíbo, Aimeé, que busques desquitarte. No tiene caso y te meterá en problemas mayores.- Miré a Crystal buscando apoyo, pero él sólo asintió a las palabras de Aldebarán.

- Pero Maestro…

- Nada, escucha a tu Maestro- interrumpió Crystal ya impaciente – Los problemas de personalidad que tiene Shaina son suyos, tú no debes cargar con eso, no te corresponde aleccionarla.

Me crucé de brazos muy molesta. Ellos me dejaron en mi habitación descansando, y se fueron a tratar el asunto de Shaina a otro lugar. Según escuché, no le hacían nada Shaina porque la mayoría no se quejaba, pero yo sí me quejaría con el Patriarca a la menor oportunidad. MI recosté en la cama, el cuarto era pequeño, compuesto sólo por un cuarto de baño, un clóset y una mesa de noche.

Esa noche, desde luego, tampoco pude dormir. El calor hacía más insoportable el dolor de las heridas y lo poco que aprendí en Rusia con Crystal, era no morir en el primer entrenamiento. Después de todo, mi elemento no era el agua, ni el hielo y no se me había enseñado nada como eso. Al día siguiente, me desperté con un terrible dolor de cabeza y con sueño, MUCHO sueño. Eso no fue impedimento para que Aldebarán decidiera que debía entrenar fuertemente ese día. Según él, el mejor entrenamiento era el que se hacía en la mañana, y así, nos dispusimos a hacer varias series de flexiones, sentadillas, trotes por varios lugares del Santuario, todo eso antes de que el sol griego saliera de su escondite y decidiera tostarme la cara sin piedad.

Luego, emprendimos el combate cuerpo a cuerpo, pero yo no era rival para mi maestro, me sentía desfallecer y ya comenzaba a ver una bruma color beige frente a mí, en lugar del árido paisaje griego. Dolorida y somnolienta, hice mi mayor esfuerzo para continuar, hasta que Alde se aburrió de mi constante quejadera y me mandó a reposar. Ya eran las cuatro de la tarde: sin desayuno, sin ducharme y llena de moretones en los brazos, terminó mi jornada de entrenamiento.

Me duché con agua helada, me mimé todo lo que pude pero me dolían los rasguños; maldita Shaina, mil veces maldita, me las iba a pagar. Las mejillas y los brazos me ardían, el calor, definitivamente, no era lo mío.

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Los pequeños copos de nieve caían intempestivamente sobre el suelo y las copas de los árboles en el bosque. Pronto bajaría la temperatura, y empezaría la diversión para los demás seres vivientes de la Suomen tasavalta.

- Muévete niña que no tenemos todo el día…- replicó una voz femenina con impaciencia- ¿Te vas a quedar parada ahí? ¿Piensas que puedes regresar sola al convento?

- ¡No, espéreme!- gritaba una vocecilla mientras corría tras la alta figura que la había traído.

A medida que se adentraban en el bosque, la visibilidad disminuía proporcionalmente con la nieve que caía. El lugar empezó a hacerse más y más grande a medida que avanzaba el tiempo, los árboles ocultaban el cielo, las lámparas de camino habían desaparecido, y la figura que la guiaba también… Ahora estaba la pequeña sola, ofrecida en sacrificio a cualquiera de los dioses nórdicos que la aceptara, o bien, como carnada para cualquier animal hambriento que necesitara reservas para el invierno.

- Hermana, ¿Dónde está?

Silencio.

- Por favor, ¡no me deje!

El silencio se vio roto por sonidos extraños, a sus espaldas.

Lentamente, una figura empezó a mostrarse en el horizonte, y a medida que se acercaba, se hacía más y más grande, enorme. Unos cuernos poderosos, capaces de hacerla pedazos en dos segundos, y unos ojos grandes, aterradores.

Miedo.

Después de eso, el lugar empezó a subir la temperatura descomunal, desproporcionada, inexplicablemente. La nieve fue reemplazada por rocas expulsando vapor por todos lados, a todas las direcciones, y finalmente, lo vio, mientras éste absorbía su energía vital casi por completo, perdiendo la conciencia…

Despertó llorando en medio de la noche. Era invierno y el sol no saldría hasta dentro de tres meses. Miró a su alrededor, en el reloj marcaban las cuatro de la mañana, todavía tenía una hora antes de que la siempre amable Tarja llegara a despertarla y empezara otro nuevo día en el convento.

La pequeña Aimeé se aferró a su osito de peluche, dio una vuelta en la cama, se tapó con la manta.

Cuando por fin amaneció, una mano gentil le acariciaba los cabellos.

- Despierta, Aimeé.

- ¿Tarja?- La aludida sonrió levemente. - ¡Tarjaaaa!- De un brinco, la pequeña sujetó por el cuello a la novicia que sorprendida, le devolvió el abrazo de vuelta.

- ¿Qué pasó, pequeñita?

- Ese sueño otra vez…- Tarja la abrazó más fuerte. La niña tenía un sueño recurrente, en el que se perdía en el bosque y un ser con cuernos la perseguía para llevársela lejos. Suponiendo que se trataba de una sugestión, inculcada en la niña por su anterior tutora, Tarja trataba de animarla y hacerla olvidar ese terrible sueño que la perseguía.

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Me desperté lanzando un grito desesperado. Los sueños de mi infancia me estaban persiguiendo una vez más. Miré junto a mí y logré distinguir la enorme figura que se acercaba hacia a mí rápidamente, volví a gritar pidiendo misericordia, hasta que la voz de Aldebarán llegó a mis oídos y le brinqué a los hombros buscando protección.

No podía más, necesitaba sentirme protegida nuevamente y Tarja ya no estaba junto a mí.

Unas horas más tarde, en la cocina de Tauro.

- Niña, controla esas ansiedades que te vas a engordar- Decía un preocupado Aldebarán mientras yo comía como cosaco. Tengo que admitir que era una persona muy ansiosa y que, al no poder aguantar más mis delirios de persecución, me refugiaba en la comida.

- Ese argumento no me sirve…- repliqué, llevándome una tortilla a la boca. – Además, dudo mucho que pueda engordar con el régimen de entrenamientos en el que me tienes.

Aldebarán refunfuñó para sí mientras tomaba un tazón lleno de granola y se sentaba junto a mí. Ver para creer.

- Estoy en ayuno… esa es otra forma de entrenar.

- Pareces un pajarito y eso parece alpiste- Solté la carcajada y el plato a tiempo, antes de salir corriendo por mi vida. Aldebarán se levantó en un dos por tres y comenzó a perseguirme juguetonamente.

- Muy bien, ahora que estás repuesta, empecemos a entrenar.

Llegamos al Coliseo a tiempo para ver cómo dos aprendices nuevas comenzaban una batalla, aunque por las caras de los espectadores, casi todos Caballeros de Plata, el asunto no estaba siendo tan interesante; pero a mí sí me entretenía, así tenía tiempo de pillar algún truco, movimiento o pirueta que luego Aldebarán pudiera enseñarme.

Ese día no llevaba su Armadura y no se veía tan enorme, sus ropas claras hacían contraste con su piel tostada por el sol. Según me había dicho, era de un país llamado Brasil, y al que sólo reconocía por el nombre y del que tenía cero referencias geográficas.

Un par de dedos chasquearon frente a mí, seguí a Aldebarán hasta la arena en donde nos convertimos de inmediato en el centro de atención.

- Muy bien, Aimeé. La idea de que empecemos primero con tu entrenamiento físico, es preparar a tu cuerpo para que sea inundado por el Cosmo. – Asentí, ya habíamos tenido ésta charla cuando llegué de Finlandia con Crystal, querían que estuviera lo suficientemente en forma para poder soportar la descarga de Cosmo, ya que, según el Patriarca, mi energía estaba llena de fuerza descontrolada, como le había pasado a mi Maestro.

- Sí, Maestro, prepárese- Aldebarán esbozo una leve sonrisa, orgulloso de mi despliegue de confianza, y me atacó.

Decir que me sentí en una corrida de toros no es un recurso estilístico, el Toro Dorado embistió con todo su poder en cada golpe. Primero, buscó desestabilizare apuntando a mis pies y brazos, aprovechando su enorme estatura. Luego, cuando logré escaparme un par de veces, comenzó a atacarme con una versión pequeña del Great Horn.

Tuve que lanzarme al suelo varias veces, rodar por mi vida antes de que me alcanzara, hasta que me sentí arrinconada. En el Coliseo se escuchaban los murmullos de los demás aprendices, sonreí para mis adentros pensando que, al menos, daría un buen espectáculo, porque si había algo que sabía desde el principio, es que de éste entrenamiento sólo saldría ganador mi Maestro.

Junté mis brazos frente a mi cuerpo y en oración, comencé a concentrar lo poco de Cosmos que podía manejar. Un hilillo azul rodeó mis manos antes de extenderlos de golpe y lanzar mi ataque.

- ¡Ventisca Boreal!- Una corriente de energía salió disparada hacia mi Maestro, y yo me quedé como sonámbula, sin poder moverme. Un fuerte dolor de cabeza apareció de golpe, y de repente, mi cuerpo perdió el control del hilito de Cosmo que tenía en mis manos. Sentí un golpe en el cuello antes de desmayarme.

Lo escuchaba todo, TODO. Pero no podía abrir los ojos no moverme.

Mi Maestro y Crystal discutían con alguien cuya voz no reconocía, y que sonaba muy molesto. Hablaban de la necedad que significaba que yo tuviera un ataque con aires fríos.

- Maestro, perdóneme contrariarle, pero la chica también es de las tierras heladas. Aunque su elemento y su misión están guiados por otra estrella, esa parte del Cosmo también hacen parte de ella.- Crystal trataba de convencer al otro hombre que estaba con ellos en el cuarto.

- Lo que me sorprende es que haya sido capaz de hacer tal despliego de viento frío de golpe.- Replicó Aldebarán en tono despreocupado.

- No te sorprendas, porque si no controla rápido ese poder, podría hasta matarse.

- Lo sé, Maestro, pero eso no va a pasar.

- No estés tan seguro. Si fuera el caso, ésta chica ya se hubiera repuesto, pero en cambio, está consciente pero incapaz de moverse, como si se hubiese congelado ella misma.

Me quedé… ejem, fría, ¿estaba congelada por mi propio poder? ¿Era eso posible? Yo, que crecí en los hielos eternos, que soportaba el frío con dignidad, yo, ¿congelada? Y mientras tanto, estos tipos discutían que hacer conmigo en lugar de meterme en un montón de mantas y hasta en una chimenea, pero no, ellos decidieron que era mejor buscar quién tenía la razón.

Una mano tomó mi muñeca y medió mi pulso, luego, sentí una descarga fría que me recorrió las venas, y luego de eso, respirar se me hizo más sencillo.

- He detenido el proceso de riego del frío… pero deben mantenerla vigilada, Aldebarán.

- Está bien Camus, te agradezco la atención a mi alumna, cuidaremos de ella con esmero, no te preocupes.

Pero, ¿y por qué no podía yo manejar el hielo también? Luego lo descubriría, primero tenía que reponerme para poder abrir los ojos completamente. El esfuerzo de seguirles la conversación había terminado por agotar mis reservas de energías, así comencé a dejarme llevar por el sueño.

Desperté, luego, con el mismo dolor de cabeza, una manta hasta el cuello y con la vista nublada. Traté de levantarme pero un par de manos gentiles me devolvieron a la cama, no podía ver la figura que tenía enfrente, cerré los ojos y los apreté, buscando enfocar un poco antes de abrirlos de nuevo, pero fue inútil.

- Tranquila, descansa un poco más- La voz de una joven, muy dulce, con un acento que no supe encontrar en el mapa, fue la que me mandó a dormir otra vez.

Antes de caer en los brazos de Morfeo, otra vez, sentí un paño caliente por mi cara. Supongo que estaban tratando de calentarme a las malas, y con ese pensamiento angustioso, me volví a dormir.

...

A/N:

Suomen Tasavalta: Finlandia.

Hitto vieköön!: Maldita sea en finés.

Gracias por leer ésta humilde historia. Éste proyecto surgió hace unos añitos en compañía de Lara Harker, ella les va a mostrar el lado de marah en s/3580702/1/The-Lion-s-Roar , llénenla de amor a ella también. Agradezco comentarios, críticas o sugerencias, jajaja.

Hei hei! ;)